martes, 3 de diciembre de 2024

35 años, 10 meses y 22 días después

Hemos ganado la guerra, nosotros, los cubanos, contra un ejército que dispone de armamento nuclear —el surafricano— y el apoyo de Estados Unidos. El primer destacamento de combatientes internacionalistas cubanos aborda el Ilyushin-62 con el que cruzará el Atlántico. Regreso a casa, tras 15 años de combate y el saldo de 2 016 muertos. 10 de febrero de 1989. En la losa del aeropuerto internacional de Luanda, Angola.


2 de diciembre de 2024. ¿La misma losa?

viernes, 29 de noviembre de 2024

Yo lo llamaba Charles

Yo lo llamaba Charles y creo que sostuvimos una intensa y sincera amistad mientras las circunstancias se lo permitieron. Venía de una familia de comunistas —los Escalante— pero su pedigrí no le resultó de mucha ayuda para ascender en la jerarquía revolucionaria porque los Escalante eran unos racistas solapados y Charles era mulato. Yo mismo lo vi firmar sus mensajes cifrados a Fidel desde Angola con el seudónimo de «El Jabao». Pese a todo, y con el embeleso que Raúl cogió con él cuando lo vio desarrollarse como comisario político a mediado de los 60 durante la construcción del Partido en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Aldana logró llegar a la cumbre dentro de la nomenclatura y hasta ser considerado como el tercer hombre del país. Las verdaderas causas de su defenestración en 1992 es motivo de múltiples interpretaciones en la prensa extranjera. Yo solo sé que los oficiales encargados de expulsarlo de su oficina le dijeron que no podía mover ni un solo alfiler de las gavetas y que Fidel le mandaba el recado de que no quería verlo en la Plaza de la Revolución ni como público. Pero este no es lugar para dilucidar las interioridades del episodio. Este es, sencillamente, el último refugio de una amistad que, incluso en contra suya, yo me dispuse a mantener.






















Carlos Aldana, José Abrantes y Norberto Fuentes. Durante la Octava Conferencia Cumbre de los Países No Alineados. Parqueo del Harare Sheraton, Harare, Zimbabwe, 2 de septiembre de 1986.

domingo, 24 de noviembre de 2024

El reposo del guerrero


Ahí lo tienen. A pleno sol. Pero en un lugar no revelado. Not disclosed location, como le encanta decir a los yanquis cuando se ponen en plan de periodistas misteriosos. Pero hay que cuidarlo. Es un tesorito de nuestra historia reciente. Historia de un país dividido en dos orillas enconadamente irreconciliables, y alimentada por un mismo grupo poblacional cuyos ánimos de combate cambian según el lugar donde se encuentren. Es decir, son los mismos que vociferaban allá —la orilla al sur, me refiero— cuando montaban sus actos de repudio en el Comité de Defensa de la cuadra, que los ahora patriotas de acá —la orilla del norte— cuando trasmutan la gritería en el discurso contrario. Y en el medio de todo esto, mi amigo Alcibíades Hidalgo. En el medio de verdad. El epicentro, digamos. Lo mismo amenazado de muerte por La Habana que cubierto de insultos por las tropas dislocadas en las aceras próximas al restaurante Versailles (a falta de la Plaza de la Revolución, nada mejor que la proximidad de un expendio de croquetas, pastelitos de guayaba y cafecito criollo).


«Hace 22 años se hacían encuestas», me dice Alcibíades —referente a una imagen que se adjunta— en un Gmail desde el lugar no revelado y donde se ha tumbado a sol. Ni La Habana logró matarlo ni las huestes de la venganza lograron impedir que, en su misma ciudad, Alcibíades se hiciera con un montón de dólares durante estos últimos 22 años, una fortuna que le garantiza la apacible jubilación que le vemos disfrutar en un patio de su propiedad. Corresponsal de guerra en el Líbano, jefe de la Oficina Política de Raúl Castro, portavoz de la delegación cubana en las conversaciones de paz del África Austral, primer embajador cubano en Namibia, vicecanciller y jefe de la Misión de Cuba en la ONU y —vale la pena decirlo— uno de los personajes principales de mi libro Dulces guerreros cubanos, reconocido ahí bajo el nombre de «El Conejo Alc», debido a una mala fama (¡o muy buena!) de hiperactividad sexual, terminó en nuestro bendito condado de Miami-Dade como uno de los más exitosos productores de la televisión. Mucho ajetreo, Alc. Sobre todo, por lo del origen del mote. La verdad que te mereces ese sitio.

lunes, 18 de noviembre de 2024

Llegan noticias, malas noticias

 
La noticia es que Carlos Aldana está hospitalizado y que, al parecer, los pronósticos no son nada alentadores. Hace poco publiqué en este blog una foto de él con su preciosa hija Laura, en la que se veía rozagante, de muy buen color, fuerte, y hasta feliz. Como si hubiese superado todas las calamidades. Pero su salud debe haber declinado mucho desde entonces, o la fecha de la imagen que me proveyeron estaba equivocada. El caso es que yo me alegré mucho cuando lo vi de ese talante. Y, como quiera que sea, se ha producido un dramático desajuste de la situación y me informan de un Parkinson (que ya conocía) pero cada vez con mayor violencia, más problemas pulmonares, más un golpe en la cabeza tras una caída, más infecciones y que está hospitalizado hace más de 15 días. A esto súmale que su mujer perdió la razón hace bastante tiempo y que debe contentarse para vivir con su retiro de coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No le ha sido fácil al viejo compañero. A Charles, como yo le llamaba. Qué inexplicable ese enseñamiento contra uno de los mejores cuadros políticos que tuvo la Revolución.

*

La foto es en el bar techado (pero nunca habilitado) adjunto a la piscina de la llamada Casa Uno de Luanda, residencia del jefe de la Misión Militar de Cuba en Angola, y que fuera un botín de guerra de los cubanos luego de su intervención en la guerra de Angola en 1975. Era la residencia del cónsul americano en Luanda, donde no disponían de un embajador porque Angola era una colonia de Portugal. Años después, con la retirada total de los cubanos, el gobierno de Angola no tuvo mejor ocurrencia que entregársela en usufructo gratuito a Jonas Malheriro Savimbi, el más denodado enemigo nativo que tuvieron las tropas cubanas durante toda su estancia en ese país. Pero el Gallo Negro de los Kwachas, con mayor orgullo y determinación que los supuestos aliados de los cubanos, declinó la oferta. En la foto, pues, a la izquierda del autor, Carlos Aldana, por lo pronto el jefe de despacho de la oficina de Raúl Castro en el Comité Central del Partido. Detrás de Aldana, un personaje conocido por el apodo de «Barbarito», ayudante de un funcionario cubano de alto rango y especie de embajador itinerante en África, el capitán Jorge Risquet. Es el domingo 7 de febrero de 1982 Una tarde de verano en el África Austral.

jueves, 7 de noviembre de 2024


La belleza incólume.

martes, 22 de octubre de 2024

No se producen viejos camaradas


[Vía WhatsApp]

Norberto 10:47 PM 10/21/2024: ¿Este eres tú? La foto es excelente, pero la resolución muy baja.


Norberto 10:55 PM 10/21/2024: Aquí la mejoré un poquito.

Rafael 10:52 AM 10/22/24: Si ese soy yo 1960. Hace 64 primaveras.

Norberto 12:08 PM 10/22/ 24: Ahí no sabías cuál de los dos palos estabas agarrando. 😜

martes, 15 de octubre de 2024

Un genio del eslogan

El escritor chileno Antonio Skármeta ocupa el flanco izquierdo del Comandante. Norberto Fuentes, el derecho. Noche del viernes 3 de febrero de 1984 en el Palacio de la Revolución. Los dos escritores han servido como jurados de la edición del concurso Casa de las Américas. El Comandante, como es su costumbre de todos los años, ha ordenado una recepción oficial para festejar el evento. Esta noche, además, los dos cubanos de la foto hacen las paces. Era un diferendo que arrastraban desde la publicación en 1968 de Condenados de Condado. Skármeta, por su parte, no tenía problemas. Se ganó el premio en el 69, al año siguiente del cubano, con su colección de cuentos Desnudo en el tejado. El tema inicial de la conversación, antes de la foto, había sido Hemingway. El Comandante no tenía nada que aportar a la experiencia de andar en pelotas por los techos de Chile. Pero le dijo al cubano que tenía la copia mecanografiada de su libro de Hemingway, aunque no lo había leído. En cuanto al chileno, Fidel tuvo la elegancia de callar el entusiasmo que le causaba la chica alemana con la que Skármeta aterrizó en La Habana. Una chica de muy buen ver, con una espectacular geometría de la cintura para arriba, por lo que la tropa cubana dio en llamarla «La Teutónica», muy a propósito de las ancestrales tribus de su región de origen. El Comandante no le quitaba los ojos de encima. Meses después, cuando el escritor cubano se encontró con Skármeta en la Feria del Libro de Frankfurt, el chileno parecía hallarse aún bajo el embrujo del encuentro con Fidel. Repitió varias veces: «¡Qué hermosa noche aquella! Inolvidable.» Ninguno de los dos mencionamos a La Teutónica. Ahora el cubano no sabe —luego de todo lo que ha llovido—, hasta dónde aquella noche se mantuvo para Skármeta en la categoría de inolvidable. Para el cubano, debe reconocerlo, fue además una noche afortunada. Tres días después, el lunes 6 de febrero, hacia las 7 de la noche, Fidel lo estaba llamando a su casa, él personalmente, para decirle que se había leído el libro, un mamotreto de más de 800 cuartillas largas a dos espacios, y que si podía ir a verlo a su despacho en el Palacio de la Revolución. El cubano cree que nadie se ha puesto tan rápido con un Lada 1500-S entre el edificio donde él vivía, un edificio en la desembocadura del río Almendares, y la primera garita de acceso a Palacio. Amén de que estuvieron solos en su despacho —y quizá por no haber interferencias teutónicas— esta segunda conversación le produjo material suficiente para una entrevista que publicada primero en la revista Bohemia como avance del libro tuvo amplia cobertura internacional. Regresando a Skármeta y a lo que se supone que sea una dolida nota por su fallecimiento. Ocurre que el recuerdo esencial del cubano sobre su amigo chileno tiene carácter de guasa. Es un cuento que él mismo Antonio Skármeta hizo. Se trataba de que había conseguido que una prestigiosa compañía publicitaria de Santiago lo pusiera a prueba para decidir si le daba empleo. La Coca-Cola de Chile acababa de sacar al mercado una soda de base de limón llamada Sprite. Le dieron el clásico paquetito de seis latas a Skármeta y le dijeron que se fuera a la casa, probara el refresco y regresara al otro día con un eslogan. El Skármeta que regresó al otro día a la oficina de publicidad irradiaba una felicidad solo comparable a la de Einstein luego de dar con las claves de la teoría de la relatividad. «¡Lo tengo!», dijo, convencido. Entonces, como si estuviera mirando a cámara y enarbolando la latica que había dejado sin abrir, dijo:

¡Sprite, amarguito como la vida!

¿Debemos agregar que no necesitó más razones para orientarse en la búsqueda de nuevos rumbos ocupacionales en disciplinas menos exigentes? ¿Quizá la literatura? ¿La academia?