martes, 20 de noviembre de 2012

¡Snif!

Emilio Alberto Aragón Bermúdez
MILIKI
Carmona, Sevilla, España, 4 de noviembre de 1929
Madrid, España, 18 de noviembre de 2012

jueves, 15 de noviembre de 2012

La única entrevista al prisionero
Eloy Gutiérrez Menoyo


Sólo hubo una entrevista a Eloy Gutiérrez Menoyo tras su captura el 23 de enero de 1965, en un remoto paraje del oriente de Cuba, y fue la única hasta unos meses antes de su excarcelación en 1986. De hecho, la única vez que se tuvo noticias de Gutiérrez Menoyo en el exterior fue por esa entrevista publicada en un libro mio de escasa circulación. Cazabandido (1970) lo escribí en menos de dos semanas, fue publicado por Ángel Rama en Uruguay y nunca circuló en Cuba.

Gutiérrez Menoyo salió casi 20 años después de esta entrevista pero ocho antes de 1994, que fue la fecha pronosticada por mí en nuestro ríspido diálogo. Cumplió 21 tras los barrotes y llegó a Madrid el 21 de diciembre de 1986.


El team de Eloy Gutiérrez Menoyo había desembarcado el 27 de diciembre de 1964. Su recorrido por el monte, siempre bajo acoso, no cumplió un mes. El ocaso de la insurrección contrarrevolucionaria en Cuba, iniciada en 1960, mostraba la imposibilidad de regreso de todos los procesos naturales.

El 28 de diciembre, en un lugar cercano a Punta Caleta, el extremo más oriental de la isla de Cuba, las unidades militares y de contrainteligencia hicieron el conteo de los materiales encontrados a un grupo de infiltración recién desembarcado: una planta transmisora T 22 AEG 5, una planta receptora, cinco docenas de baterías, cuatro paquetes de 10 cajitas de alimentos concentra¬dos, un motor portátil Zeus Electric. Al final del conteo apareció el lugar de procedencia de los infiltrados: en aquellas cajas de cigarros dominicanos dentro de las mochilas abandonadas. La Seguridad del Estado y LCB (Lucha contra bandidos, las fuerzas contrainsurgentes) inauguraron en ese momento la “Operación Jauco”.
 
El lugar del desembarco era la zona más despoblada de Cuba. Sólo 1.732 habitantes divididos en 243 núcleos familiares. La gente más pobre del país vivía ahí. La tierra era estéril. Ellos fueron quienes descubrieron el desembarco. Luego persiguieron al team con toda la saña del mundo, como buscando la razón de tanta desgracia.



Reclusorio Nacional para los Delitos contra la Seguridad del Estado Isla de Pinos, junio de 1965.

Eloy Gutiérrez Menoyo. Un hombre flaco, de sonrisa amarga, fumar constante y ligero temblor en las manos. Así veo a este hombre que fuera cabeza de la contrarrevolución.

Cada mañana el jefe de la organización Segundo Frente del Escambray¬ Alpha 66 toma el desayuno en el comedor de la prisión de Isla de Pinos. Después se dedica a su labor diaria. Él trabaja en el ala frontal de la prisión, sacando con una escoba el polvo acumulado en las rayas del pavimento y limpiándola de papeles y colillas que la gente tira.

Se sienta delante de mí, poniéndose en guardia.

—¿Qué quiere?

—Hacerle una entrevista.

—Una entrevista... —se ríe y no me cree.

—Sí, una entrevista —le digo y le enseño el carné de Granma y el de la revista Cuba. Una entrevista, ¿por qué no?

Sigue sin creerme y dice:

—Usted es de Seguridad.

Trato de convencerlo pero él no cede. Empiezo a hacerle preguntas sin que se convenza.

—Menoyo, ¿por qué usted vino?

—Yo era jefe de una organización en Miami, ¿no? Yo tenía que venir.

—¿Y cuáles eran sus planes?

—Después de mi infiltración, arribarían otros grupos más. En Santo Domingo se quedaron esperando 28 hombres, pero perdimos la planta transmisora y no pudimos hacer comunicación. En síntesis: crear la base guerrillera.

—Menoyo, ¿a qué atribuye su captura y derrota?

—¿Derrota? Perdí la iniciativa desde el primer momento. Los guajiros nos regalaban comida, y cuando dábamos la espalda, salían corriendo donde la milicia, para avisar. La zona aquella está muy bien controlada por ustedes, y nosotros no lo sabíamos. Era agradable la oficina donde lo entrevisté. Pintada de azul marino, buena ventilación, entradas de luz y cortinas chinas.

Junto a mí se sentó el primer teniente J. Francisco López, jefe de la prisión, y el agente Jorge González, de Seguridad del Estado. Ellos fueron los testigos.

Gutiérrez Menoyo se ve mal; o como dicen sus carceleros, “triturado”.

Los revolucionarios lo condenaron por traidor y después por bandido.

Los contrarrevolucionarios lo desprecian.

Cuando llegó a la prisión dijo:

—La situación en los grupos del exilio es muy mala. Los exilados quieren que se mate mucha gente en Cuba, para levantar presión con los norteamericanos y empujarlos a una guerra.

Después de eso, ningún prisionero lo saluda.

Los tres hombres que se infiltraron con él, tampoco le hablan.

Gutiérrez Menoyo les teme, como a todos allí.

Se negó a ir al trabajo agrícola con los demás reclusos.

—Es que me dan mareos.

Ahora cada mañana su tarea consiste en barrer aquella parte de la prisión.

—Menoyo, usted es un hombre vencido.

No responde de inmediato. Se ajusta los espejuelos en la cara y sonríe. Responde:

—Soy un hombre derrotado en el campo militar.

—¿Qué hará cuando salga de aquí? Eso será en el año de 1994. Usted tendrá entonces 63 años de edad.

—Si es en esa época, abandonaré las actividades políticas. Ya he hecho bastante por Cuba.

—¿Por qué usted dice “si es en esa época”?

—Nada dura tanto tiempo.

Junto con Gutiérrez Menoyo se infiltraron tres más: el primer teniente Enoel Salas, el comandante Ramonín Quesada y el capitán Domingo Ortega. Poco antes de su captura, y ante el paso de una patrulla militar Gutiérrez Menoyo, Enoel, Ramonín y Domingo se hundieron en la hierba y esperaron a que la patrulla siguiera su camino.

Sin embargo, el teniente Augusto Caballeros -al frente de esa patrulla- se quedó rezagado con unos pocos hombres con la intención de quedar en la retaguardia del enemigo que ya olía. “El enemigo mira para alante y yo estoy detrás, y avanzo, a lo gato, con mi gente”, pensó.

Enoel sí presintió a la tropa de Caballeros; se volteó. De un salto Caballeros cayó sobre Gutiérrez Menoyo. Atrás saltaron los demás y se abracaron en una pelea a mordidas y piñazos. Gutiérrez Menoyo logró lanzar una granada, pero no explotó porque tenía puesto el tape de seguridad.

Allí vinieron a recalar todos los milicianos de la región. Rodearon a los infiltrados y quisieron fusilarlos enseguida. A duras penas Caballeros logró que los prisioneros llegaran con vida al Estado Mayor. Luego las armas se dispararon al aire.

—Menoyo, el teniente Caballeros lo agarró a usted a piñazos.

—Hubo piñazos de todo el mundo —responde—. De nosotros también.


Fotos: (Arriba) Eloy Gutiérrez Menoyo, Isla de Pinos, junio de 1965. Foto: Copyright © 1965, 2012 by Norberto Fuentes. Prohibida su reproducción.
(Abajo) Eloy Gutiérrez Menoyo de espalda, con uniforme de preso político. También en la foto el periodista Norberto Fuentes y junto a él (no visible en la foto), el primer teniente J. Francisco López, jefe de la prisión, y el agente Jorge González, de la Seguridad del Estado. Foto: Copyright © 1965, 2012 by Norberto Fuentes. Prohibida su reproducción.

Primero publicada en CUBAENCUENTRO el 10/11/2012.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Danza con leones

A tenor con la última campaña macarthista de El Nuevo Herald podemos colegir que la violación de los derechos humanos en Cuba solo cubre un período muy específico: aquel que se halla bastante lejos de la oleada de esbirros batistianos que se asentaron en esta ciudad de Miami como fundadores primigenios del exilio y luego alzados de la estirpe de la banda de Julio Emilio Carretero, que entre otros hitos históricos tiene la emasculación de un alfabetizador —el adolescente Manuel Ascunce Domenech— y luego haberlo colgado con una extensión de alambre de púas. No me crean a mí. Por ahí andan las fotos de los forenses. Crescencio Marino Rivero, de 71 años, y su esposa, Juana Ferrer —según El Nuevo Herald—, ambos ex oficiales del Ministerio del Interior de Cuba y ex miembros del gobernante Partido Comunista, son las nuevas víctimas propiciatorias del periódico y pueden dar por seguro que de algunos ingentes políticos de la localidad. Lo curioso es que uno de las primeras acusaciones ha saltado desde la misma Cuba, y nada más y nada menos que en la persona de otro antiguo represor del castrismo, en este caso nuestro inefable campeón de las huelgas de hambre, el cadete de Tropas Especiales Guillermo Fariñas. Porque, oye, muchachón, las Tropas Especiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, a diferencias de las del Ministerio del Interior, eran única y exclusivamente para reprimir. Con estudios en una academia militar de Tambov, antigua URSS (ya se pueden imaginar ustedes lo que se estudia allí) y habiendo formado parte de las tropas que cercaron la embajada de Perú en Cuba durante los acontecimientos de 1980, que el mulato se nos apee ahora con la historia de que Rivero es un represor solitario, resulta una píldora tan difícil de tragar como una tarántula. Debemos entender, sin embargo, que desde los batistianos —¿o quieren ir más atrás, a Machado, a los voluntarios cubanos que fusilaron a los siete estudiantes de medicina, a los conquistadores de no dejaron un aborigen cubano con cabeza?— hasta nuestros días, la represión es algo común a nuestra raza. ¿Un pueblo de represores? Bueno, que levante la mano el que no haya sido miembro de un Comité de Defensa de la Revolución. Y dentro de esos, que de un paso al frente el que no haya hecho una guardia cederista. Porque quiero informarles que pertenecieron a una organización represiva. ¡Y qué decirles de vigilar a un vecino tras los visillos! Ay, Dios, cómo vamos a tener que deportar viejas del Comité. Me las imagino como en un Mariel al revés. Pero las viejas chismosas con sus maletas en el muelle de Key West. Y los marines ayudándolas a rembarcarse. Arriba, pa la chalupa. Ah, y antes de que se me olvide, el primero que pueda probar que yo hice una guardia de Comité, una sola, que también levante la mano. El problema es que yo me leí muy temprano en los 60 un libro de cuentos maravilloso, El elefante, del polaco Slawomir Mroźek, en el que el portero de la jaula de los leones del circo romano encargado de azuzar las fieras para se coman a los cristianos, descubre que un león se mantiene a sus espaldas, apacible y sin mostrar el más mínimo interés en saltar a la arena. Es más, la susodicha bestia esta royendo una —al parecer deliciosa— zanahoria. Intrigado por la actitud del animal y preguntándole el porqué de su conducta, el hombre recibe esta juiciosa respuesta del león: “¿Y si los cristianos toman el poder mañana?”

viernes, 9 de noviembre de 2012

La tierra de promisión


Unos versos de Bertolt Brecht advirtieron hace años que las batallas contra la bajeza desfiguraban el rostro. Esa suerte de mimetismo involuntario que establecemos con nuestros peores enemigos viene a la mente porque un cubanoamericano del Partido Demócrata acaba de ser elegido como representante del Congreso de los Estados Unidos. Joe García se ha enfrentado durante tantos años a un grupo tan viciado políticamente —los representantes republicanos de los distritos del sur de la Florida, también de origen cubano— que puede dejarse llevar por la tentación del contragolpe. La preocupación es que, por rechazo, se proponga atacar en la misma dirección.

Joe ha obtenido el escaño en un distrito originalmente diseñado por los republicanos para perpetuar sus congresistas en el poder. De hecho, fue su tercer intento; primero contra Mario Díaz-Balart (que luego se mudó para el distrito de su hermano Lincoln, que abandonó la posición bajo unas oscuras circunstancias aún hoy no disipadas) y dos años más tarde cuando quiso destronar a David Rivera, un individuo considerado mayoritariamente como un corrupto de marca mayor (tres investigaciones criminales por mal uso de fondos electorales, para comenzar la fiesta), y siempre exhibiéndose ante las cámaras de la TV local con esa sonrisita de tipo sabedor de que no le va a pasar nada con la justicia. Lo cierto es que él y los hermanitos Díaz-Balart y la señora Ros-Lehtinen aparecen entre los máximos responsables del chiste en que se ha convertido esta comunidad. En este sentido, y en mi opinión, a Joe García se le presenta una oportunidad de servir que es única y de un considerable valor político (por lo inmediato) e histórico (por su efecto a largo plazo). El servicio inestimable de abrir una brecha en el monopolio republicano, pero una brecha que sea insuperable por todos los años por venir. ¿Todos? Sí, todos.
                                                                        
Tiene a su favor que la mayoría del electorado de su distrito ya se le ha escapado al control de esos viejos cubanos, muy reputados porque nunca han logrado derrotar a Fidel Castro, ni siquiera ahora a Raúl, y que son la masa estática y monolítica que solo encuentra abrigo y seguridad en el torrente embaucador del discurso de nuestros congresistas cubanoamericanos y que, unidos como haz inextricable (es una figura literaria, perdón), han convertido esta comunidad en una parodia de la Cuba republicana. El revés de esta moneda existe, desde luego, y está circulando. Aparece en el permanente cuestionamiento de Joe por la visión política que ha madurado (y ya pudrió, por cierto) esta ciudad en el último medio siglo y especialmente en el discurso de su presidente, de nuestro presidente, Barack Obama, que nos ofrece el sueño americano, el de la libertad y de la ilustración sin límites, pero no como un espejismo en el desierto. Es la tierra prometida a la que nos conduce y es una tarea de rescate moral del país. Y es una revolución silenciosa. Como las que quería Jefferson. Una revolución para cada generación. En lo que a nosotros, los cubanos que habitamos estas tierras, se refiere, el reto tiene que comenzar más atrás: tenemos que empezar (y acabar) de definir nuestra identidad de inmigrantes. (Agradezcan el atraso a estos líderes del Estado Mayor del restaurante Versailles). No podemos seguir viviendo con un pie en Hialeah y el otro en Marianao. Porque nos debilita, nos convierte en títeres de la voluntad, tanto de los Castro en Cuba, como de los Díaz-Balart, las Ros-Lehtinen y los Rivera en el sur de la Florida.

Sin olvidar que ese retorcido (territorialmente hablando, valga la aclaración) distrito que ha ganado tiene ciudadanos de muchas otras regiones del continente y cuyos problemas no son la eliminación de la tarjeta blanca para poder salir de Cuba o el estado de salud del ancianito Fidel Castro, el gran objetivo histórico que se le presenta, quiéralo o no, a Joe García en los próximos meses, es doblegar el terrorismo ideológico sistemático impuesto por el liderazgo republicano sobre la conciencia del electorado cubanoamericano. Va a ser no solo una labor de rescate, sino de liberación, y desde cero, de una comunidad laboriosa, imaginativa y buena. Ellos, los líderes del cacareado exilio histórico, han extendido el 31 de diciembre de 1958 —último día de Batista en Cuba— hasta el presente. Es hora, Joe, de que alguien acabe de arrancar esa hoja del almanaque. Y no estoy hablando de la libertad de Cuba. Semejante tarea escapa de nuestras manos y posibilidades, aparte de que todo eso es ya un problema resuelto por la práctica. Todo lo referente a la isla es un asunto de dinero; no hay nada allí ahora que tú no puedas resolver con la prole de Raúl si vienes con la plata por delante. De la libertad que estoy hablando es la de aquí. La libertad nuestra. Aquí. A ambas riveras de la calle Ocho.

¿Saben lo peor de todo, queridos cubanitos? Que estamos fuera del juego más importante que tiene lugar en la política actual de Estados Unidos. Y las gracias, de nuevo, hay que dárselas, en buena medida, a los congresistas cubanoamericanos. Por lo pronto no somos partícipes de la gran empresa convocada por Obama. Los hispanos jugando un papel preponderante en la política de Estados Unidos y los cubanos convertidos de facto en una rémora de esa ambición. Por su poco apego y rechazo natural a la libertad y a la democracia, nos han embarcado. Es totalmente incompatible la idea del discurso de audacia y esperanza que hoy sacude a Estados Unidos con la de un idiota cubano espachurrando con una aplanadora discos de un cantante que se propone presentarse en La Habana o la de unos congresistas o senadores (estoy hablando de ti ahora, Marco Rubio) que apoyan la permanencia en el Congreso de un candidato que no se sabe ya cuántos cargos criminales más va a acumular. La sociedad cubana del llamado exilio tiene que acabar de ingresar a ese gran movimiento nacional americano para el cual Obama está llamando. Con esta gente no lo vamos a lograr. Ellos no tienen regreso. Y nos vamos a quedar a la saga —por su culpa. De nuevo por su culpa. Si ellos quieren batirse contra Fidel Castro, que se consigan una lancha de desembarco (son muy fáciles de conseguir entre los deshechos de guerra) o una chalupa y que se vayan para allá y que no jeringuen más. Que dejen esta ciudad libre. Esta es una ciudad sitiada pero desde adentro. Nuestro propio muro de Berlín. Hora de que nuestro nuevo congresista Joe García se arremangue la camisa y agarre la mandarria. Dale, Joe.

Fotos © Niurka de la Torre

jueves, 8 de noviembre de 2012

Aaron perturbado en
el sueño por su padre





Los líderes no se pasman

Malos, muy malos los momentos para terceras posiciones. Playa Girón, Hugo Chávez.
De un intercambio de mensajes:

Ahora están llorando y tratan de explicar su fracaso. Ni siquiera pueden reivindicar su argumento predilecto: el fraude electoral. Lo cierto es que la jugada de Chávez estaba cantada. Y tú lo sabes, tan bien como yo. Ese tipo de personaje suele ser invencible. Es que establecen una relación con las masas que es privilegiada y que solo se produce en períodos muy largos. Porque es necesaria una acumulación muy específica de miseria y de división de clases para que los haga brotar. Lenin. Mao. Ho Chi Minh. Fidel Castro. Zapata. Pancho Villa, El Tábano. El mismo Stalin, como heredero de Lenin; Trotsky no competía ahí por sus impedimentas como intelectual, en fin, que no tenía ese ingrediente de brutalidad tan necesario y sin duda atractivo que requiere un conductor de pueblos. En fin, que los primeros en elegir a Chávez fueron las clases dominantes de Venezuela. Ellos hicieron de ese país un pozo de corrupción y de miseria. Igualito que los cubanos de Miami. Yo se los digo: “No jodan, que si alguien inventó a Fidel Castro fueron ustedes”. Y, vamos, contra este mesías pachanguero y deslenguado de Chávez no hay programa de tibias reformas que pueda ni arañarlo. ¿Te acuerdas de la famosa tercera posición de Rivero cuando lo capturaron en Playa Girón? Es la misma mierda. Recuerda que nunca la reforma puede contra una revolución. Las reformas tienen su momento, que es siempre antes de la revolución. Para impedirlas, si se quiere. Son contrarrevoluciones preventivas, contrarrevoluciones nobles. Pero después que ese dique se rompe, hermano, después que ese dique se rompe, no hay Dios que pare el torrente. En fin, que si yo hubiese sido venezolano y hubiera estado en Venezuela, ya tú sabes por quién hubiera votado. Y muy flojito Capriles. Flojito. Y sus seguidores, peor. Es la gusanera venezolana. Imagínate que en 1961, en Cuba, uno de aquellos políticos de la era del bombín hubiese tenido un chance de participar allí en unas elecciones con un lema de más o menos, coño, caballeros, suave sobre la lija. Esa no existe. En cuanto a Capriles, aún es joven. Y de izquierda. Que es el gran problema de la derecha venezolana, que Capriles no juega en su banda. Ya verán a los cubanos tallándolo. Es decir, la Inteligencia cubana. Capriles es un cuadrito. El mismo Chávez, herido de muerte, puede ser el mediador. Y así pasan los días. Y varias semanas después de las elecciones, siguen llorando. Y El Nuevo Herald —habitual—, de caja de resonancia.

Nota: Capturado durante la fallida invasión de Playa Girón (Bahía de Cochinos) en 1961, Felipe Rivero cobró una breve relevancia política por encarar en un debate televisivo a Carlos Rafael Rodríguez, uno de los más prominentes comunistas al lado de Fidel, en el que Rivero defendió una supuesta vía alternativa para la Revolución Cubana —la ahora memorable “tercera posición”.

Nota 2: La era del bombín —en buen cubano— comprendería las tres primeras décadas del siglo pasado.

Nota al pie

Hay un desajuste de traducción en Frontovaya Krilatkaia Raketa (FKR); entuerto del cual salimos de inmediato gracias a la advertencia de Mario Riva, un veterano de los helicópteros cubanos en Angola. Con sus propias palabras: “Al igual que las siglas CCCP (URSS) no se traducen como Unión de Republicas Socialistas de los Consejos (soviet quiere decir consejo), sino que se le deja el soviéticas, la declinación de la palabra front, en frontovaya, quiere decir del Frente. O lo que es igual, Cohetes Alados destinados al Frente de Combate”. A mí, la verdad, me gustaba Frontal. Pero las reglas son las reglas. Gracias, Mariote.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Harto ya de estar harto

Carlos Alberto Montaner, infatigable líder de su propia causa, ha ido ahora a parar tan lejos como Buenos Aires —lejos de donde estoy, quiero decir— para soltar sus últimas paletadas de sabiduría política: “El ejército de Cuba será clave durante la transición”. ¿Copiaron correctamente? Ha dicho: “Va a ser clave el papel del ejército y del aparato de inteligencia cubanos, que tienen el control social”. Tengo entendido que no se le ha movido un músculo de la cara para emitir el enunciado. Desde luego, no cita al general Rafael del Pino que lleva algunos años advirtiendo la posibilidad, además de vestirla con cifras y su profundo conocimiento de las instituciones armadas cubanas. Mucho menos me va a citar a mí, que cuando le dije lo mismo, él sentado en un sofá de la antigua casa de Jorge Dávila Miguel, el periodista, creyó que mis argumentos eran suficientes para animarlo a salir disparado por todas las calles de Miami y acusarme de estar enalteciendo a los esbirros de la Seguridad del Estado. Mi proclama a favor de tan brutales personajes —según su visión del personal— ocurrió en 1995, acabadito yo de llegar al exilio y cuando me creía que todos los cubanos que luchaban contra Fidel actuaban en hermandad y no esta fiesta de despiadado protagonismo y tumbadores de dinero. Así que ya saben, hermanos del otro lado, antiguos esbirros ahora designados por Carlos Alberto Montaner para que garanticen el poder postfidel, postraúl y hasta postmachadito (uno nunca sabe). Abran el camino, garanticen el despacho de la presidencia donde este caballón de la política va a sentarse y después, sólo después de que no exista el peligro de que asome ni un revólver de fulminante, lo llaman. Y tú, Norbertico, ¿cuándo vas a acabar de entender que el problema no es el esbirro, sino a quién sirve?

Ver "Carlos A. Montaner: 'El ejército de Cuba será clave durante la transición'", Por Pablo Gaggero. La Nación, Buenos Aires, viernes 2 de noviembre de 2012.