miércoles, 31 de agosto de 2022

El artista para siempre

De un intercambio de mensajes vía WhatsApp entre Cuba y USA con el exgeneral Patricio de la Guardia:

[5:07 PM, 8/25/2022] Al escritor: Esta es una copia que hice de una pintura muy famosa de Gustavo Courbet que está en el Louvre y que pinté en [la prisión] La Condesa en 1999 en honor a la Comuna. En el libro [Nunca digas morir] hay un capítulo muy bueno sobre la Comuna escrito por el Chino Figueredo. [El cuadro] te va a gustar. Nunca lo he querido vender y en tres ocasiones me han ofrecido un dineral. Es un problema sentimental.

martes, 30 de agosto de 2022

La puertas del paraíso

Salman Rushdie fue el último de los escritores en buscar refugio con Fidel
Publicado en ABC el 26/08/22.

Salman Rushdie estaba a punto de cumplir los 13 años cuando se produjo esta escena de cotilleo entre los poetas cubanos Pablo Armando Fernández y Heberto Padilla durante su visita a un central azucarero como miembros de la comitiva que acompañaba a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir durante su primer recorrido por la isla. Estamos en marzo de 1960. El nombre del central azucarero que visitan escapa a nuestra información. Pero la descripción sartreriana del central, «caliente como un horno» es de alguna manera repulsiva, y donde se siente aniquilado… por el olor. «Un olor de bestia, como si el azúcar fuese a la vez una savia y una secreción animal.» Varias décadas después, muy lejos de la experiencia de Sartre y de lo que fuese su acomodada adolescencia, Salman Rushdie va a requerir un favor de uno de los dos miembros de esa escolta intelectual —estos dos amiguitos inseparables— que Fidel le ha asignado al prestigioso filósofo francés. (Foto: Copyright by Ernesto Fernández, 1960, 2022. Todos los derechos reservados. Prohibida totalmente la reproducción.)

Salman Rushdie fue el último de los escritores en buscar refugio con Fidel.

Claro, siempre habría que ver la disponibilidad, si él estaba en ánimo de acogerte en su regazo.

Pablo Armando Fernández había sido portador de la noticia luego de uno de sus viajes a Nueva York. Esto sería entre 1991 y 93, seguro durante estos últimos dos o tres años míos en Cuba. Por esa época Pablo visitaba sin dificultades los Estados Unidos. Su época de paria intelectual (como involucrado en el famoso Caso Padilla) había pasado y se dedicaba a recibir personalidades en La Habana, desde Saul Landau y James A. Michener hasta servirle de Lazarillo a Norman Mailer para zanquear la ciudad (¡qué envidia, cojones!) cuando aterrizó en Cuba, un papel que de alguna manera estuvo en ciernes designado para mí hacia mediados de los 80, y sobre todo después de la publicación de Hemingway en Cuba, y luego de mi rehabilitación por mis amagos de disidencia también incluidos en el expediente del citado Caso Padilla. Mas en esa etapa de mi renacer, se requirió de muy poco tiempo para que Fidel se diera cuenta de que los escritores no eran mi fuerte y rápidamente me teledirigió para actuar sobre el mundo del crimen. Robert Vesco me fue asignado como primer objetivo. Aunque, claro, estamos de acuerdo que eso es materia de otro texto, así que continuemos.

Pablo mismo me contó la historia de Salman. Ya le llamaba así, Salman, como si fuera un primo suyo, de allá, del batey del central Chaparra, la aldea del norte de Oriente de donde él era oriundo. Pablo, siempre un tipo encantador y aunque no podía ocultar su a veces exagerado amaneramiento —no hacía falta ni una pizca del machismo cubano en su existencia— subrayaba con sus gestos la gracia de sus historias, gestos nunca groseros ni perturbadores sino llenos de una picardía tan infantil que a uno le daba por querer adoptarlo, y sus historias, por lo demás, eran maravillosas. Ma – ra – vi – llo – sas, como él mismo proclamaba. Cualquier cosa que contara. Un narrador oral desgraciadamente muy superior a su narrativa escrita. Había una sospecha, sin embargo: él era primariamente un poeta y había comenzado su carrera con un libro llamado Salterio y lamentación y tú nunca te puedes confiar en un autor que dispare un título como ese. Aunque luego yo le decía que lo perdonaba porque Borges en su juventud había colaborado en una publicación llamada El Monitor de la Educación Común. Por otro lado, había algunas cosas que me vinculaban necesariamente a Pablo. Una era que Verde Olivo, la revista del ejército, en uno de sus primeros ataques contra nosotros (en vísperas del arresto y posterior sesión de autocríticas del Caso Padilla), en octubre de 1968, y más que ataque, como burla, publicó una caricatura en la que lo llamaban PAF por las iniciales de su nombre y esa es la razón por la cual desde entonces yo siempre lo he llamado PAF. Recuerdo que, cuando me mostró las páginas abiertas de la revista, yo me eché a reír. Se quedó en una pieza, estupefacto, y al final me dijo: «No es que tú seas inmoral. Es que eres amoral.» «Pablo —intenté explicar el motivo de mi regocijo y hacerlo entrar por razones—: ¿No te das cuenta que hemos llegado? Ya tenemos la confrontación. Por ende, tenemos la fama.» Un vínculo fuerte ese, ¿no?

El hecho es que fue en esa casa y en ese portal criollo, de sillones de madera, dándonos balance, donde yo solía pasar tardes espléndidas de cháchara con PAF y donde un día, acabado de llegar él de Nueva York, me dijo que se había reunido con Salman Rushdie en aquella ciudad. Ya era una época que yo no lo importunaba mucho puesto que mi atribulada persona había vuelto a caer en desgracia (esta vez por mi asociación con unos personajes acabados de fusilar, principalmente el general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio de las Guardia) pero estaba requerido de un favor suyo empeñado como estaba y obstinado como soy en escribir un libro ligero de memorias para el cual ya había concebido el título de Pura coincidencia y requería del libro de memorias de Gertrude Stein La autobiografía de Alice B. Toklas porque el mío se había perdido o me lo habían robado y ansiaba usarlo como modelo. PAF no lo encontró entre los miles de lomos de volúmenes que cubrían las paredes de su casa en las dos plantas. Conmigo siguiéndole a pie juntillas, Pablo iba por toda la estancia llamando, en inglés, a Alice B. Toklas, como si fuera una niña perdida de la madre o la Caperucita en el bosque cuando la noche comienza a caer. «Alice!», clamaba Pablo, con una angustia que te partía el corazón. «Alice, where are you, Alice? Alice, please! Alice, where are you?! Oh, Alice!» El libro no apareció. Aunque el bosque solo existió para lograr un toque de dramatismo en su rastreo desesperado de Alice y tampoco la noche estuvo cayendo. En algún momento se dio por terminada la misión de búsqueda y captura y nos fuimos al portal, a dar balance. Un balance suave, no como en un columpio, para permitir que alguna conversación fluyera. De manera que él, estirándose sus tirantes comprados en el departamento de ropa masculina del Macy´s de la Avenida Roosevelt de Nueva York, un gesto elegante de magnate arrellenado en su silla articulada de revestimiento de cuero, y con el deliberado propósito de satisfacer su vanidad, me dijo que había sido portador de ese mensaje para Fidel, aunque era algo que me contaba en la más estricta confidencialidad. Salman Rushdie quería viajar a Cuba en busca de protección. Estaba en el fragor de la persecución para matarlo desatada por el ayatola Khomeini en venganza por la publicación de su novela Versos satánicos que el líder religioso acusó de blasfema. La fatwa de Khomeini lanzada el día de los enamorados de 1989 comprendía la recompensa de un millón de dólares al que le arrancara la cabeza al atribulado autor y este no encontraba lugar más propicio para protegerse que Cuba. Trágico. Frustrante. Descorazonador. Él también había confundido todas las señales de la pureza y justicia de la Revolución cubana. Vio bondad a cualquier precio en un proceso cuyo verdadero sino es la lucha desesperada por sobrevivir.

«Tuvimos un almuerzo y me lo pidió», dijo PAF.

«¿Caro? ¿Un restaurant caro?»

«Digamos que exclusivo. Un problema de seguridad.»

«Pagó él, por supuesto. ¿Pero de dónde saca el dinero?»

«No tengo la menor idea, Príncipe».

Me llamaba así. Príncipe.

«Estarías rodeado de los mastodontes del FBI o los de Scotland Yard. Bueno, Scotland Yard tiene personal más lánguido,» dije.

«No. No los vi.»

«No me jodas tú, Pablo. Tenías más indios alrededor que Custer.»

Hice una pausa, reuniendo mis pensamientos.

«Pero bueno, nada de eso es importante. Lo importante es Fidel. ¿Qué dice Fidel?»

Yo también animado por la posibilidad de un gesto caritativo del líder.

«No, hombre. Qué va», respondió Pablo.

«Claro», me adelanté a su respuesta. «Fidel no está loco.»

Ya Pablo se había alineado con el poder y yo sabía que esa iba a ser su respuesta. Más bien sabía que era la respuesta de Fidel.

«Ni que Fidel estuviera loco.»

«Claro», dije yo.

De hecho, y esto me lo callé ante Pablo, no había nada más parecido a una maniobra de la CIA que esa historia.

«¿Tú crees que Fidel Castro se va a fajar con Irán por un escritor?»

Pablo apoyó mi razonamiento con un gesto de la cabeza.

Lógico. No era posible.

«Pero, coño, tiene aquí a Robert Vesco», dije un tanto airado. La inevitable solidaridad gremial y máxime cuando yo mismo me hallaba en una situación de peligro creciente dentro de las fronteras de mi país y sin Scotland Yard ni la CIA ni el FBI ni el Mossad ni la Real Policía Montada del Canadá ni nadie para protegerme e incluso pagarme almuercitos con extranjeros en busca de vías de escape.

Entonces, de inmediato, antes de darle oportunidad a Pablo de que se me asustara, agregué:

«Pero Vesco es una bronca de Fidel con los americanos. Ellos son los que quieren la cabeza de Vesco. Claro.»

Vistas bien las cosas, con el beneficio de los años, lo mejor que le ocurrió a Salman Rushdie fue la negativa de Fidel a aceptarlo en el país. Porque, en última instancia, contemplad el destino cubano de Robert Vesco. Cuando Fidel se cansó de él, en 1996, lo sentenció a 13 años de cárcel por un delito de fraude a una compañía estatal cubana de investigaciones médicas. Al final, cuando lo soltó, era un anciano enfermo de cáncer en los pulmones y listo para el cementerio. Lo enterraron el 23 de noviembre de 2007.

Salman, en su momento, estuvo actuando como si los años dorados de la Revolución cubana no hubieran conocido el batacazo del Caso Padilla. Como si, desde Sartre hasta el más humilde versificador de la Patagonia, siguieran mirando hacia La Habana como La Nueva Meca. El Comandante en Jefe Fidel Castro estaba allí, dispuesto a recogerlos a todos. El guerrero tronante con su espada en alto y diciéndoles: escúdense detrás de mí. Guerra y paraíso unidos en la divinidad de una promesa. Yo soy vuestro valladar. Acójanse.

Algunas promesas rotas.


viernes, 26 de agosto de 2022

Salman Rushdie y Fidel Castro

El frustrado intento de Salman Rushdie por refugiarse en Cuba es lo que cuento en «Las puertas del paraíso», el texto publicado en ABC. Cliquee aquí para acceder a la pieza.

 

martes, 9 de agosto de 2022

Te estoy vigilando

Jerry Lee en su posición favorita. Nada fuera de su control visual. El entorno bajo dominio. A su derecha, la cocina y comedor; atrás, el ventanal que da al patio y a la sala; a la izquierda, el estudio del padre y la puerta de entrada a la casa; enfrente, el dormitorio. Cualquier movimiento de los otros dos miembros de su pack, esos absurdos bípedos, no escapará a su escrutinio. 

 

sábado, 6 de agosto de 2022

Norberto Fuentes: “Never Say Die”

UNA ENTREVISTA DE LADISLAO AGUADO

Publicada originalmente en Hypermedia Magazine el 31 de julio de 2022.

La Revolución cubana se ha alimentado de sangre y de ilusión a partes iguales. Sobre el trazo de las víctimas, una masa de hombres y mujeres tomó la promesa de un país mejor para el futuro, como prueba fehaciente de que el viejo orden social estaba siendo removido.

Cuba llegaba a lo que iba a llamarse “revolución” tras solo seis décadas de emancipación colonial española y una población de 7 millones de habitantes, de los cuales más de un millón eran analfabetos.

Pero la idea de dejar atrás la concentración de capital y oportunidades en las clases pudientes, los estragos sociales consecuencia de los débiles gobiernos elegidos democráticamente, y la impronta en la dignidad nacional de los envites de las dictaduras funcionaron como un revulsivo suficiente para hacer creer a buena parte del país que había llegado el momento de entregarse a la tarea de construir una “revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”.

Con un ideario asentado sobre la astucia de la esperanza, Cuba se enfrascó entonces en convencer al mundo y a sí misma de que era posible construir en ella, sobre esa franja de 1 250 kilómetros de largo que conseguía leerse en los mapas como la frontera sudeste de Estados Unidos, el sueño de la justicia y la igualdad social.

Un sueño que involucraba no solo a los principales actores de la Revolución, sino, también, a una juventud que aún digería los siete largos de años de dictadura de Fulgencio Batista y que muchas veces se había visto atrapada entre las acciones para derrocarla y las consecuencias por intentarlo: la cárcel, el exilio o la muerte.

Dos de estos jóvenes, a la sazón de 1959 exiliados en Estados Unidos, donde estudiaban arte en el sur de la Florida, son los mellizos Antonio y Patricio de la Guardia. Los mismos hombres que exactamente durante treinta años van a servir a la Revolución cubana con la lealtad de quien, voluntariamente, camina por el borde de un desfiladero con los ojos vendados.

Norberto Fuentes en su domicilio, 2018. © Giorgio Viera.

La Revolución cubana, que a lo largo de su trayectoria ha acumulado —como todas las demás— gruesas cifras de víctimas, desencantos y traiciones, terminaría pagando su lealtad a los hermanos De la Guardia con el fusilamiento del primero y el encarcelamiento del segundo por un período de treinta años, bajo el escueto nombre de Causa 1/89.

Quienes condenaron al general Patricio de la Guardia nunca previeron que este sobreviviera, a los 51 años, a un cautiverio tan extenso, sobre todo en una cárcel cubana. Pero la biología a veces toma partido por la justicia y Patricio no solo sobrevivió a la condena, sino, además, ha conseguido llenar los días fuera de la prisión con la pintura y la conversación con los amigos, donde flanea un tema permanente: ¿en qué momento se jodió la Revolución cubana?

Homenaje de Patricio de la Guardia a su hermano Antonio de la Guardia.

El escritor Norberto Fuentes, autor de al menos tres libros fundamentales para responder a esta pregunta (Dulces guerreros cubanos, La autobiografía de Fidel Castro y Narcotráfico y tareas), acaba de publicar un cuarto volumen: Nunca digas morir (Cuarteles de Invierno, 2022); una suerte de compendio de todas las respuestas posibles, cuyo título es la traducción al español del lema Never Say Die —pronunciado siempre en inglés—, que funcionaba como token entre los mellizos y Fuentes, y que el general Patricio de la Guardia lleva tatuado en el antebrazo izquierdo.

Desde Hypermedia Magazine conversamos con Norberto Fuentes sobre la publicación de Nunca digas morir, los entresijos de la Revolución cubana y la Causa 1/89.

Patricio de la Guardia. Tatuado en su antebrazo izquierdo,
el lema: “Never Say Die”. (Foto: Enrique Foyo)

Antes de adentrarnos en su libro más reciente, me gustaría preguntarle por el contexto que determina toda su trama: la Revolución cubana. ¿Cómo la entiende Norberto Fuentes?

Como un hecho consumado. Las revoluciones son fuerzas de la naturaleza que se desatan igual que un huracán. ¿Es positivo o negativo un huracán? La revolución fue una acumulación de fuerzas. Cualquier persona con una determinada sensibilidad, en el año 59, tenía que hacerse revolucionario, porque ese país era una mierda.

Lunes de Revolución no me dejará mentir. ¿Quién le rogó a Fidel Castro que les diera comida a los artistas? Virgilio Piñera, en enero de 1959. El problema no era el arte, sino darle de comer a los artistas, que se estaban muriendo de hambre. “No existimos”, le dijo. Y la Unión de Escritores[1] se convirtió en una especie de Sociedad de Socorro Mutuo que alimentaba a los artistas.

Ese era ese país.

Mi generación entró con otro brío, con otra perspectiva. En primer lugar, entró desde la Revolución; no desde el hambre, no desde Batista. Nosotros éramos revolucionarios en igualdad de condiciones. Nos sentíamos en igualdad de derechos. Yo no tenía que pedirle comida a nadie y para mí la literatura era Malraux, era Hemingway, era Babel, era Chapáyev, eran Los hombres de Panfílov. Eso era para mí la literatura. Para Virgilio Piñera, para Alejo Carpentier, era otra cosa.

Jesús Díaz, Eduardo Heras o yo teníamos otra visión de las cosas y veníamos del poder. Éramos parte del poder. Un poder como era el poder en Cuba en esa época: desde Guillermo Rosales a la viejita del Comité de Defensa.[2] Todo el mundo se sentía con un poder. Y lo teníamos, de verdad.

Patricio de la Guardia, Rolando Cubela (comandante del Directorio Revolucionario
“13 de Marzo”) y Antonio de la Guardia, durante las regatas de Varadero, en la
que su embarcación ganó a la apadrinada por Fidel Castro. 24 de julio de 1961.

Claro… eso luego se fue organizando.

La Revolución cubana como proceso en este libro y también en otras obras suyas, como en Dulces guerreros cubanos o Narcotráfico y tareas, es presentada como un suceso con dos lecturas. Por un lado, está la gesta social, de la que ya da cuenta su propia propaganda. Por otro, aparecen hombres que forman parte de ella, entrenados en secuestros, negocios ilícitos, lavado de dinero, infiltraciones. ¿Cómo lee Norberto Fuentes este lado B de la Revolución?

Las revoluciones y casi todas las administraciones tienen un gobierno paralelo al gobierno. Y todos los servicios especiales hacen narcotráfico, matan gente… Eso lo hacen todos.

Ahora, los servicios especiales te pueden proveer la acción, pero no el éxito. (Esa es una frase de The New York Times: “La CIA puede prometer acción, pero no el éxito.) Porque el verdadero poder lo tiene el poder; no ellos. Y ese es el gran problema. Digamos que la desgracia de los servicios especiales es que conspiran, diseñan operaciones, crean gobiernos; pero, llegado el momento, los gobiernos reales dicen hasta aquí.

Mira lo sucedido en Playa Girón o en Bahía de Cochinos, para ponerme ahora al lado de los enemigos de entonces. Los servicios especiales se opusieron a Kennedy, embarcaron a la gente de la 2506, los llevaron a Cuba, los desembarcaron y Kennedy dijo “no”. Y en lugar de apoyar a sus servicios secretos, decapitó la CIA; a Richard Bisell; a Allen Dulles, que era una vaca sagrada.

Guillermo “Willy” Cowley (primer teniente del batallón de
Tropas Especiales), Patricio de la Guardia y el periodista chileno
Pedro Schwarze. Detrás, en la pared, el cuadro que sirve de
portada al libro Nunca digas morir. La Habana.

Esto es algo que sucede también en la mayoría de los gobiernos, sobre todo en aquellos que tienen una proyección internacional. Empezando, por supuesto, por Estados Unidos y la ex Unión Soviética. Y va a suceder en Cuba, porque comienza a tener una proyección internacional inconcebible para una república bananera, [luego] capaz de enviar un ejército a unos 11 000 kilómetros. Cuba creó un servicio de inteligencia poderosísimo, basado sobre todo en el apoyo internacional que tenía la Revolución cubana. Al punto de que los servicios de inteligencia cubanos se vanagloriaban de no pagar a sus agentes. Porque los agentes se consiguen de tres maneras: reclutados ideológicamente; por compromiso, es decir, porque te chantajean; o por dinero.

El noventa y pico, si no probablemente el cien por ciento, de la agentura cubana en el exterior era ideológica. Era gente que apoyaba la Revolución cubana. Y eso es lo que ha permitido crear, incluso tras la caída del campo socialista, las asociaciones de amistad con Cuba, algo que heredamos de la Unión Soviética. Y eso sigue funcionando, eso sigue trabajando.

Antonio de la Guardia y Norberto Fuentes.
Hotel Eiffel París. Febrero / marzo de 1988.

¿Cómo sucede su vinculación a este entorno?

Siempre me interesó mucho ese mundo como escritor: el mundo militar, de los servicios especiales. Vi desde muy temprano que la Revolución cubana era una revolución de carácter militar y si iba a escribir sobre ella, si esa era la obra que yo quería hacer, había que ligarse a los guardias. Creo que eso fue un acierto mío.

Me hice amigo de muchos guardias, amigo de verdad. Empecé con los pilotos de Girón: Rafael del Pino, Douglas Rudd… Era amigo, hermano, de Tomassevich;[3] de Tony de la Guardia[4]; de Ochoa[5]. Y no eran el lado B, ya te digo. Estaba con ellos siempre. La gente de la lucha contra “bandidos”, la gente de la Seguridad del Estado. Al tiempo que hacía todos los reportajes militares de la revista Cuba. Reportajes muy lindos. Trataba de estar con los guardias, me eran muy familiares y todos me conocían. Y ese entramado fue creciendo, haciéndose cada vez más importante.

Arnaldo Ochoa y Norberto Fuentes. Aeropuerto de Luanda.

Entonces, ¿cómo entendían o se explicaban ese lado B de la Revolución? ¿Qué perseguían con esas “tareas”? ¿Qué esperaban alcanzar con ellas? 

Ellos eran gente muy divertida. Gente normal, como tú y como yo. Tony era divertidísimo. Un tipo muy simpático, buen mozo, soñador. Tomassevich era lo más jodedor del mundo, muy populachero. Patricio[6] más seco, más serio, más político.

Lo que diferenciaba, quizás, a Tomás y a Tony de Patricio o del mismo Ochoa es que ellos dos eran más callejeros. Tomás era muy santiaguero, de ir a La Trocha, le gustaba bailar, hacer poesía. Tony era pintor. Su esencia era la de un bohemio. Yo digo que era un condottiere. Había estudiado arte aquí, en el sur de Florida y hablaba el inglés sin acento. Muy elegante, además.

Tienes que ver un video que tengo, de Tony haciendo cama elástica: era un ballet. La foto de la portada de Dulces guerreros cubanos, en la que aparece haciendo un tiro a chorro, en Seboruco, es también un baile: puro movimiento.

Ochoa tenía más, para decirlo en cubano, el peo de ser filósofo. Cuando llegó a Yaguajay con Camilo era analfabeto[7] y se encargaba de una Beretta con 300 tiros, que luego cambió por una Thompson. Camilo le dice a otro de la tropa que si alfabetizaba a ese guajiro, él lo hacía capitán. Y el tipo lo alfabetizó, le enseñó los rudimentos. ¿Viste la foto de Ochoa que aparece en el libro? Era un guajirito asustado.

Norberto Fuentes en la cabina de un Ill-62 al despegar de Praga (captura de vídeo).

Después, fue general de generales y le decían “la estrella roja del Ogadén”. Los soviéticos se quitaban el sombrero con él. Tuvo grandes discusiones con Petrov[8] [en Etiopía] porque este quería hacer una ofensiva por la noche y Arnaldo le dijo que ni cojones, que allí no se avanzaba por la noche, que esos eran sus hombres. Hubo algunas broncas que llegaron hasta el Kremlin.

Luego Ochoa descubrió la cultura, y la influencia americana de los mellizos[9] lo impresionó. Le encantaba Neil Diamond y andaba en Angola con un uniforme de marine que le envió Tony. Tengo un video suyo diciendo: “¿Qué cosa es la verdad? La verdad está hecha para no decirse”. A él le gustaba hacer ese tipo de frases.

Patricio de la Guardia y Arnaldo Ochoa, durante una comida en la casa
del primero en Luanda, diciembre de 1988 (captura de vídeo).

Hay un pasaje en Dulces guerreros cubanos en el que Tony te cuenta que ha estado en el carro de Ochoa, supuestamente con escuchas, y se lamenta: “Con la cantidad de mierda que yo hablé ayer en ese carro. […] Pusimos al Comandante como un bombín”. ¿Cuál era la opinión de estos hombres sobre Fidel Castro y sobre la Revolución cubana?

Eso era algo normal en Cuba. Recuerdo que un día estábamos Tony y yo en Tropas Especiales cuando llega “Honduras”,[10] que había sido marido de Alina Fernández, la hija de Fidel, y empareja su carro al nuestro. “¿Viste lo que está diciendo ‘Fu Manchú’? Que si los viejos tenemos cierta edad y tenemos que retirarnos. ¿Qué le pasa? Si el más viejo de todos es él”, nos dijo, y se fue. Entonces Tony se vuelve para mí, muerto de la risa: “Tú sabes quién es Fu Manchú, ¿no?”.

Patricio de la Guardia en su estudio. La Habana.
(Foto: Guillermo Julio Cowley)

Nosotros no vivíamos en el terror por reírnos. Esto es algo difícil de decir ahora y de asimilar. Era algo entre compañeros, no era grave. 

Pero, ¿qué pensaban de él?

Tony me dijo un día: “Yo estoy en este país por Fidel Castro. El día que Fidel se muera, yo voy echando”. Su jefe era Fidel Castro.

En cambio, Ochoa fue una conspiración que no terminó porque no tenía cómo hacerla. Ochoa es conocido, crece, gana en importancia y relevancia con la Causa 1. Porque era un desconocido en Cuba. Era un cuadro, una figura con prestigio dentro de las FAR; pero no era un Tomassevich, no era un Ameijeiras.[11] Tampoco era uno de los mellizos, que eran legendarios en el MININT. No era el Chino Figueredo,[12] no era Raúl Castro.

Pero de alguna manera se salió del corral, digámoslo así, y empezó a elaborar ideas que le discutíamos: “Yo me voy a retirar, porque si yo me retiro con la edad que tengo, obligo a los demás jefes, empezando por Fidel, a que se retiren también”. Recuerdo que alguna vez le dije: “Arnaldo, ¿tú estás loco? ¿Qué mierda estás hablando? ¿Qué te pasa?”. Esas cosas se hablaban así, no es que fuera nada.

Carlos Aldana, Antonio de la Guardia, Raúl Castro y Norberto Fuentes.
Casa de Norberto Fuentes.

Ahora, de pronto, la gente empieza a dar por hecho que hubo una conspiración y que Ochoa vio en secreto a Gorbachov. No hubo conspiración alguna, de ningún tipo. Pero pudo haberla, podía producirse en el futuro. Y en eso sí Fidel Castro era un genio: en actuar por adelantado.

Fidel vio que la Unión Soviética se iba a disolver y actuó en consecuencia.

¿Y cómo percibían la Revolución?

Tony lo único que decía era: “Yo llegué a coronel. ¿Tú sabes lo que es llegar a coronel en este país?”. Ellos eran parte de la Revolución.

Recuerdo estar sentado con Patricio en un quicio del edificio donde yo vivía, una semana antes de que lo cogieran preso.

—Norber, ¿qué hago? —me dijo.

—Patrick, no te resistas. Esta es la Revolución. Tú, entrégate. ¿Qué van a hacer?

Todo el problema de ellos eran las fiestecitas en Luanda. Y La Tablada[13], por supuesto. Patricio estaba muy temeroso con eso.

—Patrick, nada, di que entre tú y la Revolución no puede haber nada. Entrégate. ¿Qué te puede pasar, que te nombren delegado[14] en Matanzas? Bueno…, pues te vas para Matanzas de delegado.

Me decía que la gran preocupación era La Tablada…

Sí, porque La Tablada fue un pésimo negocio, manejado muy mal por Ochoa.

Fidel se enteró por un periódico. Imagino que se habrá preguntado cómo había una conspiración en América Latina sin él saberlo. Hasta que apareció el primer Galil.[15] Entonces Fidel entendió que eso era Angola, que eso era Ochoa.

El presidente argentino Raúl Alfonsín, en La Tablada, provincia
de Buenos Aires, enero de 1989.

Patricio me lo dijo, lo recuerdo. Estábamos en mi apartamento, en mi estudio. En la pared había una foto en la que estoy con Fidel. Patricio cogió un bastón de Savimbi, que yo había cogido de una base y lo tenía junto al buró, y señaló la foto.

—Lo sabe todo.

—¿Sabe qué, Patricio? ¿Sabe qué?

—La Tablada.

—Pero, ¿qué cosa es La Tablada?

—Le dije a Arnaldo que si se lo había informado y me dijo que sí, que lo había hecho. Pero no informó nada. Han matado a todo el mundo y eso ha sido un desastre.

Edición del periódico El Nacional sobre la invasión cubana
a Machurucuto, Venezuela.


En el libro, una vez superados los primeros años de Revolución, comienza a desarrollarse, en paralelo al discurso ideológico y a la maquinaria propagandística de los logros alcanzados por el nuevo proceso, una intensa actividad militar y “económica” encaminada a la obtención de fondos, por todas las vías posibles, fuesen legales o ilícitas. ¿Podría leerse la Revolución cubana como una empresa mercantil y privada, con igual ánimo de lucro que cualquier otra corporación?

Mercantil…, ponle la palabra que quieras. Se hacía en cada momento lo que hubiera que hacer. Vamos a reducirlo al lenguaje táctico de la época: jueguen con la cadena, pero no con el mono; es decir, evitando siempre la intervención americana. Ese era el juego.



Manuel Gil Castellanos en barco rumbo a Machurucuto, Venezuela. Mayo de 1967.

¿Los fondos obtenidos de estas actividades se destinaban al país o iban a las cuentas personales de los participantes en esas operaciones?

Al país. Podías coger 100 dólares. Pero tampoco esas actividades daban tanto. Eran negocitos. Eso Arnaldo me lo dijo: “¿Qué negocio está haciendo esta gente? Tres millones de dólares es nada. Yo, mi perspectiva, son 900 millones de dólares, mínimo, para empezar”.

Hay un momento en Dulces guerreros cubanos en el que Tony te dice que está preparándose para el retiro y va a dejar los negocios, pero que no te preocupes, que hay dinero suficiente.


Treinta mil dólares. Eso era todo lo que tenía. Dinero suficiente para abrir una bodeguita.

¿Y el maletín que usted guardó con 300 000 dólares?

Fueron 630 000 dólares. Ese dinero le llegó a Tony. De los detalles, me entero después. Abrantes[16] le dice a Tony que limpiara esa historia; que había un tipo en Varadero con un maletín. Y Tony se dispara para allá y lo recoge. Jorgito, el chofer que lo llevó, al guardarlo en el maletero, le dice:

—Oye, Tony, esto pesa.

—Es que esas cosas pesan, Jorgito —esa fue su frase.

Un coronel de las FAR y Antonio de la Guardia. Aeropuerto
de Luanda (captura de vídeo).

Llegaron a casa de Tony por la madrugada:

—Cambia el maletín para tu carro y por el mediodía llévaselo a Norberto. Dile que lo guarde ahí hasta que yo le diga.

Él pensó dónde podía ponerlo. En la casa de Norberto, en el edificio de los generales. Y me embarcó.

Aldana[17] me dijo una vez: “No dijiste nada. Tony sabía que no ibas a decir nada y nosotros también sabíamos que no ibas a decir nada”. Ellos sabían que yo no estaba metido en eso y, también, que el dinero estaba ahí.

Conversación en el jardín de la residencia de Paolo Jorge, gobernador
de Cuanza Norte. Desde la izquierda: coronel Rogelio Payret,
Patricio de la Guardia y Norberto Fuentes. N’Dalatando, 5 de diciembre de 1987.

En algún momento, Fidel Castro le encomienda a Antonio de la Guardia matar. Y usted escribe que le dijo: “Mata, mi hermano. Tu tarea es esa, Tony. Mata un poco de hijoeputas y olvídate de estar trasegando con decodificadores de señales de televisión”. Luego precisa: “Les voy a decir una cosa: si me hubiese hecho caso, Tony de la Guardia no estaría donde está ahora”. ¿Lo cree realmente?

Él me lo dijo, me hizo el cuento. El primer objetivo era Del Pino.

—Tony, ¿qué vas a hacer con Del Pino?

—Que lo mate él. Yo no voy a matar a nadie.

Y al que mataron fue a Tony, pobrecito.

Desde la izquierda: Guillermo Rodríguez Rivera, Norberto Fuentes,
Silvio Rodríguez y Ernesto Fernández. Una boda de Norberto Fuentes,
30 de diciembre de 1989.

En varios de sus libros aparece como poderoso telón de fondo la Causa 1/89 y las circunstancias en las que se desarrolla. Pero las razones que la ocasionan muchas veces se confunden con los hechos a su alrededor. ¿Cuál fue el motivo principal que la provoca? ¿Por qué una medida tan drástica?

La Perestroika. La Perestroika y el MININT, que estaba alzado. No te olvides que la institución más progresista que tenía el país, aunque esto le joda a todo el mundo, era el Ministerio del Interior. La mejor informada, la mejor abastecida, la mejor vestida, la de mayor conocimiento, la más culta y la que, además, tenía el control del país. Los guardias de las FAR estaban en los cuarteles. Abrantes levantaba el teléfono y tenía el país en la mano: agentes en todas las cuadras, los CDR, los mismos guardias y sus mujeres y sus primos y sus tíos eran miembros de las redes del MININT. Estaba en todas partes.

La mayoría de los cuadros había pasado por las filas del MININT: Ricardo Alarcón,[18] Cabrisas…[19] Todos venían de ese nido.

Fidel se da cuenta de que la Perestroika puede provocar la disolución de la Unión Soviética y que sus impulsores vienen del KGB, con Andrópov[20] y Gorbachov,[21] que era su ahijado.

En el año 88 estuve como cuatro meses en París, haciendo el segundo libro sobre Hemingway. Allí, la gente del MININT y del Centro de Inteligencia estaba alzada, echándole a Fidel con las dos manos. Había una bulla, un movimiento.

Norberto Fuentes.

Y está el discurso de Abrantes, del 26 de marzo de 1989, a los intelectuales:

“Estamos y estaremos siempre abiertos al diálogo, en la disposición de escuchar y de discutir cualquier idea, cualquier problema que pueda preocuparles, y en el cual consideren útil nuestro conocimiento o participación. No me refiero solo a los compañeros que tienen relaciones de muchos años con el Ministerio. Ni me refiero tampoco exclusivamente a los que puedan opinar más cercanos a nosotros, sino también a aquellos que tengan ideas distintas o que vean los problemas con otros matices y enfoques”.

Patricio de la Guardia en su domicilio. La Habana.
(Foto: Guillermo Julio Cowley)

Hace un discurso totalmente “perestroiko”. Y hasta ahí llegó.

Fidel se echó ese periódico bajo el sobaco y lo primero que preguntó fue: “¿Quién le escribió este discurso a Abrantes?”.

Los lineamientos fundamentales del discurso los habían hecho Abrantes y Carlos Aldana. Luego, esos discursos se le daban a escribir, entre otros, a Julio García (Julito), que era el presidente de la UPEC[22] en ese momento. Y era, además, el muchacho que, siendo secretario de la UJC en Topes de Collantes en 1964 o 1965, Fidel lo había convertido en su periodista y lo acompañaba desde entonces a todos los viajes.

Alguien le dice que el discurso lo había escrito Julito.

—Ya tenemos al primer traidor —dijo—: Julio García.

Desde la izquierda: Alcibíades Hidalgo, Patricio de la Guardia, Antonio
de la Guardia y José Arbesú (funcionario de alto rango de la
cancillería cubana). Aeropuerto de Luanda, 1988 (captura de vídeo).

Pero no habló de Abrantes ni de Aldana. Ahí guardó pan para mayo. Esa era otra bronca y no quería anunciarla porque ya la tenía diseñada: quería echarse al Ministerio del Interior, con la intención de descabezar la organización que realmente podía provocar un cambio. Ochoa no era ningún peligro porque no tenía estructura detrás para dar un golpe de Estado. Peligrosos eran Abrantes y el MININT.

Arnaldo, para decírtelo en cubano, bembeteaba mucho. Y digo esto de una persona que quise muchísimo y quiero. Pero hablaba mucho y vivía un poco como en un sueño, en una conspiración que sucedía en alguna nube de una computadora. Eso no tumba un gobierno. Pero el MININT sí era una organización que había que desbaratar.

¿Es cierto que Gabriel García Márquez le pidió a Fidel Castro por la vida de los condenados a muerte?

Sí, como pedía él las cosas. “Coño, Fidel, nadie va a entender que fusiles a esta gente”. “Sí, ya sé, pero qué voy a hacer, es mi deber…”. “Claro, Fidel…”.

Fidel le negocia los fusilamientos conmigo: “No te preocupes, que yo no voy a coger preso a Norberto”, le dice. Y García Márquez se lo cuenta a Lichi[23] en el aeropuerto antes de irse de Cuba: “Me voy tranquilo porque no van a coger preso a Norberto. Esas son cosas de militares”. Cuando llega a Madrid, a la tarde siguiente, y los periodistas van a verlo, hace la frase garciamarquiana de siempre: “Yo estoy en contra de la pena de muerte. En general, estoy en contra de la muerte”. Y repite la coletilla de que eran cosas de militares.

¿Cómo vive Norberto Fuentes la Causa 1/89?

Cómo la morí. Estaba en mi casa, en prisión domiciliaria, pero sin que me lo dijeran. Solo me habían dicho que no saliera de la casa. Yo envejecí, me hice mierda.

Norberto Fuentes en el comedor del pintor Aldo Menéndez. (Foto: Regino Boti)

Durante todo ese mes, cada quince minutos, parqueaba un Moskvitch en los bajos de mi edificio y sonaba dos veces el claxon. Yo vivía en un piso trece. Cada quince minutos, así, 24/7. Por joder. Pero mi experiencia es lo de menos. Jodido ver en la televisión a Tony, a Patricio. Aldana fue a verme dos veces, con Alcibíades.[24] Yo había tenido con Aldana una discusión muy fuerte pocos días después de que los detuvieran.

¿Por qué fue la discusión con Aldana?

A Tony y a Patricio los detienen el martes 13 de junio, el día de su cumpleaños, además. El viernes, Alcibíades, para salvarme la vida, le dice a Aldana que yo tengo en la casa el dinero de Tony, los 630 000 dólares. Y Aldana me cita en su oficina el sábado.

Pascual Martínez Gil y José Abrantes.

Había estado tranquilo hasta que se enteró de lo del dinero y se preocupó. Tenía temor de que yo pudiera salir mal parado y salieran a la luz boberías que también lo afectaban, como una película pornográfica que había comprado conmigo como intermediario. Porque a eso se redujo para mucha gente la culpabilidad en la Causa 1/89. A la pacotilla.

—A ti que se te ha dado tanta confianza…, que incluso has viajado solo a los Estados Unidos… —me dice Aldana.

—Mira, Aldana, ¿por qué ustedes siempre avisan tarde? ¿Por qué yo me entero de todo esto ahora? ¿Por qué no me lo dijeron antes?

—Porque se lo ibas a decir a Tony. Por eso no te lo dijimos.

—Bueno, eso es una especulación.

Pero yo ya había advertido a Tony cinco o seis días antes: “¡Arranca!”, le había dicho. Y solo me contestó: “Norber, ¿qué le pasa a Raúl?”. “Tony, que es un hijo de puta. Eso es lo que le pasa a Raúl”.

¿Cómo se comportó Raúl Castro, digamos que a un “nivel privado”, durante la Causa 1/89, teniendo en cuenta los vínculos personales que podían existir entre él y los detenidos?

Yo no lo vi. Pero estoy preparando un libro sobre eso: 1989. Ellos temían un golpe de Estado. Tomaron la ciudad y las escoltas de Raúl y Fidel Castro estaban preparadas para la guerra. Súmale a esa paranoia, la cárcel con alta seguridad que Abrantes había montado en La Condesa. Parece que para Fidel y Raúl Castro.

Primer borrador de la contracubierta de Nunca digas morir.

En Nunca digas morir responsabiliza al chileno Max Marambio con la corrupción que va a producirse dentro de la Revolución cubana. ¿Podría ampliar este análisis?

Eso no es una idea mía; era una idea generalizada en el MININT. Se la escuché al coronel Enrique Montero, al propio Tony, a Patricio: “Aquí la corrupción la empezó Max”.

La inicia con los negocios. Él embrujó a Aldana, por ejemplo. El que comienza con los negocios y el retozo con los dólares en Cuba es Max Marambio. Había otros, pero el más significativo y el más ambicioso era él. Yo cuento en el libro el millón de dólares que se voló y que Fidel le perdonó, ordenando echar tierra a ese asunto.

Fidel siempre veía más allá. Él estaba en su juego con Max Marambio y con el padre de Max Marambio. Y era Chile… No veía necesidad de formar un lío por eso. Se robó un millón…, bueno…, en fin…, el dinero no era de él, claro.

A partir de la creación de CIMEX[25] —argumenta en Nunca digas morir—, por orden directa de Fidel Castro, se flexibilizan las oportunidades de creación de negocios privados para un grupo muy selecto de cubanos. Negocios que van a tender puentes económicos con Estados Unidos y nuestro exilio. Negocios que, de alguna manera, van a ser el origen de la nueva división de clases promovida por la Revolución cubana. ¿Qué papel desempeñó el exilio en esta iniciativa?

Si lo estás viendo como una operación organizada y en grande, no existió. No obstante, el exilio siempre ha querido hacer negocios con Cuba. Y algunos se han hecho, como las empresas aéreas, que han ganado mucho dinero. Pero hay una resistencia por parte de Cuba y un discurso de caridad por un sector del exilio.

Norberto Fuentes y Jerry Lee, por Niurka de la Torre.

Recuerdo la invitación de un millonario que tenía la intención de abrir un banco “para ayudar a Cuba” y me pregunta por qué los cubanos se resistían tanto a que los ayudaran. No se resisten a las ayudas, se resisten a las mentiras. No digan más que quieren ayudar, digan que quieren hacer negocios, que quieren ganar dinero y que ellos pueden ganar dinero también. Pero esa idea de “ayudar”, la idea religiosa del altruismo es de la Revolución cubana, no de ustedes. Por ahí están entrando mal.

Pero insisto, el exilio siempre ha querido hacer negocios y es Cuba, comiendo mierda, la que nunca ha querido hacerlo. O lo hacen con sus amiguitos y ponen mil trabas. Ahora, lo que el exilio no quiere entender es que Cuba no va a negociar con Miami; Cuba va a negociar con Washington. Es como pedirle a Washington que negocie con Sagua de Tánamo.

Supongo que lo último que Fidel le dijo a Raúl fue: ¡Ni se te ocurra! Negociar con Miami sería un error estratégico.

Mientras leía Nunca digas morir, percibí dos instancias en el libro muy diferentes entre sí. Por un lado, la frialdad del cirujano que, escalpelo en mano, disecciona la historia de la Revolución cubana a través de una cronología de sucesos muy poco conocidos y, al mismo tiempo, se desprende una intensa nostalgia por esos hechos y esos hombres. ¿Existe una nostalgia por la Revolución cubana en Norberto Fuentes?

Claro. Fue un momento único en la historia que no se va a volver a repetir jamás. Nuestra generación, en ese sentido, fue privilegiada. Lo que vivimos nosotros no se va a volver a vivir en Cuba. No sé si para bien o para mal, pero no va a ocurrir más.

Me di cuenta de eso muy temprano, siendo un chamaco de 19 años, en el Escambray, cuando iba por un camino vecinal, polvoriento, hacia el norte de Las Villas, donde Tomás había acabado de cerrar un cerco. De pronto, diviso la arcada de una hacienda, idéntica a la que aparece en la película Érase una vez en el oeste. Había un montón de guardias de la LCB,[26] que se distinguían porque usaban boinas verdes, sentados sobre un muro, con las cananas cruzadas como si fueran zapatistas y las ametralladoras PPSh[27] de la Segunda Guerra Mundial soviética sobre las piernas.

“Coño, he llegado, este es mi destino. Esto no va pasar nunca más en el mundo”, me dije. Las armas que tomaron Berlín en una manigua cubana y en manos de unos guajiros temibles, llenos de polvo, sin bañarse, apestosos después de diez o doce días de cerco.

Fue alucinante para mí.

© Imágenes de interior: Cortesía de Norberto Fuentes. Prohibida su reproducción.

________________________________________ Notas:
[1] Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
[2] Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
[3] General de División Raúl Menéndez Tomassevich.
[4] Coronel Antonio de la Guardia Font.
[5] General de División Arnaldo Ochoa Sánchez.
[6] General de Brigada Patricio de la Guardia Font.
[7] Comandante Camilo Cienfuegos.
[8] Mariscal Vasily Ivanovich Petrov.
[9] Antonio y Patricio de la Guardia Font.
[10] Oficial de Tropas Especiales de origen hondureño. Nombre verdadero: Claudio Menéndez González.
[11] Comandante Efigenio Ameijeiras Delgado.
[12] Coronel Carlos Figueredo Rosales.
[13] Intento de ocupación de la guarnición del ejército argentino ubicada en La Tablada, en la provincia de Buenos Aires, el 23 y 24 de enero de 1989, por un comando del Movimiento Todos por la Patria (MTP), durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Para más detalles, cfr. Nunca digas morir.
[14] Máxima jefatura del Ministerio del Interior (MININT) a nivel provincial.
[15] IMI Galil. Fusil de asalto de fabricación israelí empleado por el ejército portugués.
[16] José Abrantes Fernández, general de División y ministro del Interior (1985-1989).
[17] Carlos Aldana Escalante, ideólogo del Partido Comunista de Cuba (1986-1992).
[18] Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (1993-2013).
[19] Ricardo Cabrisas Ruiz, actual vicepresidente del Consejo de Ministros y de su Comité Ejecutivo.
[20] Yuri Vladímirovich Andrópov, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (1982-1984).
[21] Mijaíl Serguéyevich Gorbachov, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (1985-1991).
[22] Unión de Periodistas de Cuba.
[23] El escritor Eliseo Alberto de Diego García Marruz.
[24] Alcibíades Hidalgo, exsecretario político de Raúl Castro.
[25] Corporación de Importadores y Exportadores de Cuba.
[26] Lucha contra bandidos.
[27] Subfusil automático PPSh (Pistolet-Pulemyot Shpáguina, Pistola Ametralladora de Shpaguin).



martes, 2 de agosto de 2022

Vasos comunicantes


Ahora con Oscar Haza en exclusiva con el escritor y periodista cubano Norberto Fuentes • Mega TV el 27/07/22. Para ver la entrevista completa cliquee aquí.

Momentos de la entrevista:

Oscar Haza:
¿Aquí te quedaron… en Nunca digas morir, los capítulos que se te quedaron en Dulces guerreros cubanos?
Norberto Fuentes: Pueden ser vasos comunicantes. Pero son libros diferentes. Esta es otra historia.

OH: Aquí hay una parte… Interesantísima… Cuando Fidel Castro al principio de la Revolución trata de exportar la Revolución cubana y vemos ahí el caso de la expedición de Gracias a Dios en Panamá.
NF: El movimiento de las guerrillas no lo inicia Fidel. Lo inicia el Che y Raúl. Raúl con la cabecita comida por el Che…

OH:
¿La operación de Angola fue iniciativa de Fidel Castro?
NF: La operación de Angola fue idea de Raúl Castro. Y los soviéticos no tuvieron nada que ver con eso.

OH
: Hablando del Che. ¿Fidel abandonó al Che en Bolivia?
NF: Fidel lo embarcó en Bolivia. Pero el Che se la buscó.
OH: ¿Por qué se la buscó?
NF: Porque el Che quería desligarse de Fidel y la Revolución cubana. Sencillamente.

Gracias especiales: Alcibíades Hidalgo.