viernes, 29 de marzo de 2013

Cayo Buba

Con Octavio Cortázar, el director de Guardafronteras. (Celso Rodríguez)
[1980]

Nota: cuando llegamos a Cayo Buba y los únicos que se bajaron del barco de pasajeros vestidos de verde olivo fueron Salvador [Blanco] y Patricio Wood y eso, yo me dije que estábamos muy jodidos. Nostalgia y berro [disgusto] creciente. Ellos tienen ahora 19 años y eso. Déjame copiar lo que le puse en una carta a Rufinelli [el crítico uruguayo Jorge Rufinelli]:

Hice un reportaje sobre una película de largometraje que están haciendo en uno de los islotes del norte de Cuba. La película se llama Guardafronteras, y trata sobre nuestra épica reciente; épica en la cual, desde luego, tu amiguito el Norber estuvo presente. Te puedes imaginar el sentimiento de frustración y de nostalgia creciente cuando llegué a aquel islote en un moderno barco de pasajeros y no en una de aquellas cáscaras de avellanas que utilizábamos en nuestra época, con una calibre 50 a proa, las que la mayoría de las veces cuando disparaban desencuadernaban los barcos en que estaban instaladas, y cuando llegamos al islote, de él se apearon unos veinte técnicos cinematográficos y los seis o siete actores que van a hacer el papel de la patrulla de Guardafronteras. Son seis o siete muchachos que trabajan en un programa de mucha aceptación entre los adolescentes cubanos, que se llama “Para bailar”, y que son unos remedos criollos de John Travolta. Y ellos eran los únicos que estaban allí vestidos con los viejos uniformes verdeolivo de campaña, de bolsillones, y con fusiles (cargados con balas de salva, desde luego) y botas, y cuando yo vi aquello, y vi a uno de esos jophntravoltas nuestros, con el uniforme, y yo, en cambio, con un jean, canoso y barrigudo, me di cuenta que ya estaba muy jodido. Qué experiencia más extraña, chico. ¿Tú te acuerdas de Antonio Das Mortes, de Rocha; no te acuerdas de la escena cuando Antonio Das Mortes está observando el cadáver del último cangaceiro, y roza con sus dedos las insignias y los adornos de la ropa de su último enemigo? Eso es más o menos lo que uno siente. …*



Nota de 2013: Otro poco de las salpicaduras del salitre y del crispante contacto con los mangles y del enrarecido olor del combustible que consumen los motores estacionarios soviéticos de la magra flotilla de suministros de Guardafronteras es aceptable como testimonio en un blog de viejos guerreros.

* El autor no tiene idea de a quién estaba dirigida la nota. Solo sabe de su existencia porque aparece entre sus papeles.33 años es demasiasdo tiempo para exigirle un recuerdo infalible a una memoria, incluso a una tan eficiente como la mía. Sorry.

Habrá más, desde luego, en precisamente Peligros de la memoria.

jueves, 28 de marzo de 2013

Bronco blog


Mensaje de Rogerio Moya*:

Norberto, recuerdo que Lichi me contaba que el libro de Hemingway te estaba volviendo loco y que estabas seco y no podías escribir. No conocía la entrevista del flamante Premio Nacional de Literatura.

Siempre creí que los gringos no te perdonarían el libro. Ese indio cubanito que tiene la mayor y mejor fuente sobre Ernest y su ciclo vital. Mira tú...

Mucha información tuya me sirvió para poder recorrer Los Canarreos, Chicola, los bajos de Guillermo, Punta Corúa, la restinga de los flamencos.

Entre Media Luna y Los Felipes me cogió candela “El Cuco”, una lancha artillada bajo mi mando. Zozobramos y una caja insumergible de documentos secretos que llevábamos se hundió más rápido que la potala de mi lancha.

Yo llevaba un revólver 45, de los revólveres de reglamento de la Guardia Rural de Batista. En el agua, ahogándome, quemado y soltando pedazos de carne, saqué mi cañón personal y fuácata, fuácata, fuácata, le metí tres de los cinco tiros a “El Cuco” en su línea de flotación para que se hundiera más rápido y el enemigo imperialista no pudieraapoderarse de las armas y los secretos que navegaban con nosotros.

Éramos ocho hombres. Domingo, el compañero del Partido, era el único que no sabía nadar. La amarramos en el pecho y la espalda dos varas largas que servían de palancas para impulsar la nave en los bajos de la restinga.

Estuvimos unas horas esperando la llegada de los tiburones, pero llegó primero un helicóptero que iba para Caibarién y mandaron una komsomol a buscarnos.

Luego me querían fusilar tres veces y otras atrocidades. Pero esa es otra historia.

moya

*Primera versión —en forma epistolar— de un texto para su blog de reciente creación La Gaveta del Pirata. Para un conocimiento de alguna manera exhaustivo sobre Rogerio Moya, ver en este mismo blog “Rogerio el adelantado”, del miércoles 2 de mayo de 2012. Percibo que esa nota fue la que volvió loco a Moya con la idea de tener su propio blog. ¿Más loco aún? ¿Pero eso es posible?

PS1: Lichi es (era) Eliseo Alberto Diego. El flamante Premio Nacional de Literatura es Leonardo Padura. La entrevista mencionada (“Fue un hombre sensible, decidido y humano”) se encuentra aquí abajo. Komsomol era la designación de las lanchas torpederas servidas a granel a Fidel por los hermanos soviéticos y destinadas a caerle en enjambre a la armada americana.

PS2: Hay como un feliz florecer de alegres, desenfadados blogs, blogs de nuevo tipo, en nuestro espacio cibernético. Nada de amarguras ni de envenenarse con los recuerdos. Douglas Rudd (hijo) dándole candela a los guisos, por allá, por Estocolmo. Moyita, sonando fogonazos con su Colt cañón largo, por acá, por Venezuela. Frescos y deslumbrantes blogs. No le pierdan pie ni pisada a Moyita. Promete. Esto se está poniendo bueno.

Foto: Un manglar de la costa norte de Cuba, en 1966. Vivaqueo de una emboscada. El Mando tiene señal de infiltración de lancheros de la CIA. (Ernesto Fernández)

miércoles, 27 de marzo de 2013

Ubérrima latitud


Cuba hizo el milagro de la revolución sin perder la alegría y sin renunciar a la serenidad. Alegre y serena —que no impaciente y torva— Cuba, enfrentándose a todas las adversidades, supo buscar lo esencial sin desnudarse de lo bello adjetivo. De ahí su milagrosa compostura, su entereza, su elegancia airosa.

El viajero, en esta ubérrima latitud, va de sorpresa en sorpresa y de pasmo en pasmo, sin sobresaltos y como sintiéndose natural actor del espectáculo que contempla. Esta es, quizás, el más noble entendimiento del acontecer histórico tal como Séneca quería ver las conductas: mesuradas hasta en el sufrimiento. La eficacia cubana no se produce a pesar de su peculiar sentido de la existencia sino precisamente por él. La lección de haber sabido demostrarlo puede aprovechar a la humanidad entera. En Cuba, la revolución no es máscara sino esencia, tuétano, ánima.

Camilo José Cela.

La Habana, 19 de febrero de 1965.


Ese 19 de febrero yo estaba del bando más apaleado. De los que debíamos sufrir con mesura. En fin, llora pero que nadie te oiga. Un tal Séneca trazó la norma y Don Camilo la repetía. Don Camilo, aquel día, una especie de turista gallego que aterrizaba por unas horas en La Habana y, siguiendo la costumbre de los intelectuales occidentales de la época, soltaba su discurso solidario. Claro, Franco había abierto las puertas y había determinado aquel decreto verbal famoso de que con Cuba todo menos romper relaciones. Así que por esa avenida se lanzaron todos los españoles de la generación tardía que añoraba hacer las Indias, empezando por los Barreiros y su línea completa de producción de camiones que Fidel se encargaría de explotar al máximo en sus proyectos viales e hidráulicos y cañeros y —con mejor suerte para nosotros, los aún muchachones— hasta la Massiel y los Bravos y los Mustang, amén de las colecciones de Seix Barral y Plaza Janes que Heberto Padilla adquirió a precio de crédito que, yo creo, aún deben estar por pagar.

En ese contexto Camilo pertenecía a la primera oleada de gallegos advenedizos aceptados por la Revolución, pero no de peón de albañilería en la construcción del Capitolio Nacional como el gallego Lister, el mentado general de la Guerra Civil, ni para establecer una de las tiendas de víveres que abastecían las barriadas cubanas. Los dos gallegos mayores se ponían de acuerdo, Franco desde Madrid y Fidel desde La Habana, con el gallego Baudilio Castellano, el “Bilito” de la infancia de Fidel en la finca de Birán como intermediario, y Don Camilo se deslizaba por ese entresijo. Aunque su cita verdadera en La Habana era con un gringo. Hemingway. Tengo entendido que la última (y sin duda la más emblemática) vez que se vieron fue el día de la muerte de Pío Baroja, cuando Hemingway declinó ser uno de los portadores del féretro y Don Camilo sí fue uno de los que se echó al aleve anciano en el hombro, mientras escuchaba al personal de la funeraria decir (había que bajar al vejete con su caja por unas escaleras) que las partes más difíciles eran las esquinas. Bien, pues, ahora Don Camilo está en los predios del otro muerto y curiosea en su Royal Arrow portátil y entre los libros (están los suyos, dedicados, uno por uno) y hasta se sienta en la poltrona sagrada, todo bajo la atenta mirada de Fernando G. Campoamor, el colorido director del Museo Hemingway, que se supone sea un escritor y un playboy y un exquisito catador de los rones cubanos, y que tenía el lustre de ser uno de los pocos amigos de Papa con pedigrí intelectual, y René Villarreal, el mayordomo de la hacienda que una vez otro escritor cubano, Edmundo Desnoes, describió como un esclavo que caminaba con el sigilio de una pantera y que de alguna manera remedaba en mis composiciones mentales el vínculo de Mandrake el Mago con el negro Lotario y que uno, en su ardiente corazoncito de bolchevique educado por Fidel Castro (después de las lecturas durante su infancia de aquellas historietas cumbres del racismo yanqui) siempre esperaba que el leopardo René se revirara y se jamara a B´wana Hemingway. Intoxicado que uno se ponía con este encuentro de lecturas de las aventuras del hijo de puta de Mandrake con el nacionalismo de las novelas de Desnoes, excelso y primero de los autores nacionalistas cubanos que renunciara a ser cubano y vive en Nueva York desde hace 40 años. Estamos llegando al final del objetivo de la presente nota, que es dar fe de Camilo José Cela en la siempre fiel isla, y dentro de la isla, en la Finca Vigía, en una época que yo ni me imaginaba que Don Camilo se convertiría en uno de mis escasos héroes literarios y mucho menos que se despachaba a su antojo por unos predios que el destino reservaba para mi usufructo. Así pues, Mission Accomplished. Si quieren extenderse en algunos detalles sobre la visita busquen el reportaje de Fernando G. Campoamor —más sobre sus habilidades como anfitrión de Camilo José Cela que sobre su presencia en Cuba y la Finca Vigía. (“Cela con Hemingway”, en Bohemia, número 39, septiembre 24 de 1965). En última instancia, el testimonio es lo que queda.

Advertencia: Los cubanos decimos sigilio. Me imagino que lleven toda la razón. Sigilo tiene la inequívoca presencia de la delincuencia, del robo, del antifaz y la cachiporra. Pero sigilio es alevoso, artero, agazapado, que llega sin avisar y saz! te rebana el cuello con sus zarpas, que para algo son felinos.

viernes, 22 de marzo de 2013

Después no digan

FUE UN HOMBRE SENSIBLE, DECIDIDO Y HUMANO

Una entrevista de Leonardo Padura Fuentes


Norberto Fuentes va a cumplir 42 años. Y aunque se está poniendo viejo a una velocidad vertiginosa —bueno, lo más terrible es que la velocidad es idéntica para todos—, sus gustos no han cambiado mucho. Es más, son los mismos que tenía aquel verano de 1961 cuando lo enviaron a Finca Vigía con la enorme responsabilidad de escribir un reportaje sobre el reciente fallecido Ernest Hemingway, dueño y señor de la singular propiedad de San Francisco de Paula, en la que, entre libros y trofeos de guerra deambulaban aún los gatos negros del célebre escritor americano.

Pero el reportero de 18 años que aterrizó en Finca Vigía —con la cara perdida detrás de sus anchos espejuelos de miope sin remedio— ya prefería, sobre todo, tres cosas en el mundo: cazar bandidos en las montañas, escribir y oír la música de Elvis Presley. Veintitrés años después, Norberto Fuentes puede considerarse un hombre realizado: ha perseguido bandidos en Cuba, ha escrito todo lo que su proverbial y famosa vagancia le permite y obliga a sus amigos a escuchar grabaciones del Rey del Rock and Roll.

Pero si Norberto Fuentes fuera únicamente lo que de sus peculiares gustos se desprende, yo no me hubiera complicado la vida. El mayor problema radica en que este mismo señor es uno de los más brillantes periodistas cubanos de estos últimos años y ya se sabe que entrevistar a un periodista puede ser más difícil —como se ha visto— que hacer hablar a un perro. Simplemente porque el perro no come perro. Por suerte para mí después de hablar un par de horas con Norberto y confiarle que me habían encargado una entrevista ligera y sabrosa para la edición del domingo, me miró con cara profesoral y me dijo:

—Mira, compadre, en la revista Cuba se decía que si tú escribías en un reportaje que tal persona es inteligente, viste bien y que es un bárbaro, nunca te iban a llamar para felicitarte. Ahora, si le hacías una crítica, por más justa que fuera, iba a protestar de todas formas. Así que inventa esta entrevista, pero di cosas buenas de mí, que no vas a tener líos.


Siete años de soledad 

El Floridita estuvo de fiesta. Ese bar habanero que durante 30 años albergara la melancolía de Ernest Hemingway, recostado en un extremo de la barra mientras bebía sus daiquirís dobles sin azúcar, fue el escenario más propicio para el lanzamiento de la esperada edición cubana de Hemingway en Cuba, el libro que durante siete años no dejó dormir a Norberto Fuentes.

—Todo comenzó en 1974, cuando llegué al museo Hemingway, en la Finca Vigía. Yo había estado allí en 1961, a raíz de su suicidio, pero eso no provocó en mí mayores consecuencias. Cuando volví, 13 años después, ya había leído Islas en el Golfo y me encontré con los papeles y cartas de Hemingway. Entonces comprendí que allí había material para un libro que podía revelar algunos secretos. Hasta 1981 estuve escribiendo Hemingway en Cuba.

El resultado es éste; un volumen de 700 páginas y más de 200 fotos que, como dije hace unas semanas, descifrará definitivamente algunas interrogantes que aún subsisten sobre la vida cubana del autor de París era una fiesta. Pero este libro, además, tiene otros valores muy específicos, entre los que se destaca, por su calidad periodística. A mi juicio, Hemingway en Cuba es un fluído reportaje de 800 cuartillas.

Sin embargo, Norberto Fuentes no piensa lo mismo:

—Creo que por la estructura —me dice— el libro puede parecer un reportaje. Su organización es eminentemente reporteril, igual que la labor previa de su escritura. No obstante, yo veo el libro como un ensayo en el sentido norteamericano: es una búsqueda libre sobre un determinado tema, una descarga al estilo del jazz, donde no me propongo ningún análisis crítico sino una presentación realista de la personalidad de un hombre que ha sido visto desde posiciones antagónicas. Hasta ahora existía el Hemingway desacreditado por Gertrude Stein y otros escritores, y el Hemingway deificado por biógrafos apologéticos —bastante derechistas, por cierto—, como su hermano Leicester, un reaccionario de pura cepa. A mí me interesa más el hombre, hecho por un equilibrio de virtudes y defectos.

—¿Pero no crees que toda tu literatura tiene un origen y un estilo periodístico?

—¿No será al revés? Creo más bien que todo mi periodismo está marcado por la literatura. Mis reportajes no son ortodoxamente periodísticos, sino más bien literarios.

—Eso evidencia ciertas influencias, ¿verdad?

—Por supuesto: de los escritores soviéticos con Babel a la cabeza; y de los norteamericanos afiliados al nuevo periodismo, sobre todo Norman Mailer.

—¿Y qué te propusiste al escribir Hemingway en Cuba?

—Escribir del Hemingway que conocí a través de sus cartas, sus amigos, sus libros, su vida en Cuba y entre los cubanos. Encontrar al artista real, humano y auténtico. Revelar su estatura política con elementos desconocidos u obviados —con toda intención— por otros biógrafos que han llegado a tergiversar su postura en la Guerra Civil Española, y que a pesar de las declaraciones públicas que hizo Hemingway "se han enterado" de que "en privado" se manifestaba en contra de la Revolución Cubana. Esos son los mismos que aseguran que Hemingway vivía en Cuba sólo por el clima.

—¿Cuál ha sido la acogida del libro en los Estados Unidos?

—Ha sido una sorpresa para los norteamericanos. Pienso que esperaban algo más académico sin la ligereza —¿reporteril?— de este. Ha tenido críticas favorables en publicaciones importantes como The New Yorker, y Publisher Weekly, pero en otras revistas menores me han dicho horrores. Pero eso no me preocupa.

—Además de escribir el prólogo, ¿qué ayuda te prestó García Márquez?

—Toda la ayuda. El Gabo es un excelente amigo y me alentó desde el principio, me criticó y me celebró. Realmente le estoy muy agradecido, por su ayuda literaria y por su amistad.

 La cabra siempre tira al monte

Después de terminar la redacción de Hemingway en Cuba, Norberto Fuentes partió hacia el África, pero no precisamente a participar en un safari melancólico organizado en memoria del autor de Las nieves del Kilimanjaro: el periodista y escritor cubano se dirigía a la hermana República de Angola, para incorporarse al ejército internacionalista cubano, con el general Raúl Menéndez Tomassevich.

—Estuve un año y medio en Angola, con el propósito de escribir sobre los combatientes internacionalistas. Conmigo estuvo el fotógrafo Ernesto Fernández y el resultado de esa experiencia es un libro testimonial que espero terminar este año.

—¿Y qué harás después?

—La historia de la lucha contra bandidos en el Escambray.

—¿Y después?

—Regresaré a la ficción. Ya tú sabes que una de las cosas que más me gustan en el mundo es peinar una montaña donde haya bandidos —a pesar de que, como tú dices, me esté poniendo viejo. Pues de las experiencias que he tenido voy a escribir algunas cosas —cuentos, tal vez. Me gusta la literatura épica y voy a regresar a la literatura por el camino de la épica, con el sonido de la guerra.

—Norberto, vamos a terminar la entrevista volviendo a Hemingway. ¿Qué es lo que más admiras en él?

—Su integridad personal: admiro su valor como artista, su posición política siempre bien definida. Él era un hombre hecho de una pieza, con un gran sentido de la amistad, el decoro, amante de las buenas bromas. Y también admiro su autenticidad: pienso que él era tal como se dejaba ver y si se creó un personaje “público” es porque él mismo era ese personaje público. No podía ser de otra forma. Hemingway fue un hombre sensible, decidido y humano.

POST-DATA

Norberto: Seguí tus consejos.
Espero que no llames al periódico.
Saludos,
Padura

[Juventud Rebelde, 1985]

Arriba: Foto distribuida como objeto publicitario por el editor americano de Hemingway in Cuba. Es en el apartamento habanero de la familia Fuentes, enero de 1985. La entrevista de Padura repetía el propósito publicitario pero en favor de la edición cubana del libro. Abajo: Padura (derecha, pañuelito al cuello) en lo que parece ser una fiesta, circa los 80. El hombre que amaba la rumba.

jueves, 21 de marzo de 2013

El rodillo aplastante


El 19 de marzo de 2013 06:45, Alcibiades Hidalgo escribió:

Norbert.

Andan diciendo por ahí que el texto de este video es tuyo.

El locutor resulta una mezcla de Rodión Malinovsky con Luis Carbonell*.

Dime la verdad.

Alc

http://www.youtube.com/watch?v=DyapeCiOl9A&feature=player_embedded

*Carbonell era un declamador de poesía, casi siempre de la llamada poesía negra, muy popular en Cuba gracias a la difusión de su imagen desde los primeros tiempos de la televisión en el país. Aparecía casi siempre con una camisola de mangas de rumbera y se hacía llamar “El Acuarelista de la Poesía Antillana”. (Esta explicación es para lectores extranjeros. Entre cubanos, si alguien no necesita presentación después de Fidel Castro, es Luis Carbonell). Pinchen en el mismo YouTube para que lo oigan y vean. Las arengas del mariscal Malinovsky en la Plaza Roja o en las sesiones del Presidium del Soviet Supremo, ya son más difíciles de encontrar.

martes, 19 de marzo de 2013

Dulce bloguero cubano

Olvídense de la política. Id a la jama, a la butuba, al caldero. No hay mejor sitio en toda la blogósfera cubana. No solo por sus suculentas recetas sino por las notas y anécdotas que le acompañan. Se llama CocinaconCuba y es del chef cubano Douglas Rudd Vilá, que opera, es decir, cocina, vive (en fin), nada más y nada menos que en Estocolmo. Para chuparse los dedos. Y dejen que llegue al majarete, a la carne mechada, al matajìbaro (casi igual que el fufú pero con otra onda), al chayote relleno, a la sopa tártara (como la de Kasalta, el restaurancito a la salida del túnel de Quinta Avenida) y al boniato relleno con tasajo (pero tasajo de caballo, que por eso, creo, te llevan aquí a la silla eléctrica), al coco glasé o a una simple y humilde timbita (un cacho de queso blanco con otro cacho de guayaba*). Ya verán Ya veremos. Háganme caso. Sitio altamente recomendado. Vamos a ver qué editor se embulla a publicarle el libro. ¿Se acuerdan de Comiendo en Hungría, de Neruda y Asturias? Éste puede calificar. A mí me gustaría más. ¿De qué sirven las nostalgias culinarias de un binomio chileno-guatemalteco respecto al recetario magyar? Por cierto, ¿alguien conserva por ahí un ejemplar del incunable? El link del sitio del maestro Rudd Vilá http://cocinaconcuba.com/

* Cacho: tajada, segmento, lasca, pedazo, trozo.

PS: ¿Cómo se conseguirá —y de qué materias estará compuesto— el sancocho de la dieta de los puercos (puercos, no cerdos, no me jodan) de los alrededores de Estocolmo?

viernes, 15 de marzo de 2013

¿Habemus colaborador?

Se oyen voces. El reclamo es que haya transparencia de parte de su nueva santidad Francisco (no que ande con una túnica de material transparente, sino que se adelante a sacar toda la documentación sobre sus vínculos con la dictadura argentina del general Jorge Rafael Videla). Los siempre malhumorados izquierdistas —incluso de la blogósfera yanqui— están al bate. Un texto mío a propósito de una relación análoga de cardenales-hijoeputas-militares golpistas se encuentra a continuación. No hay mala voluntad. Sólo que no le ocurra igual. El fragmento procede de La autobiografía de Fidel Castro y ha sido ligeramente readaptado para este blog. El lector debe entender que Fidel Castro lo narra en primera persona.

El cardenal Manuel Arteaga fue uno de los estandartes tempranos de la burguesía criolla en su combate contra la Revolución Cubana y se prestó a que circularan las primeras pastorales de la iglesia en mi contra y que se organizara un llamado Congreso Nacional Católico en noviembre de 1959 que en realidad era un bien concebido ensayo de rebelión urbana, válido como un ejercicio de conteo de fuerzas y muestreo de disponibilidad y una advertencia que nos lanzaban. Aunque su mensaje podía parecer muy confuso para los no advertidos, yo tomé las debidas precauciones. Afluyeron miles de católicos —de las provincias a La Habana—, que se albergaban en casas de otros miles de feligreses, todo bajo el control de los prelados y las iglesias de las barriadas, que entonces abundaban. También hicieron de los colegios e instituciones benéficas de su propiedad o que administraban un excelente uso de apoyo logístico. El programa elaborado comprendía que la Virgen de la Caridad del Cobre recorriera la isla. Para tal efecto hicieron un maratón de relevos, que, saliendo del Santuario del Cobre en Oriente y avanzando delante de la carroza con la efigie de la Virgen, miembros de la Juventud Católica y creyentes en general, se fueran pasando una antorcha que supuestamente identificaba sus anhelos contrarrevolucionarios. En fin, no se trataba de otra cosa que poner a competir la Virgen de la Caridad contra mí. Por lo menos el recorrido desde las afueras de Santiago de Cuba —donde radica el Santuario de El Cobre— hasta La Habana era el mismo de mi Caravana de la Libertad de once meses antes.

Al atardecer del 28 de noviembre, el maratón concluía en la explanada que se llamaba Plaza Cívica (pocos meses después rebautizada como Plaza de la Revolución) donde lograron reunir a unos 500.000 feligreses y donde se ofició una misa ante la venerada imagen. Al hacer su aparición la estatuilla de yeso, cargada en hombros por una escuadra de alucinados, los aplausos se hicieron sentir con fuerza en todo el ámbito de la Plaza Cívica. Fue este el momento en que mis compañeros comenzaron a mostrar su nerviosismo. Estábamos en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, ya perfectamente instalado en el antiguo Estado Mayor de la Marina de Guerra, y observamos los pormenores de la actividad en un par de televisores allí instalados. Raúl, el primero, quería pasarles los tanques por arriba. Su opinión era secundada por una docena de comandantes allí congregados. Tuve que llamarlos a la calma y a la reflexión. En primer lugar, ¿de qué tanques estábamos hablando? Era imprescindible extender la vida útil de los quince cacharros viejos que teníamos en el campamento de Managua, al suroeste de La Habana. ¿Y cómo querían hacer la masacre? ¿A la vista de todo el mundo y en presencia de las cámaras de televisión? Ellos no entendían. Esa es la clase de batalla que nunca uno se permite el reto de aceptar. Son batallas que se eluden porque además tú las ganas a posteriori, cuando las condiciones y el terreno te son enteramente favorables. Y eso ocurre cuando los coges después, uno por uno, solitos, en sus casas.

La clausura estaba programa para el día siguiente con una procesión a través de una céntrica avenida y terminando en el estadio de pelota, ante unos cuarenta mil miembros de la organización Acción Católica (ni yo mismo tengo idea de la cantidad de miembros de esa organización que fusilamos en los años siguientes). Hasta ese momento no tuvieron la cortesía de invitarme a ninguno de sus eventos. Pero les cogí la delantera en la avenida y me deslicé dentro del público y me puse al frente de la procesión. Había sacado de una gaveta todos los escapularios, cadenas y medallitas que yo llevaba colgados al cuello en la Sierra Maestra para recibir a los fotógrafos americanos y volví a mostrarme con ellos. Pero corrieron con suerte. O mejor dicho: su suerte radicó en la frialdad de mis cálculos. No hubo un solo sacerdote muerto en Cuba entonces ni lo ha habido como resultado de la violencia revolucionaria a lo largo de todo nuestro proceso. Hasta esa posibilidad del martirologio se las arrebaté. “No quiero un maricón de estos muertos —les dejé siempre bien claro a los oficiales que conducían los operativos o las manifestaciones callejeras contra las iglesias. Pueden matar hasta un monaguillo. Pero incluso éste fuera de la iglesia. Preferiblemente camino de su casa y en un barrio alejado”. Les digo una cosa. Ninguna obra de mayor precisión y de ejercicio de un esmerado control como el que exigen esas manifestaciones callejeras. Un solo detalle que se nos escapara, como por ejemplo, que algún civil portara inadvertidamente un arma de fuego y que en un momento de confrontación la extrajera y la usara, o que las turbas lograran romper las puertas, o las rejas, o las ventanas, e ingresasen en las edificaciones bajo sitio de su vocinglerío, ya estábamos avocados a la guerra civil. Casi todas las guerras civiles comienzan en una manifestación que se va de control. En este caso nuestra táctica era consistente y consecuente.

Así, pues, a los pocos días de ese fervor y posible incremento de ilusión clerical, en una de mis comparecencias por televisión, me propuse abordar el tema para, a su vez, liquidarlo. Recuerdo que le dije a Raúl al oído algo realmente grosero antes de sentarme frente a las cámaras. Lo voy a repetir aquí porque es un detalle de rigor histórico. Y aunque no creo que ni siquiera Raúl lo recuerde ahora, por lo que la historia podría pasárselas perfectamente sin la frase, yo no quiero dejar ningún cabo suelto, ni aún flotando en las nebulosas de un recuerdo con data de más de 50 años. Reitero mis excusas por la vulgaridad. Pero le dije a Raúl: “Al cardenal Arteaga lo voy a poner a cagar por la boca”. Yo sabía que tenía un cáncer en el recto y le habían practicado una colestomía. Mi declaración esa noche de que cientos de cheques de banco por valor de miles de pesos expedidos de puño y letra a nombre del cardenal Arteaga por el sanguinario dictador Fulgencio Batista estaban en nuestro poder y cuyas fotografías iban a ser publicadas a partir del día siguiente en el periódico Revolución provocaron una sucesión de obstrucciones intestinales y de deterioro del estado general de la salud del prelado. Coño. Qué desagradable tirada este párrafo. Pero así fueron las cosas.

Foto central: Fidel se presenta en la procesión y de inmediato se pone al frente de la marcha. Es más grande que Cristo y probablemente más apuesto. Por lo menos, no tan sufrido. Y olvídense de clavarlo por las manos. ¿Más grande que el Señor? Sí, según su propia y razonable pretensión. Al otro día, sin embargo, se mostrará quejumbroso por la televisión. Los organizadores del acto lo han ignorado, no anunciaron su presencia. “Y no es porque sea yo. Es porque yo soy el Primer Ministro del país”. Foto de abajo: El vejete es el cardenal Manuel Arteaga, ayudado a dar unos breves pasitos frente al público. ¿De qué forma va a competir con ese mozo de apenas 34 años recién cumplidos? No hay forma de que compita con él. Y cierto que no lo habrán anunciado, pero también él se va a mantener a una prudente distancia de Su Eminencia.


¡Uuyy! Cómo guardo material, fotos y todo, para Peligros de la memoria. Foto central y de abajo: Ernesto Fernández.

jueves, 14 de marzo de 2013

Los elegidos de marzo

Somos un buen grupo, y qué decirles del 2 de marzo, no porque sea mi día, sino porque también cumplen Tom Wolfe, Jon Bon Jovi, Desi Arnaz, Mihail Gorbachov y Pablo Armando Fernández. Después, el 4, viene Alberto Batista, a quien llamo El Ton, no por el tonelaje de su peso, que apena existe, el peso quiero decir, sino porque en algún momento de nuestros estudios universitarios comencé a decirle Albertón, de lo que surgió la inevitable derivación compactada de Ton. Entonces, el 6, el buque insignia de nuestra literatura:Gabo, a quien yo ponía nerviosito todos los seis de marzo de nuestra comunión cubana cuando me le aparecía al mediodía —frente a la puerta de su mansión nacionalizada— con el correspondiente quei de merengue amarillo, el color de su suerte, el que nunca le daba pavura.
Patricia Fuentes a continuación. La cuarta de mi producción de chamas. 7 de marzo de 1991. El mismo día que enamoré —y obtuve el sí, además— de la doctora Niurka de la Torre, a la cual llamo Crocha porque ella me llamó Crocho a mí primero, y con la cual aún estoy empatado pero que no es de marzo. Ah, y mi última adquisición en materia de la hermandad: el chilenito Pedro Schwarze, a quien llamo Pitel—o ¡Piiiiiteeeel! si trato de atraer su atención en la ventanita de los mensajes electrónicos— y que es una cubanización de la traducción al inglés del tan natural Pedro. En fin, piscianos todos. Y por tal razón, soñadores, intuitivos, parasicológicos, comprensivos, inteligentísimos, simpáticos a matarnos y mentirosos. ¿Cómo? ¿Después de esto quieren que les mencione un defecto? Porque ahí ni siquiera mentiroso es criticable. Todo lo contrario. Es una de las grandes virtudes. Con los cuatro primeros de la lista (Wolfe, Bon Jovi, Arnaz y Gorbachov), no me hablo, pero todavía intercambio mensajes con Pablo Armando Fernández, el poeta, a quien llamo PAF, por sus iniciales y porque así lo catalogó por primera vez la revista Verde Olivo en una época que Fidel no nos quería. Fidel es Leo, claro, y no hay manera de que descifre a los peces. ¿Intelectual y piscis? No, por Dios. Nada que ver con eso. Yo lo entiendo, no obstante (ya hablé del carácter comprensivo de nuestro signo): a los peces no hay forma de atraparlos entre las garras. Tú serás todo lo Rey de la Selva que tú quieras, pero los peces te resbalamos. Bien, pues, no quiero que pase el 14 de marzo, el cumpleaños del Pitel—y frontera de mi jubileo piscianeril—, sin atestar que no los olvido. Y japiberdi, cabrones.


Arriba: Tres piscianos en línea: Patricia Fuentes y su papá y Alberto Batista El Ton y su hija Andrea, capricornio para variar, en La Habana de 1993. Centro: Gabo y su amigo. Los pelos en punta de ambos son auténticos. El elevador se ha trabado. La Habana, desde luego, circa 1986. Abajo: Pablo Schwarze y su papá Pedro, Algarrobo, este verano. Verano austral, se entiende.

lunes, 4 de marzo de 2013

El síndrome de Estocolmo

Desde la izquierda, Héctor de la Guardia, Jorge Masetti, Heberto Padilla
y Norberto Fuentes. No es Estocolmo. Es Miami, en 1994. Y el cóctel
no es Cuba Libre porque la mezcla no es ron. Es whisky, como pueden ver.

Una entrevista de Roberto Careaga

Publicado como “Norberto Fuentes: 'Padilla fue un hombre equivocado, un iluso' — Cuba rescata la obra de Heberto Padilla, el poeta que desató el quiebre de los escritores con Fidel Castro”, en La Tercera, el 2 de marzo de 2013. Esta es la versión final.

“Heberto, yo no he tenido actitudes contrarrevolucionarias”, dijo Norberto Fuentes al tomar la palabra la noche de 29 de abril de 1971. Era una jornada suficientemente tensa, pero de todas formas el escritor y periodista salió a desmentir al poeta Heberto Padilla, que lo había acusado a él –y a varios otros escritores- en el curso de una agria autocrítica pública tras 37 días detenido por “actividades subversivas” contra la Revolución Cubana. Estaban en la sede de la Unión Escritores y Artistas de Cuba, en La Habana, la oficialidad cultural castrista, que presidía la cita, y corrían horas claves para el infame Caso Padilla, la herida que dividió a la intelectualidad del planeta en relación de Fidel Castro.

Años después, Fuentes ingresaría en el círculo más íntimo de Castro, pero al entrar en pugna con el poder terminaría en el exilio en 1994. Encontró domicilio en Miami, Estados Unidos, precisamente donde llevaba casi 15 años Padilla. Habían sido amigos, siguieron siendo amigos. El poeta nunca se había recuperado de su derrota contra la Revolución Cubana. Escritores como Mario Vargas Llosa, Jean Paul Sartre y Juan Rulfo le habían dado su apoyo público en 1971, pero él no fue capaz de corresponder a tanta responsabilidad: se acusó de difamar e injuriar al proceso revolucionario.

“Padilla fue siempre un hombre equivocado”, dice Fuentes al teléfono desde Miami. Autor de una voluminosa biografía novelada de Fidel Castro escrita en primera persona, la investigación Hemingway en Cuba y, entre otros, la controvertida novela Condenados de Condado, conoce íntimamente los pormenores del caso Padilla. En su versión, más que poner en aprietos a Cuba, permitió a Castro saber quiénes estaban con él: “Con todo respeto y cariño, pero a quien cojones le importa los 37 días que pasó Padilla llorando en una cárcel de La Habana en medio de la Revolución. Tuvo el enorme y maravilloso efecto de que Fidel aprendió la lección: con los intelectuales no iba a ningún lado”, sostiene.

Fuentes recuerda a Padilla a propósito del anuncio en Cuba de la publicación de un volumen con toda la obra del poeta. La edición, 40 años después de los hechos, tiene la apariencia de un hito: la editorial estatal Letras Cubanas rescata la poesía del autor símbolo de la censura castrista a la libertad de expresión en Cuba. Fuentes pone paños fríos. Asegura que el libro aún no entra a imprenta y que será una edición no vendible, para no tener problemas de derechos con la viuda, Belkis Cuza Malé. Es, agrega, un gesto de la Isla al mando de Raúl Castro: “Quedan estas rémoras del Caso Padilla y es hora de acabarlo. Lo hacen para limpiarse el pecho, Cuba está cambiando su imagen”.

El inicio fue un libro, Fuera del juego. Ganador en 1969 del premio Unión Escritores y Artistas de Cuba, rápidamente generó que la oficialidad castrista sospechara de Padilla. Según Fuentes, en esos poemas más que una crítica a la realidad cubana, Heberto disparaba contra el stalinismo soviético. Precisamente, el poeta venía llegado de un viaje por la Unión Soviética. Venía desencantado con el futuro del socialismo. Y, dice Fuentes, con un plan: “Desde el año 67 quiere crear polémicas en Cuba. Viene de la URSS con el objetivo de convertirse en una fuerza de poder en la cultura cubana”.

Literaria e intelectualmente respetado en La Habana, Padilla se pone del lado de Guillermo Cabrera Infante, que desde 1965 está en el exilio. Privadamente, es crítico del curso de la Revolución y, dice Fuentes, toma la voz para hablar con reporteros internacionales sobre la realidad Cubana. No siempre habla bien. Cuando en 1971 —el año en que publicó Provocaciones— llegó a la Isla Jorge Edwards para preparar el arribo del embajador chileno, Padilla se puso a su lado. La crisis se desató rápido.

“A Padilla no lo ponen preso por la poesía. A Padilla no lo ponen preso por Fuera del Juego. A Fidel Castro qué le importa un libro. Dirigía la Revolución”, dice Fuentes. “Edwards llega a Cuba y desde que desembarca habla mierda de Fidel, y el que se convierte en su interlocutor, con quien anda para arriba y para abajo, es Heberto Padilla. El trainer de Edwards es Padilla. Ah no, hasta ahí quedó Padilla y también Edwards”, explica Fuentes.

Tras informar a Chile de restricciones a la libertad en Cuba, Edwards deja la Isla. Castro no lo quiere en casa. El 20 marzo, tres patrullas llegan al departamento de Padilla y lo detienen. Pasará 37 días preso, mientras en el mundo se desató una campaña internacional para su libertad. Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Sartre, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras. Desde Chile, Enrique Lihn lo defendió con una carta en la revista uruguaya Marcha. Dos días después de ser liberado, Padilla leyó su amarga inculpación, donde acusó también de contrarrevolucionarios a su esposa, Cuza Malé y Fuentes, entre otros.

“¿Tú crees que a Padilla lo soltaron por la presión internacional?”, duda Fuentes. “Fidel determina poner preso a Padilla y sabe cuáles serán las consecuencias. Verá cuáles son los enemigos, los amigos y las ovejas descarriadas. No va a tener a Padilla mucho tiempo preso, serán unos días. Porque 30 años preso son 30 años de escándalo. La represión en Cuba es utilitaria, no tiene sed de sangre. Además, sabía quién era Padilla: internamente en los expedientes secretos, el caso se llamaba el Caso Iluso. Eso era Padilla, un iluso”, sostiene.

Tras nueve años solitarios en Cuba, Padilla sale al exilio en 1981. Morirá en el año 2000 en Estados Unidos, según Fuentes muy cerca de regresar a La Habana. “Sí quiso volver. No sólo quiso volver, sino que tuvo conversaciones con la seguridad cubana, en Estocolmo. Eso estuvo presente en nuestro último encuentro, pocos días antes que se muriera, dice Fuentes, que en Miami lo vio siempre como un hombre destruido. “Él sabía que había cometido un acto de cobardía sin nombre y pasó toda su vida posterior explicándolo”, dice.

domingo, 3 de marzo de 2013

Interior con luces


Valeriano Ciai
18 de diciembre 1928 — 1 de marzo de 2013

sábado, 2 de marzo de 2013

Llegan postales

Felicidades, maestro


Norberto Fuentes cumple 70 años. Un aniversario de respeto. Un escritor a quien la historia debe más que la literatura (espero que no me mate, por escribir esto).

Colgado por Rui Ferreira en su blog Herejías y Caipirinhas el 3/02/2013 a las 12.02.00 a.m.

* * *

De: "Luis Edmundo Fuentes Cobas"
Para: "NorberBro"
Enviados: Sábado, 2 de Marzo 2013 13:54:15
Asunto: Lo malo de ser tu hermano…


Lo malo de ser tu hermano…

…es que no te puedo mencionar en mi conversación.

Imagina este escenario, fácil: Acabo de conocer a varias personas, físico-químicos igual que yo, pero colombianos, americanos y/o españoles. Hombres que no me interesan tanto y mujeres de buen ver, alguna bien “sexy”. Nos contamos de nuestras vidas. Todos fascinados con nuestras historias de físicos-nucleares, milicianos de puntería con los AK-42, cortadores de caña y participantes en investigaciones desde el reactor ruso hasta el sincrotrón americano. Además presumimos buen humor y cierta capacidad de análisis. Yo me siento Rey del Mundo porque percibo un auditorio fascinado.

De pronto, Oh, pequeño desliz que desencadena la bola de nieve que me sepulta! La conversación menciona incidentalmente que tengo un hermano escritor-ahijado preferido de Fidel-mujeriego-fiel a los condenados-carismático-biógrafo del Siglo 20-analista de bisturí afilado.

Hasta ahí llegó el interés del público por el físico nuclear. Todas las mujeres brincan de excitación:

¿Que la sexta esposa era hermana de la cuarta? ¿Qué si Hemingway y García Márquez? ¿La auto-biografía de quién?¿Que del Premio Casa castigado para los cañaverales?¿Y qué tiene la Niurka esa que lo domó?

Ay, Yeyo, ya me aburrí de ti. Preséntame a tu hermano!

En la foto: con mi hermano Luis ocupando los cinco escalones que Ernest Hemingway conoció durante sus 22 años de estancia en esta casa de San Francisco de Paula, Cuba. Foto de 1971. Pregunta: ¿De dónde el socialismo real cubano habrá sacado esos zapatos para suministrar a uno de sus jóvenes científicos de la esfera nuclear?

Pues... sí


Tuve que esperar algunos años después de estas fotos para recibir el siguiente mensaje de Alberto Batista.

                                                                                                                                
De: AlbertBatista@...
Para: norber@...
Enviados: Sábado, 2 de Marzo 2013 0:02:44
Asunto: Norber….¡¡¡llegaste a los setenta!!! y...

... lo hiciste en un tiempo tormentoso que suele dividirse entre los que no pudieron llegar y los que llegaron, pero viven como los que no pudieron llegar.

No pudieron llegar:

Por eso su nombre jamás aparecerá en Google; pero tu amigo y handyman Horacio, fue el servidor más dedicado y fiel que esclavista alguno tuvo en su vida.

Tampoco llegó el pobre Bernardo Callejas, quien nos dejó a todos con la duda eterna de si alcanzó a rellenar su ansiado, y bien protegido, litro de leche.

Ni Douglas, a quien veo todavía sonriendo, desde el balcón de su apartamento en El Vedado, esperando el lanzamiento bondadoso de tu blue jean (bastante estrujado y algo sucio) que le permitiría casarse una hora después, con cierto decoro en su indumentaria.

No llegó a estos días el supuestamente extraordinario Romualdo Santos, quien te mantuvo traumatizado, durante largos años, por tú creencia (casi absoluta), de que a él le sobraba, lo que a ti te faltaba.

Se fueron el bandido García Guitar y el cazabandidoTomasevich.

Dejaron de perturbarnos los pensamientos guevaristas de Mercedes Santos Moray (que omitió el sagrado nombre de Fidel en su primer libro de poesía) y los inicios de la cultura militante de Jesús Díaz.

Perdimos los inolvidables editoriales de Euclides Vázquez Candela y las súplicas de Jorge Enrique Mendoza por ser considerado el más fiel seguidor de la Sierra Maestra.

Nos dejó el bolchevique estrella del Partido Socialista Popular cubano, Adolfo Rivero Caro, metamorfoseado luego en ideólogo oficioso del nazismo republicano.

Perdimos a Gregorio, y hasta su yate, pero el viejo nos dejó una eterna lección de hombría, y la pusimos en práctica a bordo de una guagua de la ruta Cojimar-La Habana, envueltos en efluvios de alcohol y olores a tabaco y...

Se nos adelantó Adria Santana, llevándose sus admiradas tetas, por cuya visión tuve que esperar 27 años (27 Norber, 27), hasta que las pude ver (con todo el esplendor de sus días universitarios), sobre las tablas de un teatro neoyorquino, compartiendo el momento sublime con cientos de espectadores gringos, paralizados ante el espectáculo teterífeco de “la espía que llegó del trópico”.

Nos dolió la partida del eterno Rine Leal, halagándote siempre, pero recordando en cada momento (nunca dejaba de hacerlo) tu gran temor ante la presencia de una cuartilla en blanco. “Peor que la de Supermán ante la kriptonita”, solía decir, para ejemplificar el terror que tú experimentabas.

Recordamos al “Quinte”, el único jefe que tuve sin conocerlo, cuando en 1961 me nombraron en Holguín, oficialmente, en el flamante cargo de “Responsable Regional de la revista Mella”. Años después el “Quinte” me diría algo que nunca entendí: “Si eres su amigo, Norberto nunca será tu enemigo; el gran problema es que con Norberto nunca se sabe dónde está el enemigo” .

Llegaron, pero viven como los que no pudieron llegar:

La gran líder [el nombre de una muchacha], quien llegó hacer de todo en su agitada existencia, DE TODO, NORBER, pero a quien la vida le negó (de manera empecinada) sus dos mayores anhelos: conquistar el corazoncito del hijo intelectual de Estrella y Norberto y… ¡mantenerse alejada de una botella!

[El nombre de otra muchacha], con su antigua radiante belleza, convertida hoy en la matriarca de las arrugas del teatro de Miami.

La erupción, permanente y diluviana, de la baba de Luis Báez, preocupado por lo que piensa el Comandante de cada uno de sus descargas sobre el linotipo (ayer) y la computadora (hoy).

Por ahí anda [el nombre de un amigo], quien de tanto explicarle a su mujer lo grande que tú eras, la susodicha acabó enamorándose de ti como toda una Julieta, pero sin el apoyo logístico de un balcón o de Romeo.

Por eso, querido Norber, a estas alturas de la vida, ya casi puedes hacer tuyo, y añadirle tu nombre, a aquel epitafio histórico. El gran epitafio que tanto le gustaba (y hacía reír) a otro que no puede acompañarte hoy, en este memorable 2 de marzo del 2013, tu setenta aniversario.

Aquí ya hace el poeta Nicolás Guillén. Perdónenme, por haberlos hecho esperar tanto.