lunes, 29 de julio de 2013

La tierra prometida

“La austeridad, entre nosotros, dura poco”. La frase de Raúl Castro iba dirigida contra la gestión económica de su hermano Fidel. La repitió muchas veces durante nuestras conversaciones. Era la exigencia natural de una sociedad gobernada a voluntad de un líder revolucionario en cualquiera de los períodos en que debía apretarse el cinto, lo cual era frecuente y sobre todo, más bien, que se proyectaba con fines propagandísticos, puesto que los suministros soviéticos probaron ser tan leales como suficientes.

Hombre, no habría la opulencia de una noche en ensueño en Mónaco, pero todo el mundo comía, vestía, dormía bajo un techo y ya al final hasta importaban miles de coches Lada para la venta a particulares, al risible precio de 4 200 pesos (moneda nacional) por unidad. Era, por lo tanto, el reclamo de una sociedad que llegó a ser sólidamente igualitaria cuando, sobre todo, ocurría que algún excedente caía en manos de algún que otro ministro o general y se pasaba de listo.

Las mansiones suntuosas y los Lada con cristales opacos o erizados de antenas y neblineros de producción occidental herían la sensibilidad del público y de inmediato Fidel se ponía farruco y llamaba al combate contra los derrochadores y la dolce vita. Raúl, sin embargo, tenía conciencia de que era un sistema de distribución diseñado como un fanal alrededor de la poderosísima figura política de un personaje sin par: su famoso hermano Fidel Castro. Por lo que la frase de la austeridad, en sus labios, en su voz ronca pero en unos decibeles extrañamente controlados mientras se me confesaba, tenía también un dejo de desprecio. Y por tal razón, igualmente, se dedicó a la tarea que él sabía implementar mejor que nadie en el proceso cubano: organizar un Estado paralelo (como ya había hecho con aquella especie de república guerrillera en los altos valles del norte de Oriente, mientras Fidel, al sur, en la Sierra Maestra, atraía toda la atención de las ofensivas batistianas), en espera de mejores tiempos, por lo pronto, y a su vez como aval de la permanencia del grupo original en el poder.

El instrumento, desde luego, sería el ejército. Mao ya lo había vislumbrado en su momento: el ejército como cantera de cuadros del Partido. Aunque no puedo asegurar que Raúl lo haya atendido entonces. Fidel podría estar haciendo y deshaciendo a su antojo, empeñarse en cualquiera de sus locuras, que la seguridad estaba garantizada, incluso sin que el mismo Fidel tuviera mucha conciencia de que él existía porque los tanques se hallaban bajo el control de Raúl —y en plena disposición combativa. Se creó una situación que finalmente resultó favorable para Raúl durante muchos años, porque le dio todo el tiempo del mundo. Fidel enfrentaba aparentemente a pecho descubierto todas las tormentas, mientras Raúl, silencioso, laborioso, felino, estaba en su retaguardia, sosteniéndolo. Lo único que quizá Raúl no haya previsto en toda su magnitud es la extensión del desastre que Fidel dejaría después de 50 años y de los efectos que iba a causar el poder de su personalidad desatada. Señores, en Cuba no quedó piedra sobre piedra. El ejército se despliega en un paisaje lunar, por lo que el éxito de la tarea ahora es reconstruir una economía desbastada y que el poder no se les resbale de las manos. La experiencia comunista internacional es rica en estos menesteres y ellos las han asimilado todas. Tiene algo a su favor, que es el personal. El caso es que Raúl nunca confío demasiado en esos gordos coroneles y generales que disfrutaban de las siestas en los cuarteles, sino que estuvo criando toda una nueva generación de dirigentes desde los años 60 en las escuelas militares “Camilo Cienfuegos”.

Si va a ocurrir igual o no que en China o Vietnam o la antigua URSS, una cosa sí es segura: una vez que los nuevos líderes agarren las riendas, todo lo que ocurra es un problema de ellos. Y yo los conozco: son pragmáticos, inteligentes y rápidos. No quieren obstáculos. Quiere decir que nunca van a obstruir un buen negocio por alguna tontería ideológica. Y lo van a resolver todo, porque sus problemas no son los de cegar al mundo con la luz de la revolución permanente. Es muy costoso y a la larga te hace depender de un solo hombre. Van a desarrollar su negocio y brindarán lo que pocas sociedades del mundo le pueden asegurar a todos sus ciudadanos: tranquilidad en las calles y medicina y educación gratuita (al menos, durante un tiempo, estos dos últimos renglones). Una tranquilidad que disfrutan ellos primero que nadie, como se comprenderá. Es decir, van a lograr el milagro de convertir la ciudadela en la que reinaba Fidel Castro en una de las sociedades más aburridas del mundo. Tal el precio de todas las contrarrevoluciones que asaltan el poder sin derramar una sola gota de sangre.

Publicado por La Repubblica como “Austerità e business così Raùl prepara la controrivoluzione”, el lunes 22 de julio de 2013. La ilustración es la contraportada del número 193, del 27 de mayo de 1961, de la revista Mella. Una escena de la celebración del Primero de Mayo en la Plaza de la Revolución. Póngase en contexto que hace apenas dos semanas las tropas revolucionarias han aplastado la invasión de Playas Girón. No deben presentarse mayores obstáculos para el avance del socialismo en Cuba luego de la derrota de una fuerza de tarea lanzada al combate por los americanos. Por lo que la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) hace desfilar una carroza que es una especie de escenificación de los prodigiosos frutos que habrán de cosecharse para el pueblo. Los frutos del bien, digamos. O al menos los frutos que promete una victoria militar.

jueves, 25 de julio de 2013

Las campanas doblan por mí

Cubanos, recién llegados y desempleados. Enero de 1995.

Nunca la muerte de un hombre me ha disminuido tanto como la ocurrida en Nueva York esta noche aciaga del 24 de julio de 2013. El sábado estuvimos juntos aquí, en Coral Gables, a donde vino para lo que sabía hacer con más devoción que nadie: ayudarme a que yo terminara uno de mis libros. Yo le había enseñado la nota de agradecimiento a él que había escrito de antemano, y sé que le gustó. Yo creo que yo hice muchos de mis libros para poner a Alberto en los agradecimientos. Esta última decía lo siguiente: “Alberto Batista Reyes 'Ton'. ¿Qué libro mío en los últimos 40 años no ha pasado, primero, por sus manos, por su juiciosa lectura, por su descansada amistad?”. Ahora me pregunto por qué coño tuve ese mal presentimiento cuando nos despedimos luego de devolverlo a la finca de unos parientes suyos en Pompano Beach, en vísperas de su regreso a Nueva York. Bueno, ya sé por qué lo tuve. Me quedé sin el Ton. Dios mío, me quedé sin el Ton.

[Para los que no lo conocieron, explico que Alberto fue el mejor director que nunca tuvo la Editorial Letras Cubanas, escribió tres libros de cuentos y tenía en preparación una colección de sus ensayos y un texto sobre el enclave intelectual cubano. Estos últimos están a salvo y eventualmente llegarán a mis manos para un último repaso y agenciarles la publicación.]

viernes, 19 de julio de 2013

Poetas del porvenir

Luis Rogerio la había cogido con retratarse con mi parca de las Tropas de Guardafronteras. Creía que era la forma en que debía aparecer en las solapas de sus libros. Y, por tratarse de una indumentaria distintiva de las fuerzas que emboscaban a los lancheros de la CIA en remotos litorales del archipiélago, lo hacía sentirse heroico. No logró tumbármela nunca. Resistí a pie firme. Él rogaba. Insistía. Esa parca era la coba de sus anhelos. Yo le explicaba que nadie que fuera un bragao, anhelaba. ¿Tú viste alguna vez que Maceo anhelara? ¿O el mariscal Rokosovsky? ¿John Wayne? Coba, explico, es una forma de llamar a la ropa, preferiblemente la de buena calidad, la de marca. Luis Rogerio Nogueras “Wichy el Rojo” tenía un texto con esa palabra. Una cosa que hizo en jodedera, no para publicar.Vislumbra en ese poemita que todos los cubanos dispondrían, al triunfo del comunismo, de unas cobas de calidad, como se suponía que vistieran los extranjeros. Otra cosa que vislumbra ahí como una panacea, es la desaparición de los gusanos. Gusanos, por su parte, no son los laboriosos insecticos, sino los elementos contrarrevolucionarios, según les calificara Fidel Castro desde muy temprano. Según Wikipedia, la palabra se utiliza para designar los más diversos animales que coinciden en ser pequeños, blandos, de forma alargada y con apéndices locomotores poco destacados o ausentes. Es un sustantivo empleado por el Rojo que también requeriría una explicación o una suerte de nota al pie. Así pues el sentido que tiene en su texto es ese mismo de Fidel. Los versos de Guillermo, por el contrario, no creo que los hiciera para enterrar en una gaveta. Tienen un alto contenido de ironía, pero el acabado es profesional. Su creación es de una época posterior al poema de Wichy, como quince años.Ya sabemos que Wichy escapó antes.Un escape por la vía del cáncer linfático. Me apresuro a declarar que Guillermo, el Gordo, el Willy, era remiso a anhelar las parcas y las vituallas militares de las que Wichy y yo éramos tan aficionados. Lo de Guillermo era dar clases de Literatura en la Universidad, escribir su poesía y dejarse querer por una corte selecta de niñas. En la foto que proveo a continuación, el poeta Guillermo Rodríguez Rivera está a mi derecha, y a mi izquierda tengo al trovador Silvio Rodríguez, y a la izquierda de Silvio al fotógrafo Alberto Korda. 30 de diciembre de 1989, mientras el escritor celebra su sexta boda.Una buena cofradía.


Sobre las fotos: Copyright © 1979, 1989, 2013 by Norberto Fuentes. Prohibida la reproducción.

miércoles, 17 de julio de 2013

La fiesta del pueblo

Miren este par de joyitas que acaban de salir a flote. Una décima de Wichy el Rojo escrita hace 25 o 30 años. Y unos versos del Gordo Guillermo, de una época posterior al poema de Wichy. El soneto del Gordo es del periodo especial. Wichy escapó antes. Eran traviesos. Unos malditos.*


CÓMO SERÁ EL COMUNISMO

Por Luis Rogerio Nogueras

Habrá inviernos y veranos
otoños y primaveras,
habrá cobas extranjeras
para todos los cubanos.
Se acabarán los gusanos,
habrá jama en abundancia,
se podrá viajar a Francia,
manejar un maquinón
y meterse a maricón
sin perder la militancia.


ODA AL PLAN ALIMENTARIO

Por Guillermo Rodríguez Rivera

La yuca, que venía de Lituania
El mango, dulce fruto de Cracovia,
El ñame, que es oriundo de Varsovia
y el café que se siembra en Alemania.

La malanga amarilla de Rumania,
el boniato moldavo y su dulzura;
de Siberia el mamey con su textura
y el verde plátano que cultiva Ucrania.

Todo eso falta, y no por culpa nuestra.
Para cumplir el Pan Alimentario
se libra una batalla, ruda, intensa.

Y ya tenemos la primera muestra
de que se hace el esfuerzo necesario:
hay comida en la tele y en la prensa.


*Gracias especiales a Rogerio Moya por el rastreo y envío.

sábado, 13 de julio de 2013

Solo el traidor vive



Julio de 1980. Fidel llega a Nicaragua. Inaugura su segunda revolución victoriosa en América Latina. El teniente coronel Antonio de la Guardia (izquierda) y el mayor Juan Pérez Fornell (a su lado, también armado y de uniforme) fueron del grupo que asesoró a los sandinistas en los meses finales de la guerra. Están sirviendo en el anillo más cercano del blindaje que protege a Fidel en su recorrido. Tony me dijo que esta foto es en el lago Nicaragua. Fidel está cerca. Hace un rato habló con Tony. Fidel quiere que adopte la ciudadanía nicaragüense y se ponga al frente de lo que él ya ha denominado Los Ejércitos de Montaña —qué título imponente, coño—, un equivalente a las unidades de Lucha Contra Bandidos pero de dislocación permanente en el teatro de operaciones. “Cogerles la delantera a los alzados”, dice Fidel. “Ese fue nuestro error en Cuba. Dejamos el Escambray desguarnecido”. Pero Tony —me lo confesó— no se veía como un cacique militar sandinista, meciéndose en una hamaca; él, con un coco en la mano, un racimo de plátanos recostado a la pared de barro, sabría Dios en qué aldea de fango perdida en la selva, donde no hay ya ni un solo aparato de aire acondicionado, ni telégrafo. Así que logra eludir la orden de Fidel y después de un par de tumbos termina de jefe del Departamento MC de la Dirección General de Inteligencia (DGI) de Cuba. Asimila entonces a Juanito de segundo al mando del Departamento (o “primer sustituto”, como aprendieron a llamare de acuerdo al uso de las instituciones soviéticas). El general de división José Abrantes, ministro del Interior, se las arregla para ascender a Tony a coronel. Tony, por su parte, le agencia a Juanito las dos estrellas de teniente coronel. Volvamos a la imagen. Siguen, por la izquierda de Juanito, el periodista Jorge Timossi (con camisa blanca), acreditado por Prensa Latina, argentino nacionalizado cubano pero que conserva su pasaporte original para cumplir las tareas que le asigna la DGI por toda América Latina. En realidad, es uno de los más viejos agentes cubanos. Juan Carlos Fernández es el último. Su verdadero nombre era Raúl y fue el jefe de Operaciones de la Seguridad del Estado en la provincia de Pinar del Río. Si a alguien la contrarrevolución y la CIA le deben su aniquilamiento en esa provincia, es a la sagacidad e inteligencia de este hombre. Timossi, hasta donde yo conozco, nunca traicionó a Tony, aunque no tenía acceso a sus predios. Aparece en esta foto solo por azar de las circunstancias: era uno de los corresponsales que cubría el viaje de Fidel. Tony nunca las tuvo todas consigo respecto a Timossi. “Tú nunca confíes en nadie que sea un personaje de los muñequitos”, me advertía Tony. Se refería a que Quino, el genial creador de Mafalda, usaba a Timossi —Timossi cuando niño— como alter ego de Felipito, uno de los personajes de la tira. Creo que Quino y él fueron compañeros de primaria, en Buenos Aires. (Eso me lo tiene que haber contado el mismo Timossi). “Ningún oficial de los servicios que se respete, trabaja en un muñequito”, argumentaba Tony. “Si por lo menos hubiese sido en Terry y los Piratas”. Juan Carlos, ni se diga, todo lealtad —con Tony, conmigo, con cualquiera que fuera su brother, y hasta con decenas de contrarrevolucionarios capturados que él entendía la necesidad imperiosa de salvarlos, sobre todo cuando había pena de muerte de por medio. Timossi y Juan Carlos murieron hace pocos años, ambos de causas naturales. Tony, ya ustedes saben, Fidel lo mandó a fusilar luego de inventarle una tonelada de marañas y de sembrarle evidencias de crímenes que, en su origen, habían sido tareas que él mismo le había asignado. Es decir, solo queda vivo Juan Pérez Fornell, que sirvió de agente en la sede de la jefatura de MC para informar de todos los pasos de su jefe y supuesto hermano machihembrado. En fin, que hubo un día de juventud y de cofradía y de entrega a la idea de que no había nobleza mayor que defender a Fidel. En ese trance de ensoñación leninista es imposible ni siquiera sospechar que nueve años después, en la madrugada del 13 de julio de 1989 —exactamente un día como hoy— Fidel te mande a pegar al paredón.

Sobre la foto: Copyrigth © 1980, 2013 by Norberto Fuentes. Prohibida totalmente la reproducción o sustraerla y colocarla fuera de los márgenes de este blog.


miércoles, 10 de julio de 2013

El Mariel mata

La única vez que Guillermo Rosales estuvo cerca del Mariel fue en la primera jornada de Girón en abril de 1962, cuando fuimos a cortar caña para un central de la zona el sábado 20 y regresamos al otro día. Lo digo porque un comercial en YouTube de la Editorial Silueta nos invita a la próxima aparición del libro de Carlos Velazco y Elizabeth Mirabal sobre Guillermo. Con esos autores, garantizado un buen libro. Lo que no puedo pasar por alto es la segunda frase del corto cuando califica a Guillermo como “uno de los más emblemáticos autores de la Generación del Mariel”. Bueno, si solo fuera del Mariel, pues entonces habría que decir, en justicia, que es el más emblemático, más desesperado, más carismático, y mejor, por carrera larga, de todos los autores de ese grupo. Si aceptamos la premisa, desde luego, Guillermo brillaría como un sol en una cueva de espantados murcielaguitos. Debemos entender que a esa generación no pertenece ni siquiera Reinaldo Arenas, al que igualmente le endilgan el título, porque a todas luces Reinaldo es de la mía, o por lo menos se las arregló para publicar su Celestino antes del alba en 1967, un año antes de mi Condenados de Condado, y que haya venido en un bote de la famosa estampida del Mariel no lo convierte automáticamente en miembro de esa generación posterior. Es el mismo caso de Guillermo y su conocida amistad con Carlos Victoria. No significaba que Guillermo calzara los mismos zapatitos. La realidad es otra, muy distinta. Yo también fui amigo de Carlos Victoria —ese sí, al parecer, un representante genuino de la generación del Mariel—, o por lo menos lo conocí. Realmente, nunca me ha interesado mucho ese tipo de personajes. Estábamos en la onda de hacer una revista al principio de mi llegada al exilio. Creo que fue un invento de Jorge Dávila meterlo en nuestro equipo, y de esa manera lo conocí. Éramos Jorge, Adolfo Rivero, Alberto Batista, Andrés Reinaldo, Carlos Victoria y yo. Nos reuníamos los sábados por la mañana en casa de Jorge, en Westchester,el apacible barrio de clase media de Miami, y Jorge nos esperaba puntualmente con unos portentosos desayunos. De alguna manera iba a ser la quinta publicación literaria cubana de importancia después de Social, Orígenes, Lunes de Revolución y El Caimán Barbudo. Era el interés, así como los desayunos. Desayunos que evidentemente comenzaron a salirle caros a Jorgito, aunque no pueda precisar ahora si los cubos de café con leche que Yorch nos escanciaba tuvo que ver con la desaparición de la quinta publicación literaria cubana de importancia, sin que siquiera imprimiera un número. Luego supe que Carlos Victoria estaba muy ofendido porque yo había colgado en Internet una carta de Reinaldo Arenas muy poco favorable para Miami. En fin, a lo que iba al principio: incluir a Willy —Guillermito—, en esa generación, significa que un grupo de zarrapastrosos bolcheviques de origen cubano, unos mocosos todos, salidos de la manga del Comandante, algunos aún en activo como Silvio Rodríguez o Víctor Casaus o Guillermo Rodríguez Rivera (el otro Willy del grupo) y los más retraídos en el presente, como Raúl Rivero o este mismo servidor, o los que ya apagaron la planta y se fueron del aire, como Luis Rogerio Nogueras “Wichi el Rojo” o Jesús Díaz, por supuesto que perteneceríamos en masa, por derecho propio, a tal generación. Además de que Guillermo cayó en Miami desde España, todo por avión y con pasajes debidamente pagados, nada de flotilla de desvencijadas embarcaciones. Coño, caballeros, es hora de que acepten a Guillermito como lo que era: un escritor forjado en la Revolución Cubana y que desde los quince años vestía uniforme verde olivo y andaba de maestro voluntario. Hasta pudiera haber sido hoy un mártir como el negro Conrado Benítez. Ustedes, paren de cubrir sus insuficiencias de talento y querer emplearlo como emblema de algo que no ha producido un solo libro de interés, al menos si se les compara con los mismos de Guillermo Rosales. ¿El Mariel? Si el Mariel tuvo una impronta en su vida fue cuando, vulnerable y solo, lo llevaron a renunciar a su historia y a sus raíces y que se matara. Ese fue el servicio de la generación del Mariel respecto a una de las criaturas más emblemáticas de la generación de los hijos de la Revolución Cubana.

En los fotogramas, rodeando a Guillermo Rosales, de izquierda a derecha, el poeta Víctor Cassaus, el diseñador gráfico Héctor Villaverde y el periodista Manuel Casanova. La foto es en la redacción de la revista Mella, en el verano de 1961. Todos aspirantes a bolcheviques. Todos disfrutando de la recién instaurada dictadura del proletariado.

domingo, 7 de julio de 2013

Las viñas de la ira. ¿De la ira?


Por mi madre que lo que parece más es que está gozando. Primero lo tenemos en su viñedo de California. Dice que la vendimia de este año viene buena. Pronto colocará su propio producto en el mercado: Rioja San Rafael. (El trabajo que me costó que le quitara el apellido. Rioja San Rafael del Pino). Cultiva, apacible y feliz, pero no olvida ni reniega de su pasado de luchador en favor del proletariado internacional. Qué general este, lo mismo te hace puré una flotilla de embarcaciones mercenarias —perdón, patrióticas—, en Bahía de Cochinos, que te apachurra las avanzadas de Savimbi en Angola, que siembra uvitas a la vera del Pacífico. Segundo, da un brinco hacia la remota Oceanía porque se entera de que allí tienen un aguardiente que es un fenómeno y que te levanta la tapa de los sesos (al menos esa es la sensación) apenas te suenas un buche y que el nombre es una tentación irresistible para cualquier piloto de combate con timbales suficientes para haber sobrevivido, sin fatiga y sin miedo, 9.050 horas en el aire. ¡Epa! Arriba, mi general. Palo contra el pecho y acelerador clavado contra la pizarra. A full de potencia. Pero guárdame un poquito del Fliyng Solo. No dejes que los australianos se lo embuchen todo.


viernes, 5 de julio de 2013


La semana de Hemingway

Gracias especiales por su colaboración
Patricia López y Pedro Schwarze

Hemingway a la altura de Bimini. La ametralladora Thompson es la que
describe años después en Islas en el Golfo. Está tratando de
domesticarla para algo muy difícil: hacer disparos de puntería. Te lo
dificultan los zapatazos de las balas calibre 45. Puedes suavizar el efecto
con el selector de fuego en la modalidad de semiautomático.
Es mucho el empuje hacia atrás y hacia arriba desde la recámara.

Imagen previa: Poster elaborado por Sandra Levinson “Sandy”
para The Center for Cuban Studies.

jueves, 4 de julio de 2013

Coda con Fidel


La siguiente entrevista tuvo lugar en el Palacio de la Revolución, en La Habana, la noche del 6 de febrero de 1984.


Fidel Castro: Los libros de Hemingway han sido habitualmente una buena compañía para mí. Parece ser verdad que uno se identifica con ciertos libros. Mi experiencia es que yo me identifico casi instantáneamente con las obras de Hemingway.

Norberto Fuentes: ¿Lo lee a menudo?

FC: Debo haber leído Por quién doblan las campanas más de tres veces. Y conozco la película. He hecho también varias lecturas de Adiós a las armas y de El viejo y el mar. Las cacerías de Hemingway por África —me refiero a sus cuentos y crónicas— las he leído todas. Y todos sus escritos de aventuras en el Caribe.

NF: ¿Es cierto que Hemingway es su autor favorito?

FC: Sí, sí lo es. Y la primera razón por la que me atrae, es por su realismo. Porque me lo hace ver todo con suma limpieza y claridad. No hay partes blandas en sus textos. Todo es convincente y todo es realista. Tiene la virtud de trasladarlo a uno a las llanuras africanas o al ruedo, y a uno se le hace difícil olvidar lo que ha leído porque es como si lo hubiera vivido. Pero tengo otra razón para apreciarlo. Y esto entraña una confesión. La razón es que Hemingway escribe sobre el mar. Y la confesión es que yo me paso mucho tiempo en el mar. Es decir, trato de irme al mar todo el tiempo que pueda.

NF: Tiene unas crónicas admirables sobre la corriente del Golfo.

FC: Sí... la corriente del Golfo moviéndose como el la describe, eterna y poderosa... Yo también conozco ese paisaje silencioso que se desplaza inexorablemente frente a las costas de la isla. Lo conozco y lo admiro. Creo comprender los sentimientos de Hemingway cuando navegaba sobre estas aguas. . .

NF: En cierta ocasión concibió el proyecto de escribir un libro sobre lo que él llamaba «los misterios ancestrales de la corriente del Golfo». Pero nunca pasó del proyecto.

FC: ¿Quieres que te diga otra razón para apreciar a Hemingway? Porque ya te he hablado del realismo y del mar. . . Esta otra razón es que Hemingway es un aventurero. Un aventurero en el sentido genuino de la palabra. Un sentido que, en mi opinión, es hermoso. Es decir, del hombre inconforme con el mundo que lo rodea y que asume el deber de cambiarlo. Necesita romper con los convencionalismos, y para hacerlo se lanza a la aventura. Y aprende algo muy pronto, si no lo sabe ya. Aprende que el mundo lo va a cambiar también a él. No podrá permanecer incólume. La mutación es inevitable. Y es parte del riesgo que siempre se acepta al iniciar una empresa.

NF: Usted me habló el otro día de la audacia de Hemingway.

FC: Siguiendo este orden, la otra razón por la que aprecio a Hemingway tiene que ver con lo que yo llamaría su audacia. Pero es algo que no solo admiro en Hemingway, sino en todos los escritores. La audacia de decir las cosas, de descubrir y exponer el sentimiento y el paisaje humano, y la audacia de hablarles a miles o a millones de hombres de diferentes generaciones, c incluso de diferentes épocas. Te confieso algo: yo siento miedo escénico cuando hablo en la Plaza de la Revolución. No me es nada fácil. Así que debo entender de alguna manera lo que pasa por la cabeza de un escritor que va a exponer su palabra ante miles de lectores y por tiempo impreciso. . . ¿Sabes una cosa? A nosotros nos gustaría que todos en Cuba fueran escritores. No es una utopía, desde luego. Estaríamos tratando simplemente de hacer verdad el proverbio del hijo, el árbol y el libro. Y lo cierto es que la revolución ha sido una fuente de intensas vivencias para millones de cubanos.

NF: Usted se ha referido en otras ocasiones a Por quien doblan las campanas. ¿Cómo explicaría su predilección por esta novela?

FC: Lo he dicho, ¿no? Porque trata de una lucha en la retaguardia de un ejército convencional. Y el libro nos ilustra sobre la vida en la retaguardia, sobre la existencia de una guerrilla, y cómo puede actuar con entera libertad en un territorio supuestamente controlado por el enemigo. Me refiero a las descripciones tan vividas que hay en esa novela. Nosotros ya intuíamos -cuando leímos la novela por primera vez, en la época de estudiante- cómo podía ser una lucha irregular, desde el punto de vista político y militar. Pero la novela nos hacía ver esa experiencia. Y luego conocimos esa vida por nuestra propia actividad. De manera que el libro se convirtió en algo familiar. Y regresamos a él siempre, incluso cuando ya éramos guerrilleros, porque es como regresar a los viejos tiempos, cuando la lucha era solo un proyecto.

NF: ¿Conoce usted las opiniones negativas sobre la Revolución Cubana que se quieren acreditar a Hemingway?

FC: Creo haber leído algo al respecto: unos comentarios sobre declaraciones de Hemingway en círculos privados y sus expresiones desfavorables hacia nuestro proceso. Es cierto que las fuentes de donde proceden son poco confiables. Y es cierto también que la actitud pública asumida por Hemingway fue de defensa de nuestra revolución. Y esto es algo que siempre hemos apreciado, por la manera en que nos honra. No obstante, hay que comprender que para Hemingway era una situación sumamente difícil. Su país se hallaba en conflicto con el nuestro. Y no podía ser fácil para él. En realidad no era fácil para nadie. Pero ahí están sus declaraciones, el apoyo que nos brindó. Ahora bien -y esto me interesa aclararlo mucho-: si él hubiese criticado con más o menos aspereza nuestro proceso, eso no lo hubiera desmeritado ante nosotros en absoluto. En primer lugar, porque nuestra obra es humana, y, por lo tanto, perfectamente criticable. Y lo hubiéramos aceptado, porque nunca hubiéramos dudado de la lealtad de Hemingway a los valores humanos. No hubiéramos dudado de su lealtad a nuestro país, una lealtad probada durante muchos años. Ni de su lealtad como artista, su lealtad consigo mismo. Y nosotros lo seguiríamos apreciando igual. No hubiese cambiado en nada el aprecio que sentimos por su obra. Además, él era un hombre muy inteligente y su competencia como observador de la política internacional estaba ampliamente reconocida. Así que sus apreciaciones hubieran sido de una utilidad indudable.

NF: ¿No tuvieron oportunidad de ampliar los contactos personales?

FC: Bueno, si tú supieras, no tuve el privilegio ese, porque en realidad aquellos días iniciales de la revolución eran muy atareados y nadie pensaba que Hemingway se fuera a enfermar y hasta a morir tan pronto, y se creía que había tiempo para conocerlo mejor.

NF: Es evidente y comprensible que Por quién doblan las campanas sea de su preferencia. Pero me interesa conocer su opinión de El viejo y el mar.

FC: Considero que es una obra maestra. Porque es algo extraordinario que alguien sea capaz de escribir una novela tan absorbente con un solo personaje en un bote durante varios días. Ese hombre hablando consigo mismo... Te digo que lo que más me gusta de Hemingway son los monólogos. No conozco ningún otro escritor capaz de lograr esto. Incluso, cuando yo la leí por primera vez... Quizá en aquella época me habría gustado un poco más de acción, fui menos capaz de apreciar todo el valor que tenía esa obra. Pero después, mientras más leo El viejo y el mar, más la admiro, realmente. Y cómo él puede captar la atención del lector, simplemente con el diálogo de un hombre consigo mismo. Y, luego, la frustración final...

NF: Pero Hemingway saca una moraleja de esa frustración. No deja que su personaje se le desmorone por una eventualidad, por muy terrible que esta pueda serle.

FC: Te voy a decir algo. Es precisamente esa una de las cosas por las que Hemingway ha estado presente entre nosotros en estos años. Ha estado presente porque realmente su obra no habla de hombres hechos con materiales tan duros que se hayan deshumanizado. El héroe de Hemingway nunca tuvo nada que ver con la perfección fascista. Y este puede haber sido uno de los puntos de vista erróneos de sus críticos. Y la confusión se establece por la voluntad férrea que los personajes de Hemingway son capaces de desplegar. El hombre puede enfrentar el medio adverso, debe hacerlo incluso. El final no estará escrito, el triunfo no se obtendrá siempre. Pero lo imperativo es buscarlo, luchar por él. Y este es el mensaje de Hemingway que hemos tenido presente aquí, en Cuba, en medio de una revolución. De verdad que Hemingway nos ha acompañado en momentos cruciales y muy difíciles por los que hemos atravesado. Nosotros también hemos sido vulnerables y hemos estado expuestos durante décadas a la destrucción. Pero los lemas revolucionarios han sido recurrentes y firmes: «convertir el revés en victoria», «podrán destruirnos mil veces, pero nunca vencernos». Esas han sido consignas sobre fondo rojo en mítines y desfiles y han sido gritos de combate en los últimos 20 años de la historia cubana. Hemingway tenía toda la razón: Un hombre puede ser destruido, pero jamás vencido. No fue otro el mensaje que captamos. No ha sido otro el reclamo de los hombres que han luchado en todas las épocas y de su literatura.

* * *

Finalmente, a solicitud de algunos amigos, incluyo la entrevista con Fidel, que él mismo me concedió con el deliberado propósito de que estuviera, con algo novedoso, en Hemingway en Cuba. (Y yo encantado, qué decirles.) La portada que aparece aquí como ilustración pertenece a De los recuerdos de Fidel Castro. El Bogotazo y Hemingway. Entrevistas. Pocas semanas después de la impresión de mi Hemingway, Fidel mandó a preparar un librito (96 páginas) con la entrevista que había tenido con el autor colombiano Arturo Alape para su texto sobre el llamado “Bogotazo” (en la edición cubana El Bogotazo: memorias del olvido, Ediciones Casa de las Américas, Ciudad de La Habana, 1983) y esta mía. De alguna manera Fidel se dio cuenta que parte de sus memorias estaban siendo escritas por otros, y la evidencia no lo sacó de paso, sino que lo llevó a concebir una idea: podía aprovecharse de esta forma de periodismo —siempre y cuando tuviera un control, al menos politico, de la contraparte— para ir conformando un cuerpo de reminiscencias. Además, era algo que podía hacer en el transcurso de una de sus actividades más placenteras: hablar. De los recuerdos de Fidel Castro. El bogotazo y Hemingway se terminó de imprimir en diciembre de 1984. Mi entrevista fue la primera que le concediera a un autor cubano en muchos años, y como pieza suelta periodística ha sido mi trabajo de mayor repercusión internacional. Casi todas las veces fue titulado con una variante de su confesión que apreciaba a Hemingway por ser un aventurero. Pocas redacciones se resistieron al poder conceptual de las tres palabras: Hemingway, Fidel, aventura.

La entrevista de Alape fue titulada para esta edición de "memorias al dictado" como “Fidel y el Bogotazo”, y la mía como “Fidel y sus recuerdos de Hemingway”.

Luego de presentar la entrevista de Alape, en el prefacio se lee lo siguiente:

La segunda entrevista fue realizada el día 6 de febrero de 1984 en el Palacio de la Revolución por el periodista y escritor cubano Norberto Fuentes.

En esta ocasión, Fidel valora, una vez más, la obra del gran escritor Hemingway: ya que en 1977 —como dijera Gabriel García Márquez— Fidel declaró ante un grupo de periodistas norteamericanos que Hemingway es su autor favorito. “Hay que conocer a Fidel Castro —expresa García Márquez— para saber que nunca diría una cosa así por simple cortesía. La realidad es que Fidel Castro ha sido desde hace muchos años un lector constante de Hemingway, que lo conoce a fondo, que le gusta hablar de él y lo sabe defender con argumentos convincentes…”

Editora Política con esta publicación contribuye a esclarecer la posición de la Revolución Cubana ante temas que, por su poca divulgación, han sido tergiversados por nuestros enemigos.

En ambos casos, la inclusión de nuestros textos en un libro mandado a publicar por Fidel Castro —y bajo semejante rúbrica: ¡sus recuerdos!—, sirvió como una sanción oficial de beneplácito. Nunca había pasado antes. Nos convertía, por así decirlo, en los guardianes de la leyenda. Aunque fuese por una temporada.

Años después, sin embargo, por lo menos en lo que a mi caso respecta, pasé a la clásica categoría comunista de la no existencia. La última mención a esta entrevista mía a Fidel puede localizarse en la edición del 2 de julio de 2006 de Granma Digital, en el artículo “Hemingway a su manera” de Lili Chi. En efecto, no pueden eludir la entrevista. ¿Pero su autor? No hombre, el autor es una entelequia difusa e inasible en el espacio infinito de la creación humana; ¿o qué se debe desprender de la siguiente nota al pie del artículo: “Las citas de Fidel son de una entrevista realizada, el 6 de febrero de 1985 [sic], a raíz de una investigación sobre la estancia del escritor en Cuba”? Debe desprenderse exactamente esto: que no importa nacionalidad —gringa o cubiche— ni institución —Fundación Finca Vigía o Museo Hemingway— si el objetivo es hacer desaparecer a Norbertico.

miércoles, 3 de julio de 2013

Un solo día sin paraíso

Copyright © 2013 by Norberto Fuentes.
La cena ha terminado en Finca Vigía. Hemingway se retira a su poltrona. Lleva una copa con el vino que sobró en la mesa y un libro, un dedo entre las páginas a modo de marcador. Pero ha tenido su día. Hemingway escribiendo la historia de amor de Renata y el coronel Cantwell o el relato desesperado de Thomas Hudson, o el de Santiago, el viejo de Cojímar. Su jornada ha sido intensa en la mañana, moviéndose a veces como un boxeador, recargando un pie, después el otro, bañado en sudor mientras escribe las palabras en una cuartilla que está sujeta sobre una tablilla. Sus tres hijos quizá están de visita, o solo alguno de ellos, y Ernest Hemingway, con un extraño, confuso sentimiento escribirá una historia en la que un hombre llamado Thomas Hudson debe arrostrar toda la soledad del mundo después de enfrentarse a una pequeña hoja de papel: un telegrama con la noticia de que sus dos hijos menores han muerto en un accidente automovilístico en una carretera francesa (meses después, el mayor de ellos, el piloto, va a caer en suelo francés, derribado por el fuego antiaéreo alemán). «Jugaremos nuestras cartas para salir adelante lo mejor que podamos», es lo que Thomas Hudson dice entonces. Tuvo a Robert Jordan en una colina, cumplida la misión de volar un puente, y al teniente Berrendo que se aproximaba mientras Jordan lo encentraba en la mirilla de su fusil automático; ahora tiene a Santiago en su bote, cercado por los tiburones, pero luchando por su pez, mientras comprende que la posibilidad de la destrucción existe, pero no la de la derrota; o brega con el coronel Cantwell, enamorado de una muchacha, abatido el corazón, pero intentando lograr algo, y buscar más allá del río y de los árboles. Tal vez Adriana Ivancich visita Finca Vigía, y él, queriendo halagarla, le buscará un nombre, Renata, para el alter ego de su heroína. Acaso alguno de los viejos amigos ha enviado una carta o está presente y él necesita escribir sobre la fraternidad de unos tipos en apariencia rudos y decididos que se enfrentan a la astucia de la dotación de un submarino alemán. El ámbito de una leyenda. Esta casa es el ámbito de una leyenda. El más inculto de los compinches lo entendió así. Gregorio Fuentes, el patrón de su yate Pilar, le dijo que si él (Hemingway) moría primero, iba a ordenar una estatua «más grande y verdadera que la del Floridita», la barra favorita del escritor en La Habana, para colocarla en la proa del yate, y que el yate lo vararía en la finca, el escritor le hizo jurar que cumpliría su promesa. Hemingway y la añoranza por el futuro inaccesible. Aunque por lo pronto, en el sopor cotidiano de una noche en las colinas del sudeste habanero, deba someterse al reposo de una lectura y un sorbo de vino.

La Tercera, Santiago de Chile, martes 18 de noviembre de 2008. El texto fue editado por la redacción de La Tercera desde “[…] pero no la de la derrota” hasta el final. Esta es la crónica que concluye la serie de Hemingway. Nos quedamos, pues, tras la transparencia de los humos de lento ascenso de esa espléndida fuma en pipa marinera del viejo Gregorio. Ladea la pipa y hunde la lumbre en el cazo para protegerla del viento. Y desde luego que, para completar, nos faltaría un ron. Un buen escopetazo. Ah, carajo.

martes, 2 de julio de 2013

Jabs (penúltimo round)

EL ANZUELO HEMINGWAY

Por Alejandro Armengol

(Fragmentos):

El Nuevo Herald, 28 de septiembre del 2002

En una información aparecida el 21 de septiembre en The New York Times, se afirma que el gobierno cubano va a permitir el acceso a los documentos del escritor norteamericano Ernest Hemingway que se encuentran en la isla.

La afirmación de Manuel Sardiñas, director del museo Hemingway en Cuba, de que las autoridades cubanas mantienen el acceso vedado a los documentos mientras los someten a trabajos de restauración, es un intento de limpiar la imagen de entreguismo. Es falso afirmar que ni siquiera a los expertos cubanos, se les ha permitido ver los documentos. Dice Sardiñas: "Aquí no se ha abierto ningún fondo del museo a nadie, a ningún investigador'', de acuerdo a un cable de la Agence France Presse. Enfatizar que el acceso a las cartas, libros y fotografías permitirá a los estudiosos de Hemingway descubrir aspectos inexplorados es una afirmación ignorante. Participar de un engaño decir que los documentos han permanecido inéditos.

El artículo destaca que en Finca Vigía hay cartas de Adriana Ivancich, la joven condesa italiana --que fue el último amor del escritor y sirvió de modelo para la heroína de la novela Más allá del río y entre los árboles-- y de Martha Gellhorn, su segunda esposa. Si conocieran lo que estaban hablando, hubieran podido hacer más atractivo el paquete: en Finca Vigía hay cartas del director de cine Howard Hawks, las actrices Ingrid Bergman y Marlene Dietrich y el magnate de prensa William Randolph Hearst Jr., de Patrick Hemingway, hijo del escritor, y de Grace Hall Hemingway, su madre. Y sabrían que estas cartas no han permanecido inéditas, porque conocerían de la existencia de Hemingway en Cuba, del escritor cubano exiliado Norberto Fuentes.

A. Scott Berg --que "ha leído todas las biografías de Hemingway'' -- habla de su asombro cuando en Cuba le mostraron un documento en que el escritor expresa sus sentimientos acerca de su cuarta esposa, Mary Welsh.

"Si este documento existe, me imagino que también hay otros similares'', afirma Berg. "Y aun si no existieran, aun si éste fuera único, sugiere todo un nivel de diálogo entre Ernest y Mary Hemingway que me parece no conocíamos; todo un nivel de dolor y sinceridad que no hemos visto en otra parte'', afirma Berg.

Este texto aparece en la página 399 del libro de Fuentes (cito por la edición en inglés: Hemingway in Cuba). De nuevo no se justifica el viaje a la isla para leerlo.





La versión de la edición cubana:






UN TESORO A LA MANO

Cuaderno de Cuba, blog de Alejandro Armengol, enero 15, 2009.

El corresponsal del diario español El País en Cuba, Mauricio Vicent, escribe: ''Entre los tesoros digitalizados, además de las cartas, están: un guión de El viejo y el mar, sobre el que Hemingway hizo sus críticas a algunas escenas y corrigió o amplió diálogos; el epílogo manuscrito de Por quién doblan las campanas, que difiere del que se publicó; y los códigos para descifrar los mensajes en clave que enviaba desde el yate Pilar en la operación de persecución de submarinos nazis durante la II Guerra Mundial.

Para leer el ''tesoro'' del epílogo manuscrito de Por quién doblan las campanas, que fue suprimido del libro por una sabia decisión de Maxwell Perkins --el legendario editor de Hemingway y Fitzgerald en Scribners--, basta buscar la edición cubana o la versión en inglés de Hemingway en Cuba/Hemingway in Cuba, de Norberto Fuentes: En la página 230 de la edición cubana (1984) de Hemingway en Cuba aparece:

Epílogo

Era de noche [en la carretera] cuando Golz [regresó] en un carro militar [desde el desfiladero] bajó por la carretera [hacia] desde el desfiladero hacia El Escorial.

“Alrededor del 14 de julio de 1940 Hemingway —escribe Fuentes— se debatía con la idea de agregar un epílogo a la novela en el que el general Golz y Karkov enjuiciaban el fracaso de la ofensiva de Segovia y comentaban la muerte de Jordan. Otro capítulo en esta suerte de epílogo o secciones finales sería el regreso de Andrés al campamento abandonado de la guerrilla de Pablo, una especie de anticlímax. Por consejos de Max Perkins, Hemingway no siguió adelante con el proyecto y dejó la novela en el momento en que Robert Jordan, con el pecho contra la hierba, espera que el teniente Berrendo, enmarcado en la mirilla de su fusil, se acerque a su campo de fuego”.

En la página 271 de Hemingway en Cuba.



LA MERCANCÍA DE FINCA VIGÍA

Por Pedro Schwarze

(Fragmentos)

El blog Toda la noche oyendo pasar pájaros, miércoles 31 de diciembre del 2008

Desde que en 2002, cuando entidades culturales isleñas y estadounidenses firmaron un acuerdo de cooperación, los cubanos vienen haciendo anuncios rimbombantes —dirigidos al público, academia y gobierno norteamericanos.

Sin embargo, sólo los ingenuos e inexpertos pueden tragarse la venta que una y otra vez hacen los cubanos de la misma mercancía. Hace 24 años que fue publicado el exhaustivo libro Hemingway en Cuba, de Norberto Fuentes, quien personalmente hizo la clasificación, orden y estudio de todos los materiales de Finca Vigía. La directora de la casa-museo de Hemingway, Ada Rosa Alfonso, dijo que "se trata de documentos prácticamente inéditos. Sólo algunos se conocen a partir del libro Hemingway en Cuba (Alfonso no menciona su autor), pero la mayoría han estado conservados y cuidados en los archivos de Finca Vigía durante más de 45 años".

Los pocos ejemplos que se entregan de esos "documentos inéditos" ya fueron "digitalizados" y publicados en el libro de Fuentes. El epílogo de Por quién doblan las campanas y un guión de la película El viejo y el mar con anotaciones de Hemingway que fue rodada en los 50 con Spencer Tracy en el papel del viejo. Copias de ambos están en el libro de 1984 de Norberto Fuentes, quien es el verdadero descubridor de ese museo sin memoria, y cuyos contenidos son ofrecidos una y otra vez a los americanos.


En el pliego de fotos entre las páginas 160 y 161 de
Hemingway in Cuba y en la página 526 de Hemingway en Cuba.


EL LIBRO AJENO

Del blog de Pedro Schwarze Toda la noche oyendo pasar pájaros,
10 de mayo de 2013

La academia americana parece no hacer el mínimo esfuerzo por documentarse sobre Hemingway y sobre lo que dejó en San Francisco de Paula, La Habana, y hace afirmaciones sin un chequeo básico. A las señoras de la Fundación Finca Vigía y de la Biblioteca Kennedy solo les bastaría consultar dos libros de Norberto Fuentes, para darse cuenta. Especialmente por el hecho de que los documentos y manuscritos más relevantes e importantes que quedaron el sótano de Finca Vigía —y que ahora ofrecen digitalizados para evitar un engorroso viaje a La Habana para poder leerlos, todo por una gentileza (¿y unos cuantos dólares de por medio?) de los cubanos— ya fueron reproducidos en las páginas de Hemingway en Cuba en… 1984. Es decir, hace casi 30 años. Incluso la Biblioteca Kennedy entrega la imagen que encabeza esta nota sin lograr identificar a la mujer en primer plano. Ya en Ernest Hemingway: Rediscovered —el segundo libro de Fuentes sobre el novelista americano— se resolvió la incógnita: es una prima de Mary Welsh Hemingway, Bea, la esposa de un tal Homer Guck. Hasta ese último nombre aparece en la obra de Fuentes.

lunes, 1 de julio de 2013

Labor of love


Entre 1985 y 1986 yo fui el escritor que más dinero ganó en Cuba. Desde luego, a fines de 1986 todo había sido dilapidado y si tomamos en cuenta que el único vicio que me dominaba entonces era fumar cigarros Populares (o Montecristo, de exportación, cuando se conseguían), nunca más de una cajetilla diaria, y que además, como era un vicio que yo dejaba y volvía a agarrar de vez en vez, pues no puede decirse con exactitud en qué yo boté mi fortuna. Por otro lado, en Cuba no se pagaban impuestos y el whisky me lo suministraba Antonio de la Guardia, el poco que tomaba, y los Rolex son eternos y además hay que comprarlos en dólares; y si empleaba la bolsa negra, era para los Levis, que te podían salir en la enormidad de 150 pesos moneda nacional. ¿Pero cuántos jeans tu gastas en un año? Si acaso dos. Y por último, las compañeras ciudadanas mujeres, que es a lo que más tiempo yo he dedicado en mi vida. Pero en Cuba, realmente, en mi época, lo que le atraía a las ciudadanas no era el dinero. Creo que ni la palabra jinetera se usaba entonces. El Lada, para que tú veas, si ayudaba. Era un buen imán. Pero también deben saber y quiero hacer constar enfáticamente, que mi primer Lada me fue asignado por el compañero Antonio Pérez Herrero, secretario ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en 1983, y que hasta esa fecha nunca me faltó una compañerita al lado. Era un Lada 1500 S, color verde pálido, que yo comencé a llenar de los tarecos que me regalaban o que yo traía de mis viajes. Mas aquella época heroica de la infantería es algo para recordar. Un motivo personal de orgullo para Romeo el Peatón. Y en fin, que toda esta historia es para establecer el hecho de que gracias a Hemingway en Cuba yo fui el escritor más rico de Cuba durante un par de años. Agrego ahora que fue un libro hecho con devoción. Los primeros 50 ejemplares de la primera edición me los empaquetó con papel de estraza y cordel encerado, y entregó en la mano Rafael Almeida, que era viceministro de Cultura, en un llamado Combinado Poligráfico “Alfredo López”. Hubo una especie de ceremonia íntima, un ritual, y recuerdo que afuera del Combinado llovía a cántaros. Yo extraje dos ejemplares del paquete y firmé el primero. Para Fidel, por supuesto. El segundo tuve la cortesía de dedicárselo al propio viceministro Almeida, a quien también le comisioné que le hiciera llegar su ejemplar al Comandante en Jefe. Tenía que andar ligero puesto que en un par de horas más tomaba el avión para presentarme con mi cargamento en la Feria del Libro de Frankfurt. La segunda edición se produjo en el mismo combinado en noviembre de 1986. El único cambio era la cubierta y la foto en las guardas. Busqué una foto diferente para la portada y se me ocurrió la idea de aprovechar el reverso vacío de la chaqueta para incluirle un poster sobre el libro. Alberto Batista, que era el director de la editorial Letras Cubanas, compró de inmediato la idea y puso el Departamento de Diseño en función de su desarrollo. También llené las solapas con los elogios que pude recoger, sobre todo en la prensa extranjera, del libro y su buena marcha en el mercado. Una tercera edición del título, planeada por el mismo Batista y por mí como paperback, no pasó de las pruebas de plana, de las que expongo algunas en el presente blog. Las razones de peso principales para que las instancias superiores decidieran la supresión del paperback, es que Batista abandonó el país y a mí me capturaron en una balsa. Las numerosas notas y tachaduras en estas pruebas de plana atestiguan que la edición iba por el camino de conocer cambios. Las últimas dos hojas (inviolables los nombres citados) son testimonios de un asunto de mayor nobleza: que el escritor ha contado siempre con muchos amigos a la hora de enfrentar sus empresas.