lunes, 17 de abril de 2023

Hubo otro lunes


Esta es la única copia que existe. Muchos negativos y fotos se perdieron en la vorágine de los años 60. Pero ésta es la primera de la batalla. Un episodio que los cubanos identifican como batalla de Playa Girón y los adversarios como el desastre de Bahía de Cochinos. La foto fue tomada hacia las 8 de la mañana del 17 de abril, a unos 20 kilómetros de Playa Larga. Está confirmado por su autor, Ernesto Fernández, entonces de 21 años y bisoño fotógrafo del periódico Revolución. Los B-26 invasores —procedentes de Bluefield, Nicaragua— acaban de efectuar un martilleo rasante sobre la zona, para dar cobertura al lanzamiento de la primera compañía de paracaidistas. El desembarco ha comenzado unas cinco horas antes y ya la Brigada 2506 se ha posesionado de Playa Girón y Playa Larga. El primer teniente Antero Fernández Vargas, jefe del puesto militar de Jagüey Grande (5 kilómetros al norte del lugar de la foto) ha recibido de alguna manera (ya nadie sabe cómo se lo informaron) la noticia del desembarco y se las ha agenciado a través de un viejo teléfono de magneto para que se la comuniquen al Puesto de Mando de Fidel, en La Habana. Está también confirmado que Fidel recibió la noticia a las 3:29 am. En el llamado Punto Uno. El teniente Antero reúne una veintena de milicianos y soldados bajo su mando, espera que aclare un poco y los monta en un pequeño ómnibus y un automóvil y sale “a averiguar qué pasa” en Playa Larga. Al llegar a este sitio —conocido como Los Alpes (repito, 5 kilómetros al sur de Jagüey Grande y 20 al norte de Playa Larga)—, ve un par de B-26 que se aproximan en vuelo rasante y se apea de la cabina de su automóvil, fusil checo M-52 en mano, y se enfrenta a los monstruos —”palo a palo” como dicen los cubanos—, y tiene tiempo para disparar las 10 balas de su cargador, hasta que un proyectil perforante calibre 50 de las 8 ametralladoras de proa del avión le impacta de refilón en la cabeza. Pocos minutos después, el fotógrafo Ernesto Fernández, a bordo de su vagoneta VW con el emblemático rótulo rojo del periódico Revolución en sus costados, llega al lugar. Es el primer fotógrafo que se presenta en el teatro de operaciones. El primero por casi seis horas de ventaja sobre los demás. Lleva en la carretera, desde La Habana, unas tres horas. El asunto es que Carlos Franqui, director de Revolución, es el tercero en La Habana que recibe la noticia, porque Celia Sánchez, la conocida ayudante de Fidel desde la guerrilla de Sierra Maestra, lo ha llamado. Franqui sabe que tiene un fotógrafo de guardia en el cuarto oscuro para cualquier eventualidad: Ernesto Fernández, que descabezaba un sueñito en el piso, cerca de la ampliadora, cuando Franqui lo impone de la noticia y le dice que se lleve la guagüita VW y al chofer Orestes Cardoso. Ahora Ernesto está en la carretera y los B-26 ya le han pasado por arriba —a él también, aunque no le han hecho fuego— y saca su Nikon de estreno y toma la fotografía. No quiere acercar el lente a la cabeza abierta de Antero, para que la foto sea publicable. El teniente ha caído con la parte abierta de la cabeza contra el pavimento. El espeso rastro de sangre cruza la carretera y es pavoroso. Ernesto conocía al teniente de sus recorridos con Fidel por la Ciénaga de Zapata, desde el principio de la Revolución, puesto que Antero era el jefe militar de mayor graduación en el territorio, y debía acompañar al Comandante en Jefe. Pero no sabe en este momento que se trata de Antero, que ese es el soldado que tiene muerto a sus pies. Una vez Ernesto lo retrató en el recorrido de Fidel con Sartre. Es el joven militar de bigotito que sonríe detrás del filósofo francés en una foto de aquel recorrido.


Fidel invita a Sartre a un recorrido por la Ciénaga de Zapata.


Es en marzo de 1960 y nadie puede prever aún que una brigada (según la composición de las Fuerzas Armadas americanas) va a desembarcar por esta zona con el objetivo de destruir la Revolución Cubana. El teniente Antero Fernández es el militar que sonríe un tanto paternalmente mientras mira a Sartre. Estamos en un lugar que se llama La Boca, que lleva hacia un paraje llamado Laguna del Tesoro en el interior de la Ciénaga, donde Fidel lo único que ha hecho hasta ahora, de cierta relevancia, es cazar cocodrilos con un fusil belga FAL. El mismo Fidel ha mandado a construir esta carretera el año anterior, apenas al triunfo de la Revolución. La carretera conduce desde el pueblo de Jagüey Grande hasta Playa Larga y luego a Playa Girón. Un poco más arriba de este sitio de la foto se encuentra un lugar llamado enigmáticamente Los Alpes, donde Antero le va a presentar combate con su fusil M-52 a dos bombarderos ligeros B-26 en vuelo rasante.

Ernesto Fernández, sus dos Leicas al cuello, retratado por Bob Taber al borde de la carretera que conduce de Playa Larga a Playa Girón. Taber se le unió a Ernesto al otro día del desembarco de la brigada. Es el mismo reportero americano que filmó a Fidel y sus guerrillas en el Turquino a principios de 1957. Pero Taber sale de esta con una grave herida en una pierna. Las Leicas, por su parte, quedaron fuera de servicio tras la exposición al descubierto durante tres días de la onda expansiva de los bombardeos de los B-26 sobre la carretera.