martes, 21 de diciembre de 2021

Papa regresa

India Witkin, productora asociada del podcast de Sony Music Somethin´ Else informa que el capítulo con mi entrevista de la serie Hemingway´s Picasso ya está disponible en las principales plataformas de podcast. Por lo pronto solo tenemos esta versión en inglés. La transcripción en español debe estar lista en enero. Esta es la presentación original y el pase al podcast, que puede escucharse a través de este link.


The Writer
Hemingway's Picasso

True Crime
Listen on Apple Podcasts


Ernest Hemingway was embraced by many Cubans as Papa, the everyday man who lived in the iconic seaside estate, Finca Vigia. He wrote some of his most masterful novels in Havana, Cuba - and lived quite the life there, too. But Cuba is rarely highlighted or even remembered in Hemingway's biography. Fidel Castro saw the importance of Hemingway as a writer and political tool. In this installment, Norberto Fuentes, the legendary Cuban journalist and author in exile, discusses Hemingway’s life and legacy in Cuba. This is a Somethin' Else production in association with Vespucci.

lunes, 20 de diciembre de 2021

martes, 16 de noviembre de 2021

Todos quieres ser Fidel Castro


Publicado en La Repubblica como «Tutti vugliono essere Fidel, l´opposizione sbaglia strategia» (Todos quieren ser Fidel, la oposición es una estrategia equivocada).

El mismo Fidel me lo dijo una vez: «La Revolución crea un mimetismo. Se proyecta tras ella como una sombra.» Me estaba explicando el origen de los alzamientos contrarrevolucionarios de los años 60 en el Escambray y como tuvo que liquidarlos a sangre y fuego para enseñarles que el único movimiento guerrillero que había tomado el poder en Cuba —y en la brevedad de dos años— había sido el suyo. La lección, que se ha mantenido reservada para eludir una ilusoria guerra en las montañas, se mantiene, empecinada, en una variante puramente formal: la necesidad de imitar ciertos atributos de la leyenda; vieja, atribulada, magullada, pero aún dominando la conciencia cubana. Todo se concentra en la imagen de Fidel Castro. Es una producción en cadena de líderes opositores, disidentes, contrarrevolucionarios, o como quieran llamarles, que comenzó a mediados de los 60 con el surgimiento de los primeros grupos de la llamada disidencia interna, en los que descollaron Ricardo Bofill y Elizardo Sánchez como sus líderes originales, ambos muy influidos por los checos que finalmente tuvieron su aleve reinado con la Primavera de Praga, y termina (por lo pronto) con el actual Yunior García, un joven dramaturgo de obra totalmente desconocida pero con un dominio del fluido verbal que sin duda cautiva a sus seguidores en la Internet. Muchas palabras. Libertad, democracia, derechos humanos. Y repetidas hasta el cansancio y hasta vaciarles de todo significado. Esto explica el fracaso de todos los intentos por sacar a los actuales gobernantes de Palacio.

Pero ellos insisten. Parecen no entender que el aparato burocrático instaurado en el poder por una revolución solo puede ser derribado por las armas o, como es hábito en los países socialistas, desde adentro y por otra burocracia igualita pero más deseosa de ajustarse a los nuevos tiempos. (Den por seguro que si alguien va a desplazar del poder en Cuba a los actuales personeros son los coronelitos y funcionarios del segundo nivel que a sus espaldas rumian sus ambiciones, conspiran, esperan.) Hasta hace pocas semanas había otros líderes en la palestra, cada uno con un invento propio para alimentar su protagonismo. (Puro método fidelista.) Desde huelgas de hambre (hubo como cuatro episodios en lo que semejaba una promoción de faquires) y la nueva hornada de protestas callejeras. En todos los casos, curiosa situación, son manifestaciones que han ocurrido bajo la égida de Raúl Castro, y sin duda que él ha sido el responsable de su propia desdicha. Ignoró el principio básico de Fidel de que la Revolución nunca podía dejar que le ganaran la calle. Se creyó su propio cuento de que se podía transitar de las violencias de un proceso revolucionario a las bondades leguleyas de una república.

Por el otro lado, lo peor es que estos muchachos de la oposición no se dieron cuenta de la extraña ilusión de Raúl y no la aprovecharon. Se tiraron de cabeza a exigir que Raúl y los suyos depusieran las armas y se entregaran. En realidad, no se trata de gobernar. Se trataba de apoderarse del Estado (¡otra vez Fidel!) Pudieron efectuar un movimiento de circunvalación y sumarse a las estructuras en vez de optar por el enfrentamiento y la gritería. Convirtieron además su programa —para llamarle de alguna manera— en una absurda lucha generacional, como si los actuales gobernantes no anduvieran —como norma del equipo— en los 40 años de edad. Amigos, entiendan, la vieja guardia completa ya está en el cementerio o se ha jubilado, incluido Raúl (hasta que no queda más remedio que sacarlo de la cama y exhibirlo con su temible atuendo militar). Por otra parte —y esto es muy importante—: todavía nadie me ha dicho qué piensan hacer con los 700 000 militantes actuales del Partido Comunista de Cuba y los más de 400 000 de la Unión de Jóvenes Comunistas (juntos superan el millón de personas, en una población de 11 millones, sin obviar dos cosas esenciales: son organizaciones selectivas, no abiertas a la afición y que debe descontarse a los niños y adolescentes, así como a la población mayor generalmente jubilada que como se sabe en Cuba es grande). ¿O acaso también ellos se van a entregar, enmudecidos los cientos de miles de Kalashnikovs de las unidades de la reserva? No creo que en Cuba haya sitio en la mesa para una Operación Jakarta o para los asesores chilenos de Pinochet. Mas es por aquí, por esta zona de la historia, donde resurge con toda su fuerza la presencia fatal de los más de dos millones de cubanos que viven al otro lado del Estrecho de la Florida. Miami y sus mercaderes de mano dura y sus insurrecciones a saltos que, desde luego, deben implementar sus primos o antiguos vecinos que residen en Cuba. Ellos ponen las arengas de combate y la orquesta con sus himnos de guerra a ritmo de conga trasmitidas a toda potencia desde las emisoras en la ciudad del sol. Pero ustedes deben poner el lomo. Ahí, donde las turbas fidelistas se complacen en despellejarlos. Y, sin olvidar, la gratitud eterna del compañero Miguel Díaz Canel, hasta ayer un abúlico e inepto presidente de Cuba, y hoy, gracias a todos ustedes, en el paroxismo del disfrute fidelista: ya tiene una guerra. Ya dispone de una confrontación legítima. Por fin puede llamar a las armas. Por fin —él también— puede encarnar a Fidel Castro.
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Buscando pleito
Donde quiera aparece la oportunidad




sábado, 13 de noviembre de 2021

Recuerdos de familia

El 15 de julio de 2012, yo grababa una conversación con Raúl Rivero. El propósito era confirmar datos para un libro en producción. Le cedí por unos minutos el teléfono a Niurka, mi mujer, y amiga de Raúl bajo cualquier contingencia «en las verdes y en las maduras, Gordo», y que se despacharan con los últimes chismes familiares. Mientras, aproveché para buscar algunas de nuestras fotos habaneras que me había propuesto enviarle por correo electrónico. Arriba está una de las fotos resultantes del rastreo. Y a continuación, el segmento con la conversación íntegra entre Niurka y Raúl expurgada del tape original.

Foto: En la Bodeguita del Medio, marzo de 1987 (© Joe Gagen)

jueves, 11 de noviembre de 2021

Viaje

PRIMERO EN MIAMI

La larga espera termina el pasado jueves 4 al ver recostado al travesaño inferior de la puerta el envío de Amazon. Al contacto de tanteo inicial sobre la envoltura de globitos plastificados ya uno sabe que es ABBA. El primer álbum grabado en estudio en 40 años. Ordeno silencio total en el hogar so pena de gastar un rollo de tape en el sellado de la boquita de Crocha (Niurka de la Torre, mi señora esposa) y el enrollado del hocico de Jerry Lee (el dueño de la casa) para disponerme al festín que me depara el reproductor de los compactos, y a sabiendas de que Agneta (la rubita, la de los dientes separados) pensaba en mi cada vez que grababa una de esas piezas en los estudios RMV de Estocolmo, cuando la primera noticia arriba a la pantalla del ordenador. Le tocó a Pablo. Al lindo Pablucho. Y sin respiro, a los dos días, el Gordo. Aunque ya este lo esperábamos; estaba muy malito y deliraba en la cama de un hospital. Se acabó ABBA y Agneta Fältskog y los otros tres suecos y a luchar conmigo mismo por esa misión que uno se impone de escribir sobre cualquier socio que le da por morirse. El problema es que, a cierta edad, los muertos de uno comienzan a apelotonarse en la cola. Tal parece que uno le oye decir: ¿Quién es el último? Y si uno va a dedicar el tiempo a estos menesteres de las necrologías, ¿cuándo rayos va a terminar con ese colchón de novelas y colecciones de cuentos, ensayos y reportajes? Además, problema mayúsculo, qué cualidades o asuntos enaltecedores detallar de esos amigos que en la vida real eran unos bergantes sin remedio, vagabundos, mentirosos, templones, dipsómanos, y con indoblegables tendencias a la delincuencia que, precisamente, era lo que más se admiraba de ellos. Difícil. Dura tarea la de los literatos supervivientes.

Es así que, hacia la época de preparación de mi libro sobre Fidel y los intelectuales y el caso Padilla, el volumen Plaza sitiada (Cuarteles de Invierno, 2018) que, sin tapujos de ninguna especie, les recomiendo vivamente, yo llamé a Raúl (ya residente en Madrid) y después a Pablo (en su casa de La Habana y aún reteniendo algún uso de la razón) al objeto de precisar ciertos datos sobre aquellos episodios, y grabé las conversaciones. La inversión de tiempo en la producción de obituarios se convirtió en la búsqueda de los casetes en mis archivos. Qué prodigio escuchar las conversaciones con los compinches, resucitar sus voces, en vez de forzar algunas mentiras piadosas y sobre todo políticamente correctas. Ah, esa risa tan contagiosa de Raúl. Esa fórmula tan entrañable que teníamos de tirotearnos con bromas y sandeces y de cubrir de insultos a la humanidad entera. Y ese Pablo, pobrecito, tan apagado, tan acobardado, pero siempre tan dulce, tan lindo.

En la foto, sostengo tres casetes, dos Maxell de audio, el primero, el de mi conversación con Raúl el 15 de julio del 2012, el otro, el de la conversación con Pablo el 19 de mayo del 2014. De modo que si ustedes tienen acceso —en este momento, y por siempre jamás mientras existan los recursos de la voz grabada— de esta dicha inesperada, escuchar a Raúl Rivero en la plenitud de su rabiosa existencia, me lo deben a mí.

Un tercer casete queda en la reserva. Es un Sony de video, de los ya anticuados Video-8, titulado en el lomo CAMPAÑA ELECTORAL. Se trata de un divertimento que grabamos durante unas elecciones para designar al presidente del Comité de Vecinos del llamado Edificio de los Generales. Yo era uno de los candidatos, por cierto. La grabación seguía el formato del Noticiero Nacional de Televisión y semejaba un reportaje sobre las irregularidades habidas en aquel proceso y su semejanza con las campañas políticas de la era republicana. El conductor del programa y entrevistador era Raúl Rivero. Habrá que esperar, sin embargo, a localizar y adquirir el equipamiento para digitalizar este tipo de casetes, primero para salvar este material único, y entonces liberarlo al público.

¿Me dejan regresar a mi empalizada de escritor indoblegable? A ver, que se abra esa gaveta del reproductor. A ver, Abbita, tu disco colocado en el alimentador. Agneta. Prepárate, Agnetita de mis amores. Ahí voy. Acaba de apretar el PLAY, coño.

Estos son los dos archivos de audio. El inicio de la conversación con Raúl Rivero se ha perdido o no fue grabado, así mismo se nota un corte abrupto al final. Gracias especiales a Pedro Schwarze por su colaboración.


Raúl Rivero y Norberto Fuentes


Pablo Armando Fernández y Norberto Fuentes

domingo, 7 de noviembre de 2021

Tres eran tres los Tres Villalobos

Los inigualables, los verdaderos, los auténticos Tres Villalobos. Lo siento por ustedes, muchachos, que nunca jugaron en esta liga. Sigan produciendo sus toneladas de obituarios en los que Lichi se repite sin cansancio en el acto de cocinar potajes para sus amigos, pero la madre el que diga que se formó como periodista en Verde Olivo, el órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y que fue militante del Partido Comunista de Cuba por decisión personal de Fidel Castro. En fin, contaminante política aparte, la única verdad se encierra en estos tres personajes de las primeras dos fotos. (Tengo más. Para después.) El resto es coreografía. Noche del 23 de noviembre de 2005 en un patio de Miami. Raúl Rivero cumple 60 años. Los otros dos Villalobos acuden, como es debido. Norberto se ha agenciado su tabaquito. Lichi —no se dejen engañar— esconde por algún lado —bajo la silla, bajo la mesa— su prodigiosa poción de aguardiente. Nunca se conoció a Lichi sentado frente a una mesa en la que una botella no le estuviese observando. A lo cortico. Raúl, el homenajeado —más sabio que los demás—, reserva para sí una vela que proveerá la luz que tanto agradecen los santos, y una vasija que estuvo hasta el tope de chambelonas. Tercera foto: Rafaelito Andreu vino que se mataba para posar en la postalita. El bueno de Rafael Andreu (que también partió hace poco a algún limbo especial del paraíso reservado para los camarógrafos del Comité Central que en el exilio crean los video clips de Willy Chirino). Rosario Suárez «Charín», proclamada por Lichi como el amor de su vida, lo envuelve aún en su lejanía. Ya estaba sentada ahí cuando apareció Rafaelito. «Pienso mucho en ti en estos días», me dice Raúl en un mensaje electrónico. Claro, cuando un Villalobos cae, uno piensa en el que queda.

 

 

Esto lo publiqué —no recuerdo qué portal o blog lo acogió— en la fecha que se informa. Pero resulta que también a Raúl, como decíamos, le da por «irse del parque». Y ahora me veo impedido de virarme a buscar al que queda. La realidad es que el Gordo me la ha dejado en la estacada. Como él decía: Me ha dejado solo como un center field. Igual el caso de que me quieren vender un Gordo de mentira. El método de distorsión de Lichi puesto a funcionar a plena capacidad. No más un Gordo irreverente, borrachín y buscapleitos. Señoras y señores, un aplauso para el nuevo mártir. Uno que, según estos botones de muestra en los obituarios del Herald (de Miami, of course) no era la criatura obesa a punto de reventarse que fumaba y tomaba sin reposo enclaustrado durante meses en un miserable cuartucho de la calle 8 y de donde salió por última vez hace cosa de un mes hecho un pellejo por un demoledor e incontenible bajón de peso y poseído por un ataque de delirio del que no se recuperó («Rivero falleció en un hospital de Miami este 6 de noviembre, ciudad donde pasó sus últimos años»). Qué elegante, que limpias tonalidades de una ciudad reconocida por su desprecio por los artistas que de la misma manera abandonó y dejó morir a escritores de la talla de Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales y Heberto Padilla.

¿O tampoco Raúl era aquel demonio enfurecido que, bajo los efectos de una de sus monumentales borracheras, la emprendió a piñazos contra su mujer en la recepción de Casa de las Américas donde él esperaba que lo premiaran en el género de poesía por su libro Cantata por el Ejército Rebelde? La reyerta ocurría al unísono con sus declaraciones a voz en cuello (y ante el espanto de la distinguida concurrencia de la crema y nata de la intelectualidad latinoamericana) de que Armando Hart (ministro de Cultura a la sazón) era un bobo, y Alfredo Guevara (viceministro en la misma sazón) era (sic.) maricón. ¡Cantata por el Ejército Rebelde! Tal fue el episodio que le costó su democión de vicepresidente primero de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Vicepresidente primero. Es decir, el tipo que distribuía los Ladas de la institución, y priorizaba los títulos a publicar y, por encima de él, solo Nicolás Guillén. Fue eso, y no como argumenta el Herald, que «había abandonado la oficialista Unión de Escritores y Artistas de Cuba» en una especie de acto de rebeldía intelectual de origen nunca aclarado. (El episodio en Casa de las Américas tuvo un final que no debe eludirse. Enterado de lo que Raúl acababa de proferir al otro lado del salón, Alfredo declaró: «No lo mato porque es un poeta.»)

Por mi parte, el Raúl que yo voy a recordar es el de su época de corresponsal en la URSS, no porque tenga presente su imagen en el invierno moscovita de 1976 mientras rociaba una botella de gasolina sobre el motor de su Yigulí (versión anterior del Lada) para quebrarle la coraza de hielo y permitir que la ignición se despertara, sino por un poema que me enseñó entonces que era un poema de otro, del beatnik yanqui Paul Blackburn. En las dos primeras líneas de su pieza de cuatro, Paul se lamenta de la muerte de Roger Hornsby, el más grande bateador derecho de todos los tiempos, para continuar en las otras dos líneas con el gran poeta americano William Carlos Williams que sigue a Hornsby como objeto de los obituarios. Dios mío, decía Raúl que Paul exclamó. Y ahora tú, William Carlos William. Y con el tono de indignación que Raúl lo recitaba, como si fuera una falta de respeto de Dios y ante la cual había que alzarse en armas de inmediato, es lo mismo que yo digo ahora. Dios mío. Y ahora tú, Raúl Rivero Castañeda.

PS: Los Tres Villalobos era una serie de aventuras de la época de oro de la radio novela cubana. Lichi era el apodo del poeta Eliseo Alberto Diego.

Expurgando el archivo

Mensaje a Jorge Dávila «Yorch» entre otros papeles enviado a Miami a través de manos amigas. No había correo electrónico. Había que esperar por los viajeros. Raúl me utilizaba como intermediario con Dávila que a su vez yo debía usar como intermediario con Carlos Alberto Montaner, un conocido periodista y activista político. La fecha de la redacción (eso sí en una computadora) es abril 19 de 1992, a las 12:09 PM. El archivo se titula 04GORDO.


Yorch: estos son 2 poemas de Raúl Rivero para que los incluyas donde estimes pertinente en su libro Firmado en La Habana que, como tú debes saber, él le envió a Carlos Alberto a Madrid:

AGUA PROBABLE

Para Norberto Fuentes


Era jugando, Madre, era jugando
yo no me iba a abandonar ahora
a quedarme solo en esta noche
sin Dios, sin religión
en este campo de batalla
donde tocaron a degüello desde el amanecer
y el enemigo regocijado me estaba preparando el      desayuno
y casi con un beso me había deseado las buenas noches.

Ya ves, Poesía, era jugando.
Estoy aquí, fervoroso y necesitado
lleno de miedo, abolido, patético
tratando de quitarme rápidamente
el traje de Llanero Solitario
que me asfixia
como una camisa de fuerza
y me deja indefenso ante los fotógrafos.

He vuelto como siempre
como casi siempre
porque es cierto que cuando único me acuerdo de tí
es cuando escampa
y hay mucha seca ya
en esta región
donde me tienen.

He vuelto porque sé que no puedes
provocar la lluvia
pero me das razones de la humedad
y he vuelto
porque contigo encuentro la intemperie
de esa agua probable.


TESTIGO DE CARGO


Soy inocente. La culpable es mi mano
Siempre en el cieno y la ternura fácil
(la superficial emoción del tacto).

Siempre en la materia vana.
Valorando por la tersura o la aspereza
por la humedad o el frío.

Ella, la autónoma, ostentando su podredumbre
su afán por desnudarse.
Ella, la corruptora, ambigua en sus descubrimientos
lo mismo un acto de contricción y la señal de la cruz
que un gesto obsceno y paciente y obstinado, sensual.

Ah mi mano.
Pervertida, indecorosa, sombría, mortal.
Limpiándose con esta confesión.

lunes, 25 de octubre de 2021

La cerámica de Picasso

India Witkin, productora asociada del podcast Somethin' Else nos informa que su serie Hemingway's Picasso ya está disponible en las principales plataformas de podcast desde el jueves 21 de octubre. La narración aborda la historia de una supuesta cerámica cuyo dueño era un tal Stephen Kough: una hermosa escultura, hecha a mano por Pablo Picasso y regalada a Ernest Hemingway en los años 20, en París. El escritor la conservó en su casa cubana, en Finca Vigía. Pero —aquí siguen los supuestamente— se habría perdido durante la Revolución Cubana. La obra habría reaparecido en poder de Kough como pago por sus gestiones ante el capo de la droga Pablo Escobar. Kough falleció en 2018 y quien habría heredado la pieza del misterio es su hijo Stevie, un hippie, skater y que cultiva marihuana en California. Para escucharlo solo tienen que buscar en Apple Podcasts, Spotify, Stitcher, Audible o Amazon Music. Van a publicar los 10 episodios en el curso de las próximas 10 semanas, incluido uno con mi entrevista. Pueden escucharme al principio del primer episodio (minuto 2.20 del avance de 3 minutos). Digo algo que de alguna manera se convierte en una frase icónica de todos los avances: «I don't think your story is real. Fuggetaboutit!» (Yo no creo que su historia sea cierta. Olvídensedeeso.) Lo último dicho con el necesario acento de mafioso de las películas. 

Cuando tenga la transcripción de la entrevista completa, haré un estimado de sus méritos para colgarla en este blog.


viernes, 22 de octubre de 2021

¿Siguen sin escuchar?

UN DOLOR TAN LEJANO
El director de GAESA. Luis Alberto Rodríguez López-Calleja.


El exsecretario ejecutivo del Consejo de Ministros de Cuba, Carlos Lage, quien fue destituido por Raúl Castro en 2009 junto al canciller Felipe Pérez Roque por «graves errores» y «abuso de poder», pidió recientemente «cambios profundos» en Cuba para llegar al socialismo y señaló que «confía en la revolución y creo firmemente que el socialismo … aunque a ese socialismo solo se pueda llegar con cambios profundos, muchos más que en los últimos 20 años Eso es ahora lo verdaderamente revolucionario.» El exdirigente realizó las declaraciones en un video publicado en las redes sociales a raíz de la celebración el pasado 15 de octubre de su 70 cumpleaños. (De los portales cubanos. Los subrayados son nuestros.)

Sí lo han leído con serenidad, creo que es bueno. Lage tiene todo el derecho a manifestarse. En Miami, desde luego, ha sido asumido con horror. Se ofuscan ante situaciones como estas. El problema es sencillo: no quieren que surja nadie en Cuba que les dispute el liderazgo de un supuesto poder del país pronto a adquirirse, aunque no sé qué diablos de liderazgo existe aquí —o incluso allá, en la disputada isla. En definitiva, el único beneficiado es Raúl Castro. Manifestaciones como estas de Lage le permiten ganar tiempo mientras cabila su próxima jugada, es decir, le ayudan a mantener el equilibrio. Quieran aceptarlo o no, las declaraciones de esta naturaleza a quien debilita es a la ya de por si amorfa contrarrevolución cubana. No hay razón tampoco para una confrontación con el hombre y mucho menos arrestarlo. Solo acarrearía perdidas en la opinión pública amén de alebrestar a un sector aún numeroso y ciertamente templado de militantes y veteranos. No hay siquiera que enseñarle los instrumentos. El éxito de Raúl, en este caso, es dejar que alimenten la esperanza. De cualquier manera, lo único que Lage está haciendo es poner su pica en Flandes con la pretensión evidente de que lo llamen a formar gobierno en un hipotético futuro. Pero déjenme decirles que Miguel Díaz Canel es el que sí está perdido. No les quepa la menor duda que Raúl le tiene sus días contados. Lo que Raúl se halla maquinando es quitárselo de arriba, a ver cómo lo saca y a quién pone. Una maniobra delicada, sin duda. Debe actuar de modo que no demuestre su estrepitoso fracaso al elegirle sucesor. Por lo pronto gana tiempo. Siempre queda por resolver que nadie salga a las calles; de inmediato, es el asunto que está sobre la mesa como prioridad. Queda, como candidato de muchos cubanólogos, dando vuelta en las altas esferas, el nombre de Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. Pero no la tomo en cuenta porque este es el hombre que Raúl tiene para atender sus finanzas, ergo, la enorme fortuna que han acumulado, y ponerlo al frente del gobierno es una posición demasiado expuesta. Malo. Muy malo comprometer el dinero por una maniobra política. De lo que pueden estar convencidos es que Raúl no vuelve a meter la pata con otro huevón tecnócrata. Con Díaz Canel ha sido suficiente. Y nuestro remedo de Nikita Jrushchov ya anda dando vueltas por ahí. Por alguno de los lustrosos pasillos del Comité Central, o del Estado Mayor General. Lage era un Gorbachov. Y ahí se quedó. Y Díaz Canel, un inepto. Respecto a unos añorados cambios, mientras los gringos no aflojen, olvídate de la reforma. En cuanto a los muchachones y el alboroto de sus manifestaciones, ustedes sabes bien que eso no tumba ningún gobierno. Lo peor para ellos, llega el momento que la noticia se agota.

Ilustración: captura de video, copyright © 1987, 2021 by Norberto Fuentes. Prohibida su reproducción.

sábado, 21 de agosto de 2021

¿Ahora?

 

Es momento de que ustedes se callen. Esto no hubiera pasado si hubiesen tenido el valor de denunciar la guerra de Irak, en vez de apoyarla vehementemente con mentiras. Todos estos titulares tienen un solo vector: ustedes mismos.

viernes, 30 de julio de 2021

Mensaje para Biden

Dear Mr.President, la inclusión de Yotuel Romero entre los líderes que se entrevistarán con usted me disminuye como cubano. El señor Romero siempre se ha movido con la marea. No son lejanos los días que ofrecía conciertos en Cuba puesto que era gracioso hacerlo en épocas de Obama. Después vino Trump y entonces se dedicó a piratear la propiedad intelectual de artistas residentes en Cuba considerando que el exilio de Miami garantiza la impunidad legal. Debo entender que usted depende de consejeros para asuntos como este. Pero quiero expresarle, sinceramente, que está siendo mal aconsejado. El uso de un aparente elemento folklórico no le da colorido al episodio, y mucho menos dignidad a un diálogo tan necesario. Gracias por su atención. Norberto Fuentes.
PS: I´m an author, google my name.

martes, 27 de julio de 2021

domingo, 25 de julio de 2021

lunes, 12 de julio de 2021

No aprendieron nada de Fidel

Una entrevista de Cristian Bofill
          

1) ¿A qué atribuye las manifestaciones que están ocurriendo en Cuba, que aparentemente son las mayores contra el régimen desde 1959?

Cualquier país del mundo, con una situación menos crítica que esta, hace rato que hubiera conocido un estallido social. Pero allí está pasando exactamente lo que ese gobierno se merece. Y fíjate, Cristian, que digo gobierno y no revolución. Tú no puedes pasar del liderazgo de Fidel Castro al paso de tortuga de estos señores que Raúl Castro, el gran culpable de todo este desastre, puso al frente del Estado. Pero era su sueño. Regresar a los pasillos de la República. Hacer prevalecer por encima de todo las instituciones que la misma Revolución arrasó medio siglo antes.

2) ¿Piensa que Díaz-Canel tiene el liderazgo para contener las protestas?

No. No lo tiene. Las manifestaciones de hoy [domingo] lo demuestran de forma fehaciente. Una de las consignas más insistentes de los manifestantes es contra el gobierno negligente y su incapacidad de actuación. Están perdidos, por Dios. La otrora orgullosa potencia médica de Fidel ha sido incapaz de vacunar contra el Covid-19 a no más del 5% de la población. ¡Una población de unos 11 millones de habitantes! Y, además, en el hábitat de una isla. ¿Qué trabajo les costaba haberla cerrado? Pero se volvieron locos y dijeron, este es el momento para coronarnos como polo turístico. A dejar entrar a todo el mundo, empezando por el turismo ruso —uno de los países con mayor índice de infección.

3) ¿Qué papel puede jugar Raúl Castro? ¿Él sigue siendo la persona que manda en Cuba?

No sé si quiera jugar ningún papel. Su motto hace rato es, «ahí les dejo eso y arréglenselas como puedan.» Claro, si algo lo puede hacer cambiar de opinión, es que vea su propio pellejo en juego. Y donde él vea el peligro, prepárense, porque esa sí es una criatura despiadada.

3) ¿Las FFAA cubanas podrían intervenir como ocurrió en Polonia, cuando Jaruzlesky asumió el poder?

Si las Fuerzas Armadas Revolucionarias producen un golpe de Estado, yo creo que sería lo mejor que le pudiera ocurrir al país. Ese gobierno de todas maneras hay que cambiarlo. Pero no para cederle el poder a una contrarrevolución inculta y mal hablada. Es algo que tiene que venir de adentro. Digamos, desde las fuerzas internas remanentes de la Revolución.

4) ¿Cree que esto puede derivar un proceso como el que ocurrió en los países del Este Europeo previo a la caída del Muro de Berlín?

Olvídate de analogías, querido Cristian. La Revolución Cubana, como toda revolución auténtica, es sui géneris. Ella se inventó siempre a si misma. Ni Jaruzlesky ni Muro de Berlín. Todos esos eran países macerados por la bota soviética, apolismados por las esteras de las divisiones blindadas del Ejército Rojo. Los cubanos, por el contrario, estaban locos de contento con tener por lo menos una brigada soviética en el patio —para comprometerlos si los yanquis venían.

5) El régimen le ha atribuido responsabilidad a Estados Unidos por lo que está ocurriendo, como lo ha hecho siempre cuando hay dificultades. ¿Cuál cree que será la reacción de Estados Unidos?

Ese es uno de los tantos errores del gobierno cubano. Toda la culpa de sus vicisitudes echársela en cara a los americanos. Nadie dice que mientras en Cuba se padece de hambre, de escases de medicinas y de interminables apagones, ellos se dedican a construir los lujosísimos hoteles para extranjeros. Nadie detiene esas obras ni desvía un centavo de sus inversiones para paliar las miserias de la población. ¿Habrá alguien que les enseñe a dejar de quejarse?

¿Y los americanos qué van a decir? Bueno, hasta ahora Biden ha demostrado una enorme capacidad para ignorar las necedades.





domingo, 20 de junio de 2021

sábado, 12 de junio de 2021

Norberto Fuentes vs Heberto Padilla

Por Alejandro Armengol*


El libro. La primera línea. En una fecha temprana —7 de diciembre de 1959— del proceso iniciado con la llegada al poder de Fidel Castro, “Heberto Padilla inaugura en Cuba el lenguaje de la represión política contra los artistas”. La mención refiere a un artículo aparecido en Lunes de Revolución, de “condena a José Lezama Lima y el grupo de Orígenes por sus obras ajenas al proceso revolucionario”.

Y ya no cabe —no puede caber— duda al lector de que el poeta será nuevamente juzgado, analizado, puesto en la picota, en la persecución de detalles, hechos y datos que produzcan un desmenuzamiento que ayude a comprender lo ocurrido, antes después y durante los 37 días del arresto del poeta, entre el 20 de marzo y el 26 de abril de 1971.

“Es decir, 13 días de tenebroso arresto y 25 de chaucha”, escribe Norberto Fuentes en Un affaire para recordar, su último libro que acaba de ser publicado por la editorial Cuarteles de Invierno. Pero no lo dice él. Aclara que son palabras del propio Padilla en La mala memoria.

Escoger palabras, citas, momentos; ese viejo oficio del escritor se ejerce aquí con un arte despiadado, que transcurre entre el repudio y el desgarro. Se brinda una versión de lo ocurrido día tras día en Villa Marista, donde Padilla permaneció encerrado, y uno se pregunta: ¿pero eso fue todo? Más cuando la información de lo ocurrido a escritores y artistas durante el régimen estalinista es ahora tan amplia.

“Triste parodia de los procesos de Moscú”, así calificó Guillermo Cabrera Infante a la autocrítica de Padilla. Y ese afán de imitación —a veces convertido en pura farsa, otras de desemboque trágico— recorre a los protagonistas, figuras y figurines que forman esa casi obra de teatro del absurdo que es el “caso Padilla”. Absurdo político en consecuencia e intenciones, donde se reparte por igual el terror y la culpa, como escrito por un Shakespeare tropical y torpe.

“Reunión de Fidel Castro con los intelectuales cubanos, de donde surge su famoso lineamiento de permisibilidad a la actividad artística: «Dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución, nada»”, escribe Norberto Fuentes, al igual en la primera página de su libro. De nuevo escoger palabras, señalar un hecho. Pero es una fecha en una simple cronología y todas las consecuencias se encontrarán después, más adelante en el texto.

“La revelación de [estas] divergencias marca el fin de la tregua de diez años entre la Revolución y el mundo artístico”, escribió Saverio Tutino en Le Monde con referencia a lo que estaba ocurriendo en Cuba con Padilla y Antón Arrufat.

¿Tregua?, ¿dejar pasar? El libro de Fuentes glosa otra historia. Si desde fines de octubre de 1968 Fidel Castro traza las pautas de lo que se debe decir sobre cada autor de cada libro que se publica y resulta potencialmente “problemático”, según sus criterios, la crítica literaria del país se estuvo ejerciendo al nivel político más alto, con independencia de valores y resultados. El “enigmático” y temido Leopoldo Ávila era el nombre sindicado de dos autores: Fidel Castro y Luis Pavón.

Pero escarnio, censura y afrenta no es lo mismo que la prisión. Y la detención de Padilla hace visible, sobre todo a los ojos de Europa, aquello que estaba latente o apenas invisible para los escritores y artistas, al considerar que su profesión era ara y no pedestal.

Fue esa mezcla de audacia y temor —que en ocasiones habita entre algunos intelectuales— lo que llevó a que Padilla trasladara los riesgos de la página a los comentarios con visitantes extranjeros, y a buscar incesantes contactos con el interior, pero sobre todo la debilidad que se convirtió en obsesiva por desarrollar el papel del intelectual soviético perseguido, acosado y hasta destruido. Por supuesto, contó en su auxilio con la mejor de las productoras a su alcance: el régimen castrista.

Que en lo personal el papel no se adecuaba a su físico y carácter es un objetivo que busca reafirmar el libro de Fuentes con mordaz firmeza. Leemos: “No han pasado tres horas de arresto, cuando Heberto, trasladado a su celda, irrumpe en llantos, llantos de altos decibeles”. Así, toda la detención del poeta pasa entre desmayos y alucinaciones, como un tránsito de la neurosis a la locura. Castigos, presiones, acusaciones, extensos interrogatorios, no parecen necesarios según el libro para obtener la culpa, que al parecer se acepta desde el inicio. La comparación en este punto, con los procesos de Moscú, debilita la imagen de Heberto Padilla que después de su muerte en Estados Unidos ha comenzado a crecer en un exilio de Miami que nunca lo aceptó.

Sin embargo, las tribulaciones de Padilla y Fuentes no ocupan la mayor parte del libro, que contiene la edición facsimilar de los boletines de la cancillería cubana sobre el caso Padilla. El lector tiene ante sí un documento reservado de la cancillería cubana —posiblemente la copia que perteneciera a Haydée Santamaría—, y “que en su época estuvo clasificado, solo para altos dirigentes y para la crema y nata del servicio diplomático cubano”.

Además de la transcripción más completa y fidedigna de lo acontecido la noche del 27 de abril de 1971 en la sede de la UNEAC, aquí hay desde extractos o textos completos de cables de prensa y artículos de periódicos, hasta las más diversas cartas sobre el caso Padilla, incluso el desglose de los intelectuales extranjeros que firmaron una, dos o ambas cartas de protesta enviadas por estos a Fidel Castro; quienes se arrepintieron de la firma, los que ampliaron sus criterios de rechazo a lo ocurrido o los que se manifestaron a favor de La Habana.

Además de constituir un material de primordial interés para investigadores y especialistas en general, para cualquier lector enterarse de la opinión entonces de cualquier escritor —por ejemplo, abundan los autores mexicanos— puede tanto satisfacer una curiosidad nueva como despertar dudas, e incluso modificar criterios sobre alguna que otra figura literaria.

Jorge Edwards, en su biografía de Pablo Neruda, Adiós, Poeta, escribe: '“A Fidel siempre lo encontré irritado frente a los escritores, desconfiado, como si ese precario poder que ellos manejan, el que les confiere el uso y el arte de la palabra, amargara de algún modo, en su núcleo más vital y sensible, el poder suyo”.

Edwards, “el escritor de mayor relevancia internacional vinculado con Padilla en La Habana hasta la misma noche anterior al arresto”, escribe Norberto Fuentes. Sin embargo, nadie lo menciona, su nombre no aparece en culpas y lamentos. Tampoco él figura en declaraciones, tras su salida presurosa de Cuba por esos días. El diplomático se apodera —aún más— del escritor, que esperará años para publicar un libro con su versión de los hechos.

Más allá de la discusión conocida, que intenta precisar hasta qué punto se impuso la práctica oportunista y cuándo termino la voluntad revolucionaria, lo que definió las primeras décadas del proceso revolucionario fue la imposibilidad de que los escritores pudieran escapar del debate político.

No se trata de confundir la labor del escritor con la del político. Un peligro siempre presente en un país donde uno de sus mejores escritores fue a la vez un héroe independentista y ha sido elevado a la santidad nacional, en la isla y el exilio.

Durante el mayo francés, Sartre reclamaba que el intelectual volviera a ejercer el papel desempeñado en el siglo XIX. Por décadas fue el fantasma de Sartre, y no el del comunismo, el más apreciado por los escritores cubanos. Hasta cierto punto no era una elección cuestionable, pero carecía de profundidad. Esa falta de rigor terminó por destruir más de una vida.

Cuando Padilla decidió presentar a concurso el manuscrito de Fuera del juego, escogió un lema para que le sirviera de seudónimo e identificación de la obra: “Vivir la vida no es cruzar un campo”. Se trata de un verso del poema “El huerto de Getsemaní”, que aparece al final de la novela El doctor Zhivago, de Boris L. Pasternak, a esa novela triste y luminosa donde el protagonista, de forma callada, reafirma en cada momento su lucha por su condición, aun a costa de su destrucción física.

Con información, ironía y desgaire, Un affaire para recordar no nos permite dejar de tener en cuenta lo ocurrido —desde los ángulos y matices más diversos— en ese año maldito para la literatura cubana que fue 1971.

Un affaire para recordar, de Norberto Fuentes, se puede adquirir en Amazon.

El texto central ha sido tomado del sitio Cubaencuentro (6/11/21) y se publica con permiso de su autor.

Las fotografías son de la Colección de Norberto Fuentes y está prohibida la reproducción. Arriba: Plano medio de Norberto Fuentes sentado a la derecha de Heberto Padilla. La toma debe corresponder a los primeros momentos del debate en la noche de la autocrítica, cuando los ánimos aún no se han caldeado. Todavía parece haber una comprensión entre los dos escritores, un entendimiento. Abajo: Miami, circa noviembre 1994. Heberto Padilla y Norberto Fuentes en el estudio del fotógrafo Iván Cañas. ¿Finalmente un entendimiento?

lunes, 7 de junio de 2021

Las cosas dignas de verse en Naples, Florida

(La mosca se ha posado en el vidrio) 


 

viernes, 28 de mayo de 2021

El pecado capital

El infausto affaire Padilla. Un fantasma que no se extingue. Resurge ahora en esta documentación —de circulación restringida por más de cuatro décadas.

Cuarteles de Invierno anuncia la publicación de Un affaire para recordar, el expediente más completo conocido hasta el presente sobre los avatares del episodio que culminó con la quiebra del idilio entre la intelectualidad occidental y la Revolución Cubana.

Los documentos que componen este volumen estuvieron fuera del alcance del público por más de 41 años y contienen la transcripción más completa y fidedigna de lo acontecido la noche del 27 de abril de 1971 en el antiguo garaje para dos coches de la mansión de la familia de Narcis Gelat, un acaudalado banquero radicado en La Habana. La mansión había sido convertida desde 1961 en sede de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). El garaje se habilitó para la ocasión como salón para las descargas autocríticas convocadas de alguna manera al unísono por el Departamento de la Seguridad del Estado y el poeta Heberto Padilla. 

La versión facsimilar que se encuentra en este volumen incluye el texto completo del original publicado en cantidades muy limitadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano y para conocimiento exclusivo de su personal de mayor rango. El lector debe saber, pues, que esta edición de Cuarteles de Invierno le permite disponer de un documento que en su época estuvo clasificado, solo para los ojos de la cúpula del servicio exterior cubano. Un fragmento de considerable importancia de la historia revolucionaria rompe finalmente el cerco de la censura.

viernes, 14 de mayo de 2021

jueves, 22 de abril de 2021

La Revolución en una cámara

Foto © 1967, 2021 by Norberto Fuentes
Al amanecer en un manglar al oeste de Isabela de Sagua, donde Ernesto y su eterno compañero, el reportero Norberto Fuentes, llevan varias noches en vela apostados con otros siete hombres a la espera de una infiltración de lancheros de la CIA, procedentes de los cayos del sur de la Florida. El retrato es de 1967 y ha sido incorporado a esta versión de la entrevista. No aparece en la edición original de Juventud Rebelde.
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Más de seis décadas dedicadas al arte fotográfico, y ante la impronta del aniversario 60 de la victoria de Playa Girón, Juventud Rebelde conversa con Ernesto Fernández Nogueras.
—Desde la década de 1950 usted incursiona en la fotografía. ¿Qué lo atrapó de este oficio y cuál considera es su encanto después de tantos años?
—Para mí el encanto de la fotografía (y no me lo enseñó nadie) llegó cuando me di cuenta que detenía el tiempo. Cuando me di cuenta que uno apretaba el obturador y todo quedada grabado ahí para siempre, y mirabas al que habías retratado y sabías que seguiría envejeciendo, pero su imagen no.
—Capa afirmaba que «Si una foto no es suficientemente buena es porque no estabas lo suficientemente cerca». ¿Eso ha sucedido con usted en su extensa vida de artista de la fotografía?
—Mira, he llegado al convencimiento que yo soy el instrumento. Por eso digo muy convencido «Dios la tomó». Ahora te explico. Hemingway contó un día el trabajo que le costaba pararse delante de una máquina de escribir para terminar el capítulo de una novela y decía que para poder empezar se paraba delante de la máquina y escribía todas o cualquier cosa que se le ocurría, y al poco rato, sin darse cuenta, ya estaba enganchado con los capítulos. Al final se sentía muy satisfecho.
«A mí me pasa lo mismo: llego a los lugares, sobre todo en un reportaje, empiezo a tomar fotos de todo lo que crea que tiene valor. Lo voy haciendo con calma (y te estoy hablando de rollos), y no te puedo decir es en qué momento el cerebro pasa al disco duro y todo lo que se parezca a alguna imagen que tenga guardada, la mejora y la lleva a la cámara.
«Por eso hay fotos que me gustan mucho, pero no las miro tanto pues me empieza el sabor de que no es mía. También te puedo decir que por una circunstancia especial hubo una época de mi infancia en que vi mucho cine».
—Nick Ut, quien captó la icónica imagen de la niña quemada con napalm, ha insistido que «lo más importante es pensar en la historia de la foto antes de tomarla». ¿Coincide usted?
—No sé a qué se refiere Nick Ut. La imagen es muy dialéctica. Nunca una misma imagen, o mejor dicho, un lugar, es el mismo. El aire, la luz y el movimiento la van cambiando. Estoy hablando de segundos. Quiere decir esto que si usted va caminando, la imagen que usted va viendo según camina es común a todos los que van a su lado.
«Aparentemente todos la ven iguales, pero tiene un movimiento (vamos a decir interno), por segundo. Su momento no es igual siempre y hay que contar con un cerebro que tenga muchas imágenes en el interior para ver esos cambios y ver exactamente aquel para que la persona que caminaba con usted diga: esta no es la foto que tú tomaste cuando caminábamos juntos.
«Hay que estar muy despierto para cogerla, y eso nada más que lo puede hacer un cerebro entrenado. Por ejemplo, conocí un fotógrafo cubano que estuvo trabajando para LIFE, gracias a Guillermo Cabrera Infante, un escritor y amigo que lo trajo a Cuba después de hacer con él un gran trabajo sobre la fiesta que dio Mike Tood en el Madison Square Garden de Nueva York, por La vuelta al mundo en 80 días, una película que había tenido mucho éxito.
«Jesse Fernández era el nombre de este fotógrafo, y te puedo decir que a mí me pasó lo mismo con unas fotos que tomó estando conmigo. Un día, a la salida del periódico me pidió que lo acompañara hasta el Vedado, a pie. Así lo hicimos, y mientras caminábamos y hablábamos, el disparaba su cámara.
«Días después me enseñó algunas y me quedé bobo: a pesar de haberlo visto trabajar y disparar su cámara, veía los lugares distintos. Estuvo muy poco en Cuba, pero dejó un tabloide en blanco y negro y a color que se llamó A Cuba con Amor, en el que vas a ver las fotos más bellas que puedas haber visto sobre Cuba.
«En resumen, la vida, a pesar de sus baches, es muy bella, y para que siga así hay que tomarle fotos, porque, como se dice, la foto detiene el tiempo. Hay que retratarlo todo para ganar en experiencia».

—La historia lo recoge como el primer fotógrafo en llegar a Girón cuando la invasión…

—Bueno, si bombardearon tres lugares en Cuba y amenazaban con invadir, hice lo que me pareció más lógico: pedirle permiso al director del diario, Carlos Franqui, para dormir en el laboratorio bajo promesa de que, si invadían, iría yo. Y así fue exactamente. El director cumplió. Cuando le avisaron me llamó, y me envió para el lugar en menos de cinco minutos.
«El lunes tarde en la noche regresé de Playa Girón para revelar todo lo tomado por mí ese día. A las dos de la mañana me fui a despedir del director para irme de nuevo a Girón, y cuando me le presenté había una persona a la cual había visto varias veces por allí, y Franqui me dijo, medio en risa: “Ernesto, ¿no te molestaría llevar al compañero Taber contigo?”.
«Medio cortado dije: ¡Claro!: se trataba del fotógrafo Robert Taber, el que le hizo la más grande y mejor entrevista a Fidel Castro en la Sierra Maestra. Era tan larga que se transmitió de costa a costa durante dos días seguidos. Él tiene la colección más bella de fotos de la Sierra Maestra… Una de esas es la que sirve de logotipo al periódico Granma: Fidel con el fusil en alto en la Sierra Maestra.
«Con Taber llegamos en horas de la mañana a la ciénaga y nos enteramos que estaban velando al Capitán Antero Fernández. Fuimos a la casa e hicimos unas fotos. Seguimos a Pálpite y así todo el día con Taber, hasta el bombardeo de los autobuses. La foto en que aparezco tirando fotografías al lado del autobús bombardeado e incendiado me la hizo él.
«A las 7.00 p.m. le dije que me marchaba para La Habana para revelar los rollos y que temprano en la mañana vendría con rollos nuevos y las cámaras arregladas, porque producto de las explosiones, los golpes o sabe Dios qué, se le habían zafado los cuatro tornillos que aguantaban el frente. Lo curioso es que las dos cámaras eran iguales: Nikon S2, con lente 1.4, y a la de él y a la mía les pasó lo mismo.
«Las arreglé en casa de un mecánico que le decían Chiqui, en la calle 20 de Mayo, y partimos de nuevo para Girón con las cámaras sanas y varios rollos. Llegué alrededor de las diez de la mañana. Nos tropezamos con muchas personas que venían de Playa Larga y decían que venía una contraofensiva. Esas bolas corrían entre la población civil a cada rato y decidimos correr para llegar rápido a donde estaba Taber.
«Lo primero que nos enteramos fue que estaba herido, y que alguien suponía que era un mercenario porque iba vestido de civil y gritaba que lo llevaran a un hospital. Todo esto y más le pasó al pobre Taber. Por fin alguien lo identificó y supimos que tenía una herida grave en una pierna producto de los obuses.
—¿Cómo logró que se publicaran con inmediatez sus fotos?
—El lugar estaba a par de horas de La Habana y eso permitía regresar por la noche a revelar y volver muy temprano en la mañana a la zona de guerra. El carro en que fui el primer día era una guagüita VW, y el último día fui en un “pisicorre”, creo que marca Chevrolet.
«Así lo hice el lunes y el martes. El miércoles no, porque entramos con las tropas cuando se tomó Girón y me acosté a dormir en el portal de una de las cabañas.
«Todo lo demás fue suerte. Alguien vio las fotos cuando las entregué esa noche y diseñó un fotograbado de cuatro páginas que salió el mismo día que cayó Girón».
—Diez fotografías suyas de esos hechos estarán permanentemente expuestas en el Museo Memorial Girón a partir de este abril…
—Entre esas diez me es difícil escoger alguna por encima de otras, pero sin duda los autobuses bombardeados e incendiados, y los milicianos avanzando a pesar de la metralla, me impresionan siempre.
«Esos son los hombres que quisiera hablaran de esa guerra delante de mis fotos, para que explicaran lo que ahí se ve, porque yo hice el cuerpo, pero ellos tienen que hablar del corazón».
—¿Qué ha quedado en su memoria de aquellos días?
—Entrar con las tropas en Playa Girón y tomarlo al atardecer, en medio de la alegría y el dolor que acompañaba el triunfo, es algo imperecedero para mí.
—En las batallas, ¿cuál es su valoración de las fotos tomadas delante o detrás de los combatientes, en cuanto a su impacto visual?
—En lugares donde se combate se supone que nadie vaya delante de ti, aunque el escritor Norberto Fuentes y yo lo hacíamos a veces cuando la cosa se ponía un poco caliente para que los muchachos empezaran a gritarte y pasara ese momento. Fui aprendiendo que buscar el combate crudo casi nunca podía aportar mucho, pero el retrato antes o después del combate es demoledor. En el otro es un muerto más.
—Con tantas guerras, usted está vivo de milagro…
—Fui a Venezuela con otros diez cubanos cuando un general venezolano cruzó la frontera por San Cristóbal para invadir esa nación, por órdenes de Trujillo. Aquello fue una tragicomedia. Llegamos y no teníamos un solo papel arriba. Para entrar nos resolvió un diputado, Fabricio Ojeda, que logró que nos pusieran un montón de vacunas y así, con él, entramos sin un solo papel y arrancamos para el estado donde había cruzado el General con sus hombres.
«A la mitad del camino nos avisaron que se había rendido y regresamos a Cuba, no sin antes hacer un poco de amistad con Fabricio, que tiempo después fue asesinado en la cárcel.
«Con el escritor Norberto Fuentes estuve en la lucha contra bandidos en 1963, en la lucha contra piratas en 1967 y en Angola de 1981 hasta l983. Ambos compartimos dos guerras (vamos a decir que tres, pues para saber qué era aquello de los piratas había que estar en una emboscada dentro del agua subido sobre el mangle de madrugada): Angola y la Lucha Contra Bandidos.
«Norberto me decía que no le tenía miedo a nada mientras estuviera conmigo, porque yo le decía que nunca me había visto entre los muertos, y así era. Parece que el cine me dejó una gran influencia, pues todo lo veía como una proyección que a cada rato cambiaba de imagen».
—¿Sin la llamada Fotografía de la épica revolucionaria, piensa que su obra no hubiese sido tan reconocida?
—Bueno, no sé si es muy conocida, pues cuando regresé de Angola en 1983 me dediqué a hacer reportajes en el campo, y las pocas exposiciones que hice fueron por algún amigo que me invitó o alguna exposición que hacía de Playa Girón.
«Todo el mundo empezó a hablar de las fotos después del premio que obtuve, gracias a la compañera Luisa Campuzano y a la Casa de las Américas, que me propusieron para el Premio Nacional de Artes Plásticas».

—La crítica valora su obra como un repertorio visual que echa abajo las fronteras entre el fotorreportaje y el ensayo fotográfico. ¿Se lo propuso usted?

—Eso debe de ser por lo que digo de que las fotos las hace el disco duro del cerebro. Me acostumbré que donde quiera que hago un reportaje me quedo a dormir los días que sean, y los trato todos, en la medida que pueda, como ensayo. Eso sí: me encanta el reportaje.
—¿Cuáles son las cinco fotografías que siempre lo acompañarán?
—Las de mi familia.
—¿Qué considera que ha cambiado en la fotografía?
—Todo, menos lo que yo llamo el huequito (visor). Sin visor no hay foto.
—¿Cuánto extraña la época dorada de la técnica?
—De eso no quiero hablar… Es el único invento cuyo desarrollo ayuda para casi todo, pero te perjudica en la persecución. Mientras avanza tú sufres más, porque hasta ahora cuando tú tenías una visión de 20-20 veías perfecto, hasta un punto. Con la alta definición no sabes por dónde andas. Estás acostumbrado, aunque tengas la mejor vista, hasta un límite. Ves la cara de una mujer bien maquillada y la vez bella, pero de pronto vez esa misma cara en la televisión, y lo que ves es una definición que te mata, le ves hasta la marca de la punta del lápiz que le pasaron por los ojos y su cara parece un dibujo.
«Como no me queda más remedio, tengo que entrar en el mundo digital, pero no confió… Siempre pensé (desde que empezó la era digital) que las grabaciones iban a ser óptico magnéticas, porque impresas en un rollo de fotografía lo más que puede ser es que se ralle un poquito, pero no se pierde la imagen porque está impresa. Fíjate que las películas se echan a perder, pero el sonido no. Esa era la belleza del blanco y negro, que todo se veía como era y la gente ni se daba cuenta que no tenía color».
—¿Cómo ha logrado preservar tantos negativos y fotos?
—Los rollos los tengo metidos en un closet cuya pared da a la cocina y se mantiene a buena temperatura sin humedad. En 60 años no me ha cogido hongo ni un lente ni una película.
—¿Alguna vez se impresionó tanto que dejó de apretar el obturador en el momento preciso?
—Si es verdad que siento el obturador, es que no estoy haciendo la foto verdadera.
—¿Soñó que su obra sería imperecedera para nuestra historia?
—No creo que nadie piense en eso. Uno lo hace porque quiere hacer un buen trabajo, pero nadie sabe qué va a pasar con eso. Son muchos los fotógrafos, y con mejores condiciones aparecen y no queda nada tuyo. Cuando de pronto las cosas tuyas cogen valor, por supuesto que te alegras mucho.

Fragmentos de «La Revolución me puso a golpe de cámara toda su lucha», una entrevista de Hugo García con Ernesto Fernández. Publicada en Juventud Rebelde el sábado 17 de abril de 2021.


miércoles, 21 de abril de 2021

Alcibíades Hidalgo: “Mientras viva, Raúl Castro tendrá la última palabra en asuntos clave y de estrategia”

Foto: Carolina Hidalgo

Una entrevista de Pedro Schwarze

Este lunes se concretó la salida de Raúl Castro de todos los puestos de poder en Cuba. Y con él pasaron a retiro los dirigentes octogenarios que aún se mantenían en la dirección del Partido Comunista de Cuba (PCC). Pero esa salida no es inmediata, ya que su mano estuvo detrás de la conformación del nuevo Buró Político, el mayor órgano de dirección del PCC. Miguel Díaz-Canel, el nuevo gobernante, más bien “es un mascarón de proa”. Así lo explica Alcibíades Hidalgo, ex jefe del despacho político de Raúl Castro, ex vicecanciller y ex embajador ante la ONU, quien vive actualmente exiliado en Estados Unidos.

¿Qué rol va a jugar Raúl Castro a partir de ahora? ¿Va a seguir actuando como lo hizo Deng Xiaoping en China?


Absolutamente. Mientras viva tendrá una opinión que dar y dirá las últimas palabras en los asuntos clave y de estrategia. Fidel intentó hacerlo, pero no le acompañó la salud ni el hecho de que el que controlaba su acceso a los medios era el propio Raúl. No creo que Raúl Castro tenga ninguna inspiración de ir a escribir memorias o notas, como hizo su hermano. Pero mientras respire va a tener la última palabra en las cosas básicas.

Raúl Castro dijo el viernes que seguirá “con un pie en el estribo para defender a la patria”. ¿Qué señal quiere dar con eso?


Después de estar 60 años mandando un país, es muy difícil que se vaya a un retiro, a pescar. No es la actitud que se espera de un personaje como este. Él se cree, se supone, un revolucionario que encarnó las mejores ideas nacionalistas del país y también las del socialismo, y como tal puede querer morir en esa tesitura.

¿Hubo algo sorpresivo en este Congreso del PCC?

Sí. Raúl ha metido en el Buró Político a su ex yerno, el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja (presidente ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial), que es el único funcionario importante cubano que está sancionado por el Gobierno de EEUU. Es una galleta a la Administración Biden. Es una demostración de que Rodríguez está en el poder y que es parte de la familia, pero para los americanos eso es muy difícil de mascar.

¿Hubo salidas llamativas del Buró Político?

Es significativa la desaparición de Leopoldo Cintra Frías, que había sido sustituido hace pocos días como ministro de las Fuerzas Armadas. Se quedó fuera del juego. El nuevo ministro, Álvaro López Miera, es más cercano a Raúl, una persona que compartió la infancia con Vilma Espín (la esposa de Raúl Castro, fallecida en 2007) y que estuvo con ellos en el frente guerrillero siendo un adolescente. Es su hombre de mayor confianza en la Fuerzas Armadas. También es muy llamativo que sacaron a Marino Murillo, el autor teórico de la reforma económica.

Raúl Castro fue durante 45 años el segundo secretario del Comité Central del PCC. ¿Ya no existe ese cargo?

Así es, ya no hay segundo secretario. Eso es muy importante. El cargo de segundo secretario es algo que se le inventó a Raúl Castro, y Raúl lo mantuvo con José Ramón Machado Ventura por conveniencia, pero eso ya desapareció. Quiere decir que Díaz-Canel es el primer secretario y todos los demás están en el mismo escalón.

¿Y qué hay de la presencia militar?

En el Buró Político hay una fuerte presencia militar, la sigue habiendo, aunque la disimulan, por ejemplo, presentado a Luis Alberto Rodríguez López-Calleja con traje y corbata como presidente ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial. Además, está el ministro del Interior (Lázaro Álvarez Casas) que llega al Buró Político directamente, está el secretario del Consejo de Ministros, y está López Miera, el ministro de las FAR. Hay cuatro militares.

Con la salida de Raúl Castro, que ya tiene 89 años, y con el hecho que no hay ningún Castro en los órganos más importantes del país, ¿se está ante el fin del régimen castrista?


Este grupo de poder está tratando de hacer ver, y además muy eficazmente, de que no hay ningún apellido Castro en el Comité Central del PCC ni en ningún cargo clave. Eso es cierto. Pero están sus testaferros, sus prestanombres, siguen allí. Luis Alberto Rodríguez López-Calleja es el ejemplo máximo. Es el hombre que tiene la bolsa del país y de la familia. Eso de que iba a dejar a su hijo Alejandro Castro Espín era una especulación. Raúl escoge la fórmula que le funciona para dejar asegurado, en primer lugar, a su familia y a sus descendientes directos, y darle cierto respiro a la familia de Fidel Castro, que la han tenido ahogada, que han desaparecido del poder real.

Miguel Díaz-Canel concentra los cargos más importantes. La jefatura de Estado, la jefatura del Gobierno y el liderazgo del Partido Comunista. Pero, ¿tiene el poder real?

Eso es teóricamente. Pero evidentemente él se sienta junto a un grupo de inspectores, frente a un ministro de las Fuerzas Armadas, que tiene un contacto íntimo y directo con Raúl Castro. Se sienta en el Buró Político frente al ex yerno de Raúl Castro. Se sienta junto a Marrero que se lo han puesto de primer ministro y que es un personaje muy cercano a Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. Díaz-Canel es el mascarón de proa, como los que coleccionaba Neruda.

¿Un mascarón de proa sin carisma?


Sí, sin gracia, muy mal escogido, señal del daño que le hizo a ese sistema la línea de escoger a los más sumisos, a los más dispuestos a hacer lo que ellos estimasen necesario. Por ahí pasaron personas muy inteligentes, como Carlos Aldana, como Carlos Lage, infinitamente superiores a la pobre demostración que ha dado Díaz-Canel hasta ahora.

Entrevista publicada en el medio chileno Ex-Ante, el lunes 19 de abril de 2021.

martes, 20 de abril de 2021

Lejos de África, avatares
de la Dra. Fuentes

Acaba de graduarse como médico. Supuestamente se quemó las pestañas en la Universidad de Michigan. Yo me pregunto, qué hace una hija mía estudiando en Michigan. ¡Y Medicina! ¿Y estudió? ¿De verdad? Oigan, por poco hay que llevarla a punta de bayoneta al primer día de clases en la primaria. Ahí suministro un par de fotos de sus días de estreno en una escuelita pública del condado de Broward. Desconsolada, entró a clases. Siempre un alma solidaria le pasó el brazo por encima de los hombros y la animó a seguir adelante. Un alma solidaria de su mismo tamaño y peso, es decir, otra mocosa. Tranquila, muchacha, si esto no es el camino al cadalso. Apóyate en mí. Avanza. Después le colgaron al cuello un cartel con su nombre. PATRICIA.


Inteligente que son los yanquis. De ahí a emplear con soltura las tarjetas de negocio no va nada. Entonces pasaron los años, uno tras el otro, y un día me entero que estaba en Macchu Picchu dedicada a no sé qué aventura a lo Indiana Jones y más adelante que había ingresado en los Cuerpos de Paz y se hallaba al frente de una comunidad agrícola en un país llamado Suazilandia, donde estuvo tres años y donde cimentó los créditos y el prestigio necesario para postular a una escuela de medicina. El problema de Suazilandia era la costumbre de susodicha nación de —todos los años— hacer desfilar a cuanta jovencita casamentera hubiese y certificada como virgen con sus senos desnudos frente a un muchachón regordete y divertido que es el rey y que este día, mientras se relame en su trono y ante tantas téticas brincando, escogerá las concubinas que entibiarán su lecho en el nuevo año de actividad de la corte. Problema para mí, digo, porque ya a esas alturas yo sabía de su capacidad para hacer la transición de una aterrorizada mocosa ante su primer ingreso en un aula a la posibilidad —muy cierta de ocurrir— de ir delante de la procesión de las vírgenes suazilandesas. Y con la misma sonrisa y satisfacción que le han visto en la foto de allá arriba. Y ahora yo hubiese sido, al menos por un año, suegro del rey de Suazilandia. Pero no. Se dedicó con ahínco al trabajo social de su comunidad y a criar un cachorro de tigre que los sabios tribales le dieron como premio por el éxito de su siembra de viandas para el autoconsumo de la aldea. El tigre tuvo que dejarlo al cuidado de los sabios cuando llegó la hora del regreso.

No lloró mucho aquella tarde del adiós, porque ha resultado durita. Aunque ha prometido regresar. Y todas las universidades americanas la aceptaron. La razón de que escogiera Michigan, es un enigma para mí. Antes, sin embargo, en los seis meses que le quedaban libres tuvo la ocurrencia de ganarse un dinerito trabajando de buhita en uno de los establecimientos de la cadena Hooters, creo que uno radicado New Jersey, donde no solo expendía cerveza a granel y alitas de pollo empanizadas, sino que embelesaba una audiencia de clientes y personal de la casa con sus historias de los misterios de África. ¡Una hija mía buhita! ¡En Hooters! ¡En New Jersey! Y lo que me queda: se va para Texas a hacer la especialidad de anestesiología. ¡Mi hija! ¡Anestesióloga! ¡En Texas!



 

sábado, 17 de abril de 2021

Arrivederci, Raúl


Sabiendo como él sabía que toda la poderosa mística de la Revolución cubana acababa de extinguirse aquella noche del 25 de noviembre de 2016, mientras anunciaba el fallecimiento de su hermano mayor, Raúl Castro se enfrentaba en ese instante no solo a su prueba de fuego personal sino a la posibilidad cierta de que todo se le fuera de las manos en un santiamén. La verdad era una, aunque no se admitiera públicamente: Se acabó Fidel y se acabó la Revolución cubana.

De inmediato la pregunta inevitable era si la Revolución desaparecería bajo las reformas que Raúl Castro y su grupo —según el amplio consenso— se verían obligados a acometer. Acaso la biología impostergable, la muerte del principal combatiente cubano, resultaba el episodio final de aquella historia que llenó la imaginación (y no pocas veces también atizó el encono) de millones de personas en todos los rincones del planeta. La primera señal desde Cuba de que Raúl Castro y sus allegados actuaban en consecuencia para conservar la Revolución (que pudo ser una forma de describir el poder que Fidel les legó) fue un aumento ligero pero perceptible de liberalización tanto política como económica. (Que actuaran bajo la presión del miedo, en defensa de sus propias vidas, resultaba al menos una fórmula políticamente correcta en tales circunstancias. Los obligaba a ser cautelosos, a la vez que magnánimos, y a que calibraran todas sus acciones.)

La economía, pues, resultaba el más peligroso de los flancos. Terminada la leyenda, todo lo que heredaban en ese momento se llamaba precariedad económica, lo que era una idea inexistente, ajena en vida de Fidel, donde primaban los conceptos de orden militar. Era la Revolución de Fidel Castro, una en la que se desayunaba, almorzaba y cenaba sus discursos de redención. Y desde luego que en ese sentido nunca más la Revolución sería igual. Tal el otro flanco, el que ya estaba perdido irremediablemente, el de Fidel y su mística, Fidel y su afán de gloria (del que sabía contagiarnos tan bien), y sus ejércitos invictos y sus equipos de pelota y basquetbol y sus paseos triunfales por el universo y el humo de sus grandes habanos expelidos como cachetadas en las narices de 10 presidentes norteamericanos. Estaría por un tiempo en su cama de caudillo consejero, prudente y sabio —como él mismo se anunció (“Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso”), pero, después de él ¿de qué leño se afincaría el fuego?

Un día, al principio de los 80, en defensa de los gastos que ocasionaban su empeño en ofrecer servicios gratuitos cada vez más sofisticados de medicina y educación (hasta nivel universitario) a toda la población, Fidel dijo: “Señores, yo no sé hacer la Revolución de otra manera.” Ya sabemos que la desaparición de la Unión Soviética y con ello el corte abrupto de su logística, convirtió los sueños paradisíacos en un fracaso económico y en la carga —que le colgaron a la espalda hasta el fin de sus días como el albatros de Coleridge— que implicó dejar un país en ruinas.

Pero de alguna manera quedaba la esperanza de Raúl. Qué curioso, su presencia ya como dueño absoluto del poder en Cuba, comenzó a actuar como un tranquilizante, un vector de expectativas tanto dentro de la isla como en el emplazamiento enemigo de Miami.

Aunque no les quepa la menor duda de que resultaba el hombre perfecto para el cargo. Tomen sino sus dos o tres obras maestras organizativas. Cuando el núcleo matriz de la guerrilla fidelista se fracciona en marzo de 1958, se produce un despliegue hacia al norte del valle intramontano de la región oriental bajo el mando de Raúl, donde pasa a operar permanentemente. Allí es donde él funda el Segundo Frente Oriental “Frank País”, que realmente —en medio de la guerra y para la edad que tenía— fue una proeza, aquel pequeño Estado revolucionario, ejemplar y sin duda disciplinado, aunque fuese disciplinado por el terror. Y después, al triunfo de la Revolución, se convirtió en el jefe del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que siempre ha funcionado como un reloj. Si se toma en cuenta que había heredado un aparato militar de niveles de subdesarrollo y con armamento de la Segunda Guerra Mundial y que además había sido el ejército que los mismos guerrilleros derrotaron en un par de años y que a la vuelta de una década llegó a ser catalogado como uno de los diez primeros ejércitos del mundo y que llegó a dislocar una fuerza de combate permanente de unos 100.000 hombres apoyada con más de 500 tanques y artillería y aviación de intercepción supersónica a más de 15.000 kilómetros de distancia, en la República Popular de Angola, lo menos que se le puede conceder es que se trata de un eficiente organizador y que sabe rodearse de un excelente equipo de asesores.

Y en eso es en lo que estuvieron los cubanos desde la pérdida de Fidel. En una transición, pero —¡oh, sorpresa!— más que de modelo económico, de orden generacional. Y esto es un asunto que surge a última hora y que los obliga a operar en un terreno totalmente diferente al previsto. Muy pocos entre nosotros teníamos esa preclara conciencia: una revolución es un proceso que compromete a una sola generación. Por otro lado, imprescindible aclararlo de inmediato, lo que estuvimos viendo en los últimos tiempos era también el resultado de largos años de guerra intestina entre dos hermanos. Entre Fidel, un auténtico e irrefrenable revolucionario. Y Raúl, un pálido reflejo de la vieja guardia comunista. Durante todo el proceso revolucionario cubano (muchas horas de conversaciones al respecto que tuve, sobre todo con Raúl) Fidel quería dinamitar la República hasta el polvo de sus cimientos. Raúl quería lo contrario. Raúl quería restaurarla.

El problema partía de un manejo de los conceptos. Donde Fidel necesitaba la confrontación, Raúl la eludía a toda costa. Si Fidel llevó hacia límites inimaginables la guerra leninista contra la institución del Estado—al punto de sospechar y oponerse sistemáticamente a su propio Estado revolucionario—, Raúl —el hombre que gobernó con mano de hierro pero resueltamente la mini república del Segundo Frente— tenía en el Estado el principal instrumento de su poder. De hecho, su entrenamiento fue organizar y mantener la vitalidad de instituciones en medio del caos fidelista.

Digamos que era un reformista y que, desde luego, al final —qué paradoja— funcionaría en contra de los revolucionarios cubanos, de los genuinos, los fidelistas. Fidel era nuestro hombre, el jefe natural de una generación a la que apenas salida de la adolescencia le entregaron un país para reinventarlo y además le dieron una subametralladora checa modelo T-23 con abundantes municiones que te podías llevar a la casa. Por supuesto que era nuestro hombre y por eso lo sostuvimos ahí. Pero fuimos los que estuvimos obligados a contemplar cómo Raúl desmontaba el aparato fidelista en cuestión de meses (algo que he llamado la contrarrevolución perfecta), y mantenía a Fidel como su rehén mientras la enfermedad lo consumía.

Pero, 24 horas antes de su cesión de todos los cargos del aparato de poder, él debe aceptar con toda frialdad que esperó demasiado tiempo. Nunca, por ejemplo, intentó un golpe de Estado, con todos los recursos a su favor y el inevitable apoyo que hubiese recibido del Ejército Soviético. Tenía broncas monumentales con Fidel, pero se refugiaba en sus antiguos predios del Segundo Frente a llorar sus cuitas. Y cuando tuvo al fin el poder en sus manos, era tarde, muy tarde. Tuvo que vérselas con una nueva generación y el solo intento de restablecer la República que Fulgencio Batista abandonó 60 años atrás, parecía, cuando menos, ridícula.

Si es cierto que Raúl se jubila como colofón de las presentes jornadas del congreso del Partido Comunista (y todo parece indicar que así será), la próxima semana Cuba será gobernada por alguien cuyo apellido no es Castro. (Vamos a ver la clase de gloriosa despedida que se prodiga él mismo en el salón plenario.) Después, se supone, va a refugiarse en un feudo militarizado en Santiago de Cuba donde la seguridad del perímetro estará garantizada por una guardia pretoriana de toda su confianza.

La mayor evidencia, sin embargo, de lo que va a ocurrir en el futuro inmediato, es el significativo silencio que rodea a su familia desde hace muchos meses. Como quiera que regresar a una situación donde el poder no se puede mantener —el poder de forma absoluta como solo permite una Revolución—, y ante la perspectiva creciente de su desaparición natural, el objetivo priorizado de Raúl es la salvaguarda de su familia. Todos han desaparecido del entorno público. ¿Desde cuándo no oyen un escándalo de esos muchachos? Con todo el dinero que han acumulado, la solución pertinente son las suntuosas villas que ya poseen —un secreto a voces— en Europa. Puede que los hijos de Fidel se incluyan en el paquete y que fuese parte de los compromisos con el hermano en su lecho de muerte. En definitiva, si no los matan antes, no es otro el destino final, en las repúblicas bananeras, de sus dictadores. Y si ese es el plan, señores, muy pronto lo sabremos. Una Revolución en retirada total. Digna, limpia —y en el olvido.

Publicado por La Repubblica (16/4/21) como «Cuba sin Castro. Se va Raúl, reformista a la mitad en el reino de Fidel».