miércoles, 17 de octubre de 2012

El mundo sin Fidel

Publicado en La Repubblica y en La Tercera.

Al igual que el presidente Barak Obama se ufana de su mote de “Obama No Drama”, su homólogo cubano Raúl Castro podría reclamar un título semejante con idéntica satisfacción. Desde luego, la parsimonia de Obama en el primer debate presidencial —que lo tiene al borde de perder las elecciones— no obra de la misma manera entre Raúl y sus conciudadanos. En realidad, Raúl está logrando el imposible de convertir el colorido, de giros violentos, impredecible, proceso cubano, en uno de los países más aburridos del planeta. Y todavía con el hermano vivo, que fue uno de los más exitosos protagonistas de la política como espectáculo. Así pues, se acabaron las denuncias y las acusaciones porque Cuba no dejaba viajar libremente a sus ciudadanos. A partir del próximo 14 de enero, según los medios oficiales de La Habana, si tú tienes un pasaporte hábil, una visa y un ticket de avión, puedes ir a donde te plazca. A partir de ahora, pues, la responsabilidad de mover los cubanos en el espacio aéreo internacional no es del gobierno cubano sino de los gobiernos del resto del mundo. Y, ojo, no solo del de los Estados Unidos, que siempre es el adversario más reconocido para oponerle a los cubanos, una especie de comodín al servicio, si no, sobre todo, de Europa. Que se preparen las cancillerías occidentales, porque el bullicioso enjambre ya viene doblando la esquina.

Se pueden imaginar en este mismo instante que la noticia, si bien ha sido recibida con festejos dentro de Cuba, no ha sido igual en Miami, donde más de un millón emigrantes de la isla se gana la vida, si no ha tenido la posibilidad de dedicarse a la política y asegurar un “grant” del gobierno americano para derrocar la tiranía de los hermanos Castro. En definitiva, son estos emigrantes los que van a tener que escarbar en sus bolsillos para sufragar los viajes. De cualquier manera, pronto los patrones americanos vendrán con una ayuda, porque veo bajar, más temprano que tarde, esas barreras fronterizas. Pero las que están en la oficina de intereses americana frente al malecón habanero. Ahí va a comenzar la trabazón.

Otros beneficios subsidiarios para el presidente Raúl Castro: Limpia de nuevo el país de desafectos y “personal no conveniente”, pero lo va a lograr de manera fluida y, digamos, civilizada. No a saltos y en medio de grandes crisis internacionales y despliegue de media flota americana en la Corriente del Golfo para interrumpir las oleadas de balseros. Si quieren le llaman Mariel silencioso, aunque la idea es mucho más inteligente porque no tiene propósitos tácticos. Es estratégica. Es, en efecto, una ley, y no tiene carácter de excepcionalidad. No es para quitarle presión a la olla, sino para que forme parte de la vida del país. En fin, como le gustan a Raúl las cosas. Cero espectáculo. Todo por el libro. Se establecen las leyes y se cumplen. ¿Entendieron compañeros ciudadanos?

Y si los emigrantes cubanos del sur de la Florida verán menguar dramáticamente sus reservas económicas, el golpe mayor no cae sobre ellos. La disidencia interna. Ellos son los que, como se dice en la isla, “se han quedado colgados de la brocha”. Porque su principal objetivo —por si no lo sabían—, no era tanto la libertad de Cuba, como agenciarse un boleto de avión. Era el principal reclamo de sus luchas. Vivían prisioneros en una isla. Cercados, en vez de por barrotes, por el mar. Difícil situación que se le presenta en estos momentos a personajes como Yoani Sánchez, libre de viajar a donde se le ocurra —y quieran recibirla, desde luego. Una ganancia más: le arrebataron el discurso.

En fin, que a donde Obama le fue muy mal con la ausencia de drama, a Raúl le va a ir muy bien. Pero como se extraña a Fidel, ¿verdad?