miércoles, 23 de diciembre de 2015

La última victoria


22 de diciembre de 1988: Angola, Sudáfrica y Cuba firman los Acuerdos de Paz de Nueva York, que garantizan la implementación de la Resolución 435, y la retirada de todas las fuerzas cubanas y sudafricanas de Angola y Namibia. A la vez, Cuba y Angola firman un acuerdo bilateral por separado, que establece los plazos finales para completar la retirada de las tropas cubanas. Escribo esto a 27 años de distancia. Pero no aparece reflejado hoy en los servicios de Internet cubanos a mi alcance. Probablemente obedezca al hecho de que la inobjetable victoria diplomática de Cuba fue una obra de habilidad e inteligencia de uno de los cuadros más carismáticos y hábiles con que contaba la Revolución a fines de los 80: Carlos Aldana Escalante. Y, calculo, el hecho de que posteriormente cayera en desgracia, les impide enarbolar los estandartes. Yo estuve presente en ese momento de la firmas de los acuerdos en Naciones Unidas. De hecho, era miembro de la delegación cubana y participé en todas esas reuniones, desde que comenzaron en Londres, y luego en El Cairo, y a continuación en Ginebra, en Brazzaville y en Nueva York. Volé alto dentro de la Revolución, y esa época de los 80 me proporcionó mucha felicidad. Incluso, me proporcionó amigos inesperados. Uno de ellos fue el jefe del ejército sudafricano, el mayor general Jan Geldenhuys, que supuestamente debíamos demonizar, al menos a efectos de la propaganda, pero con el que establecí una rápida conexión debido a su pasión verdadera: la literatura. Y para mayor quebrantamiento ideológico desde nuestra perspectiva era un reconocido autor de libros infantiles. Una especie de afable Hans Christian Andersen pero al frente de la formidable maquinaria militar de los sudafricanos. “Carlos”, yo le decía a nuestro jefe de delegación, “¿por qué no le dedicas tu poemario?” Era también su debilidad subyacente y ya hasta la Unión de Escritores le había publicado un librito. “Oye, Brother” —Carlos me llamaba Brother— “¿Tú quieres convertir esto en una feria del libro?” Coño, qué pena que Fidel se hubiese ensañado de tal manera con Carlos Aldana y que el hermanito Raúl (que en definitiva había sido el mentor de Aldana desde los 60) no le hubiese tirado un cabo. De manera que hoy nadie puede celebrar aquel maravilloso triunfo. ¿Porque quién ha visto celebrar una batalla sin exhibir a sus capitanes?