lunes, 28 de diciembre de 2020

Crónicas marcianas



Era la época de oro de los platillos voladores, y en los terrenos donde se construía la Ciudad Deportiva —frente por frente a la fuente más pretenciosa de la capital, llamada El Bidé de Paulina por los habaneros, que honraban así a Paulina de Grau, «Primera Dama de la República», esposa del hermano del expresidente Ramón Grau San Martín— amaneció uno de esos artefactos interplanetarios. Era el martes 28 de diciembre de 1954. El ingenio, redondo, plateado y enigmático, alzaba un periscopio, que fue descrito por los periodistas como «escalofriante». Pero no daba otras señales de vida. Movilizó a la policía de la ciudad con su Estado Mayor, a un batallón blindado del Ejército Nacional y al Cuerpo de Bomberos. La isla había sido agraciada —o desgraciada— con la primera visita pública de seres extraterrestres. Esa era la realidad, a ojos vista —y en las pantallas de los televisores que ya pululaban en el país.

De repente, hacia las cuatro de la tarde, luego de medio día de expectación, se abrió, lenta, amenazadora, una escotilla de la nave y, ante el espanto general de los televidentes (a esa hora ya habían huido todos los que estaban en los alrededores, y el jefe de la policía, brigadier Rafael Salas Cañizares, pistola en mano, se parapetaba tras su Mercury de matrícula oficial), surgió una modelo, actriz y bailarina muy famosa (todo junto, reunía todas las cualidades), ataviada con un ajustado traje de navegante cósmica, sobre todo ajustado en lo que respecta la zona de las caderas y el busto, y desplegando una radiante sonrisa. Por la misma escotilla, detrás de ella, emergieron otros cuatro integrantes de un popular programa de televisión, que enarbolaban unas apacibles botellas de cerveza Cristal. Los instrumentos de una orquesta —procedentes de una grabación en cinta, que se escuchaban a través de los altavoces del ingenio— daban pie a que los cinco supuestos invasores corearan, en tiempo de chachachá, este estribillo contagioso: «Hasta los marcianos toman Cristal.»

Como se sabe, el 28 de diciembre, es costumbre —aunque cada vez más en desuso— en los países de predominio católico que la gente se gaste bromas. Bajo la cobertura de la designación religiosa de la fecha —Día de los Santos Inocentes— se permiten tales expansiones. La idea de que uno de estos artefactos (entonces no eran conocidos como ovnis) amaneciera en la plazoleta donde se construía el Palacio de los Deportes, fue de un productor de la naciente televisión cubana: Joaquín M. Condall. Los fabricantes de la cerveza Cristal rápidamente le compraron la idea y contribuyeron al montaje. Dentro de platillo, junto con los artistas, Condall sentó a un operador de sonido, con su correspondiente cabina, y él se situó, en una unidad móvil, a poco más de 200 metros a fin de trasmitir desde allí, por teléfono, las órdenes oportunas, tales como que emitiera lo que debía ser un sonido amplificado un millón de veces de una avalancha de tarántulas. Los artistas emergieron de la nave después de casi 10 horas de tensiones, asedio militar, y transmisión en vivo y directo desde la escena. Ellos resultaron ser: el obeso comediante Rogelio Hernández, el galán Armando Bianchi, y las «glamorosas» —calificativo obligado de la época—: Martha Vélez, Herminia de la Fuente y Rosita Fornés. La Fornés fue la primera en surgir a la luz de la tarde y la que acaparó la atención (llevaba el traje sideral más ceñido de todos). El programa que promocionaban y que a su vez patrocinaba la cerveza Cristal era “Mi esposo favorito”, de frecuencia semanal. Los cinco fueron arrestados de inmediato y subidos a empellones en los coches policiacos y tuvieron que pasar la noche en los calabozos del Servicio de Inteligencia Militar, a donde los condujeron. De conquistadores del espacio a carne de presidio. Marcianos o no, tenían que aprender a respetar a los institutos armados de la República, y sobre todo a su jefe, el brigadier Rafael Salas Cañizares, que, según se decía que él mismo decía, «le corto los cojones lo mismo a un revoltoso (fórmula al uso para llamar a los revolucionarios) que a un marciano con antenitas y todo». Ya en la madrugada, Julito Blanco Herrera, uno de los grandes tycoons criollos, dueño de la cervecería La Tropical, fabricante de Cristal, logró sacar a sus artistas interplanetarios de las mazmorras.


Lo que nadie recordó en Cuba entonces es que el antecedente de esta broma colosal estuvo en el programa radial de Orson Welles del domingo 30 de octubre de 1938 cuando trasmitió un episodio de La guerra de los mundos del novelista H. G. Wells en la serie radial de The Mercury Theatre on the Air, dirigida y narrada por supuesto por el futuro cineasta, que tuvo la ocurrencia de cortar abruptamente la trasmisión para ofrecer el boletín de última hora de que en efecto se estaba produciendo una invasión de extraterrestres en nuestro querido planeta tierra. Dice que la que se armó en los Estados Unidos, sobre todo en sus zonas rurales, las más desamparadas, fue de padre y muy señor mío. Se habla hasta de suicidios colectivos. Primero muertos antes que rechupeteados por unos tentáculos marcianos. Pero no el vejete de la foto allá arriba. Debe ser el tatarabuelo de alguno de los briosos Proud Boys de la tropa trumpista. Este sí que se atrincheró en su granero, presto a volarle los sesos al primer hijoeputa marciano que asomara la cabeza. Porque tienen sesos, ¿no? Verdes. Babosos. Malignos.



viernes, 18 de diciembre de 2020

Ardo

Foto: © Regino Boti, 2018
Aldo Menéndez
La Habana, Cuba, 1948 – Miami, USA, 18 de diciembre de 2020


¿Debo aclarar que este texto escrito como prólogo del libro Ojo X Ojo sobre la obra gráfica de Aldo Menéndez (Heller, Madrid, 2002) lo estoy empleando ahora como su obituario? Ardo, carajo, cómo se te ocurre despoblarnos el mundo de esta manera, tan definitiva, tan sin aviso. Eso no se le hace a los socios, coño, Ardito. ¿Y ahora dónde vamos a celebrar esas fragorosas tertulias con comelatas de la vanguardia artística de Miami —emigrada toda desde Cuba, desde luego— sentados a lo largo de tu mesa y tú empeñado en convencer a cualquier gringo de ocasión, aceptado en el convite, que el Thanksgiving tenía que celebrarse con puerco, yuca y congrí, puesto que su origen era cubano? Sólido tu argumento, la verdad, de que entonces la Florida era parte de la colonia de Cuba. Bueno, en efecto, a William Kennedy no había que convencerlo. Siempre fue un gringo comprometido con la fiesta ardiana. Y todos con los carrillos repletos de los manjares españoles de tu cocina. El ideal era puerco, congrí y yuca para los gringos. Pero paella negra y gazpacho para nosotros. Ardito, cará, qué va a ser de nosotros. Pobre Ivón. Pobre Adrián. Pobres todos.

Mi texto del 2002. Los verbos se mantienen en el tiempo presente para tratar de verlo con los mismos ojos de él, cuando lo aprobó.

OTRA GUERRA CUBANA CONTRA LOS DEMONIOS

 
La generación cubana a la que pertenece Aldo Menéndez conoció desde temprano una experiencia —“problemática” le llamarían dentro de esa misma generación— que recientemente edulcoraron en The New York Times. Andrei Sakharov, el padre de la bomba de hidrógeno soviética y luego —junto con Alexandr Solzhenitsyn— devenido una de las cabezas visibles del magro movimiento disidente soviético— es el modelo. A propósito de la biografía de Richard Loure sobre el irascible y venático personaje, establecen que la historia de la ciencia en la Unión Soviética está inflamada de paradojas que retan las preconcepciones y nos hace sentir incómodos. Contrario a la creencia habitual en Occidente de que la creatividad necesita de un ambiente de libertad, la ciencia soviética pareció ser mejor cuando las condiciones eran peores. Por lo menos seis premios Nobel fueron otorgados a físicos soviéticos en los años 30 y 40, cuando el mercurio del terror estalinista estaba en el tope del vidrio. Los cubanos conocemos las variantes de esta mecánica. No tienes que inventar una bomba de hidrógeno para aprender a valerte bajo las estructuras. Sí, ciertamente tienes que producir algo valioso y profundo porque, si sobrevives, lo primero que han hecho las estructuras es forjarte.

Quizá no tengamos otro paralelo más completo que el de los artistas del quatrocento. Pero con mayores complejidades, puesto que ha llovido mucho desde el Renacimiento, y las cosas se complicaron. Ya no nos bastaba con ser, entre los más lucidos de nosotros, esa ambiciosa mezcla de condotiero y artista, sino que debíamos explicarnos paso a paso. Cuando digo nosotros me refiero a la generación inmediata posterior a la de Fidel Castro, no exactamente la de sus hijos, sino la de sus hermanos más pequeños. Fuimos a las milicias y aprendimos en los combates y portamos armas y vencimos. Pero el ingreso de Cuba en el mundo socialista y en los grandes debates teóricos dentro de una filosofía reputadamente de avanzada, nos obligó a no ser solamente suficientes desde el punto de vista de nuestra obra sino que obligó a apoyarnos en un sistema teórico que respaldara cada pintura o cada poema. Aunque los planteamientos en Cuba fueron siempre mucho más pedestres sin un Lunacharsky o un Kandinsky o un Trostky, que ensayaban sus genios antes esos laberintos, y teníamos que conformarnos con el miedo con el que Fidel Castro regularmente se expresa sobre estas cuestiones (aunque se le agradezca siempre su naturaleza mucho más directa e impulsiva, y a veces hasta graciosa). El “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada” de su declaración de 1961, fue solo un galimatías, muy conciso —y esperanzador sobre todo para los pintores abstractos, por entonces sometidos a la estólida persecución ucraniana de Nikita Serguievich Jruschov— sin duda, pero que dejó en el aire qué era dentro y qué era fuera. Pero el slogan le permitió operar con eficacia a la Seguridad del Estado y no casi siempre asimilar o apoyar a las fuerzas genuinamente revolucionarias dentro de la Revolución. Acabemos de llamar las cosas por su nombre. Entre un Aldo Menéndez ataviado como un Beatle —en un país donde las melenas no eran una moda en los 60 sino una ofensa política—, y buscando una tendencia donde moverse, y buscando después una pared donde colgar cualquiera de sus cuadros, y un René Portocarrero, la vieja morsa a la que se le permitía respirar mientras se le abastecía de pinceles, pigmentos y raciones adicionales de chocolatinas y cigarrillos rubios Visant, y podía hasta vivir en relación de matrimonio con su pareja, el aburrido y lánguido Raúl Milián, la Revolución Cubana siempre prefirió a Portocarrero. Pero había un margen. Fidel había disfrutado demasiado de las simpatías de poetas y pintores como para permitirse el lujo de fusilarnos, de tomar a uno de nosotros y pegarnos al poste de ejecuciones. Y nosotros lo aprovechábamos —el margen. Y hubo rápidamente que comenzar a reconsiderar cada uno de nuestros intentos artísticos desde conceptos que fueran a su vez revolucionarios, y era de algún modo nuestra obligación de ser políticamente correctos en un proceso que se suponía un hito de irreverencia política. De ahí que, en todas las corrientes ensayadas por Aldo y sus compañeros, hasta la fecha de hoy, lo que encontremos como una constante sea telas llenas de argumentos. No existe un milímetro de lienzo de Aldo que no sea un compuesto abigarrado de argumentos, una respuesta, un ensayo, un reto. Sería desleal y absurdo que no reconociéramos, para empezar, que ese debate era también el producto de una revolución sobre la que todos los entonces jóvenes artistas nos elevamos y nos dio una identidad internacional. Nunca conocimos el provincianismo, el mismo que ahogó a incontables generaciones anteriores de artistas cubanos. Comenzamos nuestras obras como iguales ante cualquiera en el mundo. Éramos, además de pintores o novelistas, la élite artística de la Revolución Cubana —probablemente el hecho político internacional más importante de la segunda mitad del último siglo. Y es aquí donde Aldo adquiere un papel protagónico de primera línea. Siempre fue el cosmopolita de nuestro grupo, tanto de pintores como artistas en general. Desde el deslumbramiento inicial de hallarse en Viena en el momento antes de que se acabara el mundo —su padre era diplomático cuando se produjo la crisis de Octubre de 1962—, hasta fundar talleres de serigrafía —y convencer a Fidel Castro de que abriera el bolso para importar costosísimas máquinas de impresión— y de pasearse por el mundo del brazo de los encumbrados Joseph Kosuth, Robert Rauschenberg, Julio Le Parc, Guayasamín, Mino Rotella y en especial los españoles Rafael Canogar, Martín Chirino, Juan Genovés y Cristóbal Gabarrón, Aldo ha cumplido un importante —y constructivo— desempeño cívico en las artes plásticas de la Revolución, pero lo ha asombroso y admirable es que lo ha acompañado de una obra suya personal, exigente y consistente como pocas veces se ha registrado en el país.


Y, bien, qué ha quedado de eso que reconocemos como la ultima generación bolchevique de la historia, que fue sin duda, la de nosotros, los cubanitos que —por ejemplo— manejamos las ametralladoras de cuatro bocas en Playa Girón. Tomen este lienzo de Aldo Menéndez y díganme qué diablos ven. No encuentran un solo carro blindado, erizado de bayonetas, ¿verdad? Y ni una bandera roja flameando en la farola de camino de un tren blindado. No, la cultura anterior a la llegada de todo este bagaje revolucionario a Cuba, era mulatas, con el castillo del Morro al fondo, que movían el trasero al compás de unas maracas, y tahúres, y unos obesos políticos fumadores de grandes habanos y enfundados en impolutas guayaberas blancas almidonadas. Pero, en eso, baja un ejército revolucionario de las montañas y apenas dos años después tenemos una impronta cultural de origen eslavo que, no sólo va a definir la visión nacional, sino que remodela su historia. ¿Ya descubren el por qué de esos tonos grises y cómo el sol aplastante del trópico de Cuba es sofocado en esta obra pictórica por lo demás raigalmente criolla? ¿Criolla? Si, nada que no sea criollo —y sobre todo cubano— puede someter la carga de humor a que somete Aldo Menéndez sus cuadros, qué raza, por Dios, la misma que hizo temblar a Carlos Marx cuando el santiaguero (de Santiago de Cuba) Pablo Lafargue comenzó el romance con su hija. Y ya tienen las tres claves de sus lienzos: el por qué de los argumentos, el por qué de los grises, el por qué del humor.

La clave final es una clave in motion. El adolescente que una vez, en los 60, saltó de los legendarios “performances” con Samuel Feijoó en la campiña de Cienfuegos, a integrar el equipo de diseño del Consejo Nacional de Cultura (de Cuba) en 1968 —su primer paso como profesional—, es ahora un artista que abandonó su país y ha comprendido que los límites de su última patria está en toda el espacio de lienzo que pueda estirar sobre un bastidor y de inmediato colocar en su caballete. Pero algo se mantiene. Una vez que transitas por los sofocos de esa selva de los Lenin y los Fidel y que mueres por sus ideas y te crees el por ciento de redención que te prestan, tú regresas. De un modo u otro. Para enaltecerlo o —como diría Hemingway— para destruirlo. Yo no apostaría ahora por ninguno de esos dos Aldos. Apuesto por el Aldo que —en bermudas y chaqueta de cazador, y que a veces parece un chino viejo, y que me prepara unos gazpachos fragorosos, y que es al artista cubano angustiado y eterno, con una historia personal de novela (a lo mejor la escribo algún día), y el de las audacias de sus teorías por escrito y que acumula, como pocos, una primorosa producción de pinturas, serigrafías y fotomontajes— acaba de descubrir que tiene el lienzo delante, firme sobre su caballete, blanco e inmenso como Moby Dick, a la espera del primer trazo. 
 
Foto del centro: El alfabetizador Menéndez con su padre, el miembro del Batallón 339
de las Milicias Nacionales Revolucionarias, miliciano Menéndez. Debajo, en su
estudio de Miami con el escritor Norberto Fuentes.



jueves, 17 de diciembre de 2020

“… en Cuba gobierna el miedo”

 

El joven en la foto muestra el equipamiento básico de los símbolos del poder en Cuba: carisma,
el soberbio Cohiba sostenido con señorío entre el índice y el anular y el Rolex Explorer II
que asoma por debajo de su manga izquierda. Se llama Antonio Castro Soto del Valle y
aparece confiado, tranquilo —y espera.


Esta es una entrevista con Raúl Martínez en el programa «La hora del regreso» (Radio Caracol 1260, WSUA AM 1260, Miami) trasmitida entre las 5 y 6 PM el 10 de diciembre de 2020. Siguen extractos del diálogo, editados y revisados ligeramente para mayor concisión y claridad.

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La entrevista transcurre en su totalidad más bien como una conversación. Pero una entre cubanos, o para describirla de la manera más criolla posible: entre dos cubanazos. Si no se hubiese producido a través del teléfono, pueden imaginarse la cantidad de café y tabaco que hubieran consumido y la de palabrotas a escanciar en el intercambio. Esto último el entrevistado quedó advertido desde el principio que era un error en el que no debía incurrir, puesto que la trasmisión era “en vivo y en directo”. La primera parte de la entrevista fue consumida casi por entero en preguntas personales o familiares. El segmento de interés político comienza hacia el minuto 23.19 con la pregunta de Martínez sobre la relación del entrevistado con Fidel.

Raúl Martínez: Tú conoces a Fidel, crean una amistad, tú tuviste la oportunidad de viajar con Fidel, tuviste la oportunidad de estar en la cúpula, no aceptaste ningún cargo, eh, por ejemplo, pregunta, la relación entre Fidel Castro, Raúl Castro, el Che Guevara, y te digo esto por los cuentos que yo he escuchado, no, y ahora tengo una persona que vivió dentro de eso. Primero, que a Fidel Castro no le importaba su hermano Raúl, y Raúl tenía sus problemas con Fidel, y sobre todo Fidel tenía unos problemas gravísimos con Ernesto Che Guevara. ¿Tengo información correcta o…?

Norberto Fuentes: Totalmente correcta. Fíjate, no es que Raúl o el Che… eh, Fidel despreciaba al Che.

RM: Oquei.

NF: Y le… el Che a su vez despreciaba a Fidel. Tengo de eso para hacer 200 anécdotas. Digo despreciar porque es la palabra más fácil que me viene a la mente.

RM: ¿Entrega Fidel Castro al Che Guevara para que lo capturaran y lo liquidaran?

NF: La operación de Bolivia es una cosa… eh… más que evidente. Él lo manda para allá y el agente residente [en La Paz, que] es Renán Montero, lo levantan en peso y lo mandan para La Habana porque tiene que hacerse un entrenamiento en el momento que llega el Che allí. El que entrega… El que era jefe en ese momento de la DEA, supuestamente, de la cosa de las drogas en Bolivia, es Antonio Arguedas, que es un viejo miembro del Comité Central del Partido Comunista boliviano y un agente de Cuba. El que descubre el campamento del Che es un agente de la DEA boliviana.

RM: Marcado por Fidel.

NF: ¿Eh?

RM: Pero marcado por Fidel.

NF: Embarcado completico por Fidel. Cuando Fidel se entera (se entrecruzan las palabras).

RM: Cuándo es el momento… Hubo un momento que Fidel…

NF: Porque el Che se entrega.

RM: (Insiste:) Hubo un momento que Fidel… (Rectifica:) Que el Che Guevara está en Angola y Fidel…

NF: En el Congo.

RM: ¿Dónde fue? ¿En el Congo? Yo sabía que estaba en algún lugar en el África. Y te digo son historias que he escuchado. Que ahí también Fidel trató de que lo liquidaran pero no, no pasó nada. ¿Estuviste tú en esa…?

NF: (Incomprensible al principio.) Yo le pregunté a Brian Latell, ven acá, Brian, ¿ustedes sabían que el Che estaba en el Congo? Brian, el especialista, el analista de la CIA [para los asuntos] de Cuba. Dijo: No, no lo sabíamos. Oye, Fidel, a Fidel no le faltó nada más que poner migajitas de pan desde Langley hasta el Congo para que ustedes descubrieran al Che. Entonces…

RM: ¿Y qué te dijo él?

NF: ¿Él?

RM: ¿Y Latell qué dice?

NF: Se rió. Tenemos una buena amistad.

La entrevista continúa con los avatares del Che entre Praga y Bolivia y el episodio de la entrega del Che a la tropa del capitán Gary Prado Salmón y la conversación ente este oficial y el guerrillero recién capturado. Luego hay preguntas y respuestas sobre Raúl Castro y los intríngulis del gobierno cubano hasta llegar al tema inevitable con este autor del general Arnaldo Ochoa y los mellizos Antonio y Patricio de la Guardia.

RM: El caso que tú conoces bien, bien a fondo. Y eso te causó otra vez [problemas y] que tuvieras que venir para el exilio y trataste de venir en una balsa. El caso de Tony de la Guardia, Patricio de la Guardia y el caso de Ochoa, el general, uno de los generales, que me dicen a mí que era brillante en lo que era táctica de guerra allá en Angola. Tú estuviste muy, pero muy cerca de Ochoa. Cuéntanos un poquito sobre Ochoa y sobre los De la Guardia. Yo no conocí a los De la Guardia pero me dicen que venía mucho a Miami…

NF: No mucho. Fue un par de veces.

RM: Oquei.

NF: Un par de veces después de la… de la Revolución.

RM: Después de la Revolución. Sí, sí, sí, siendo ellos después oficiales…

NF: Ellos [estudiaron] en Oakland [una ciudad de la Florida].

RM: Sí. No, y se reunían, se reunieron aquí en Miami con gente que hoy en día son los más anticomunistas del mundo, pero en aquellos momentos tenían sus relaciones.

NF: Sí, ellos venían por, con el FBI.

RM: Correcto.

NF: [Durante] las conversaciones de Carter. El que los traía era el FBI.

RM: Bueno. En el caso, el caso de Ochoa, eh, Ochoa y Fidel tenían su relación buena, su relación mala, pero también dicen que, que Ochoa se le enfrentaba a Fidel, porque Fidel quería ser un táctico de guerra…

NF: (Enfático) Jamás.

RM: Eh…

NF: Jamás.

RM: ¿No?

NF: Si Ochoa se enfrentaba a Fidel era calladito y allá, donde fuera [quiere decir, donde Fidel no lo oyera]. Jamás. Ochoa se equivocó con Fidel Castro. No quiere decir que [incomprensible], y era mi amigo y era mi hermano y yo fui el que le puse todo lo que iba a pasar, porque yo me enteré por Alcibíades [Hidalgo, entonces el jefe de despacho de Raúl Castro en el Partido] que fue y me lo dijo en mi casa. Pero Arnaldo, nadie hace eso [enfrentarse a Fidel]. La última conversación de Ochoa con Fidel tuvo lugar en Camagüey el 2 ó 3 de mayo del 89. Fue el acto [del Primero de Mayo] en Camagüey y Fidel mandó a buscar a Ochoa a una casa de visitas y le dijo: «Oye, Arnaldo, eeeh, estás yendo a las diplotiendas y eso … nosotros no tenemos que hacer eso. Nosotros no tenemos que ir a las diplotiendas.» Fue la última conversación que tuvieron.

Un poco más adelante en la entrevista, hacia el minuto 43.00:

RM: ¿… en el caso de Raúl no había cierto celo entre Ochoa y Raúl, o no? ¿Ochoa siempre estaba…?

NF: No lo creo. No lo creo. Mira. En un viaje que… voy a tener que decir una mala palabra, después tú la censuras.

RM: No, no la digas, que no hay censura. No la digas.

NF: ¿Eh?

RM: No digas la palabra porque no tengo un delay que pueden pararte. (Riéndose.) Nada más que insinúa. Insinúa.

NF: En el 88, yendo a Angola en el Ill-62, yo voy con Alcibíades y yo veo a Alcibíades preocupado y digo: «¿Qué te pasa, Alc?» «No, el recado que me ha dado Raúl para Ochoa» «¿Y cuál es el recado?» «El recado es que si sigue hablando eme [mierda]…»

RM: Oquei.

NF: (Continúa:) «…le va dar una patada por el ce [culo]»

RM: Oquei.

NF: Dije, coño (ríe). Ya tú sabes…

RM: Déjame ir… déjame ir una pequeña [pausa comercial].

NF: (Sigue su historia:) Íbamos para Ginebra [a los pocos días], después que despegamos de Luanda, le digo: «¿Oye, hablaste con Arnaldo?» Dijo «Sí». «¿Se lo dijiste?» «Sí, claro que se lo dije.» «¿Y él qué qué hizo?» «Nada. Se quedó callado.»

Finales de la guerra de Angola, o, al menos, de la participación cubana en este conflicto.
Martes 9 de agosto de 1988. Al caer la tarde. Un vuelo de observación a baja altura.
Nos dirigimos a la base de Cahama. El helicóptero Mi-8 mantiene su rumbo al
Norte Franco. Por la cola dejamos la frontera de Namibia, hacia donde hemos estado
empujando a los sudafricanos. El escritor Norberto Fuentes (izquierda) comparte
la experiencia con el jefe de la Sur Agrupación, el general de división Leopoldo Cintra Frías.

La entrevista continúa después de los comerciales, hacia el minuto 47.37.

Raúl Martínez: Estoy conversando con Norberto Fuentes, y como ustedes han visto es un individuo que tiene un historial inmenso, conoce muchísimo y nos encanta el tiempo que nos ha dedicado. Espero que podamos… no importa, los almuerzos, los tragos, pero seguir conversando esto, porque esto es muy interesante para la historia. Pregunta, Norberto: Se habla en Cuba, y todo el mundo sabe que eso es una dictadura… Cuando Fidel estaba en la cabeza del gobierno, había que ver a Fidel, y si Fidel lo aprobaba, eso se resolvía. Hoy en día sigue siendo una dictadura, pero Raúl no es el individuo que tú tienes que ir a ver. ¿Quiénes son los que gobiernan, quién… Quiénes son ese grupo que pueden llevar a cabo un cambio o no cambio o…? Porque ahora hay un cambio de gobierno en los Estados Unidos. Pero yo, por ejemplo, no sé, si me preguntan a mí, no sé si es Raúl Castro o el Consejo de [ministros]. ¿Quién en Cuba es el que manda?

Norberto Fuentes: Yo creo que ni ellos mismos lo saben. (Ríe.)

RM: Oye (también riendo), yo pensé que tú me ibas a dar algo mejor… para yo…

NF: Eh … Raúl es una especie de ampaya [cubanización del umpire inglés, el árbitro en el juego de pelota], que está allí, pero que ellos tienen… Mira… eh… allí lo que gobierna es… el miedo. Es decir, ellos fallan y todo eso se derrumba. Entonces yo creo que de alguna manera ellos están condicionados… eh… por esa situación… Y es un problema de autoprotección. Pero así y todo ellos han manejado la cosa mal. ¿Qué es lo que pasa? Que ellos son muy [aburridos]. Ellos pudieron tener un buen dirigente. En mi opinión, el prospecto más interesante para sustituir a Fidel Castro era el hijo de Fidel: Antonio. Cogieron el gordo bobo este que no, que no moviliza nada.

RM: ¿Estás hablando de Díaz Canel?

NF: Una especie de Maduro de Santa Clara. De Nicolás Maduro de Santa Clara. Entonces, no sé. Pero también hay, hay que ver, ¿no? El ministro de Defensa, que yo lo conozco perfectamente. Tuve muchas horas de vuelo en helicópteros y en aviones. Estuvimos a punto de morirnos dos o tres veces en Angola, Polito [el general de división Leopoldo Cintra Frías]. Y Polito no tiene para dirigir ese país. Más nunca. Es un hombre admirable [no obstante]. Ese era un guajirito que terminó en la Vorochilov, que era una academia de generales de la Unión Soviética, con [uno de] los primeros expedientes. Igual que Ochoa, que era analfabeto cuando llegó a Yaguajay con [la columna guerrillera de] Camilo. Pero, eh, ellos tienen que hacer, ellos, creo que [finalmente] van a manejar bien la situación. Pese a todo el aburrimiento. Ahora mismo, hoy por la noche, están anunciando una información que en mi opinión va a ser que los cubanos, esta es mi opinión, esto es pura intuición, no tengo el menor dato, pero yo creo que es decir que van a abrir la posibilidad de que los cubanos de Miami inviertan en Cuba, etcétera. Y eso sería muy bueno que lo hicieran. Sería muy bueno porque eso sí le crea un problema al grupo más tremendista aquí, de Miami, y contra eso no va a poder nadie. 

RM: Claro, pero en el caso de eso, Norberto, el problema es la seguridad de quien vaya a invertir. Tú sabes que el capital es cobarde, y nadie va a invertir en un lugar donde mañana...

NF: Vamos a ver qué pasa.

RM: Sí.

NF: Cuando tú puedes invertir 10 000 dólares, una bobería de esas… Eso es poquito a poco. Vamos a ver qué pasa. No vamos a poner la carreta delante de los bueyes.

RM: Oye, ya tengo que…

NF: Igual que todos los que botaron a favor de Trump aquí, al otro día estaban llenando los aeropuertos para ir para Cuba.

RM: Sí, yo sé (ríe). De eso vamos a tener que hablar otra vez.

NF: Entonces todo el mundo… El voto cubano, hay que ver… [decirle] a los demócratas: Oye, olvídense del voto cubano. El voto cubano no decide. Ya eso no decide nada. Lo ha demostrado en las últimas dos elecciones.

Gracias especiales a Roberto Céspedes por su contribución.

Raúl Martínez y su leyenda política: 24 años como
alcalde de Hialeah, la segunda ciudad con mayor
población cubana del mundo. Aunque ahora disfruta
de otro poder —el de un micrófono y el de tener
uno de los programas de más elevada audiencia
del sur de la Florida.

lunes, 14 de diciembre de 2020

domingo, 6 de diciembre de 2020

David leyendo bueno

Estaba rastreando entre mis nutridos archivos de materiales en progreso que yo llamo graciosamente WIPs (por las siglas en inglés de Work In Progress) cuando en el WIP HEM-28 (por mi contracción de uso particular del apellido Hemingway) encontré estos recortes y apuntes. Me parecen apropiados para colgarlos en mi blog en este ¡otro domingo! de Covid-19. A lo mejor los substraigo de la modorra durante unos minutos.

Muerto el americano, la propaganda revolucionaria podía desplegarse a su antojo sin el riesgo de ofender a Hemingway. Aunque, a decir verdad —y esto es fácilmente comprobable para cualquiera decidido a emprender una investigación exhaustiva en las hemerotecas— la explotación del nombre de Hemingway se mantuvo en un nivel más bien bajo durante unos 25 años. Que se sepa, la visita de Fidel Castro a la finca del domingo 23 de diciembre de 1962 cuando sirvió de guía a cuatro americanos que participaban en las negociaciones para pagar el rescate en alimentos y medicinas por los 1 113 prisioneros hechos por las fuerzas revolucionarias el año anterior en Bahía de Cochinos. La propaganda de este episodio resultó velada en extremo, si es que califica como propaganda el lamento de un primer ministro por el suicidio de un escritor. La otra es una referencia a Hemingway en una entrevista de 1975 con dos periodistas americanos, pero que no es particularmente enfática la manipulación porque el líder cubano se limita a recordar la utilidad de Por quién doblan las campanas para su futuro como guerrillero. Es decir, más bien memoria que pancartas. 

 



 FUE TITULAR DURANTE LA GUERRA FRÍA

Un gran acontecimiento… la aparición en La Habana del libro Hemingway en Cuba.

—TASS

Y MOTIVO DE ANGUSTIA PARA LA ACADEMIA

Debido a la enemistad entre Estados Unidos y Cuba desde 1959, los académicos americanos habían encontrado hasta hace muy poco que era difícil sino imposible la investigación en detalle de las dos décadas de la vida de Hemingway en la que él llamó «esa isla larga, hermosa y desdichada». No hasta la publicación en 1984 de Hemingway en Cuba de Norberto Fuentes, un periodista y escritor de ficción, hemos estado en posición de darnos cuenta de todo lo que nos estábamos perdiendo, pero los biógrafos continúan tratando con displicencia la vida cotidiana en la Finca Vigía.

—Keneth Kinnamon, The Hemingway Review


[Apunte a máquina grapado sobre el recorte anterior]

La academia americana siempre ha exhibido la angustia de Hemingway por la pérdida de Finca Vigía como un factor de condena del proyecto revolucionario cubano. La pretensión era que los cubanos detuvieran la Revolución para que Hemingway fuera feliz. Era una situación análoga a que Washington y los padres fundadores hubiesen arriado la bandera de la Revolución Americana porque había un escritor inglés que se hallaba muy angustiado por perder su propiedad en, digamos, Vermont. Pero en ese orden de cosas, no muestran ninguna solidaridad con los Bacardí o los Fanjul o los Lobo—para citar tres ejemplos notables—, que estaban perdiendo algo más que una vieja casona colonial comprada en su momento a precio de bagatela.

El recorte y la ampliación es de la edición de Vanity Fair de enero de 1985.

sábado, 5 de diciembre de 2020

Pontecorvo lo filmó primero






Última escena de

La batalla de Argel

(1966)