Publicado en La Repubblica como "Tra Raúl e Fidel" y en La Tercera, el 15 de agosto de 2015
Cuando Mijail Gorbachov fue elegido secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, en 1985, tuvo una visión sombría de la historia de su país y de sus antecesores. Dijo: "Todo lo que nos va a pasar vendrá desde el pasado". Era la expresión de la gran tragedia rusa. Le temían a su pasado. No solo le temían, sino que le daba motivos suficientes para avergonzarse. Y rápidamente veríamos como ese pasado devoraba los propios cimientos de la Unión Soviética y el imperio se derrumbaba como un castillo en la arena. No en balde, desde occidente, y los americanos en especial, impulsaban el aireo permanente de ese pasado, exaltaban a Solshenitzin y expurgaban los archivos del KGB en el período de licencia que tuvieron mientras Boris Yeltsin se tomaba toda la reserva de vodka remanente en las bodegas del Kremlin. Era un pasado sangriento y despiadado y sobre todo necesario de mostrar a los cuatro vientos, según Londres y Washington, principalmente. No obstante, otra es la situación ante el pasado cuando se refiere a la historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Por lo menos es lo que nos trasluce John Kerry en el día de hoy, mientras re inaugura la embajada americana en La Habana. Dice que no debíamos ser prisioneros del pasado. Hombre, comprensible que la historia debe pasarse por alto lo más rápido posible en esta ocasión, porque si alguien tiene algo de que arrepentirse está en Washington y no en La Habana. Los cubanos, la verdad, pueden vivir perfecta y legítimamente orgullosos con su pasado. En mi opinión, este es un error, si no estratégico, sí de sintonía, del discurso de Kerry. Con lo cordial que es, elegante, presidenciable (qué mundo mejor hubiésemos tenido de haber sido el elegido en vez de George W.), carece sin embargo del don autocrítico de un comunista como Gorbachov. Porque si de algo los cubanos no tienen que sospechar y mucho menos verse como prisioneros es del pasado enmarcado en los últimos 55 años. Y eso, se los digo desde ahora, es la parte que Fidel no dejará pasar. Por la más elemental de las razones: el pasado es todo el capital que tienen los cubanos para poner encima de la mesa de negociaciones. Un pasado que además logró el imposible de quebrar la hegemonía continental de Estados Unidos amén de que eso y no otra cosa es lo que los ha llevado a pactar. El error adquiere una dimensión mayor cuando sopesamos que la persona contra la que se está dirigiendo es un ancianito encorvado, que se enfunda en un desajustado mono Adidas, y que, como todo abuelo en su poltrona, lo único que tiene para atesorar es el de sus recuerdos, el de sus días felices, que en este caso del vejete que se llama Fidel Castro, es la memoria de una Revolución invicta. Yo diría que esperen su respuesta (y si no vemos nada publicado en los próximos días, es porque Raúl se lo va a impedir). Pero, quizá mejor aún, esperen la respuesta de Raúl Castro, o señales desde cualquier instancia de su gobierno, ante este enunciado claramente divisorio del discurso de Kerry.
En uno de sus momentos significativos Kerry alude a que Fidel Castro había sido recibido con los brazos abiertos en los Estados Unidos en los primeros días de la Revolución y que al año siguiente, a despecho de aquel acogedor recibimiento, Castro había agasajado con un abrazo al soviético Nikita Jruschov en la misma ciudad de Nueva York. El gran pecado de que el sustituto en el trono del dictador Fulgencio Batista se atreva a arropar con un abrazo a un líder soviético. (Como si el mismo Obama no hubiese saludado y palmeado en el hombro a Raúl Castro hace apenas unas semanas. Esta especie de derecho de pernada de los presidentes americanos a intercambiar las más adorables sonrisas con los gobernantes comunistas, ¿quién se los otorga?). Pero Kerry olvida decir, que en ese mismo primer viaje de Fidel como héroe victorioso a los Estados Unidos, exactamente el 17 de abril de 1959, en Washington, luego de la reunión en una oficina del Capitolio, el entonces vicepresidente Richard Nixon instruyó a la CIA que comenzara los preparativos para acabar con Fidel Castro. En fin, que ahora le toca el turno a Raúl. Por su parte, en las vísperas de izar la bandera americana en los jardines de la embajada, Fidel ya ha hecho todo lo que se puede —paseo en minibús con Evo Morales y Nicolás Maduro por las calles de La Habana, recordatorio de la deuda multibillonaria de los Estados Unidos a Cuba por los daños del embargo, celebración masiva de su 89 aniversario en el parque aledaño a la embajada americana—, para llamar la atención como la verdadera, única voz disidente que queda en ese país. ¿Se estaría refiriendo The Washington Post en su editorial de hoy a la ausencia de Fidel de la lista de invitados a las ceremonias de la embajada cuando lamenta que Kerry haya ignorado a la disidencia interna?