miércoles, 13 de marzo de 2019

Bunder Pacheco regresa

A la venta en Amazon la edición del 50 Aniversario de Condenados de Condado

Para el área de Miami hay copias disponibles en
Altamira Libros
219 Miracle Mile,
Coral Gables, FL 33134
Teléfono (786) 534-8433


El 8 de febrero de 1968 Norberto Fuentes recibió la noticia de que el jurado compuesto por el argentino Rodolfo Walsh, el chileno Jorge Edwards, el francés Claude Couffon, el peruano Emilio Adolfo Westphalen y el hispano-mexicano Federico Álvarez, había elegido a Condenados de Condado como la obra ganadora en el certamen de cuento de ese año de la Casa de las Américas.

Así fue como Norberto vio su primer libro publicado pero también quedó en la mira y el enojo del “mayimbón de los mayimbones”, del mismísimo Fidel Castro, y si su situación era precaria hasta ese momento, por una capacidad innata de Fuentes para caminar por el borde de la cornisa, se mantendrá en el filo del abismo por los siguientes años, en los cuales se atrevió a publicar sin autorización oficial un libro en el extranjero (Cazabandido, 1970) y fue la nota discordante y el protagonista inesperado de la llamada autocrítica del poeta Heberto Padilla (1971).

Por todo eso y pese a todo eso, Condenados de Condado se transformó en un clásico de la literatura de la Revolución Cubana. Por años solo ha podido ser encontrado en librerías de viejo —con la excepción de aquella edición de 2000 (Seix/Barral)— razón de sobra para haberlo vuelto a publicar y mantener al alcance de todos los lectores, especialmente aquellos que llegamos tarde a la Revolución. Y a través de estas páginas podemos sentir con una inexplicable nostalgia la humedad del Escambray, el polvo que se incrusta en nuestra piel tras días de operaciones, el eco de los disparos y ser testigos del humor o mal humor de los milicianos y sus comandantes.

—Pedro Schwarze
(en el prólogo de esta edición)

Scrapbook


Norberto Fuentes es el narrador más original producido por el período revolucionario cubano.
—Ángel Rama, Literatura y clase social

Fuentes no quiso como narrador dividir el mundo en blanco y negro, con lo cual tocó el tema de la inmaculada pureza del ejército revolucionario.
—Jorge Edwards, Persona non grata

Sorpresivamente, en un momento de máxima ortodoxia revolucionaria, Norberto Fuentes produjo uno de los libros más interesantes y polémicos de la literatura cubana.
—Juan Domingo Argüelles, El Universal (México)

Desde el primero al último, su único tema es la revolución. Lo fascinante, lo violento, lo imprevisible y aterrador de esas situaciones límites que todo movimiento revolucionario comporta, es la sustancia de su obra… Sus relatos son como los de un poseso en que apenas interviene la elaboración, de algún modo concebidos al margen de la literatura.
—Heberto Padilla, El Nuevo Herald (EEUU)

Norberto Fuentes ha comprendido como nadie lo que significó el shock que originó la agresión a la joven Revolución, reaccionó de forma creativa y le imprimió a sus textos la imagen de la escena cubana con todo rigor.
—Jorge Santos Caballero, Resonancias (Cuba)

El mayor hallazgo del libro no hay que buscarlo en el tema en sí, en su carácter específico de épica nacional, sino, justamente, en la trascendencia de esas fronteras, en el salto a lo universal que late en lo inmediato y en lo cotidiano. Y ese salto… lo ha conseguido Norberto Fuentes con todo un libro.
—Antonio Benítez Rojo, Casa de las Américas (Cuba)

Condenados de Condado —que generó culto entre los cuentistas jóvenes de la isla y aún hoy es tratado como modelo literario— era… literariamente, muy bueno, y la crueldad de sus páginas tan real como la vida misma de aquellos convulsos, años sesenta y especialmente de los conflictos armados en la sierra del Escambray.
—Roger Salas, El País (España)

Visto el libro con la perspectiva del tiempo, puede considerarse como una auténtica obra maestra del relato corto. Veinticinco relatos [que] poseen la intensidad de lo vivido y de lo narrado con los mínimos recursos, casi todos ellos de naturaleza verbal. Sin embargo, las historias están construidas con un cañamazo de dramatismo y de humor negro y sin referencias políticas. Tampoco carecen de ternura, de un amor a la vida que se combina con sentimientos como el honor, el heroísmo o la pasión y la nostalgia.
—Joaquín Marco, El Cultural (España)

El libro muestra su calibre humano y la dirección ejemplar que ha tomado, al margen de su sabroso sentido del lenguaje, de una habilidad ya consumada para el diálogo con sus vivaces giros coloquiales, de un rigor cuentístico con que dejar de lado todo material adventicio de la palabra o de la imaginación para hacer de Condenados un preciso breviario de una literatura que aún mejor que la historia reflejará desde adentro a la Revolución.
—Jorge Rufinelli, Marcha (Uruguay)

Una crónica, a veces feroz hasta la alucinación. Ejército revolucionario y "bandidos" uno frente al otro. Bajo el disfraz de guerrilleros atroces y despiadados, mantienen viva, tanto de un lado como del otro, una humanidad genuina y soñadora que sabe cómo encontrar espacio para las pausas líricas.
—Mariapia Bonanate, Gazzetta del Popolo (Italia)

Parece ser un libro de cine, y con esto no queremos empañarlo o disminuirlo. Queremos decir que posee una vivacidad plástica y un dinamismo que nos hace pensar en el cine: y estamos convencidos de que es capaz de recrear la concreción más deslumbrante de las imágenes en movimiento.
L´Espresso (Italia)

Condenados de Condado sigue siendo fresca, motivadora, herética, perturbadora, audaz. Y por todo esto, actual. Quizá su lectura ayude a entender un poco mejor ese enrevesado panorama cubano y hacer ver hasta qué punto la voluntad ha movido montes, con un insólito, brutal y —¿por qué no?— simpático Bunder Pacheco, un hippie guerrillero, tierno e ingenuo, como son los hombres de pueblo que hacen la historia de la cual Norberto ha sido un Melquiades un tanto molesto.
—Alejando González Acosta, Unomásuno

Fuentes no es un bardo retórico que tiende a las notas épicas. Las crudas experiencias de la guerra civil son recordadas por él con un humilde sentido de la humanidad, impregnado de piedad y de ironía, y en ocasiones con asombro e inquietud.
La Gazzetta del Mezzogiorno (Italia)

Un fino humor irónico, tremendamente cubano transita por las páginas de estos cuentos escritos con maestría y gran poder de síntesis… y se apodera de nuestra atención, ganándonos el combate por knot-out, como diría Cortázar.
—Eduardo Heras, autor de La guerra tuvo seis nombres (crítica censurada)

Norberto Fuentes logra recrear la atmósfera de uno de los momentos decisivos de Cuba, dio constancia de la contrariedad y la complejidad de la naturaleza humana en situaciones límites y, sobre todo, materializa una extraña concisión, de amplitud de contenido y de rigor formal… Un clásico de la Narrativa Latinoamericana de fin de milenio.
—José Agustín

martes, 5 de marzo de 2019

Ton

 

Heberto Padilla y yo estamos junto a Nancy Pérez-Crespo y reposamos el almuerzo que Nancy ha preparado. Puede considerarse, según Heberto, “la continuación de la sobremesa en estado horizontal”, y según yo, siempre más ajustado al canon militar establecido por Von Klausewitz, “la continuación de la sobremesa por otros medios”. Estamos en la casa de ella, en una barriada de Miami de clase media baja llamada Westchester. Nancy provee albergue, alimento y ocasión para las tertulias en los primeros días del exilio de Norberto, quien no perderá tiempo en comenzar a llamar a su benefactora como “la Señora Pérez”, razón por la cual, desde luego, será despojado casi de inmediato de todas las sinecuras. Entonces, en la foto de abajo, a mi izquierda, aparece Alberto Batista, a quien yo solía llamar “Ton” (edición final —del que se desgajan las dos primeras sílabas— del superlativo Albertón) y que era mi amigo del alma. Se me había adelantado por unos meses en el exilio, pero apenas yo aterricé en Miami, de inmediato, nos atrincheramos como si nada en nuestras tertulias de dos socios que desde nuestros tiempos universitarios no le dábamos paz a nadie. Pronto nos dimos cuenta que el ejercicio de la burla no necesita de un escenario urbano específico. Siempre hay material humano a la mano para que la pases de chupete. No necesitábamos ni de ron para aquellas jornadas. Claro, el Ton tenía un problemita que nos obligaba en muchas ocasiones a contenernos y era su padecimiento de asma; es decir, pasaba con enorme frecuencia de ahogarse de la risa a ahogarse de verdad. Un montón de veces estuvo a punto de caer fulminado, redondito, al lado mío después de una carcajada en explosión. Y yo aterrorizado, viendo cómo el rostro se le encendía y no había aire de resuello en una risa que se había convertido en un asunto ahogado, silencioso. Esta tarde hay sosiego, sin embargo; hay sobremesa, y suelta la Polaroid para aparecer él también en la fotografía. Se me vino a morir en Nueva York, muchos años después. Noche. Solo. La mujer en el trabajo y la hija en casa de unos tíos en la Florida. Estaba acostado en el sofá. No que se desplomara en el sofá sino que él se acomodó, con un cojín bajo la cabeza. La cena, sin tocar, estaba sobre la mesa. Ayer 4 de marzo fue su cumpleaños. Todavía hoy no se me quita de la cabeza.