sábado, 20 de octubre de 2018

Anda, ve y dile

Enero de 1985 en el apartamento —frente al mar de La Habana— de Estrella,
la madre de Norberto. (Copyright © 1985. 2018 by Norberto Fuentes)

Dile que es un maricón

Por: Mauricio Rubio

El Espectador, Bogotá, Colombia, 18 de octubre de 2018.

Norberto Fuentes, escritor y periodista cubano, cuenta unos peculiares mandados que Gabriel García Márquez le hizo a Fidel Castro.

A sus 25 años, Fuentes ganó un premio literario con un ensayo sobre el Ejército cubano que enfureció al comandante y le costó un período de ostracismo. En 1971 fue acusado de conspirador, junto a otros escritores, por su amigo Heberto Padilla que terminó condenado por “actividades subversivas” y tuvo que reconocer su culpa públicamente. Después de ese incidente, que marcó el rompimiento de intelectuales de talla mundial con Castro, Fuentes se dedicó a escribir sobre Hemingway en Cuba. Publicó su trabajo con prólogo de García Márquez, donó el adelanto a las milicias y se convirtió en el escritor favorito del régimen.

Acompañó a las tropas cubanas en Angola, colaboró con los servicios secretos y traficó droga oficialmente. En 1989 rompió con la dictadura tras el fusilamiento de sus amigos Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia. Trató de huir, fue capturado, hizo huelga de hambre y se salvó gracias a García Márquez, a quien admira por su obra pero no por su relación con un tirano que “convirtió al escritor latinoamericano más importante en un muñeco en su mano”.

En 1999 publicó Dulces guerreros cubanos, que hace poco conseguí por fin a precio razonable. Es otra visión poco romántica del castrismo: paranoia con la seguridad, lujosos gustos de la cúpula, rivalidades intestinas, intervención política y armada en varios países, manipulación de diplomáticos y celebridades extranjeras. Me impresionó la reiterada presencia de Gabo en los relatos pero me decepcionó no encontrar infidencias sobre las relaciones del M-19 con Manuel Piñeiro, Barbarroja, zar del espionaje muy cercano a García Márquez, ni pormenores de la activa interferencia cubana en el conflicto colombiano opacada para la paz. Me enteré sin embargo de unos servicios de mensajería diplomática que el Nobel prestó ante dos de sus amigos por encargo del comandante.

Según Fuentes, en los 80 “Gabo ganó notoriedad extraliteraria en Cuba” al demostrar ser “un tipo de coraje” gracias a unas misiones encomendadas por Castro. “Había reservado su asiento de primera en Iberia y aterrizado en Madrid y se había dirigido para decirle a Felipe González que era un maricón”. Tal cual, el noble mandadero habría estado en la Moncloa para espetar: “Oye, Felipe, dice Fidel que tú eres un maricón”.

Era la época en que el gobernante español había hecho declaraciones a favor de prisioneros políticos cubanos que llevaban dos décadas tras las rejas, respaldando una campaña internacional para su liberación. A Castro le indignó esa interferencia en “asuntos internos de Cuba”. Por eso le puso la tarea a uno de los pocos escritores del boom latinoamericano insensible al asunto Padilla. “La nuestra es una amistad intelectual; cuando estamos juntos, hablamos de literatura”, habría dicho el Nobel contrariando el sentido común y numerosos testimonios.

No fue el único recado en esa diplomacia informal. El comandante también se molestó con la demora de Omar Torrijos para restablecer relaciones con Cuba. El general había pedido paciencia: las embajadas se abrirían pero necesitaba hacerlo a su ritmo, sin presiones. Pasaba el tiempo y nada. Cuando García Márquez fue a compartir su entusiasmo con la lucha de Torrijos por recuperar el canal, Castro le replicó: “¿Y Cuba?”. Se quejaba de que todos ignoraban su isla. “Ve para allá y dile que es un maricón. Que digo yo, que es un maricón. Y que lo va a seguir siendo mientras no haga relaciones, que él me las prometió”.

Los dos insólitos encargos convirtieron a García Márquez en un verdadero héroe entre la burocracia cubana. “En el Comité Central no se hablaba de otra cosa que de las exitosas misiones diplomáticas del colombiano. Esto ocurrió antes de que decidieran desinflar su aventura como presidente de Colombia”. Según Fuentes, “Gabo insistía en postularse. Pero La Habana no veía con buenos ojos ese proyecto presidenciable”. Como tampoco le dio luz verde a la paz del M-19 con Belisario Betancur (agrego esa información de buena fuente que esperaba corroborar con Fuentes).

El escritor anota que “el propio Gabo me hizo el cuento” remedando a González al recibir el recado. “Felipe se había asombrado. Y había abierto los brazos en señal de interrogación y había palidecido… En su momento, Torrijos también había palidecido”, le confirmó el célebre correveidile. Las arandelas del insulto fueron específicas por destinatario. Con Torrijos, relaciones rápidas y plenas. Con Felipe, “déjame a mí con mis presos”.

En el “Festival Gabo 2018” se reconoció la necesidad de que “medios y periodistas investiguen asuntos que no han tenido cubrimiento periodístico”. Los vínculos de García Márquez con Cuba, Torrijos, Nicaragua y el M-19 entran en el universo de asuntos silenciados del conflicto cuyas repercusiones sobrepasan las de este par de mariconadas.