martes, 16 de noviembre de 2021

Todos quieres ser Fidel Castro


Publicado en La Repubblica como «Tutti vugliono essere Fidel, l´opposizione sbaglia strategia» (Todos quieren ser Fidel, la oposición es una estrategia equivocada).

El mismo Fidel me lo dijo una vez: «La Revolución crea un mimetismo. Se proyecta tras ella como una sombra.» Me estaba explicando el origen de los alzamientos contrarrevolucionarios de los años 60 en el Escambray y como tuvo que liquidarlos a sangre y fuego para enseñarles que el único movimiento guerrillero que había tomado el poder en Cuba —y en la brevedad de dos años— había sido el suyo. La lección, que se ha mantenido reservada para eludir una ilusoria guerra en las montañas, se mantiene, empecinada, en una variante puramente formal: la necesidad de imitar ciertos atributos de la leyenda; vieja, atribulada, magullada, pero aún dominando la conciencia cubana. Todo se concentra en la imagen de Fidel Castro. Es una producción en cadena de líderes opositores, disidentes, contrarrevolucionarios, o como quieran llamarles, que comenzó a mediados de los 60 con el surgimiento de los primeros grupos de la llamada disidencia interna, en los que descollaron Ricardo Bofill y Elizardo Sánchez como sus líderes originales, ambos muy influidos por los checos que finalmente tuvieron su aleve reinado con la Primavera de Praga, y termina (por lo pronto) con el actual Yunior García, un joven dramaturgo de obra totalmente desconocida pero con un dominio del fluido verbal que sin duda cautiva a sus seguidores en la Internet. Muchas palabras. Libertad, democracia, derechos humanos. Y repetidas hasta el cansancio y hasta vaciarles de todo significado. Esto explica el fracaso de todos los intentos por sacar a los actuales gobernantes de Palacio.

Pero ellos insisten. Parecen no entender que el aparato burocrático instaurado en el poder por una revolución solo puede ser derribado por las armas o, como es hábito en los países socialistas, desde adentro y por otra burocracia igualita pero más deseosa de ajustarse a los nuevos tiempos. (Den por seguro que si alguien va a desplazar del poder en Cuba a los actuales personeros son los coronelitos y funcionarios del segundo nivel que a sus espaldas rumian sus ambiciones, conspiran, esperan.) Hasta hace pocas semanas había otros líderes en la palestra, cada uno con un invento propio para alimentar su protagonismo. (Puro método fidelista.) Desde huelgas de hambre (hubo como cuatro episodios en lo que semejaba una promoción de faquires) y la nueva hornada de protestas callejeras. En todos los casos, curiosa situación, son manifestaciones que han ocurrido bajo la égida de Raúl Castro, y sin duda que él ha sido el responsable de su propia desdicha. Ignoró el principio básico de Fidel de que la Revolución nunca podía dejar que le ganaran la calle. Se creyó su propio cuento de que se podía transitar de las violencias de un proceso revolucionario a las bondades leguleyas de una república.

Por el otro lado, lo peor es que estos muchachos de la oposición no se dieron cuenta de la extraña ilusión de Raúl y no la aprovecharon. Se tiraron de cabeza a exigir que Raúl y los suyos depusieran las armas y se entregaran. En realidad, no se trata de gobernar. Se trataba de apoderarse del Estado (¡otra vez Fidel!) Pudieron efectuar un movimiento de circunvalación y sumarse a las estructuras en vez de optar por el enfrentamiento y la gritería. Convirtieron además su programa —para llamarle de alguna manera— en una absurda lucha generacional, como si los actuales gobernantes no anduvieran —como norma del equipo— en los 40 años de edad. Amigos, entiendan, la vieja guardia completa ya está en el cementerio o se ha jubilado, incluido Raúl (hasta que no queda más remedio que sacarlo de la cama y exhibirlo con su temible atuendo militar). Por otra parte —y esto es muy importante—: todavía nadie me ha dicho qué piensan hacer con los 700 000 militantes actuales del Partido Comunista de Cuba y los más de 400 000 de la Unión de Jóvenes Comunistas (juntos superan el millón de personas, en una población de 11 millones, sin obviar dos cosas esenciales: son organizaciones selectivas, no abiertas a la afición y que debe descontarse a los niños y adolescentes, así como a la población mayor generalmente jubilada que como se sabe en Cuba es grande). ¿O acaso también ellos se van a entregar, enmudecidos los cientos de miles de Kalashnikovs de las unidades de la reserva? No creo que en Cuba haya sitio en la mesa para una Operación Jakarta o para los asesores chilenos de Pinochet. Mas es por aquí, por esta zona de la historia, donde resurge con toda su fuerza la presencia fatal de los más de dos millones de cubanos que viven al otro lado del Estrecho de la Florida. Miami y sus mercaderes de mano dura y sus insurrecciones a saltos que, desde luego, deben implementar sus primos o antiguos vecinos que residen en Cuba. Ellos ponen las arengas de combate y la orquesta con sus himnos de guerra a ritmo de conga trasmitidas a toda potencia desde las emisoras en la ciudad del sol. Pero ustedes deben poner el lomo. Ahí, donde las turbas fidelistas se complacen en despellejarlos. Y, sin olvidar, la gratitud eterna del compañero Miguel Díaz Canel, hasta ayer un abúlico e inepto presidente de Cuba, y hoy, gracias a todos ustedes, en el paroxismo del disfrute fidelista: ya tiene una guerra. Ya dispone de una confrontación legítima. Por fin puede llamar a las armas. Por fin —él también— puede encarnar a Fidel Castro.
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Buscando pleito
Donde quiera aparece la oportunidad




sábado, 13 de noviembre de 2021

Recuerdos de familia

El 15 de julio de 2012, yo grababa una conversación con Raúl Rivero. El propósito era confirmar datos para un libro en producción. Le cedí por unos minutos el teléfono a Niurka, mi mujer, y amiga de Raúl bajo cualquier contingencia «en las verdes y en las maduras, Gordo», y que se despacharan con los últimes chismes familiares. Mientras, aproveché para buscar algunas de nuestras fotos habaneras que me había propuesto enviarle por correo electrónico. Arriba está una de las fotos resultantes del rastreo. Y a continuación, el segmento con la conversación íntegra entre Niurka y Raúl expurgada del tape original.

Foto: En la Bodeguita del Medio, marzo de 1987 (© Joe Gagen)

jueves, 11 de noviembre de 2021

Viaje

PRIMERO EN MIAMI

La larga espera termina el pasado jueves 4 al ver recostado al travesaño inferior de la puerta el envío de Amazon. Al contacto de tanteo inicial sobre la envoltura de globitos plastificados ya uno sabe que es ABBA. El primer álbum grabado en estudio en 40 años. Ordeno silencio total en el hogar so pena de gastar un rollo de tape en el sellado de la boquita de Crocha (Niurka de la Torre, mi señora esposa) y el enrollado del hocico de Jerry Lee (el dueño de la casa) para disponerme al festín que me depara el reproductor de los compactos, y a sabiendas de que Agneta (la rubita, la de los dientes separados) pensaba en mi cada vez que grababa una de esas piezas en los estudios RMV de Estocolmo, cuando la primera noticia arriba a la pantalla del ordenador. Le tocó a Pablo. Al lindo Pablucho. Y sin respiro, a los dos días, el Gordo. Aunque ya este lo esperábamos; estaba muy malito y deliraba en la cama de un hospital. Se acabó ABBA y Agneta Fältskog y los otros tres suecos y a luchar conmigo mismo por esa misión que uno se impone de escribir sobre cualquier socio que le da por morirse. El problema es que, a cierta edad, los muertos de uno comienzan a apelotonarse en la cola. Tal parece que uno le oye decir: ¿Quién es el último? Y si uno va a dedicar el tiempo a estos menesteres de las necrologías, ¿cuándo rayos va a terminar con ese colchón de novelas y colecciones de cuentos, ensayos y reportajes? Además, problema mayúsculo, qué cualidades o asuntos enaltecedores detallar de esos amigos que en la vida real eran unos bergantes sin remedio, vagabundos, mentirosos, templones, dipsómanos, y con indoblegables tendencias a la delincuencia que, precisamente, era lo que más se admiraba de ellos. Difícil. Dura tarea la de los literatos supervivientes.

Es así que, hacia la época de preparación de mi libro sobre Fidel y los intelectuales y el caso Padilla, el volumen Plaza sitiada (Cuarteles de Invierno, 2018) que, sin tapujos de ninguna especie, les recomiendo vivamente, yo llamé a Raúl (ya residente en Madrid) y después a Pablo (en su casa de La Habana y aún reteniendo algún uso de la razón) al objeto de precisar ciertos datos sobre aquellos episodios, y grabé las conversaciones. La inversión de tiempo en la producción de obituarios se convirtió en la búsqueda de los casetes en mis archivos. Qué prodigio escuchar las conversaciones con los compinches, resucitar sus voces, en vez de forzar algunas mentiras piadosas y sobre todo políticamente correctas. Ah, esa risa tan contagiosa de Raúl. Esa fórmula tan entrañable que teníamos de tirotearnos con bromas y sandeces y de cubrir de insultos a la humanidad entera. Y ese Pablo, pobrecito, tan apagado, tan acobardado, pero siempre tan dulce, tan lindo.

En la foto, sostengo tres casetes, dos Maxell de audio, el primero, el de mi conversación con Raúl el 15 de julio del 2012, el otro, el de la conversación con Pablo el 19 de mayo del 2014. De modo que si ustedes tienen acceso —en este momento, y por siempre jamás mientras existan los recursos de la voz grabada— de esta dicha inesperada, escuchar a Raúl Rivero en la plenitud de su rabiosa existencia, me lo deben a mí.

Un tercer casete queda en la reserva. Es un Sony de video, de los ya anticuados Video-8, titulado en el lomo CAMPAÑA ELECTORAL. Se trata de un divertimento que grabamos durante unas elecciones para designar al presidente del Comité de Vecinos del llamado Edificio de los Generales. Yo era uno de los candidatos, por cierto. La grabación seguía el formato del Noticiero Nacional de Televisión y semejaba un reportaje sobre las irregularidades habidas en aquel proceso y su semejanza con las campañas políticas de la era republicana. El conductor del programa y entrevistador era Raúl Rivero. Habrá que esperar, sin embargo, a localizar y adquirir el equipamiento para digitalizar este tipo de casetes, primero para salvar este material único, y entonces liberarlo al público.

¿Me dejan regresar a mi empalizada de escritor indoblegable? A ver, que se abra esa gaveta del reproductor. A ver, Abbita, tu disco colocado en el alimentador. Agneta. Prepárate, Agnetita de mis amores. Ahí voy. Acaba de apretar el PLAY, coño.

Estos son los dos archivos de audio. El inicio de la conversación con Raúl Rivero se ha perdido o no fue grabado, así mismo se nota un corte abrupto al final. Gracias especiales a Pedro Schwarze por su colaboración.


Raúl Rivero y Norberto Fuentes


Pablo Armando Fernández y Norberto Fuentes

domingo, 7 de noviembre de 2021

Tres eran tres los Tres Villalobos

Los inigualables, los verdaderos, los auténticos Tres Villalobos. Lo siento por ustedes, muchachos, que nunca jugaron en esta liga. Sigan produciendo sus toneladas de obituarios en los que Lichi se repite sin cansancio en el acto de cocinar potajes para sus amigos, pero la madre el que diga que se formó como periodista en Verde Olivo, el órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y que fue militante del Partido Comunista de Cuba por decisión personal de Fidel Castro. En fin, contaminante política aparte, la única verdad se encierra en estos tres personajes de las primeras dos fotos. (Tengo más. Para después.) El resto es coreografía. Noche del 23 de noviembre de 2005 en un patio de Miami. Raúl Rivero cumple 60 años. Los otros dos Villalobos acuden, como es debido. Norberto se ha agenciado su tabaquito. Lichi —no se dejen engañar— esconde por algún lado —bajo la silla, bajo la mesa— su prodigiosa poción de aguardiente. Nunca se conoció a Lichi sentado frente a una mesa en la que una botella no le estuviese observando. A lo cortico. Raúl, el homenajeado —más sabio que los demás—, reserva para sí una vela que proveerá la luz que tanto agradecen los santos, y una vasija que estuvo hasta el tope de chambelonas. Tercera foto: Rafaelito Andreu vino que se mataba para posar en la postalita. El bueno de Rafael Andreu (que también partió hace poco a algún limbo especial del paraíso reservado para los camarógrafos del Comité Central que en el exilio crean los video clips de Willy Chirino). Rosario Suárez «Charín», proclamada por Lichi como el amor de su vida, lo envuelve aún en su lejanía. Ya estaba sentada ahí cuando apareció Rafaelito. «Pienso mucho en ti en estos días», me dice Raúl en un mensaje electrónico. Claro, cuando un Villalobos cae, uno piensa en el que queda.

 

 

Esto lo publiqué —no recuerdo qué portal o blog lo acogió— en la fecha que se informa. Pero resulta que también a Raúl, como decíamos, le da por «irse del parque». Y ahora me veo impedido de virarme a buscar al que queda. La realidad es que el Gordo me la ha dejado en la estacada. Como él decía: Me ha dejado solo como un center field. Igual el caso de que me quieren vender un Gordo de mentira. El método de distorsión de Lichi puesto a funcionar a plena capacidad. No más un Gordo irreverente, borrachín y buscapleitos. Señoras y señores, un aplauso para el nuevo mártir. Uno que, según estos botones de muestra en los obituarios del Herald (de Miami, of course) no era la criatura obesa a punto de reventarse que fumaba y tomaba sin reposo enclaustrado durante meses en un miserable cuartucho de la calle 8 y de donde salió por última vez hace cosa de un mes hecho un pellejo por un demoledor e incontenible bajón de peso y poseído por un ataque de delirio del que no se recuperó («Rivero falleció en un hospital de Miami este 6 de noviembre, ciudad donde pasó sus últimos años»). Qué elegante, que limpias tonalidades de una ciudad reconocida por su desprecio por los artistas que de la misma manera abandonó y dejó morir a escritores de la talla de Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales y Heberto Padilla.

¿O tampoco Raúl era aquel demonio enfurecido que, bajo los efectos de una de sus monumentales borracheras, la emprendió a piñazos contra su mujer en la recepción de Casa de las Américas donde él esperaba que lo premiaran en el género de poesía por su libro Cantata por el Ejército Rebelde? La reyerta ocurría al unísono con sus declaraciones a voz en cuello (y ante el espanto de la distinguida concurrencia de la crema y nata de la intelectualidad latinoamericana) de que Armando Hart (ministro de Cultura a la sazón) era un bobo, y Alfredo Guevara (viceministro en la misma sazón) era (sic.) maricón. ¡Cantata por el Ejército Rebelde! Tal fue el episodio que le costó su democión de vicepresidente primero de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Vicepresidente primero. Es decir, el tipo que distribuía los Ladas de la institución, y priorizaba los títulos a publicar y, por encima de él, solo Nicolás Guillén. Fue eso, y no como argumenta el Herald, que «había abandonado la oficialista Unión de Escritores y Artistas de Cuba» en una especie de acto de rebeldía intelectual de origen nunca aclarado. (El episodio en Casa de las Américas tuvo un final que no debe eludirse. Enterado de lo que Raúl acababa de proferir al otro lado del salón, Alfredo declaró: «No lo mato porque es un poeta.»)

Por mi parte, el Raúl que yo voy a recordar es el de su época de corresponsal en la URSS, no porque tenga presente su imagen en el invierno moscovita de 1976 mientras rociaba una botella de gasolina sobre el motor de su Yigulí (versión anterior del Lada) para quebrarle la coraza de hielo y permitir que la ignición se despertara, sino por un poema que me enseñó entonces que era un poema de otro, del beatnik yanqui Paul Blackburn. En las dos primeras líneas de su pieza de cuatro, Paul se lamenta de la muerte de Roger Hornsby, el más grande bateador derecho de todos los tiempos, para continuar en las otras dos líneas con el gran poeta americano William Carlos Williams que sigue a Hornsby como objeto de los obituarios. Dios mío, decía Raúl que Paul exclamó. Y ahora tú, William Carlos William. Y con el tono de indignación que Raúl lo recitaba, como si fuera una falta de respeto de Dios y ante la cual había que alzarse en armas de inmediato, es lo mismo que yo digo ahora. Dios mío. Y ahora tú, Raúl Rivero Castañeda.

PS: Los Tres Villalobos era una serie de aventuras de la época de oro de la radio novela cubana. Lichi era el apodo del poeta Eliseo Alberto Diego.

Expurgando el archivo

Mensaje a Jorge Dávila «Yorch» entre otros papeles enviado a Miami a través de manos amigas. No había correo electrónico. Había que esperar por los viajeros. Raúl me utilizaba como intermediario con Dávila que a su vez yo debía usar como intermediario con Carlos Alberto Montaner, un conocido periodista y activista político. La fecha de la redacción (eso sí en una computadora) es abril 19 de 1992, a las 12:09 PM. El archivo se titula 04GORDO.


Yorch: estos son 2 poemas de Raúl Rivero para que los incluyas donde estimes pertinente en su libro Firmado en La Habana que, como tú debes saber, él le envió a Carlos Alberto a Madrid:

AGUA PROBABLE

Para Norberto Fuentes


Era jugando, Madre, era jugando
yo no me iba a abandonar ahora
a quedarme solo en esta noche
sin Dios, sin religión
en este campo de batalla
donde tocaron a degüello desde el amanecer
y el enemigo regocijado me estaba preparando el      desayuno
y casi con un beso me había deseado las buenas noches.

Ya ves, Poesía, era jugando.
Estoy aquí, fervoroso y necesitado
lleno de miedo, abolido, patético
tratando de quitarme rápidamente
el traje de Llanero Solitario
que me asfixia
como una camisa de fuerza
y me deja indefenso ante los fotógrafos.

He vuelto como siempre
como casi siempre
porque es cierto que cuando único me acuerdo de tí
es cuando escampa
y hay mucha seca ya
en esta región
donde me tienen.

He vuelto porque sé que no puedes
provocar la lluvia
pero me das razones de la humedad
y he vuelto
porque contigo encuentro la intemperie
de esa agua probable.


TESTIGO DE CARGO


Soy inocente. La culpable es mi mano
Siempre en el cieno y la ternura fácil
(la superficial emoción del tacto).

Siempre en la materia vana.
Valorando por la tersura o la aspereza
por la humedad o el frío.

Ella, la autónoma, ostentando su podredumbre
su afán por desnudarse.
Ella, la corruptora, ambigua en sus descubrimientos
lo mismo un acto de contricción y la señal de la cruz
que un gesto obsceno y paciente y obstinado, sensual.

Ah mi mano.
Pervertida, indecorosa, sombría, mortal.
Limpiándose con esta confesión.