domingo, 12 de abril de 2020

Escritor enclaustrado

Sabiduría

Aquí están las cinco reglas para hombres que deseen llevar una vida feliz. Están inscritas en la lápida de Rusell J. Larsen. Mr. Rusell murió y fue enterrado en Logan, Utah, sin llegar a imaginarse nunca que la lápida sobre su tumba ganaría —67 años después de su muerte— el concurso de la Lápida más Jodedora (¿alguien tiene una mejor traducción para “coolest”?).


Lápida de Rusell G. Larsen
Cementerio de Logan City, Logan, Utah


ES IMPORTANTE TENER UNA MUJER QUE AYUDE EN CASA, COCINE DE VEZ EN CUANDO, LIMPIE, Y TENGA UN EMPLEO

ES IMPORTANTE TENER UNA MUJER QUE TE HAGA REÍR

ES IMPORTANTE TENER UNA MUJER EN LA QUE CONFIAR Y NO TE MIENTA

ES IMPORTANTE TENER UNA MUJER QUE SEA BUENA EN LA CAMA Y QUE LE GUSTE ESTAR CONTIGO

ES MUY, MUY IMPORTANTE QUE ÉSTAS CUATRO MUJERES NO SE CONOZCAN ENTRE SI O PUEDES TERMINAR MUERTO COMO YO


El Viejo Oeste 

Aquí está la especie de autocrítica colectiva de un pueblo gringo (no lo tengo ubicado). Imaginad el confort del pobre George de haber leído la inscripción sobre su tumba.


AQUÍ YACE
GEORGE JOHNSON
AHORCADO POR
ERROR
1882
ÉL TENÍA RAZÓN
NOSOTROS
NOS EQUIVOCAMOS
PERO NOSOTROS
LO COLGAMOS
Y AHORA ÉL
SE FUE

Monorquideo

A tenor de la historia de este infeliz de la lápida anterior, recuerdo un cuento que me hacía el viejo, nunca determiné con certeza si horrorizado o burlón. El tono excesivamente compasivo de su voz era una fuente alarmante de sospecha. En un hospital —uno gringo, of course—traspapelaron las asignaciones de dos casos de cirugía: una extracción de apéndice y una extirpación de un testículo. Y practicaron en un paciente lo que le correspondía al otro. Y viceversa. ¡Y viceversa! Imagínense (el viejo me hacía ver todo el cuadro como si fuera una película) el momento en que el imponente Dr. Crawford, desplegado en su impoluta bata blanca, se presentaba a la vera de la cama de post operatorio y, satisfecho, profesional, le comunicaba a su paciente, aún conectado a un enjambre de tubos: “Mister Jones, la intervención ha sido un éxito. Ese huevito suyo no le dará más problemas.” “¿Huevito?”, preguntaba, espantado, Mister Jones. “Sí, su cojón izquierdo, me refiero, Mister Jones”, continuaba, impávido, el Dr. Crawford, según continuaba a su vez el cuento de mi viejo. “Cortamos y limpiamos casi hasta la zona del ombligo, pero por dentro. Siempre hay que profundizar, usted sabe, Mister Jones...” Biiip biiiipbiiiip… “¿Mister Jones?” Biiiip…. Biiiip… “¡Mister Jones!” Biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip

LO CORTAMOS
Y AHORA
NO ESTÁ

¿Actualidad del guisopo?

Una nota en Granma (primera plana del 5 de febrero de 2020) debió llenar de esperanzas y de buenos augurios el espíritu de todos aquellos ciudadanos que disfrutan de un buen baño y luego embadurnarse las axilas de desodorante y poner punto final al refocile higiénico con una buena tunda (¿tanda?) de talco en cuanta verija haya que mantener fresca. Vean este titular. Es de competencia en los Pulitzer:

Prevén para abril estabilidad de productos de aseo y pollo en Cuba, dice Ministra de Comercio Interior

Y, de inmediato, la locuacidad del bajante:

              La Ministra de Comercio Interior afirmó que prevén que en abril
              se estabilicen los productos de aseo y el pollo en la red comercial.

Me dio por conservar este recorte quizá por una corazonada. Aunque era firme el propósito de burlarme de la redacción de Granma. Ponerme a darle fuerte a los encargados de abastecer a la ciudadanía de estos artículos de primera necesidad, no estuvo nunca entre mis propósitos. Mis fieles lectores (creo que llegan a siete) saben que yo no soporto los lugares comunes. Pero hete aquí, de pronto, que viene la pandemia, y lo primero que desaparece de los iluminados anaqueles en los deslumbrantes supermercados del imperio donde vivo, son las estibas del bendito rollo. Entonces ocurre que, en este país —gran país, enfatizo— cunde el pánico. Y no por la propagación acelerada del virus asesino. Sino porque la disyuntiva es terrible: aguantar como un bestia, con el gollete apretado, hasta que te enteres por el móvil que la rastra Mac con los suministros del preciado papel ha llegado al Publix, o lo otro, que es peor, esperar por la dichosa rastra sentado en la taza—paciente, sufrido, quizá uno o dos días, y con la materia residual que se va secando como concreto en lo que el tripulante de un submarino portamisiles atómico llamaría la escotilla de lanzamiento. ¿Se acuerdan del grito en Cuba que retumbaba por toda la cuadra cuando el Zil de la Empresa de Acopios se detenía, resoplando como un búfalo, y con el cargamento de algunos de los tubérculos de nuestra eterna dieta, y se escuchaba aquel espléndido: ¡Llegó la paaaaaapaaaaa!? Claro, la situación de los barrios cubanos del sur de la Florida, sobre todo de Hialeah, es la de la habitual alternativa criolla, que se produce del siguiente talante, en un diálogo que salta desde el baño (donde está “viejo”) hasta la sala o la cocina (donde está “vieja”):

(Sonidos de nerviosos trasteos desde el baño)

“Vieja…. ¿Y el papel higiénico?”

“Viejo, ¿tú no sabes que se acabó?”

“¿Cómo que se acabó, vieja? ¿El del osito?”

“El del osito y el de la nubecita y todos los demás.”

“No me digas eso… Con la cara de felicidad que me ponen al oso en la tele cada vez que se limpia… ¿Y tú me quieres decir ahora con qué se va a limpiar el cabrón?”

“Coge una Bohemia, viejo, anda.”

“¡Vieja, por favor, ¿tú no sabes que aquí no hay Bohemia?!”

“Bueno, viejo, coge el Jeral, que para el caso es lo mismo.”

Instantes de silencio, de reconsideración. Vuelve “vieja”:

“Y oye, viejo, no lo eches en la taza. Que se traba.”

“Vieja, estaba pensando…“

“¿Tú me estás oyendo, viejo? ¡Que el Jeral se traba!”


Una propuesta en The New York Times, siempre tan razonable

El asunto vuelve a ocupar una primera plana, ahora del coloso de la prensa mundial en su edición del 1 de abril del 2020.