lunes, 25 de mayo de 2015

Manolete


Vida adulta (es la que importa):

Se gradúa de abogado. Se asocia al excomunista y senador de la
República Rolando Masferrer “El Cojo”, que se pasa a Batista
después del golpe de Estado

Crea la Federación Campesina del Norte de Oriente y logra
 aglutinar a unos 20 000 miembros, cada uno de los cuales debe
abonar un peso anual por la membresía. Gana algunos litigios
memorables a favor de campesinos muy pobres

Representante legal de Juan Domingo Perón y de la
Mercedez Benz en La Habana

 

 Se alza en la Sierra Maestra en compañía de José Pardo Llada,
el conocido comentarista radial y uno de los primeros mentores
políticos de Fidel Castro

Fidel lo nombra primer juez civil de la Revolución para que actúe
en los territorios liberados por el Ejército Rebelde.

Al triunfo de la Revolución, Fidel le aconseja ingresar en el
Partido Comunista. El recado es trasmitido por Carlos Rafael
Rodríguez: “Fidel cree que es lo mejor para no tener que fusilarte
después”. El momento del exilio llega temprano para Penabaz

Reclutado en Retalhuleu, Guatemala, como auditor de la
Brigada de desembarco 2506 durante su entrenamiento
para derrocar a Fidel

 

 Escapa del infierno (para ellos) de Bahía de Cochinos en una
de las lanchas utilizadas tres días antes para desembarcar

Rescatado en medio del Golfo por un buque tanquero y
llevado al puerto más cercano: Nueva Orleans

Acusa a Kennedy públicamente
(U.S. News and World Report) de traición

 

Ingresa en el ejército americano. Es enviado a pelear a Vietnam.
Se gana la reputación (según el mismo) de ser el oficial más costoso
de la historia de esa institución armada. El caso es que no permitía
avanzar un milímetro su batallón si antes no le servían una
preparación artillera con el efecto combinado y el ablandamiento
por parte de la aviación de napalm y bombas de demolición y
de racimo. “Lento pero seguro”, era su lema inalterable.

Involucrado en ciertos negocios (nunca aclara su naturaleza aunque
asegura haber sido instigado por “los federales” como parte de un
operativo) que le cuesta una porción de años de cárcel

Se dedica en California a hacer exorcismos a mujeres
desgraciadas; lo que él llama exorcismos y mujeres desgraciadas.
Emplea un huevo de gallina con cuya punta roma recorre
las espaldas desnudas de sus exorcizadas


Publica libros, folleros y revistas. Consigue que García Márquez
declare una de sus novelas como uno de los libros más locos
que jamás ha leído

José Pardo Llada, su compinche de toda una vida, le presenta a
Norberto Fuentes, que se convierte en su compinche por
sustitución reglamentaria y, a la muerte de Pardo, compinche
pleno. Designado como Manolete a partir de esos trámites

Norberto lo emplea como uno de los personajes más divertidos de
La autobiografía de Fidel Castro

Tiene 91 años y está en su poltrona favorita que tiene un
mecanismo como los asientos de los aviones para recostarse y le
dice a Clara, su mujer, que va a echar una siestecita. Son las 2 de la
tarde. Unas tres horas después, hacia las 5, Clarita se da cuenta que
ya no se va a despertar.

En resumen:

MANUEL RAFAEL PENABAZ TOBÍO
21 de diciembre de 1923
16 de mayo de 2015

NADIE JODIÓ MÁS EN ESTE MUNDO


 ICONOGRAFÍA

Los mangos de su patio en Miami Garden. Probablemente en Vegas de
Jibacoa, Sierra Maestra. Sobre el fondo de una balsa y con un cadáver
flotando a su derecha en el momento del rescate. Militar americano. Lo
tengo en la gloria cuando le presento al famoso William Kennedy. Con
su último compinche —y Clara y Niurka y Aaron

martes, 12 de mayo de 2015

12 millones de ovejas descarriadas




No es la primera vez que Fidel o Raúl Castro se postran de rodillas ante la iglesia. En verdad, tienen esa práctica desde su niñez. Hace cinco o seis años, poco antes de morir en Miami, en un encuentro casual en un restaurante mientras él consumía una espesa fabada, el sacerdote jesuita Armando Llorente me contó que en una excursión campestre con sus alumnos ricachones de Belén estuvo a punto de ahogarse en un rio y fue Fidel el que se lanzó al agua y lo rescató. Estando ya en la orilla, jadeantes y exhaustos, el heroico Fidel no aceptó las expresiones de gratitud de su mentor y solicitó en cambio que los dos se arrodillaran para rezar. Su hermano, sin embargo, más terrenal, o quizá menos dado a ese tipo de golpes de efecto, también pasó por las aulas de Llorente. Pero al principio de la Revolución Raúl se apareció en la televisión cubana para confesar que, según sus maestros jesuitas, “él nunca haría nada bueno en el mundo”. Dos formas de expresarse… ¿pero objetivos diferentes?

Ya desde enero de1959, luego de lograr la humillante derrota del ejército de Batista, Fidel tenía claro quiénes eran los dos enemigos principales a los cuales iba a enfrentarse: los americanos y la iglesia católica. Es decir —y empleando el lenguaje al uso del abuelo Marx—, los explotadores extranjeros y la iglesia a su servicio. (El padre Llorente, como se ve, nunca atinó a descifrar lo que se anidaba en el alma del jovencito que, trémulo y jadeante, le pedía con fervor dar gracias a Dios a la vera de un río.) No se dejen engañar por las apariencias. La iglesia, desde que desembarcaron los curas con los primeros colonizadores españoles, estuvo al servicio de las clases dominantes (ach, Karl!). Su misión espiritual se reducía a bendecir la inauguración de nuevas propiedades y eso sí, puntualmente, presentarse ante la hoguera donde los conquistadores iban a achicharrar a algún cacique rebelde o en los fosos de La Cabaña donde le partirían el espinazo a algún patriota cubano en el garrote vil. El asunto era que se arrepintieran de sus pecados. Y era además una iglesia con el mismo nivel moral de un vodevil. Era fama que Héctor Duarte, el amante del cardenal Manuel Arteaga, le arrebató el anillo cardenalicio para obtener dinero rápido en una casa de empeño pero antes le había rajado la calva al vejete con el mismo anillo.

Bien, pues, ha sido una alianza indestructible y que siempre actuó en interés de socavar y apurar la pulverización de la Revolución Cubana. Pero en 1961 todos los curas estaban expulsados y desde enero de ese año se habían roto las relaciones con los Estados Unidos. (Tengo entendido que, desde entonces, las actividades de inteligencia en Cuba se la pasaron los americanos a los ingleses.)

Resultaron lentos en producir un cambio o al menos en obtener algunos resultados, aparte de que fue sorprendente y descomunal el espíritu de resistencia cubano frente a las vicisitudes impuestas por el embargo económico y sus amenazas militares. No quita que fuera un pueblo que aún supiera bromear y hasta divertirse a costa de las penurias. Con ese entusiasmo de carnaval solíamos decir que en Cuba lo que no estaba prohibido, era obligatorio. Era una interpretación popular de “la necesidad táctica” que a veces las autoridades debían tomar, ciertas medidas represivas, o para decirlo más amablemente, profilaxis social. Está el caso de la persecución a los homosexuales (convertidos de pronto en enemigos potenciales del comunismo) y en prohibir a los jóvenes católicos que estudiaran en las universidades. Y si ya te habías colado y te descubrían, la expulsión era inmediata y sin apelaciones. Recuerdo que una noche en mi casa, alrededor de una botella de ron, donde estaba uno de mis encumbrados amigotes militares, el general de división Fabián Escalante, nombre de guerra "Roberto", jefe de la Dirección Política Central del Ministerio de Interior, y el irreverente y simpatiquísimo poeta Raúl Rivero, se habló que esas medidas punitivas se estaban revisando. Entonces Raúl, ya bien sazonado en alcohol, dijo: “Coño, Roberto, yo estoy dispuesto a regresar a la iglesia y hacer la comunión si la Revolución me lo pide, ¡pero que me obliguen a tocarle la vianda a un compañero!” Para los neófitos: vianda es una de las tantas acepciones cubanas para designar el miembro viril masculino.

Bien pues, llegamos a ese día luminoso del regreso al redil. Porque Raúl Castro acaba de decir en Roma, luego de su reunión a cámara cerrada con el Papa Francisco, que “…si el Papa sigue así, yo volveré a rezar y volveré a la Iglesia, y no lo digo por broma.”

No sé si se darán cuenta de que es Raúl Castro el que está otorgando el perdón. Claro, nunca deja de ser un Castro Ruz. No lo digo en forma peyorativa. No hay otro mecanismo de liderazgo posible en una revolución que además se produce sobre una población hasta ayer inculta, indisciplinada, chusma y con siete varas de hambre. Decididamente si los cubanos hoy son otras personas no se lo deben a Dios. Pero, al igual que con sus acuerdos con el presidente Obama, en su entente de estreno con el Papa Francisco, Raúl Castro no ha entregado nada. A menos que ustedes consideran que hablar y decir sinecuras y escanciar elogios sea alguna clase de concesión estratégica o política.

No veo nada novedoso, se los confieso. Un día de 1996, apenas llegado al exilio, fui invitado a dar una conferencia en el llamado “mall” de la CIA. Sí, en Langley, Virginia. Con el anfiteatro lleno. Y casi todas las preguntas de los presentes estuvieron dirigidas a conocer mi apreciación sobre las posibilidades de la iglesia en Cuba. Ah, pensé, la vieja alianza se despereza. El eje Washington-Roma revive. “Todas las que ustedes quieran —recuerdo que más o menos dije (no tengo la transcripción conmigo)— pero después que ustedes capitulen.”

En fin, que la única novedad posible aquí, no es que Raúl Castro regrese al redil. Es que el Papa Francisco pida su ingreso en el Partido Comunista.

Publicado en La Repubblica como “Ma dietro quella pecorella smarrita le mosse di un político abile” el 11/5/2015 y en La Tercera el 12/6/2015.