martes, 29 de marzo de 2016

El efecto deseado

La Casa Blanca dijo este lunes que el viaje del Presidente Obama "tuvo un impacto significativo" y cumplió el objetivo de presionar a Cuba por reformas económicas y políticas.

(…) la visita del presidente estadounidense a la isla fue efectiva, según valoró este lunes el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest.

Castro, retirado del poder por una enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte en 2006, instó el lunes a Obama a reflexionar en un artículo publicado por medios oficiales y que tituló "El hermano Obama".

El viaje "tuvo un impacto significativo" y cumplió el objetivo de presionar a Cuba por reformas económicas y políticas, dijo Earnest.

Yo le preguntaría a Josh Earnest que si él se propone contradecir al presidente Obama. Porque, basado en su declaración de presionar a Cuba en busca de reformas económicas y políticas, se está oponiendo a lo dicho por su presidente. Obama fue muy claro (o ese creímos entender) cuando proclamó en La Habana que los problemas de los cubanos lo resuelven los cubanos. A menos, desde luego, que hubiese una agenda oculta en sus palabras y nadie en su auditorio se dio cuenta o todos se dejaron engañar. Y a pesar de todo eso, todavía el secretario de prensa no explica el efecto al cuál se está refiriendo. Qué bueno sería que elaborara. Si, porque… ¿cuál es ese efecto logrado? ¿Dónde está la ganancia, señor? Algo aprendemos siempre, o por lo menos se corrobora. La típica conducta del gobierno americano consiste en: trabajar sobre el efecto. Y así, por desgracia, lo que ocurre es que, generalmente, los pueblos nunca olvidan las causas. Vayamos al grano. Si realmente el Gobierno americano y sus representantes quieren que la visita de Obama a Cuba tenga un impacto significativo, que paren de hablar mierda.

domingo, 27 de marzo de 2016

Tú no puedes tener
siempre lo que quieres


¿Estaban prohibidos? Suena como una palabra en exceso absoluta. Prohibir. Por lo demás, no se crean más ese cuento de los actuales cronistas de la Revolución Cubana, o el embuste en el que todos ellos coinciden de que la visita de Obama y el concierto de la agrupación inglesa Rolling Stones marcan el día final del proceso. Tanta cuerda han dado con la historia de la banda políticamente maldecida durante 50 años, que hasta el propio Mick Jagger ha tenido que justificar su concierto en La Habana después de medio siglo de supuesta persecución: “Todo cambia con los tiempos”, ha declarado. Ahora falta que alguien le explique los métodos empleados por la policía política cubana para mantener reprimidos al medio millón de cubanos de todas las edades que bailaban con ellos y coreaban de memoria sus canciones en el concierto del viernes 25 de marzo. ¿Cómo se puede ser fan de una banda que por decreto nunca se ha escuchado y que te podía costar hasta el paredón, digo yo, por el solo delito de tocar una de sus placas? Prodigios del silencio.

jueves, 24 de marzo de 2016

Abandonad toda esperanza


Creo que va siendo hora que la embajada americana en La Habana o El Nuevo Herald o Tele Martí transmitan la versión completa de la reunión del presidente americano Obama con los representantes (escogidos a dedo por los propios americanos) de la disidencia cubana. Todo lo que tenemos son rumores y ninguno de ellos halagüeños sobre la conducta de los convidados. Haber reducido el registro de la reunión de más de dos horas a la sola presentación que hiciera el presidente, conduce inevitablemente a aumentar las sospechas sobre lo que parece haber sido un desastre. Todavía peor: si después de los llamados del presidente americano al Gobierno de Raúl Castro para que deje fluir las ideas y los criterios con entera libertad, lo primero que hace la diplomacia americana y los encargados de los servicios de prensa e información dislocados en La Habana o a bordo del Air Force One es escamotearnos un episodio de esta naturaleza, pues arreglados estamos.

lunes, 21 de marzo de 2016

Pero el vencedor…
¿no es el de la derecha?


El regreso a la rumba

Ellos parecen determinados a exhibir el lado más superficial sino ridículo de sus personalidades. El cameo del presidente Obama con el tal Pánfilo, un comediante de baja estofa de la televisión cubana, distribuido por la Casa Blanca a bombo y platillo por la Internet, acentúa una visión de farándula de un país otrora orgulloso y digno pero que ahora agoniza. Fidel responde a la presencia de Obama en su propio territorio con una repentina invitación al presidente venezolano Nicolás Maduro. Su propósito evidente era volver a accionar la mecánica de la confrontación. Pero se queda en una nota folklórica en las páginas interiores de los periódicos. Otra cosa hubiese sido, por ejemplo, haber invitado a Benjamín Netanyahu. En la confusión actual de enemigos vueltos aliados y aliados vueltos enemigos eso sí hubiese desplazado la visita de Obama de las primeras planas. El más equidistante de todos, sin embargo, es Raúl, laborioso y conspirador, está consagrado —con su cohorte de experimentados represores— a taponear cualquier brecha de manifestación popular o incluso de algún grupo de descontentos, por minúsculo que sea, durante el tour habanero del presidente americano. Es la misión priorizada de su equipo, a la cual además se han adaptado los gringos con dulce docilidad. Bueno, más bien, porque ellos tampoco quieren el menor atisbo de sublevación. Y tampoco habrá la menor oportunidad: porque Obama circulará en una especie de túneles invisibles y la única vez que se le permitirá descender de su limosina blindada y con sistemas de comunicaciones intergalácticas será cuando ponga sus pies sobre los viejos adoquines de la Plaza de la Catedral, y ya se pueden ustedes imaginar “el pueblo” con el que se encontrará allí. Puro escenario montado por la Seguridad del Estado, donde hasta el último viandante hacia donde alcance la vista es policía. El férreo control tiene sus vías de escape de cualquier manera. Porque el principal error lo está cometiendo Raúl. Y es de carácter estratégico. En su afán de desvincularse de su hermano y de su política durante medio siglo, no ha sabido conciliar el sueño revolucionario con el afán de Obama de resolver el asunto cubano. Lo tenía en la mano, y lo dejó escapar. Ahora es Obama el que tiene a Raúl en las manos. Y en su caso no se le pueden achacar fallas estratégicas debido al carácter más bien pueril de su conducta. Y no otra cosa se merecerían esos pobres labriegos de la Historia: los cubanos que sobrevivieron a la Revolución de Fidel Castro. Desde luego que el país de rumberas y maracas en mano —con la farola del Morro al fondo— de los viejos poster turísticos de Pan American es el gracioso paisaje humano que mostrará Obama a sus hijas y a sus amiguitas en la vetusta Plaza de la Catedral. Él rescata la imagen americana de congas y negros en carnaval de los años 50, mientras que Fidel, encorvado y de voz apagada, sigue sembrado en los desesperados últimos contragolpes de la Guerra Fría. En ambos casos no deja de ser una burla. El fin de la historia, amigos míos. Por fin se ha consumado.

La versión italiana fue publicada como “E l´incontro del líder con Maduro è solo un trafiletto” en La Repubblica el 21 de marzo de 2016.

jueves, 17 de marzo de 2016

Las tesis de abril


Garantizada la estabilidad de los vínculos internacionales gracias al restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos, Raúl podrá concentrar todas sus energías en allanarle el terreno a la nueva generación de gobernantes cubanos, esto es, y dicho de manera más tajante, lograr el tránsito hacia el capitalismo. ¿Quizá lo haya expresado brutalmente? Si les complace, llámenle neocapitalismo, economía de mercado o una nueva modalidad muy ingeniosa ella del socialismo a la cubana. Cierto que conocimos un limitado oasis de bienestar luego del Primer Congreso del Partido cuando hubo la decisión de tener un país socialista en serio, con ingreso en el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica, la organización reguladora del comercio de los países de la esfera soviética) y todo lo demás. Incluso, registramos índices de crecimiento. ¿No se acuerdan? Había tarros de fresas búlgaras en los mercados, se vendían Ladas —¡y podías disponer de garantías y seguros!— y hasta hubo un par de tiendas en La Habana que vendieron pianos. ¡Pianos!

Pero Raúl tiene poco tiempo, como se sabe, por una cuestión de edad, y no puede dejar que las cosas se le vayan de las manos por una premura que, además, es innecesaria. Estemos claros que los primeros enemigos de un cambio brusco en Cuba son los americanos. Saben que eso significa el prolegómeno de una guerra civil instantánea. Las cosas deben seguir como hasta ahora, que van muy bien a ojos vistas. Tiene que deslizarse suavemente hacia el objetivo, como el movimiento sobre un plano inclinado, pero uno de gradiente apenas perceptible. En este sentido, hay dos cosas muy importantes que debemos reconocerle a Raúl. Al igual que Obama ha admitido —con galantería realmente inusitada de su parte— que la política norteamericana hacia Cuba de los últimos 50 años ha sido un fracaso; Raúl, de la suya, no está haciendo otra cosa desde que agarró el poder después de la enfermedad de Fidel, que aceptar como un desastre el producto de 50 años de voluntarismo y tropiezos del socialismo cubano. La otra razón por la que le debemos una condecoración al menor de los Castro: que aquí el único que se lo está jugando el todo por el todo, en esta aventura, es el mismo Raúl. Se le va el cuello en esta, señores. Un paso en falso y la soga de Saddam o la voladura de sesos de Kadafi no se la quita nadie al final del camino. De verdad que hay que tener los pantalones bien puestos para lanzarte en una empresa semejante teniendo como tus aliados al feroz enemigo de las vísperas.

Y las cosas, todavía, parece que irán mucho mejor a partir del próximo Congreso del Partido Comunista de Cuba, que ha de inaugurarse el próximo 15 de abril y donde se deben sentar las bases en firme de una nueva política económica. No serán meras palabras altisonantes si de verdad se va a separar el gobierno de los productores, esto es, que los dirigentes se mantengan dentro de las suntuosidades de sus oficinas y coches, y no se inmiscuyan más en la actividad económica en cualquiera de sus variantes, privada, colectiva, empresarial, familiar, o desde una siderúrgica hasta un puesto de fritas.

El Congreso, como es menester, comienza en una fecha simbólica: el día inicial de lo que luego sería reconocido como la batalla de Playa Girón. Como se sabe, Fidel aprovechó magistralmente el fervor del combate de un país agredido y en vísperas de una invasión militar, para declarar al carácter socialista de la Revolución Cubana. Que su hermano retome la misma fecha para decretar la restauración del capitalismo en Cuba, no tiene por qué verse como una paradoja. Sería mejor contemplarlo, si no como una demostración de fuerza, como una de audacia. Estará demostrando en definitiva que, mientras no deponga las armas (o mantenga el control sobre ellas), una revolución puede acoger bajo su nombre cualquier tipo de formación económica.


Q&A:

Entonces… ¿hicimos la Revolución para después de medio siglo entregarles el país a los americanos? No, para eso sí que yo no tengo respuesta.

domingo, 13 de marzo de 2016

¿Pero ustedes no querían capitalismo?


¿Existe la posibilidad de que usted extraiga de los entresijos de la edición digital de El Nuevo Herald este prodigio de artículo ciertamente de corte marxista que han tenido el arrojo de publicar el pasado 9 de marzo y le echen un vistazo? ¡A las trincheras de nuevo, camaradas! La alborada de la lucha de clases en Cuba la comienza Miami. El Jeral ahora equivalente del Iskra de los bolcheviques. Slava bogú! (Gracias a dios), como le dijeron a John Reed a la entrada del Palacio de Invierno para anunciarle que el gobierno provisional había caído. El titular exacto del periódico de Miami.

Cuba: las diferencias de clase llegan con los cambios

Y de ahí para abajo, ya ustedes saben: a demostrar lo malosos que son los cubanos ricos de allá. Pero no. No los de acá, desde luego. Atención, burgueses aviesos de la isla. ¡Ríndanse! El Nuevo Herald los vigila. ¿Estará coordinando acciones la directiva y cuerpo de redactores de la otrora orgullosa publicación con la Policía Económica del régimen cubano?

miércoles, 9 de marzo de 2016

Adelantado

 

Este . . . es un pueblo al que lo unen lazos históricos, culturales y afectivos con el estadounidense, cuya figura paradigmática, el escritor Ernest He­ming­way, recibió el Nobel de Literatura por una novela ambientada en Cuba.

—"La visita a Cuba del presidente Barack Obama”, editorial del periódico Granma del 8 de marzo de 2016.

martes, 1 de marzo de 2016

Wow! Yeah! ¡De pin**!


Recuerdo la primera vez que oí a los Rolin. “Satisfaction”, por supuesto. Fue a fines de 1967 y yo estaba escribiendo mi primer libro, una colección de cuentos sobre la lucha contra bandidos. Ellos grabaron la pieza el 12 de mayo de 1965 en los estudios RCA de Hollywood. Y habían pasado casi dos años y medio desde la puesta en venta del sencillo en Estados Unidos, el 6 de junio, para que yo fuese un oyente en diferido de la pieza, igual que casi todos mis contemporáneos en la isla para relacionarse con esta clase de productos. Para la fecha, el cabecilla contrarrevolucionario Eloy Gutiérrez Menoyo había desembarcado en un remoto paraje de la provincia de Oriente, y también había sido capturado —el 23 de enero— con sus tres seguidores. Pero en el Escambray aún quedaban dando fuete las bandas de Blas Tardío, Cheíto León y Luis Vargas.

Aparte de no haber una distribución comercial de esos discos y con la agravante de la sospecha política que cargaban implícitamente las bandas o los solistas rockeros, la conexión con la cultura foránea se complicaba. A lo más, las versiones traducidas por los españoles que trasmitía un programa llamado “Nocturno”, el que funcionaba como una ventana al mundo abierta durante una hora todas las noches a través de una estación de cobertura nacional —Radio Progreso. Pero de cualquier manera circulaban esos discos (aún no se les llamaba vinilos), gracias a los pilotos de Cubana y a los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores o de Comercio Exterior y los subordinados del comandante Manuel Piñeiro en la Dirección General de Inteligencia. (Uno de ellos, Ulises Estrada, desde una escala en Madrid o París, le llevó de regalo al Che en su exilio obligado de Praga, un ejemplar del álbum Revolver de los Beatles, y todo parece indicar que fue el único entretenimiento del argentino mientras esperaba la luz verde de Fidel para regresar a Cuba después del fracaso de su aventura en el Congo.)

Todos esos funcionarios (no sé en el caso de Ulises) solían ser los únicos cubanos que entonces viajaban al extranjero —y regresaban— mientras el común de nosotros nos quedábamos en tierra. Mas nos beneficiábamos de que estos compañeros se hallaran atentos a complacer las exigencias de sus hijos, en cuanto al suministro de rock y de jeans, y estos a su vez los prestaran a sus amigos o los grababan en cinta magnetofónica. Mi 45 de “Satisfaction” me lo dejó oír mi hermano Luis (dos años más joven que yo y sin duda desde entonces más interesado en “mecaniquear” su moto italiana Gilera que en participar en la caza de elementos adversos al proceso) y que a su vez lo había obtenido como préstamo de un amigo suyo, hijo de un jubilado del FBI residente en La Habana hasta muy tarde en los 60. Ocupaba, con su mujer y dos muchachos, un apartamento en el mismo edificio de mis padres. Lo tenían atestado de estibas de ejemplares de la revista LIFE y del Saturday Evening Post, un abigarrado almacenamiento que mantenía la estancia sobrecargada de una densa atmósfera de humedad y la sospecha de un hacinamiento de roedores. Era evidente que el servicio de suscripciones se había interrumpido en algún momento de los años anteriores debido al colapso de las relaciones entre ambos países. Pero de alguna manera Ralph Sabin, el mayor de sus hijos —el amigo de mi hermano—, se las arreglaba para mantener el flujo de discos desde Estados Unidos hasta el apartamento de su familia en La Habana.

Lo que ahora no recuerdo de mi primera audición de los Rolin es la plataforma, si era disco o cinta. Para ambos casos, yo disponía de los reproductores necesarios, y en ambos eran aparatos sacados de la Edad de Piedra. Una grabadora RCA Victor de carrete (todavía no me había empastado con una casetera) y un tocadiscos portátil Tesla, de manufactura checoslovaca.

Cualquiera que fuese el equipo reproductor, les puedo garantizar que tuve dos discos a la mano (o el contenido de los dos transferido a cinta) mientras componía mi libro Condenados de Condado. Además del 45 de “Satisfaction”, el otro fue Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, el octavo álbum de estudio de los Beatles. Era la logística adecuada. Insuperable. Les digo más: la estructura de Condenados de Condado la copié del álbum. Esa fusión de los temas sobre la base central de un objeto es el fiel que establecía con mis historias de cazadores y bandidos. Oigan el final sinfónico in crescendo de “A Day in the Life”, el último track del disco, para que entiendan el ruido a que someto mi propio track último de Condenados. El golpe de gracia de ese párrafo al final, ensordecedor. Advierto, sin embargo, que la música básica, repetida una y otra vez, fue “Satisfaction”. Los Beatles me daban estructura pero no el fuego. No dejaban de ser al final una herencia del vodevil inglés, y muertos de miedo ante la sola mención de la palabra Revolución. Los Rolin, por el contrario, hasta el día de hoy siguen simpatizando con el diablo...

Tengo por ahí una nota programada para usar eventualmente en alguno de mis libros engavetados. Afirmo que yo no puedo escribir mal porque yo lo hago escuchando a Elvis. Ahora que es firme la noticia de que los Rolin van a actuar en Cuba el 25 de marzo, necesito ampliar el concepto. El caso es que cuando tú escribes un clásico tienes que acompañarte de clásicos. Resulta natural. Los clásicos se complementan.

Una versión en italiano fue publicada como “Quando l´Avana ballava Satisfaction di nascosto” en La Repubblica el domingo 27 de marzo de 2016.