viernes, 14 de julio de 2017
El oficio de escritor
El poeta Heberto Padilla todavía está en un calabozo de Villa Marista y Jorge Edwards se puso bajo la protección de Pablo Neruda en París cuando el encargado de negocios interino de Chile en La Habana —Manuel Sánchez Navarro— estampa en el pasaporte de un cubano llamado Antonio de la Guardia la visa para ingresar en Santiago como “auxiliar de embajada”. El capitán Antonio de la Guardia Font. El hombre emblemático de las fuerzas especiales cubanas. Sobra decir que Manuel Sánchez ni tiene idea de quién se trata. Que nadie en Chile alcanza a entender lo que esto significa. (Muy entretenidos en la supuesta zozobra de Castro por su bronca con los intelectuales y la gritería por el arresto de Padilla.) Pero lo que significa esa visa otorgada el 22 de abril de 1971, es que los cubanos ya saben que tienen la mano libre para el envío de las tropas. El proyecto del viaje de Fidel se encuentra en plena capacidad de movilización. A toda marcha. Eliminado el obstáculo que significaba Jorge Edwards al frente de la embajada chilena en Cuba, comienzan a actuar. Hasta ese momento todo el trasiego era de personal diplomático auténtico y burócratas y delegaciones culturales y económicas. Sobre todo culturares, que si en Cuba hay algo que sobra es guarachero. Ah, ¿pero qué es lo que ustedes entienden por cultura? ¿Pintores? ¿Literatos? No, hombre. No sean bobos. Aquí la cultura es los conjuntos de música bailable, lo que ahora se llama salsa. Porque si hay una verdad absoluta en este mundo, es que nunca una lira ha sonado tan tico como un par de timbales. Venga la conga. Adiós, poeta.
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Las lectura de los registros de visados otorgados en La Habana entre enero y noviembre de 1971 convierten una sospecha en convicción. Cuba no entregó ninguna información de interés de inteligencia a la misión chilena mientras Edwards estuvo al frente de sus asuntos. Evidencia además que la expulsión del personaje con el antecedente del arresto de Padilla dos días antes tuvo un interés operativo. Fidel ha tomado la decisión de viajar a Chile y esto es lo que indica la jugada con toda precisión. Entonces manda a Santiago a su avezado explorador. Para los que no conozcan al personaje el capitán Antonio de la Guardia pertenece a una estructura archisecreta eventualmente conocida como GOE, por las siglas de Grupo de Operaciones Especiales, adscrita al Ministerio del Interior. 34 días después del arresto de Padilla y 32 de la expulsión “blanda” de Edwards, “El Siciliano” —así le llaman sus camaradas— lidera la primera fase de la Operación Destino.
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Los adelantados:
Luis Fernández de Oña, que tenía una relación sentimental “estable” con Beatriz Allende —conocida como “La Tati”, segunda hija del matrimonio de Salvador Allende con Hortensia Bussi—, es decir, integrado al círculo familiar más íntimo del Presidente, fue el primer cubano que aterrizó en Santiago. Llegó el 26 de septiembre de 1970, 22 días después que Allende ganara la presidencia. Su misión era preparar el establecimiento de relaciones entre los dos países y, con otro cubano, el famoso “Ariel”, nombre de guerra de Juan Carretero Ibáñez, dar los primeros cursos de asesoramiento en normas de seguridad e inteligencia al grupo de protección del Presidente. Pero no se confundan. Esto no es tropa de choque ni grupos de elite. Sencillamente, gente de la inteligencia cubana y con cierta capacidad en el área de los escoltas.
El personal:
En enero de 1971, el primer listado de visas otorgadas que firma Edwards. Lo encabeza, con fecha del 8 de enero, el embajador cubano recién designado Mario García Inchaústegui, con su mujer Gladys Delgado Ortiz y su hijo Mario García Delgado. Todo lo demás es el personal que poblará la embajada cubana en Santiago. Ninguna señal de peligro. Nada que temer. Aún no.
En febrero, el segundo —y último— listado bajo la rúbrica de Edwards. Todavía ningún nombre sospechoso, nada que llame la atención del asesor voluntario Heberto, que se pasa la vida merodeando la suite de Edwards y husmeando entre los papeles.
Antonio de la Guardia Font. Es el nombre que salta a la vista en abril. El Mando toma la medida de solicitarle una visa oficial y no diplomática. Le bajan el tono, como si se tratara de un bedel, o un electricista; en fin, del personal de mantenimiento. Viajará a Chile bajo el dudoso rubro de “auxiliar de embajada”. Él y sus compañeros, porque son varios los auxiliares de embajada. Todos expertos tiradores.
El nombre de Pascual Martínez Gil aparece en mayo. Viaja bajo la cobertura de correo diplomático. Pero él es el jefe del GOE y su verdadera misión es estudiar el terreno para la visita del Comandante en Jefe. Estudio de la situación operativa, tal el nombre técnico. Aprovecha, sin embargo, la cobertura de los correos diplomáticos para hacerse cargo de dos o tres de esas valijas. Un tanto pesados los maletines. Van tres Kalashnikov de culatín plegable —más sus módulos de combate (120 balas en cuatro magazines)— por cada valija. Es la norma que establecen los cubanos desde Chile. Tres hierros por valija. Y están volando en grupo. A veces hasta en una frecuencia semanal. Aparece Pascual y aparecen los correos diplomáticos —con sus pesados alijos.
Patricio de la Guardia, hermano gemelo del condotiero Antonio, y otro de los golden boys de Fidel, debuta en junio. Surge en la lista chilena como correo diplomático. Es el segundo del GOE, en realidad, y con sus dotes de mando y finura de maniobra, se suma al dispositivo de Santiago. Ulises Estrada, el otro nombre que se destaca en la ruta de Santiago, era el mensajero del Che Guevara en su fracasada aventura del Alto Zaire. También utilizó sus habilidades románticas para seducir a Tamara Bunke y reclutarla para los servicios de inteligencia cubanos. Ulises era un negro grandulón y parlanchín y Tamara estaba encantada con él. Al final Ulises la sembró en Bolivia, para que le sirviera de enlace del Che. Por ese entonces ella comenzó su fama internacional como Tania la Guerrillera. Terminó, como se sabe, atravesada a balazos por una emboscada del ejército boliviano el 31 de agosto de 1967 en un recodo del Río Grande llamado Vado del Yeso.
Los nombres siguen saliendo a flote. Nuestros hombres de agosto. Lino Carrera, comandante del Ejército Rebelde, y —cuando se instituya el generalato en Cuba—, uno de sus primeros generales de brigada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Raúl Díaz Argüelles, comandante de la guerrilla y héroe de la lucha clandestina contra Batista. En 1975, primer jefe de las tropas cubanas en Angola, donde adopta el nombre de Domingo da Silva, y donde muere, desangrado, al pasar con su transportador blindado sobre una mina antitanque. Arsenio Franco Villanueva “El Gallego”, otro guerrillero y héroe de la clandestinidad y que alcanzará los grados de general del Ministerio del Interior. Miguel A. Duque de Estrada, el funcionario de la cancillería cubana designado para hacerle la vida imposible a Edwards durante su estancia en La Habana y que viaja a Chile sin que nadie se decida a molestarlo. Fernando Florez Ibarra, el temible fiscal de los primeros años de la Revolución, cuya misión programada para Chile es exhalar, junto con el humo de sus soberbios puros, el rumor de los Tribunales Revolucionarios y el consiguiente retumbar del paredón.
Los nombres de octubre. José Luis Padrón, una estrella en ascenso en la oficialidad del Ministerio del Interior; viene de Seguridad Personal y pronto será el director de las operaciones turísticas del país, “llevará” las relaciones con Estados Unidos y será investido como miembro del Alto Mando del omnipresente Ministerio. Juan Pérez Formell, nombre de guerra “Augusto”, un agente de inteligencia cubano sembrado en la Argentina de los años 60 con la misión de fomentar los grupos insurreccionales y de guerrilla urbana. Jorge Luis Estevanell, uno de los venerados oficiales de las operaciones especiales. Cuatro años después de Chile, el 15 de enero de 1976, en un remoto paraje angolano, se dirige al Puesto de Mando instalado en la facenda Victoria, en Engo, provincia de Quibala, cuando la camioneta que guiaba acciona una mina anticarro, probablemente plantada por la fuerza propia y, más que matarlo, prácticamente, lo disuelve.
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Breve repaso de las visas chilenas entregadas en la legación de La Habana entre diciembre de 1970 y noviembre de 1971:
Diciembre 1970. No se ha encontrado constancia escrita. A Luis Fernández de Oña, primer diplomático cubano instalado en Santiago, le impusieron la visa en el aeropuerto, a su llegada a Chile, el 26 de septiembre de ese año.
Enero 1971. Lista suscrita por Edwards el 4 de febrero y que llega por valija diplomática a Santiago el 14. Ese mes, entrega 40 visas diplomáticas y 15 oficiales. 55 visas en total.
Febrero. Es el 3 de marzo. Documento recibido en Santiago el 12. Edwards entrega 28 visas diplomáticas y 51 oficiales. Pero tenemos 68 visas diplomáticas y 66 oficiales. 134 visas en lo que va de año. Ya eso es personal suficiente para una compañía reforzada de cinco pelotones, si quitamos no cubanos y uno que otro camboyano dislocado en La Habana con órdenes de su gobierno de husmear en la experiencia chilena.
Marzo es un mes para calcular, puesto que no hemos localizado el reporte. Edwards, puntualmente, lo hubiese producido a principios de abril, pero, hacia esa fecha, se halla lejos de La Habana. Lejos. Muy lejos. Así que el cálculo arroja que Edwards, antes de partir de Cuba, entregó otras 20 visas diplomáticas, y otras 11 visas oficiales. O por lo menos estampó una porción de ellas. De cualquier modo, en lo que va de año y bajo el reinado de Edwards, tenemos 88 visas diplomáticas y 77 oficiales. Total: 165 visas.
Abril. El listado es remitido a la cancillería chilena el 6 de mayo y es recibido allí el 14. Ese mes han expedido 29 visas diplomáticas y 24 oficiales. Durante todo el año, 117 visas diplomáticas y 101 oficiales. Se advierte que el listado lo firma el encargado de negocios. El último que firmará Manuel Sánchez. Ya estamos en un total de 218 visas. Cierto que el personal comprometido en la invasión se mantiene en números muy modestos. Todavía.
Mayo. Listado el 3 de junio y registrado en la cancillería de Santiago el 15. El primero que firma el Embajador Juan Enrique Vega. Este es un mes de 17 visas diplomáticas y 57 oficiales. En lo que va del año, 134 visas diplomáticas y 158 oficiales; es decir, 292 visas. (La unidad de combate adquiere característica de compañía reforzada.)
Junio. El listado fue preparado el 5 de julio y recibido en Santiago el 12. Han otorgado 19 visas diplomáticas y 23, oficiales, que suman 153 visas diplomáticas y 181 oficiales durante el año en curso, que a su vez suma un total de 334 visas.
Julio. Listado el 3 de agosto y recibido en Santiago el 17. Se concedieron 14 visas diplomáticas y 46 oficiales. En lo que va de año 167 visas diplomáticas y 227 oficiales. En total, 387. Atiendan bien: Trescientas ochenta y siete visas diplomáticas y oficiales en siete meses.
Agosto. Listado del 7 de septiembre y recibido en Santiago el 19. Tenemos 38 visas diplomáticas y 93 oficiales. Suman 205 visas diplomáticas y 320 oficiales. Total: 525 visas (completamiento de un batallón ligero de combate).
Septiembre. Producido el 6 de octubre y recibido el 18. Expedidas 49 visas diplomáticas y 27 oficiales. Suman 252 visas diplomáticas y 349 oficiales. 601 visas en lo que va de año.
Octubre. Listado preparado el 12 de noviembre y recibido el 15 en Santiago. Se otorgaron 59 visas diplomáticas y 60 oficiales. 311 visas diplomáticas y 409 oficiales en el transcurso del año. En total, 720 visas.
El listado de noviembre, sin duda, es la mayor consideración porque culmina una de las operaciones de inteligencia operativa más exitosas de la Revolución Cubana —y con el propio Fidel Castro al frente de ella. El 1 de diciembre, como es menester a principios de cada mes, se prepara el informe, que en este caso llega el 10 a Santiago. Fidel apenas hace días que ha abandonado la plaza, donde permaneció desde el 10 de noviembre hasta el 4 de diciembre. 92 visas diplomáticas y 62 oficiales se otorgaron ese mes. 402 diplomáticas y 471 oficiales en once meses. 874 visas en total. Un servicio exterior ejemplar en su carácter revolucionario. Expansivo y armado hasta los dientes.
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Un dato ineludible para los que los que descubren el nombre de Antonio de la Guardia. Tony ganó celebridad internacional entre junio y julio de 1989 cuando Fidel decidió deshacerse de su antiguo golden boy y lo involucró en un oscuro proceso de corte estalinista, en el que lo acusó de tráfico de drogas, y por lo cual lo fusiló. También se deshizo en ese proceso de su más encumbrado jefe militar, el general de División Arnaldo Ochoa, y otro par de infelices de menor graduación —Amado Padrón y Jorge Martínez. Todos fusilados. Hubo más condenadas de inmediato, largas condenas de cárcel, las más bajitas de 12 años, aunque la norma fue 30 años, y luego muchos muertos de cáncer o por infarto en las celdas. Pero esa es otra historia. Otro libro.
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Post Scriptum:
El lector queda avisado que estoy poniendo antes sus ojos parte de la información de algunos de los libros míos ya terminados y en cola para publicar, uno sobre el famoso caso Padilla (Plaza sitiada) y otro sobre los escritores en la Revolución (De interés del Buró Tres). Pero además (y entiendo que se trata de una buena noticia para lectores que llevan muchos años esperando) todo esto sale a flote debido a dos razones, por la fecha (hoy, 13 de julio, el 28 Aniversario del fusilamiento de Antonio de la Guardia) y porque acabo de terminar un arduo proceso de edición de Dulces guerreros cubanos, para su publicación en los próximos días. Un hermanito de la nueva hornada, alguien aún ilusionado con una Revolución que no conoció, ha sido instrumental y decisivo en la búsqueda de la documentación chilena y en la preparación de estos tres libros de los que estoy hablando: Pedro Schwarze.
Ahora es comprensible que Tony, sus fotos y toda su papelería, me haya estado asaltando por doquier, ese cabrón fantasma del socio, ese triste y aún desconcertado fantasma. Quise tener listo para hoy el libro de los guerreros —"los dulces", yo le llamo— y publicarlo como un homenaje. Pero de qué le sirven los homenajes a los muertos. Ni siquiera que los venguen. Te jodieron, Brother. Nos jodieron.
La foto que aparece como ilustración de este texto es la captura de un video tomado en el sector militar cubano del aeropuerto de Luanda a mediados de 1988.