lunes, 18 de noviembre de 2024

Llegan noticias, malas noticias

 
La noticia es que Carlos Aldana está hospitalizado y que, al parecer, los pronósticos no son nada alentadores. Hace poco publiqué en este blog una foto de él con su preciosa hija Laura, en la que se veía rozagante, de muy buen color, fuerte, y hasta feliz. Como si hubiese superado todas las calamidades. Pero su salud debe haber declinado mucho desde entonces, o la fecha de la imagen que me proveyeron estaba equivocada. El caso es que yo me alegré mucho cuando lo vi de ese talante. Y, como quiera que sea, se ha producido un dramático desajuste de la situación y me informan de un Parkinson (que ya conocía) pero cada vez con mayor violencia, más problemas pulmonares, más un golpe en la cabeza tras una caída, más infecciones y que está hospitalizado hace más de 15 días. A esto súmale que su mujer perdió la razón hace bastante tiempo y que debe contentarse para vivir con su retiro de coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No le ha sido fácil al viejo compañero. A Charles, como yo le llamaba. Qué inexplicable ese enseñamiento contra uno de los mejores cuadros políticos que tuvo la Revolución.

*

La foto es en el bar techado (pero nunca habilitado) adjunto a la piscina de la llamada Casa Uno de Luanda, residencia del jefe de la Misión Militar de Cuba en Angola, y que fuera un botín de guerra de los cubanos luego de su intervención en la guerra de Angola en 1975. Era la residencia del cónsul americano en Luanda, donde no disponían de un embajador porque Angola era una colonia de Portugal. Años después, con la retirada total de los cubanos, el gobierno de Angola no tuvo mejor ocurrencia que entregársela en usufructo gratuito a Jonas Malheriro Savimbi, el más denodado enemigo nativo que tuvieron las tropas cubanas durante toda su estancia en ese país. Pero el Gallo Negro de los Kwachas, con mayor orgullo y determinación que los supuestos aliados de los cubanos, declinó la oferta. En la foto, pues, a la izquierda del autor, Carlos Aldana, por lo pronto el jefe de despacho de la oficina de Raúl Castro en el Comité Central del Partido. Detrás de Aldana, un personaje conocido por el apodo de «Barbarito», ayudante de un funcionario cubano de alto rango y especie de embajador itinerante en África, el capitán Jorge Risquet. Es el domingo 7 de febrero de 1982 Una tarde de verano en el África Austral.

jueves, 7 de noviembre de 2024


La belleza incólume.

martes, 22 de octubre de 2024

No se producen viejos camaradas


[Vía WhatsApp]

Norberto 10:47 PM 10/21/2024: ¿Este eres tú? La foto es excelente, pero la resolución muy baja.


Norberto 10:55 PM 10/21/2024: Aquí la mejoré un poquito.

Rafael 10:52 AM 10/22/24: Si ese soy yo 1960. Hace 64 primaveras.

Norberto 12:08 PM 10/22/ 24: Ahí no sabías cuál de los dos palos estabas agarrando. 😜

martes, 15 de octubre de 2024

Un genio del eslogan

El escritor chileno Antonio Skármeta ocupa el flanco izquierdo del Comandante. Norberto Fuentes, el derecho. Noche del viernes 3 de febrero de 1984 en el Palacio de la Revolución. Los dos escritores han servido como jurados de la edición del concurso Casa de las Américas. El Comandante, como es su costumbre de todos los años, ha ordenado una recepción oficial para festejar el evento. Esta noche, además, los dos cubanos de la foto hacen las paces. Era un diferendo que arrastraban desde la publicación en 1968 de Condenados de Condado. Skármeta, por su parte, no tenía problemas. Se ganó el premio en el 69, al año siguiente del cubano, con su colección de cuentos Desnudo en el tejado. El tema inicial de la conversación, antes de la foto, había sido Hemingway. El Comandante no tenía nada que aportar a la experiencia de andar en pelotas por los techos de Chile. Pero le dijo al cubano que tenía la copia mecanografiada de su libro de Hemingway, aunque no lo había leído. En cuanto al chileno, Fidel tuvo la elegancia de callar el entusiasmo que le causaba la chica alemana con la que Skármeta aterrizó en La Habana. Una chica de muy buen ver, con una espectacular geometría de la cintura para arriba, por lo que la tropa cubana dio en llamarla «La Teutónica», muy a propósito de las ancestrales tribus de su región de origen. El Comandante no le quitaba los ojos de encima. Meses después, cuando el escritor cubano se encontró con Skármeta en la Feria del Libro de Frankfurt, el chileno parecía hallarse aún bajo el embrujo del encuentro con Fidel. Repitió varias veces: «¡Qué hermosa noche aquella! Inolvidable.» Ninguno de los dos mencionamos a La Teutónica. Ahora el cubano no sabe —luego de todo lo que ha llovido—, hasta dónde aquella noche se mantuvo para Skármeta en la categoría de inolvidable. Para el cubano, debe reconocerlo, fue además una noche afortunada. Tres días después, el lunes 6 de febrero, hacia las 7 de la noche, Fidel lo estaba llamando a su casa, él personalmente, para decirle que se había leído el libro, un mamotreto de más de 800 cuartillas largas a dos espacios, y que si podía ir a verlo a su despacho en el Palacio de la Revolución. El cubano cree que nadie se ha puesto tan rápido con un Lada 1500-S entre el edificio donde él vivía, un edificio en la desembocadura del río Almendares, y la primera garita de acceso a Palacio. Amén de que estuvieron solos en su despacho —y quizá por no haber interferencias teutónicas— esta segunda conversación le produjo material suficiente para una entrevista que publicada primero en la revista Bohemia como avance del libro tuvo amplia cobertura internacional. Regresando a Skármeta y a lo que se supone que sea una dolida nota por su fallecimiento. Ocurre que el recuerdo esencial del cubano sobre su amigo chileno tiene carácter de guasa. Es un cuento que él mismo Antonio Skármeta hizo. Se trataba de que había conseguido que una prestigiosa compañía publicitaria de Santiago lo pusiera a prueba para decidir si le daba empleo. La Coca-Cola de Chile acababa de sacar al mercado una soda de base de limón llamada Sprite. Le dieron el clásico paquetito de seis latas a Skármeta y le dijeron que se fuera a la casa, probara el refresco y regresara al otro día con un eslogan. El Skármeta que regresó al otro día a la oficina de publicidad irradiaba una felicidad solo comparable a la de Einstein luego de dar con las claves de la teoría de la relatividad. «¡Lo tengo!», dijo, convencido. Entonces, como si estuviera mirando a cámara y enarbolando la latica que había dejado sin abrir, dijo:

¡Sprite, amarguito como la vida!

¿Debemos agregar que no necesitó más razones para orientarse en la búsqueda de nuevos rumbos ocupacionales en disciplinas menos exigentes? ¿Quizá la literatura? ¿La academia?

sábado, 12 de octubre de 2024

Blepio


Si el lector cliquea en este link se va a encontrar con mi hermano Luis en una entrevista. Calvo, canoso, jubilado, pero muerto de la risa. La entrevista es de la semana anterior a esta publicación. En Chihuahua, donde vive, están celebrando el 30 aniversario de la creación del CIMAV (Centro de Investigaciones en Materiales Avanzados), donde aún trabaja, pese a su jubilación, y él es allí un personaje célebre. Entiendo que ninguno de ustedes pueda concebir que un hermano mío sea doctor y profesor emérito de algo para el común de los mortales tan complicado y remoto como la física y la cristalografía y que se dedique al estudio de la estructura y propiedades de los cristales, policristales y materiales relacionados. ¿Entendieron? Que no se diga, caballeros. Lo pongo más claro: él y sus asociados y sus alumnos están enfocados a la relación entre la estructura de materiales sólidos y sus propiedades físicas, fundamentalmente las propiedades eléctricas, magnéticas y magnetoeléctricas. ¿Ya? Facilito.

Lo interesante de la entrevista es que nos logra hacer ver disciplinas tan complicadas y sesudas como si fuese la narración de un evento deportivo y que emplea, además, y como cosas domésticas, naturales, los giros poéticos.

Una aclaración antes de continuar. El título de este texto responde a una onomatopeya. Resulta que, de chamas, mi hermano tenía unas cachetones que a mí se me antojaban suculentos y me daba por halárselos y, al soltarlos, exclamar: «¡Blepio!» Suponía que tal era el sonido de un elástico al regresar a su lugar original después de estirarlo por sus dos puntas, ergo, antes del empuje hacia afuera, y, libre de la presión en direcciones opuestas, soltarlo. La influencia de los comics es evidente en la lógica del concepto. Es una onomatopeya equivalente a «¡Bang!» (revólver de El Llanero Solitario) o «¡Rat-atat-atat!» (ametralladoras en Frentes de guerra) o «Cacle Cacle Cacle» (la bruja Agatha en La Pequeña Lulú). Era el tipo de acción que llegamos a bautizarla como Los Blepios. Y él, obediente a las idioteces de su hermano mayor, le permitía blepiar a su antojo. Aunque creo que, un poco antes de la adolescencia, establecimos un mínimo de blepios al día. No recuerdo bien, pero serían dos o tres diarios. Luego, ya de mayorcitos, los blepios quedaron como un código de comunicación. Yo aún suelo encabezar los mensajes electrónicos que le envío y su palabra final con un sonoro Blepio.

Seguimos. De cómo fue a dar mi hermano a México y a instalarse con toda su familia en Chihuahua, él mismo se encarga de explicarlo en la entrevista. Pero México estaba marcado en su destino. En junio de 1961, nuestro infatigable padre, a quien siempre hemos reconocido como El Viejo Fuentes, infatigable y compinche de Santos Trafficante jr, nos llevó a disfrutar en el De Efe (también con mi hermanita Estrella), de nuestras últimas vacaciones capitalistas (La Vieja Estrella se quedó en La Habana para cuidar de la casa y de Rocky y Perri, satos ambos, y además porque estaba al frente de la campaña de alfabetización en el barrio). Aquí tienen al actual profesor emérito, al abrigo del Viejo Fuentes («Don Pancho Villa», según Santos Trafficante jr.) acabado de desembarcar del Bristol Britanjnia de Cubana en el aeropuerto del De Efe.


En fin, que México estuviera marcado en su destino no quiere decir ni mucho menos que lo adivináramos, o que él lo intuyera. Lo que importa es que desde 1997 está en una ciudad en medio de un desierto mexicano que en su tiempo dominaron los apaches y los comanches y donde aún exhiben el Dodge Brothers donde ametrallaron a Pancho Villa (el de la División del Norte, no el de Santos Trafficante jr.) de 13 balazos el 20 de julio de 1923.

Muchas historias. Todo es historia. Para mí, sin embargo, la que hoy quiero celebrar es la de mi hermano Luis Edmundo. Un tipo capaz de estar casado 54 años con la misma mujer y de hacerla parir dos chamas que luego también serán reconocidos en esos celajes de las investigaciones físicas, ser científico, trabajar con unos rarísimos aparatos llamados, creo, ciclotrón y que además lleva no sé cuánto tiempo tratando de explicarme qué coño había en este universo o el insondable vacío que ahora llamamos universo antes del dichoso Big Bang. Porque, veamos, caramba, si no había nada de nada cómo es que de pronto hay algo y cómo es que la nada existiera si, precisamente, no había nada, aunque de pronto vaya a haber algo y que esa mierda que de pronto aparece en donde no hay nada va a estallar como un ciquitraque y entonces donde no había nada de nada hay de pronto todo…

Complicado, mi hermanito, muy complicado. Mira, mejor dedico la jornada a decir que te quiero mucho y que celebro con toda tu familia mexicana la obra de tu vida. ¡Blepio!


Ah, por cierto, ¿tienes alguna idea de en qué restaurante de México el viejo nos tomó esta foto?

miércoles, 2 de octubre de 2024

¡Que viva México!

...Y ahora, a esperar por Kamala.

sábado, 17 de agosto de 2024

Al oeste de Condado

Un entusiasta del revisionismo histórico, aplicado en este caso a la literatura en la Revolución, uno capaz de decirnos (en su libro El 71: Anatomía de una crisis) que los esbirros que sacaron a Heberto Padilla de su apartamento, a empujones y uno que otro codazo en la región exterior del esófago, actuaban con sumo pesar, y que la tarea asumida de arrestar a un poeta debió causarles severos cargos de conciencia, es el autor que escribe ahora el prólogo de Italo Calvino, Cuba y Latino-América. Prólogo que leo con cierta aprehensión, no vaya a ser que me encuentre de nuevo con los viejos compañeros del G-2 aún anegando en lágrimas sus pañuelos por el recuerdo del horror de la tarea asignada —y cumplida a cabalidad. Pero no. Jorgito Fornet, que es el autor al que nos estamos refiriendo, y que también se tomó la licencia de interpretar a su antojo mi conducta en aquel episodio de la autocrítica de Heberto (nos podemos extender sobre el asunto en otro momento), aprovecha el texto de Calvino en las solapas de la edición italiana de Condenados de Condado, para hacer ondear, a lo lejos, bandera blanca. En fin, lo que me está diciendo es que el revisionismo puede resultar una disciplina multipropósito. Lo mismo le funciona para hacernos ver que los mastodontes de Villa Marista sufrieron más que el propio Heberto aquella mañana o para trasmitirme el mensaje de que aquí no ha pasado nada, que esto es borrón y cuenta nueva.

Bueno, ese borrón y cuenta nueva también puede ser válido para lo que sigue.

Lean, pues, lo que aparece en su prólogo del libro en homenaje a Calvino referente al mío. Lo reproduzco sobre todo por la nota de Calvino a los editores de Einaudi, por el asombro —y la alegría— que me causan dos detalles de sus observaciones: que Condenados es un libro de aventuras y que descubrió en mi texto la presencia de las películas del oeste. Aunque, donde él vio espagueti western, la influencia que yo reconozco es la de El Tren de las 3:10 a Yuma (la primera versión, la de Glenn Ford, basada en un cuento de Elmore Leonard), la de Veracruz, de Burt Lancaster y Gary Cooper, vista hasta la saciedad, y sobre todo Río Bravo, de John Wayne, Dean Martin y Ricky Nelson. Y eso que por culpa del criminal bloqueo no podía empatarme todavía con The Wild Bunch, la obra maestra de Sam Peckinpah. El fragmento de Italo Calvino, Cuba y Latino-América:

Integran … la sección inaugural, un grupo de paratextos [solapas, notas de contracubierta] dedicados a autores cubanos que la editorial Einaudi, por mediación de Calvino, publicara, a los que se suman algunos dictámenes en los que ofrece razones sobre la pertinencia o no de proponerles a los lectores un libro determinado. Este tipo de documento, por lo general muy breve, a veces manuscrito, otras mecanografiado, fechado o no, con su firma o sin ella, se atesora en el Archivo Histórico de la editorial Einaudi. Preciosos exponentes del Calvino editor en trato familiar, cómplice, con sus colegas, que glosa los libros a evaluar y aporta consideraciones no por puntuales menos atinadas, ya sea en un tono más reposado, ya sea de modo expedito, casi coloquial. He aquí, por ejemplo, la sugerencia que hace a propósito del título con que debe aparecer en italiano el libro de cuentos de Norberto Fuentes, Condenados de Condado:

1.11.1969
Querido Daniele, el título La Sierra de los condenados [La Sierra dei condannati], o Los condenados de la Sierra [I condannati della Sierra], lo propuse yo y lo defiendo porque es muy fiel al sentido del libro y al título original, y aunque tenga cierto aire de western italiano eso no tiene nada de malo, los elementos del western italiano no son para nada ajenos a este libro, y es bueno que tenga un título popular y aventurero. Ciao,
Calvino

Es posible que el destinatario [de la nota de Calvino] sea el escritor y editor de Einaudi, Daniele Ponchíroli. La novela de Fuentes se publicó, finalmente, con el título I condannati dell'Escambray (Einaudi, col. I Coralli, 1970). Dictamen editorial en el Archivo Histórico de Einaudi.


Un libro para privilegiados, prácticamente un incunable desde la imprenta. Italo Calvino Cuba y Latino-América. Edición al cuidado de Mayerín Bello y Laura Di Nicola, Fondo Editorial Casa de las Américas, [La Habana], 2023. Impreso con el patrocinio de la Embajada de Italia en La Habana. Edición de 200 ejemplares.