domingo, 30 de junio de 2013

Colinas como elefantes muertos

La guerra continúa en Europa y el 19 de noviembre de 1944 tenemos a Hemingway en un desconcertante espíritu. Tiene nostalgia. Añora. Un lenguaje difícil de tragar en la escuela de los duros. No lo dice pero lo trasmite. Su lenguaje es claro y abierto. Y también con ciertos tintes de novelita rosa. Añora su santuario. Aunque es más la añoranza de un santuario idílico que el del hogar que, en verdad, es de su entera propiedad: Finca Vigía. Un lugar a salvo es todo lo que quiere en medio de sus múltiples batallas, y quizá a escasos metros de los tiradores alemanes y de sus granadas de mortero. Es lo que le escribe a Mary, que aguarda en París el regreso del guerrero. Mientras, él continuará con la 4ta. División de Infantería en su avance sobre la frontera alemana.

De mi segundo libro sobre Hemingway (Ernest Hemingway retrouvé), nunca publicado en español:

"Los krauts son duros, astutos, profesionalmente inteligentes y mortíferos. Mataremos y destruiremos a algunos. Pero mientras tanto, tiempos nefastos... Todos los bosques están arrasados; por dondequiera hay minas enmascaradas (atrapabobos). Los alemanes se infiltran a través de los bosques... Es mejor dejar eso, Pickle [Mary Welsh], y pensar cómo, cuando vengas en el avión de Miami, estaré esperándote en el aeropuerto de Rancho Boyeros [en La Habana], y tú pasarás por la aduana y nos iremos en el auto a través de un hermoso país hacia el hogar, donde comenzaremos nuestra vida maravillosa. Podrás sentir miedo, pero, a menos que todo haya sido destruido sobre la faz de la tierra, será encantador. Y si todo está destruido, por lo menos tendremos un hogar en medio de la desolación..."

La privilegiada ubicación geográfica de Cuba, a más de 6.000 kilómetros del frente donde se encontraba, le permitía alimentar la ilusión de que la isla escaparía a la destrucción total. Muerto en 1961, no tuvo tiempo de ver los preparativos bélicos de la crisis de octubre de 1962. No vio el despliegue militar cuando el enfrentamiento nuclear estuvo más cerca que nunca. No vio la dislocación de las fuerzas de artillería antiaérea cubana en el patio de Finca Vigía, ni el zafarrancho de los marines casi en el porche de su antigua casa de Key West.

Ahora lo comprendemos: apenas 17 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial resultaba imposible que Finca Vigía, su hogar, fuera invulnerable y ajeno a la amenazante destrucción universal.


Fidel Castro el 27 de octubre de 1962, en la ladera norte de una de las tres colinas que ocupa la Finca Vigía. Aunque, es justo decirlo, esto es en el terreno vecino perteneciente a la finca Frank Steinhart (hijo). Fidel inspecciona una batería de obuses soviéticos de 122 milímetros que ya habían recibido su bautismo de fuego americano unos meses antes en la batalla de Playa Girón, y observa el valle que se desplaza abajo, entre estas colinas del sudeste habanero, y los límites irregulares de la ciudad, a unos 12-15 kilómetros de distancia. Ese apacible vallecito allá abajo es ideal para que los yanquis cometan el error de tirar ahí a la 82 División Aerotransportada. Contempla, sueña y no suelta su prodigioso cazador, hecho a mano de una producción para su solo consumo, con las mejores hojas de Vuelta Abajo, otro valle cubano, allá, en la profundidad, al oeste de la isla, que vamos a ver cómo se las arregla para salvarlo de la contaminación radioactiva total.


sábado, 29 de junio de 2013

Vísperas de un largo viaje

Publicado en forma muy abreviada como “La mia avventura tra le carte del maestro” en La Repubblica, el 12 de enero de 2009; como “Hemingway los tesoros que guarda su casa en Cuba” en La Tercera, el sábado 24 de enero de 2009.

Ernest Hemingway se situó por última vez en la primavera de 1960 frente al estante del librero que empleaba como escritorio de trabajo. Ocupó parte de su tiempo en la escritura del reportaje “The Dangerous Summer” y dio los toques finales a A Moveable Feast. Pero el momento de partir llegó y Hemingway puso en orden el escritorio, limpio de cuartillas emborronadas y de lápices de punta embotada. Colocó la máquina de escribir Royal Arrow sobre un ejemplar de Who's Who in America y dejó un par de lápices nuevos, las puntas afiladas, sobre la tabla, y también una docena de hojas de papel carbón Superior Quality en su caja de fábrica, el pedazo de mineral de cobre que servía de pisapapeles, los espejuelos, una tablilla con presillador, que utilizaba para escribir diálogos, y un libro que relata la conquista del Oeste.

Los espejuelos, de aro metálico, graduados para controlar la visión defectuosa de un miope, habían sido hechos en la óptica Lastra, de O'Reilly 506, en La Habana. El ejemplar de la edición de 1954-1955 del Who's Who tiene doblada una esquina de la página 1 191, donde se informa que Hemingway se educó en escuelas públicas y que contrajo matrimonio con Mary Welsh el 11 de abril de 1946 y se mencionan condecoraciones recibidas y acciones bélicas en que participó. También dice que pertenece a los clubes siguientes: Meyer, Philadelphia, Gun y Vedado Tennis. Los dos lápices son Mirado 174 No. 3. La tablilla con presillador fue un regalo de su primogénito, quien ordenó grabar una inscripción en la madera: “To Ernest from Jack”.

El pedazo de mineral de cobre pesa 570 gramos. Las hojas de papel carbón están usadas y de ellas se puede extraer el texto de cartas de Hemingway. Cartas manuscritas. El método es difícil y laborioso. Su caligrafía es inconfundible en la parte azul de estas doce hojas. El otro libro en la tabla es Pictorial History of the West. Algunas de sus páginas estaban pegadas porque no hubo un buen corte de guillotina en la imprenta. Hemingway le prestó poca importancia al asunto. Nunca abrió el libro, que permanece cerrado como un ataúd.

Concluyó su última sesión de literatura en Finca Vigía, escribió algo sobre la rivalidad de Dominguín y Ordóñez, revisó un poco las memorias de Paris y cerró el taller. Mas ahora, sobre la llanura del mueble, faltan las pilas de papel gaceta, libros, folletos y periódicos que mantenía abiertos a su alrededor mientras trabajaba. Su costumbre era tender los papeles como si fueran sábanas, una manera de cubrir o guardar los manuscritos que estaba preparando. ¿O era que los tendía para tener una visión de conjunto? Las fotografías que le tomaron en los años 50, muestran a un hombre que laboraba en un incómodo cerco de papeles, con poco espacio libre para poner la máquina de escribir. Trabajando de pie, en bermuda. sin camisa, casi siempre descalzo sobre una piel de lesser kudú; o con mocasines, sin medias, con una botella de agua de Vichy a mano.

Quince años después, en el verano de 1975, cuando yo llegué allí por primera vez —con el encargo de la dirección de la Revolución de ver qué cosa de importancia quedaba en el inmueble (sic.)—, se suponía que cada objeto se mantuviera en su lugar. Creo haber cumplido con el adecuado rito de mantenerme en silencio frente a aquel teclado prodigioso de la Royal Arrow y rozar con mis dedos todo el alfabeto, pero nunca presionado para hacer accionar el mecanismo y disparar una letra contra el rodillo. Eso hubiese sido un sacrilegio. Mis jugos eran otros.

A la altura de sus rodillas, en el travesaño intermedio del librero, tenía una revista y cuatro libros: una traducción al alemán de cuentos suyos; la novela Guadalquivir, de Joseph Poyre; John Colter, de Burton Harris; The People of the Sierra, de J. A. Pitt y el primer número, publicado en 1953, de la revista Nucleus. A sus espaldas tenía su cama, que empleaba como primera estadía de la correspondencia llegada a Finca Vigía y en la que los periódicos y revistas que se recibieron después de su muerte se conservan aún, pero ninguna carta importante. Tenía el agua de Vichy a su izquierda. Una de esas botellas se encuentra actualmente en su sitio, pero vacía. El primer objeto que aparecía a su mano izquierda era un manual voluminoso de motores de aviación que situaba en el piso contra la puerta para mantener abierta la habitación.

Para los coleccionistas de información sería imprescindible conocer el material que había en la mesa-bar, justo al lado de su poltrona. La batería comprende seis botellas de agua mineral efervescente El Copey, envasadas en Madruga, La Habana; una botella de scotch White Horse; una botella de ginebra Gordon; seis botellas de Schweppes Indian Tonic; una botella de ron Bacardí; una botella de scotch Old Forester; una botella de vermut Cinzano, y una de champán, sin etiqueta. Los contenidos originales, desde luego, fueron sustituidos por agua coloreada.

Ahora forman parte del museo los 9 000 libros distribuidos por toda la casa y el medio millar de discos, acomodados en un estante detrás de la butaca de Hemingway. Discos de 78 y 33 RPM. (Entre los clásicos, Beethoven era el favorito de Hemingway, y, entre los modernos, Benny Goodman).

Un total de 1 197 objetos, sin contar libros y papelería, han sido inventariados en Finca Vigía. Pero el dato puede resultar confuso. No es el primer inventarío que se hace y los hubo que arrojaron un saldo de 3 y 4 000 piezas y otros de apenas un centenar. Está en dependencia del punto de vista en que el concepto pieza museable sea aceptado. Finca Vigía, en lo esencial, es una sola pieza; un buró, por ejemplo, es también una, pero pueden ser muchas si se le desglosa por gavetas y el contenido de cada una de ellas. La tarea resulta difícil y ha caído sobre los hombros de dos o tres jóvenes enfundados en batas blancas, que les confieren un carácter ascético, y que son los técnicos de museo y los sustitutos de Ernest Hemingway en el interior de su casa. Sustitutos de 8 am a 5 pm. Un tiempo que se utiliza en contar, glosar, agrupar por tamaño o por uso o por tonalidad y que sirve, por lo pronto, para informar que la cifra más confiable de objetos de índole diversa conservados allí, descontando biblioteca y papelería, se aproxima a las 1 197 unidades.

Una aventura excitante, pero que exige una dosis alta de paciencia, resulta de examinar la biblioteca de Hemingway; e.g., un ejemplar de la edición de 1951 de Tender Is the Night, de Scott Fitzgerald, aparece en el estante. Se revisan lentamente las hojas y se comprueba que mantienen una blancura y limpieza incomprensibles, hasta que en la página 243 se halla la única observación del Hemingway lector. Donde dice forward and clapped, él coloca dos signos de interrogación y escribe correctamente la palabra que los editores de Fitzgerald dejaron escapar con un error ortográfico: slapped.

Hemingway cubrió con los signos de su estilográfica una parte considerable de un ejemplar de Wuthering Heights (Cumbres borrascosas), de Emily Bronte, publicado en Londres en 1935. Son tres columnas de cifras que aparecen en la cubierta, solapas, primeras páginas e incluso sobre el título de la obra clásica inglesa. Hemingway se preocupa por la marcha de su salud. La primera columna señala la hora; la segunda, la temperatura; la tercera, las pulsaciones.

0745 35.9 60

1200 37 66

1600 36,7 66

1800 36,6 54

Las observaciones abarcan desde el 25 de noviembre hasta el 6 de diciembre. El año no está consignado. Tiene explicaciones breves de los movimientos que pueden influir en el comportamiento de su organismo. Up to dinner, levantarse para comer, escribe en una ocasión. Up to telephone, levantarse para el teléfono, en otra. Pero se registran pocas afectaciones. La temperatura y el pulso se mantienen en su nivel. Hemingway, hipertenso, y también impaciente, tomaba su pulso sólo durante medio minuto.

Hay otra inscripción, de índole diferente, en la última página de Wuthering Heights. Es la anotación inicial del libro de remembranzas parisinas de Hemingway, que tiene el título aquí de The Lean and Lovely Years. Se convertiría años después en A Moveable Feast (París era una fiesta). Hemingway comenzó esta obra en Finca Vigía entre el otoño de 1957 y la primavera de 1958. Disponía de un primer boceto, escrito en mayo de 1956, sobre una etapa inicial de su amistad con Scott Fitzgerald. El artista recuerda sus aventuras con la generación perdida:

THE LEAN AND LOVELY YEARS

The Three Mountains
Connection
The Lyon Trip
In Scott date was agreed on
and I confirmed it by telephone

El relato del viaje a Lyon es uno de los mejores momentos de A Moveable Feast. Hemingway le había confirmado previamente a Fitzgerald que viajarían juntos en el tren. Este era un hombre olvidadizo y Hemingway se vio solo y casi sin dinero en un vagón de ferrocarril. The Three Mountains Press es el nombre de la editora que publicó la primera edición de In Our Time, en 1924. La denominación alude a los tres montes de la capital francesa.

Son escasos los libros de esta biblioteca que contienen anotaciones, pero a veces asoma entre las cubiertas apretadas de un volumen contra otro, la esquina de una vieja cuartilla o un pedazo de papel cualquiera en el que Hemingway apuntó una frase rápida y luego la dobló para guardarla en ese resquicio, que olvidaría finalmente. Es el caso de esta frase cargada de sentimientos machistas escrita en el reverso de un sobre de carta corriente: Any woman would rather dig her grave with her mouth than earn her living with her hands. (Toda mujer prefiere cavar su tumba con su boca que librar su sustento con las manos.) Está firmada con sus iniciales: EH.

Así, pues, quince años después de su última sesión de trabajo en Finca Vigía, me correspondió una pequeña oración mientras transcurría mi leve contacto sobre las teclas de la máquina portátil Royal Arrow de Ernest Hemingway: “Cojones, maestro.” Todo lo demás fueron años y años husmeando por los resquicios de la casona. Tú nunca sabes cuando una tarea puede convertirse en una aventura.

Fotos: (arriba) con Lyle Stuart —el legendario editor de Mad Magazine, del famoso The Anarchist Cookbook, algo así como un manual para anarquistas, y las memorias del primer gran tránsfuga de la CIA Philip Agee—, se presenta en La Habana en septiembre de 1980 para llevarse el original de Hemingway en Cuba. (Él mismo ha decidido el título.) Ha traído unas tropa de su casa editorial y amigos y asociados. La visita a la finca es de rigor. En la piscina de la finca, aparezco con un fotógrafo de su staff. Debió tomarme la foto del autor para la cubierta pero no recuerdo que haya producido nada convincente. Debajo: con el pintor cubano Vicente Dopico, durante una visita a la casa de Hemingway en Key West. Verano de 1984. El Dopi. Mi hermano. Residente en Miami pero no contrarrevolucionario.

viernes, 28 de junio de 2013

Mensaje (sin respuesta, of course)

Subj: (no subject)
Date: 9/21/02 3:06:52 PM Pacific Daylight Time
From: Norber01
To: letters@nytimes.com

Dear Sir:

There´s a lot of mistakes in "Havana to Unlock Hemingway Papers" (9-21-02) by Kate Zernine. In fact, the whole piece is wrong. Is impossible to unlock a bunch of papers that I unlocked AND PUBLISHED! several years ago. There's no one single letter or document or picture of some importance or relevance from the Hemingway house in Cuba that you can't found in my Hemingway in Cuba (Lyle Stuart, Secaucus, New Jersey, 1984). And most of the times, literally.. And that's something that any regular Hemingway scholar knows. Sorry.

Norberto Fuentes.
912 E Ponce de Leon Blvd.
Apt. 1
Coral Gables FL 33134





Un día de trabajo con Hemingway en Coral Gables. Circa septiembre de 2002.
Dos o tres libros más en proyecto. ¿Abandonar a Papa? Qué va. Hemos
estado demasiado tiempo juntos. Igual que la Lucha Contra Bandidos o
Angola o la Causa Número Uno. Esperen para que vean.

jueves, 27 de junio de 2013

Mejor que la guerra

Entre las páginas 134 y 142 de Hemingway en Cuba el lector interesado hallará otro segmento de material nunca antes publicado, ni examinado, ni visto, y me imagino que ni siquiera olido o palpado, por la augusta academia americana. Él, hace muchos años —1950— gozando frente a los embates de un huracán, y tomando ron como un demente, mientras ahora los estudiosos se disparan a husmear en esta parte de la Experiencia Hemingway que nos depara la producción prohibida de Papa. En lo que a mí respecta, personalmente, me jode sobremanera (versión cubana bastante adecuada a nuestro temperamento de ultraje) que estos bobitos hallan pensado que yo iba a tener la Finca Vigía en mis manos y que iba a dejar escapar un solo documento de importancia, o divertido, o interesante, o entretenido, o al que se le pudiera sacar un poco de jugo. Y reviso las imágenes de los papeles que una vez estuvieron en mis dominios y veo que no falta una palabra en mi libro, y comprueba el trabajo tan acucioso, tan riguroso, tan puntilloso que realicé,, todo lo cual me lleva a una conclusión inequívoca en lo que a este negocio respecta. Hay que contar conmigo. Qué bueno soy, caballeros.




Una de las imágenes distribuidas por las agencias del material recopilado por el personal de Boston. Mi texto, a continuación es el que se corresponde con esta página. El lector que quiera tener la versión completa de este precioso documento puede agenciarse un ejemplar de mi libro o sacar el ticket de avión. Yo comienzo con una nota para establecer la situación. Más adelante, llego a lo escrito por Hemingway en la página 8 de sus apuntes.

En septiembre de 1950 un ciclón cruzó por La Habana y Hemingway se encontraba en la finca. Las notas que dejó en su libreta demuestran, primero, que había asimilado los frecuentes y violentos cambios de presión en la isla, y, segundo, que había aprendido que el mejor modo de pasar un ciclón es teniendo el oído atento a un radio de batería y las manos ocupadas con una botella de ron y un martillo, para clavetear un poco las puertas y ventanas. El documento es precioso. Las notas de Hemingway aparecieron entre sus papeles y están escritas en un bloc de tamaño de bolsillo que tiene en el lomo la siguiente inscripción impresa: BLOCK PARA CALCULOS No. 4036 ½. Hemingway empieza sus notas por la fecha y datos técnicos. Es evidente que apenas ha descorchado la primera botella, aunque no va a tardar mucho en coger vapor. La fecha, con la inconfundible caligrafía de Hemingway: «September I». Los primeros datos: «0900 Temp 76 F». Debajo: «Viento ESE Fuerza 5». Y el resultado de su primera observación: «Cielo nublado hacia el E. Al S. altos cirros con algunos aglomeraciones al N».

Hay testigos de cómo Hemingway, al mando de Finca Vigía, «capeaba» estas tormentas. El médico José Luis Herrera Sotolongo no recuerda todos los ciclones a los que se enfrentó en aquella colina, aunque afirma que el comportamiento de Hemingway debió ser «por el estilo» casi siempre. «Estas cosas entusiasmaban mucho a Ernesto. Cuando se enteraba que venía un ciclón enseguida el rostro se le iluminaba. Si yo estaba a mano me exigía que me quedara para "organizar juntos la defensa"». Desde luego, cuando el ciclón pasaba, mientras afuera se hacía el recuento de los estragos, en Finca Vigía Hemingway mostraba estragos de otro tipo. «¡Ese Ernesto! La casa llena de víveres, y él empeñarse en pasar el ciclón sin alimentos, solo con alcohol. A veces se ponía majadero y decía que la cosa era sin ropa. Desde luego nos quedábamos en short o bermuda. Lo de la ropa era por si había que salir afuera y uno se empapaba. Salir afuera para arreglar algo que el viento o la lluvia hubiera tumbado. De cualquier forma, él, con la botella en la mano, se ponía a dirigir la operación anticiclónica, reunido con dos o tres amigos en la sala de la casa. Parecía un capitán de nave en medio de una tormenta».

Parecía un capitán realmente, y este texto, humorístico a ratos, sugiere exactamente eso: el cuaderno de bitácora del capitán de un buque de guerra, que se refiere a «enemigos», «capacidad de destrucción» y utiliza otros términos semejantes.

«Presión barométrica 29,45 (no corregida por el nivel del mar)». A partir de esta anotación sus comentarios comienzan a hacerse más nutridos y son el resultado de sus observaciones y de la escucha del radio Zenith de baterías. El Centro de Huracanes de Miami informa —y Hemingway anota— que el huracán debe encontrarse a 24 millas al oeste de Guadalupe, con vientos de 140 MPH en su centro, y un curso oestenoroeste. El final del párrafo: «Otro reporta rumbo O. Avanza a 10 MPH. Distancia de Hab. con este rumbo 1400 M [aquí se refiere a millas geográficas, que eran las utilizadas en el Weather Report del Centro de Huracanes de Miami] a esta velocidad alcanzará Hab. en 140 horas a las 2300 31/8/50.»

Pasadas las primeras seis páginas del block, nos encontramos lo siguiente. (En cursivas la zona de anotaciones de Hemingway que se corresponde con el documento digitalizado).

0500

Boletín de Millás (hijo de la gran puta y capitán de corbata) [toda la frase en español en el original; incluido el uso de corbata en vez de corbeta] dice que el huracán está a 60 millas al S de Batabanó y puede entrar en la costa cubana entre Las Villas y Pinar del Río (el centro de la tormenta sobre Marianao). Presión barométrica 28.90 calma absoluta desde 0410 hasta 0500.

A las 0525 consigna un viento del sur de fuerza 4. A las 0530 Hemingway anota: «Millás anuncia que es imposible dar boletín durante horas de la noche». Hemingway arremete injustamente contra Millás. Los boletines del Observatorio Nacional eran emitidos siempre a las 6 am y 10 pm. Más adelante anota: «A las 0750 presión barométrica 29,20. Viento SSO Fuerza 7. La tormenta se va al mar. Estábamos en su borde E.» Hemingway está empleando una jerga típica de meteorólogos y pescadores cubanos: irse al mar. También se acostumbraba decir, cuando una tormenta salía de la isla, que «entró en el canal» o que «cruzó de tierra». A las 0850: «Presión barométrica 29,20 (no corregido por el nivel del mar ) Viento SSO Fuerza 5 y 6 en ráfagas. Firmado [en español] E. Hemingway General de Irregulares.»

Sigue la fórmula de los partes meteorológicos cubanos que, al final, decían: «Firmado: Millás, capitán de corbeta».

miércoles, 26 de junio de 2013

Viejo pez mojado. No sangra


La imagen es una de la serie distribuida por las agencias como parte del tesoro documental pretendidamente inédito que se ha puesto a salvo en Boston. A continuación, tal y como aparece en la página 673 de mi libro Hemingway en Cuba. Es una de las mejores páginas del libro, por cierto. Un Hemingway sobrecogedor. Este sí es un Hemingway inédito. Pero no el documento, que al día de hoy —y gracias a mi propia mano— lleva de circulación pública 28 años y 8 meses. Me refiero a un Hemingway inédito como criatura, alma perdida —¿entienden? Viejo pez mojado. ¿No sangraba?.

Los apuntes encontrados en una pequeña agenda de tapas rojas de los Laboratorios CIBA que se conserva en Finca Vigía se hallan en un espectro de difícil compatibilidad entre el enigma y la puerilidad. Lo único cierto es que se trata de la caligrafía de Hemingway. Las primeras notas, con toda probabilidad, contienen en parte la lista de las cosas que el escritor creyó necesario llevar a Cabo Blanco, Perú, donde se capturaría la aguja del filme El viejo y el mar. La sección final de apuntes sólo hubiese sido descifrable en su verdadero sentido por el mismo Hemingway.

Aparecen, en primer término, útiles de pesca:

Carretes - (chequear)
Caja de carrete
2 (palabra ilegible)
1 Penn Stale [?] 12-0 Finnor [una marca de carrete]
4 " " 6-0-9-0
Pitas - (chequear)
Plomadas
Anzuelos
Garfio
2 arpones
Pitas que vienen de Ashaway
1000-54
verde
2000-39

Enumera las ropas para Gregorio:

Camisas
Abrigo
Pantalones de franela
Bermudas

Las medicinas, con sus nombres comerciales en inglés, etcétera:

Wychol -120 tab.
Menonine –60
Ethobral –60
Combex –120
ViSyneral –120
Petedermus -1 bot.
Cepillo de dientes
Sodarsol -pasta de dientes
Benzetacil
Pilemedecine
Tuétano de hueso rojo

Sus propias ropas:

Gorras
1 chaqueta de safari
2 camisas
1 corbata
1 abrigo de cuero
3 chaquetillas Chamois
1 abrigo grande de campaña
1 rompevientos azul
1 lona rompevientos
Espejuelos (para leer y oscuros)
Guantes de pesca
Libros

Después hay anotaciones. Carecen de signos de puntuación en ocasiones. La letra es mala, nerviosa, y, al parecer, Hemingway las hizo mientras el barco estaba en movimiento:

Viejo pez mojado. No sangra. Parece que viniera de frigoríficos.

Saltos grandes de brillantes colores. Pez casi no sale del agua. Tercer brinco mejor, pero no bueno. Sangra constantemente arponeado en la barriga. Mal y nada que ver con cuento.

Los pies (de hilo) que mandó Leland 7/6/57
Carnada y barco, [ilegible] bien

Buenos brincos. Pez viejo y mojado. No tiene pico. Se le ve varias veces la cabeza pero no el pico. Tiburones - algunos tiros, pero algunos arponeados muy pequeños. Tiburones en el agua encima de los peces buenos. Tiburones hundiéndose como bombarderos echando humo, pero a menudo muy pequeños. La impresión más importante es la de los tiburones comiéndose los peces viejos de frigoríficos. La acción de los tiburones sobre [ilegible] los hace haraganes. Peces brillantemente coloreados vomitando sangre putrefacta. Tantos que no dan sensación alguna, excepto asco. El lastre es para aminorar la velocidad como en el salto real. Los dos saltos limpios son aceptables en pequeña medida. Lo peor -los pequeños tiburones se comen el pez sin pico del frigorífico. Los tiburones son tan pequeños que no impresionan. La lentitud de los tiburones. Los mejores arriba.

En la última hoja de la agenda, luego de dejar casi un centenar en blanco:

Freddy conoce el ambiente. [Debe referirse a Fred Zinnemann uno de los directores que trabajó en el filme El viejo y el mar.] Conoce los hechos (cómo pasó). Tracy [¿Spencer Tracy?] mantuvo la promesa que me hizo. La importancia de la visita de L. [¿Leland Hayward?] es normal. (Me prometió estar aquí en una semana.) Se fue el 20. Hoy 29. Yo, no posposición ¿por qué? (Cojímar y Puerto Escondido habrán desaparecido.) Tengo un contrato y me atendré a él.

martes, 25 de junio de 2013

Una timba con Ernesto

El siguiente texto procede del sitio Norberto Fuentes Punto Net —ya desaparecido— de fecha 26 de junio de 2011. Un día como estos.

Ernest Hemingway en el puente de mando del Pilar, circa 1947.
Está en las proximidades de Puerto Escondido, en la costa
norte de Cuba, unos 70 kilómetros al este de La Habana.
(Copyright © Norberto Fuentes, 2011. Todos los derechos
reservados. Prohibida la reproducción
en cualquier medio o soporte).
María Rosa Alfonso Rosales, la actual directora del Museo Finca Vigía (probablemente lo que en mi época se conocía como Museo Hemingway), insiste en hacernos tragar una píldora del tamaño de una señal de STOP. Un Hemingway de cartón de bagazo es lo que tiene para ofrecer. Su última declaración, difundida por Cubadebate (22 de junio, 2011), el portal siempre tan complaciente con los funcionarios gubernamentales —y sobre todo rápido para tratar de darle pellizquitos a cualquiera de mis temas—, establece —y cito textualmente— que María Rosa se “dispone a probar que el escritor no era un estadounidense que tomó a Cuba como refugio para descansar, sino que se sentía cubano”. Tamaña tarea la de María Rosa. Sobre todo porque debe empezar por definir qué es “sentirse cubano”. Y qué ventajas o estado de gracia le proporcionaba el sentimiento. María Rosa desenrolla su bulto ante la mirada arrobada y los gestos de complacencia de la última hornada de académicos americanos que alcanzan el portalón de Finca Vigía como si coronaran el Everest. Todos tan ajenos a Hemingway como el cardenal Arteaga al trasero de Tongolele. María Rosa tiene la ventaja de que, entre empujón y empujón, les muestra dos o tres de las viejas cuartillas de Papa que guardan en la casa (que, dicho sea de paso, sobreviven gracias a mis descubrimientos y esfuerzos de clasificación y conservación iniciados en 1975) y los ilusiona con la idea de que todo eso algún día podrá ser de ellos. Descrita por Cubadebate como “una experta en la vida y obra de Ernest Hemingway”, ella tiene esa tarea por delante. Sentirse cubano. Quizá se trata de una especie de superioridad étnica, algo vagamente moral o altruista. ¿Y qué del vaso de guarapo —el prodigioso jugo de caña— con hielito picado y una rodajita de limón? Umm. Difícil. ¿Cómo aceptarlo en la horda si despreciaba el guarapo? Recuerdo que en un episodio de Islas en el Golfo, Thomas Hudson, el alter ego de Hemingway, revela el placer que le proporciona el alcohol cubano en cualquiera de sus usos: como bebida o desinfectante. Pero nada de azúcar. Además, comía el aguacate como postre. Ustedes saben, se trata de un imposible entre cubanos. Den por sentado que no puede sentirse definitivamente cubano alguien que se coma un aguacate como si fuese un dulce de guayaba con queso, una timbita, para ponerlo más popular. Pero el momento espectacular, fundamental, insoslayable, es cuando María Rosa aventura la hipótesis de una suerte de encuentros —ella los llama “privados”— de Fidel con Hemingway. Al parecer, no es suficiente con aquellos quince minutos del 15 de mayo de 1960 en la marina Barlovento en los que sólo intercambiaron asuntos sin trascendencia (cuatro boberías, al decir de cualquiera que pueda sentirse definitivamente cubano). “Historiadores en Cuba afirman que ocurrieron otros encuentros entre ambos que no desbordaron el ámbito privado.” María Rosa, por favor, ni lo intentes. La creación de una zona de misterio, conspirativa, de reuniones secretas entre los dos personajes es una mentira. Peor aún, es innecesaria. Y no puedes sostenerla con la más mínima evidencia. Advierto que el mismo Fidel tampoco debe ponerse a echarle maíz a semejante historia. Que recuerde su propio reproche de la noche del sábado 6 de febrero de 1984, cuando produjimos una entrevista sobre Hemingway (que de inmediato se publicó en decenas de periódicos de todo el mundo):

[Norberto Fuentes] ¿No tuvieron oportunidad de ampliar los contactos personales?

[Fidel Castro] Bueno, si tú supieras, no tuve el privilegio ese, porque en realidad aquellos días iniciales de la Revolución eran muy atareados y nadie pensaba que Hemingway se fuera a enfermar y hasta a morir tan pronto, y se creía que había tiempo para conocerlo mejor.

Y cuando le puse mi libro sobre Hemingway delante, ya terminado, y él lo revisó (conservo las cuartillas originales con sus anotaciones, de puño y letra) no puso ningún reparo en mi información sobre su único encuentro con Ernest Hemingway. Hagamos un esfuerzo, no obstante, por descifrar la jugada. Ya todo se dijo, se expuso, se describió, se enumeró en Hemingway en Cuba. Y no quedó documento de relevancia que yo no incluyera en ese libro. Exprimí el museo, para decirlo sin ambages. Debe entenderse pues que si todo está publicado en un libro desde 1984, entonces qué diablos van a venderle ahora a los americanos, y cómo seguir lloriqueando con el asunto de que el museo se cae a pedazos y que hace falta, incluso, hasta levantar el embargo para poder restaurarlo. Con ese programa por delante es un verdadero escollo mi mamotreto. Advierto ahora que no todos los directores del Museo han tenido esas ínfulas. Luis Fuentes. Me gustaba más Luis Fuentes (ninguna relación de parentesco con este autor), quiero que sepan. Era un viejo loco proveniente de la Seguridad del Estado al que se le asignó la dirección del Museo Hemingway. La lucha contra los elementos adversos al proceso mermaba considerablemente hacia 1975 y no tuvieron mejor lugar para ubicarlo. A partir de su reinado de unos cinco años en lo alto de Finca Vigía, a cualquier visitante que llegara, Luis le espetaba que Hemingway era a todas luces un perverso agente del imperialismo yanqui. Iba a Cuba a emborracharse, desde luego, y en busca de putas. Y él, investido en sus poderes de interventor revolucionario de lo que se le antojaba entonces un latifundio, los acaso 11 acres de la finca (43 345 metros cuadrados), aconsejaba a los distinguidos visitantes que dieran media vuelta y se encaminaran, mejor, al Museo Martí. En fin, era un decidido antiimperialista, que nunca olvidaba agregar al final de su diatriba sobre Hemingway que, con toda seguridad, era también maricón. Ven ustedes. Eso sí es un manejo adecuado del lenguaje de combate para alguien que se sienta decididamente cubano. Desde luego, yo nunca logré ensamblar el supuesto carácter putañero de Hemingway con la acusación de homosexualidad. No compaginaba. Lo que sí, logré convencerlo de que en su discurso de bienvenida no repitiera más el cargo de interventor porque no era el caso. El suyo era de director. Y que no siguiera desviando a los visitantes hacia el Museo Martí porque una institución como tal no existía en La Habana, ni en sus alrededores. Ni en el resto de Cuba, según mi leal entender. A menos que estuviera refiriéndose a la casa natal del prócer, en una callejuela olvidada del casco colonial habanero. Maria Rosa, por su parte, parece más bien que se siente decididamente gringa. Vaya, o por lo menos decididamente académica. Fíjense si no, que se apresura en declarar que Hemingway se sintió definitivamente cubano sin dejar de ser —acota Cubadebate—, “un estadounidense cabal”. Repito: María Rosa divulgó que pretende con un trabajo de investigación demostrar que el novelista “se sintió definitivamente cubano” sin dejar de ser un estadounidense “cabal”. Y agrega una muy sospechosa nota de rechazo contra Edmundo Desnoes, un favorito del régimen en los años 60: “El eterno ‘sentimiento antiyanqui’ que se atribuye a los cubanos llevó a un intelectual cubano actual a llamar a Hemingway, en su estancia en Cuba, como un Robinson Crusoe que se rodeaba de Viernes.” Puro Edmundo Desnoes. Su pecado, sin embargo, no es su retrato de un colonizador americano. Es ser recordado en un tiempo en que lo históricamente adecuado es lamerle las botas a los antiguos hijos de puta. ¿Y qué pensarán esos gringos de la academia y de la familia Hemingway y los asociados oyendo tales babosadas? ¿Se las creen de verdad? Aclaración final para neófitos: timba (o timbita, según las dimensiones) es un par de pedazos (cachos, se diría) de queso blanco que emparedan una barra de guayaba (otro cacho), que uno se zampa junto con un enorme vaso de agua. El vaso de agua te ayuda a no morir ahogado.

Ver el texto completo de mi entrevista con Fidel en Hemingway en Cuba, pero solo en la edición cubana y sus similares. El editor americano Lyle Stuart prefirió no incluirla en su edición.

Luis Fuentes en los días —a mediados de los 70— que llevaba con aplomo y
resignación la tarea asignada de mantener a flote el museo
Hemingway, la instalación a sus espaldas.
Foto: Norberto Fuentes. (Copyright © Norberto Fuentes)

Cazador blanco, corazón negro


El siguiente texto procede de un trabajo anterior sobre la visita en 1965 del español Camilo José Cela a la Finca Vigía. Todo el recorrido se produjo bajo la atenta mirada de Fernando G. Campoamor, el colorido director del Museo Hemingway, que había tenido el lustre de ser uno de los pocos amigos de Papa con pedigrí intelectual, y de René Villarreal, el mayordomo. René es aquí mi objetivo.

“René Villarreal, el mayordomo de la hacienda que una vez otro escritor cubano, Edmundo Desnoes, describió como un esclavo que caminaba con el sigilo de una pantera . . .” y que de alguna manera remedaba en mis composiciones mentales el vínculo de Mandrake el Mago con el negro Lotario y que uno, en su ardiente corazoncito de bolchevique educado por Fidel Castro (después de las lecturas durante su infancia de aquellas historietas, cumbre del racismo yanqui) siempre esperaba que el leopardo René se revirara y se jamara a B´wana Hemingway. Intoxicado que uno se ponía con este encuentro de lecturas de las aventuras del hijo de puta de Mandrake con el nacionalismo de las novelas de Desnoes.

Los cubanos decimos sigilio. Me imagino que lleven toda la razón. Sigilo tiene la inequívoca presencia de la delincuencia, del robo, del antifaz y la cachiporra. Pero sigilio es alevoso, artero, agazapado, que llega sin avisar y saz!  te rebana el cuello con sus zarpas, que para algo son felinos.

lunes, 24 de junio de 2013

Estafando a James McGovern

De un cable de The Associated Press del 6 de mayo de 2013:

Washington— Cuba y una fundación privada estadounidense colaboran para preservar más de los documentos y pertenencias que quedaron en la casa [de Ernest Hemingway en Cuba], cerca de La Habana, desde la partida del novelista, que murió en Estados Unidos en 1961. El lunes en el Capitolio estadounidense, el representante James McGovern de Massachusetts y la Finca Vigia Foundation con sede en Boston anunciaron la digitalización de 2.000 documentos de Hemingway y otros materiales. Las copias digitales serán transferidas a la Biblioteca John F. Kennedy en Boston.

Esta es la primera vez que alguien en Estados Unidos ha podido examinar estas pertenencias del escritor guardadas por años en su casa en Cuba, la Finca Vigía. Los documentos incluyen pasaportes que muestran los viajes de Hemingway y cartas que hablan de obras como "El viejo y el mar".

¿Leí bien? Sí, esto es lo que dice.

. . . es la primera vez que alguien en Estados Unidos ha podido examinar . . .


La noticia se esparce por los periódicos del mundo y de inmediato aparecen algunas imágenes de la exclusiva y hasta ahora elusiva documentación. El adorno de crema sobre la torta es una foto de dudoso gusto (el encuadre, me refiero, y también el gesto, qué carajo) de un representante americano que parece elevar los brazos al cielo, no tanto como señal de gratitud al altísimo por el logro obtenido como de satisfacción personal por el logro. Me refiero a que el gobierno comunista de Mister Castro le haya abierto las puertas del santuario. Janes McGovern henchido de felicidad, pero yo muy preocupado. ¿Y ahora que hago con los ejemplares de un libro mío que tuve la audacia de titular Hemingway en Cuba, hace ya casi 30 años, y que está repleto de esos documentos que el gobierno cubano les ha vendido como material privilegiado? Lo digo no tanto por los cubanos sino por las represalias legales que probablemente me depare el futuro si esta gente se reserva la propiedad intelectual del susodicho material. Dense por convencidos que el Gobierno cubano, con la mala voluntad que me tiene, no ve a atestiguar que, hace muchos años, ellos me dieron a mí el mismo acceso. E incluso que lo manoseaba y hasta me los llevaba por libras para mi casa, para leerlos con más comodidad. La cantidad de tumbos que dieron en los repletos y asfixiantes ómnibus del servicio público habanero esas pertenencias del escritor que por primera vez alguien en los Estados Unidos ha de examinar. Hay que sacarle las pruebas del ADN a esa papelería. Ahí van a encontrar, seguro, y en este orden, la secuencia genética del perro del FBI asignado a la vigilancia de Hemingway en la Embajada Americana, al cartero Segismundo Lozano Gómez, de la oficina de correos de San Francisco de Paula, a Ernest Hemingway (desde luego), a Norberto Fuentes y a unos 200 mil usuarios del servicio público cubano que, por lo menos, rozaron mis atados de documentos en el interior de un ruta 32 de la línea Terminal de Trenes — Playa de Marianao. Qué destino, Dios mío. No haberme dado cuenta que Fidel para quien quería ese tesoro era para los americanos.

A continuación, tres de las muestras distribuidas a la prensa mundial de las pertenencias nunca antes examinadas por ser mortal de Estados Unidos y la forma en que aparecieron en un libro de mi autoría en 1984.

In this detail photograph provided by the John F. Kennedy Library and Museum, a
detail can be seen of a copy of a Nov. 25, 1944 letter written by Ernest Hemingway
to his fourth wife Mary Welsh Hemingway. Thanks to an agreement between
U.S. Rep James McGovern, D-Mass., and the Cuban government, copies
of more than 3,000 documents from Hemingway's time in Cuba
are at the John F. Kennedy Library. AP

In this photo provided by the John F. Kennedy Library and Museum is seen a detail
of a Jan. 28, 1952 letter from actress Ingrid Bergman to Ernest Hemingway.
Thanks to an agreement between U.S. Rep James McGovern, D-Mass., and the
Cuban government, copies of more than 3,000 documents from Hemingway's
time in Cuba are at the John F. Kennedy Library. AP

In this detail photo provided by the John F. Kennedy Library and Museum,
a Cuban government stamp appears on a 1952 telegram sent by film director
Roberto Rosellini to Ernest Hemingway announcing that Rosellini's wife Ingrid
Bergman had given birth to twins. Thanks to an agreement between U.S. Rep James
McGovern, D-Mass., and the Cuban government, copies of more than 3,000
documents from Hemingway's time in Cuba are at the John F. Kennedy Library. AP


Y ahora, dirigirse a la página 364 de la primera edición de Hemingway in Cuba (Lyle Stuart Inc. Sacaucus, New Jersey), para que puedan leer la carta completa, sin necesidad de viajar a Boston:







O a la página 390 de la misma edición, para recibir el toque de lavanda de una letrica de Ingrid Bergman, como si uno mismo fuera su destinatario.




Y las versiones de la primera edición en español de Hemingway en Cuba (Letras Cubanas, La Habana, 1984):


La carta del corresponsal a su amante en París:




La correspondencia con los Rosellini:



jueves, 13 de junio de 2013

La traición de Dios



ANTONIO DE LA GUARDIA FONT

13 DE JUNIO DE 1939 — 13 DE JULIO DE 1989

Fue arrestado el 12 de junio de 1989, en la oficina del viceministro primero del Ministerio del Interior, general de división Pascual Martínez Gil. El coronel De la Guardia acudió solo. Estuvo todo el recorrido de 25 minutos bajo el control de la brigada asignada del K-J. Conducía su Lada 2107 color azul oscuro. El general Martínez Gil lo llamó hacia las 8 de la noche y le dijo que se presentara en su oficina. Eran compañeros desde los tiempos iniciales de lo que luego fuera la Dirección General de Tropas Especiales (DGOE). “Necesito que vengas por aquí un momento, Sici”, le dijo. Sici era el apócope de su forma habitual de llamarlo: Siciliano. Sí, le dijo que era por un momento. El recorrido comprendía desde su casa, en el barrio Siboney, otrora uno de los barrios aristocráticos de Cuba, emblemático asentamiento de la alta burguesía cubana conocido como Biltmore—la Revolución les expropió incluso el nombre—, al oeste de La Habana, hasta el conjunto de edificios del Ministerio del Interior, en la Plaza de la Revolución, hacia el este.

Desde luego, no volvió a recorrer ese camino en dirección contraria. Nunca más. Ni a conducir un coche. Ni a llevar a las cintura su amada Heckler&Koch calibre 45. El único en Cuba con una. La historia posterior es conocida. Fusilado un mes después de esa llamada, el 13 de julio de 1989. A las 12.25 AM, según su certificado de defunción, que tiene borradas las causas de muerte. Pero es usual en las ejecuciones poner hemorragia interna como causa de muerte. Es la fórmula de la burocracia forense cubana de describir el impacto en el pecho de los proyectiles full metal jacket de los fusiles de asalto. Nunca contemplan el tiro de gracia. La destrucción de la masa encefálica no califica como hemorragia interna.

El caso es, finalmente, que Fidel Castro lo mandó a matar. Pero no voy a entrar hoy en esos juicios. Obligaría a la elaboración de valoraciones morales Y a amargarme esta dulce tarde de lluvia en Miami. En definitiva, hubiese sido el día de su cumpleaños. ¿Se lo imaginan? ¿Tony un viejito de 74 años? Qué cantidad de Rolex y de jeans Levis y de Ray-Ban nos hubiéramos regalado. (Sí, era su festejo, pero aprovecharse era permitido). Y las niñas que nos hubiéramos bailado. (Unas Viagras especiales conseguidas donde fuera. De efecto instantáneo y reforzadas con cobalto y maceramiento de testículo de tigre).

74 de nacido y 24 de muerto. Esos 24 que le arrebataron, los hubiésemos dedicado, sin duda, a nuestras pasiones imbatibles y genuinas: sacarle el jugo a las circunstancias y defender a Fidel.

Arriba: El teniente Antonio de la Guardia al timón de un velero. Es una operación de los años 60. Es secreta. Tiene tipo de rendezvous. O de exploración. De cualquier manera, pronto el Caribe se inscribirá en sus dominios. La aventura de nosotros. La mezcla perfecta de preservar a Fidel y gozar.

Abajo: Desde la derecha: los amigos Carlos Aldana, Antonio de la Guardia, Raúl Castro y Norberto Fuentes. Una madrugada del verano de 1988 en el estudio del escritor, donde Raúl, hermano menor de Fidel y “número 2” de la jerarquía revolucionaria, suele refugiarse. Esta noche decide acoger —bajo su brazo— a Tony. Dentro de un año levantará esa misma mano para exigir que lo fusilen.
Aldana, jefe de propaganda del Partido, llamado “el ideólogo”, sonríe con cierta cautela.
 
Sobre las dos fotos: Copyright © 2013 by Norberto Fuentes. Prohibida su reproducción en cualquier otro medio.

El desfile del príncipe



Felicidades, Patrick, que hoy es tu cumpleaños. También hubiese sido el de Tony.

Aprovecho para enviarte esto, que descubrí en un libro de cartas y ensayos de Raymond Chandler, que él encontró “maravilloso” y que es de Fontamara, de Ignazio Silone, y se lo envió el 11 de noviembre de 1949 a su amigo Jamie Hamilton:

A la cabeza de todo está Dios, señor del cielo.
Después viene el Príncipe Torlonia, señor de la tierra.
Después viene la guardia armada del Príncipe Torlonia.
Después vienen las jaurías de la guardia armada del Príncipe Torlonia
Después no viene nada más.
Y aún nadie más.
Y aún otra vez nadie más.
Después vienen los campesinos.

Y ahora mi pregunta es, Patrick: ¿en cuál de esas oleadas nos fuimos nosotros antes que no quedara nada?

¡Ese príncipe que nos tocó! ¿Cómo saber que su desprecio por nosotros era tanto que no iba a titubear en traicionarnos?

Arriba: Imposición de condecoraciones y grados de general de brigada en el Palacio de la Revolución, el 21 de Julio de 1979. Son los primeros oficiales del Ministerio del Interior en ser ascendidos al generalato. Patricio es el tercero desde la derecha.

Abajo: El ex general Patricio de la Guardia se reúne con amigos en su casa, julio de 2008. Se halla bajo el régimen de libertad condicional conocido en Cuba como licencia extrapenal. Como es su caso, mantendrá esta situación hasta que extinga la condena impuesta de 30 años de prisión.

(Fotos de la colección del autor. Prohibida su reproducción).

jueves, 6 de junio de 2013

Están advertidos

Mi hermano Luis, el científico nuclear, me envía esta foto de un microscopio electrónico de lo que parece ser un sancocho de gusanos y bichos decapitados, y me dice, el científico, que esa es una muestra común de las bacterias que se encuentran en la lengua de cualquier ser humano.

¿Todo ese mejunje reprobable en mi indefenso, dulce músculo?


A mi mente acuden imágenes inolvidables. ¿Y Marylin también? ¿En la lengua incluida dentro de esa boca tan pícara, tan fraternal? ¿Y Elvis? ¿Y la susodicha del intercambio de la foto clásica? Estuvieron pasándose bacterias de todos los colores. Y hasta el Super Viejo. ¿No se percató? Mucha Teoría de la Relatividad, pero ni idea que tenía la lengua encendida.

Por lo que surge la pregunta inevitable a mi hermano, más entre cubanos que entre hermanos. “¿Y, por casualidad, Luigui, necesito saber, eso se adquiere [gerundio censurado]?”

A lo que él responde con más información de la red y me lleva de inmediato a una redistribución de mi panteón privado de la gloria combativa.

En fin, que, desde ahora, Michael Douglas es mi héroe favorito. Aquí está clarito. No va a renunciar.






Michael Douglas: “El sexo oral me causó el cáncer”

Washington D.C., EU.- La estrella de Instinto Básico, Michael Douglas, ha revelado en un entrevista en The Guardian que el cáncer de garganta que le diagnosticaron hace tres años lo contrajo al practicar sexo oral. El actor de Hollywood, recientemente aclamado por su papel en Behind the candelabra, junto a Matt Damon, ha explicado abiertamente los antecedentes de su enfermedad, que en un principio se llegó a pensar que era mortal. "No, no me arrepiento de haber fumado y bebido. El cáncer que yo tenía lo causó el virus del papiloma humano, que viene en realidad del cunnilingus", ha revelado el actor al diario inglés.

Y ésta, que, sin duda, es la parte reveladora:

"Pero lo cierto es que es una enfermedad de transmisión sexual. Y si la tienes, el cunnilingus también puede ser la mejor cura. . ."

domingo, 2 de junio de 2013

Coral Gables


11:35 AM del viernes 31 de mayo de 2013. Cielo parcialmente nublado hacia el norte, sobre los Everglades.