sábado, 12 de octubre de 2024

Blepio


Si el lector cliquea en este link se va a encontrar con mi hermano Luis en una entrevista. Calvo, canoso, jubilado, pero muerto de la risa. La entrevista es de la semana anterior a esta publicación. En Chihuahua, donde vive, están celebrando el 30 aniversario de la creación del CIMAV (Centro de Investigaciones en Materiales Avanzados), donde aún trabaja, pese a su jubilación, y él es allí un personaje célebre. Entiendo que ninguno de ustedes pueda concebir que un hermano mío sea doctor y profesor emérito de algo para el común de los mortales tan complicado y remoto como la física y la cristalografía y que se dedique al estudio de la estructura y propiedades de los cristales, policristales y materiales relacionados. ¿Entendieron? Que no se diga, caballeros. Lo pongo más claro: él y sus asociados y sus alumnos están enfocados a la relación entre la estructura de materiales sólidos y sus propiedades físicas, fundamentalmente las propiedades eléctricas, magnéticas y magnetoeléctricas. ¿Ya? Facilito.

Lo interesante de la entrevista es que nos logra hacer ver disciplinas tan complicadas y sesudas como la narración de un evento deportivo y que emplea, además, y como cosas domésticas, naturales, los giros poéticos.

Una aclaración antes de continuar. El título de este texto responde a una onomatopeya. Resulta que, de chamas, mi hermano tenía unas cachetones que a mí se me antojaban suculentos y me daba por halárselos y, al soltarlos, exclamar: «¡Blepio!» Suponía que tal era el sonido de un elástico al regresar a su lugar original después de estirarlo por sus dos puntas, ergo, antes del empuje hacia afuera, y, libre de la presión en direcciones opuestas, soltarlo. La influencia de los comics es evidente en la lógica del concepto. Es una onomatopeya equivalente a «¡Bang!» (revólver de El Llanero Solitario) o ¡Rat-atat-atat! (ametralladoras en Frentes de guerra) o «Cacle Cacle Cacle» (la bruja Agatha en La Pequeña Lulú). Era el tipo de acción que llegamos a bautizarla como Los Blepios. Y él, obediente a las idioteces de su hermano mayor, le permitía blepiar a su antojo. Aunque creo que, un poco antes de la adolescencia, establecimos un mínimo de blepios al día. No recuerdo bien, pero serían dos o tres diarios. Luego, ya de mayorcitos, los blepios quedaron como un código de comunicación. Yo aún suelo encabezar los mensajes electrónicos que le envío y su palabra final con un sonoro Blepio.

Seguimos. De cómo fue a dar mi hermano a México y a instalarse con toda su familia en Chihuahua, él mismo se encarga de explicarlo en la entrevista. Pero México estaba marcado en su destino. En junio de 1961, nuestro infatigable padre, a quien siempre hemos reconocido como El Viejo Fuentes, infatigable y compinche de Santos Trafficante jr, nos llevó a disfrutar en el De Efe (también con mi hermanita Estrella), de nuestras últimas vacaciones capitalistas (La Vieja Estrella se quedó en La Habana para cuidar de la casa y de Rocky y Perri, satos ambos, y además porque estaba al frente de la campaña de alfabetización en el barrio). Aquí tienen al actual profesor emérito, al abrigo del Viejo Fuentes («Don Pancho Villa», según Santos Trafficante jr.) acabado de desembarcar del Bristol Britanjnia de Cubana en el aeropuerto del De Efe.


En fin, que México estuviera marcado en su destino no quiere decir ni mucho menos que lo adivináramos, o que él lo intuyera. Lo que importa es que desde 1997 está en una ciudad en medio de un desierto mexicano que en su tiempo dominaron los apaches y los comanches y donde aún exhiben el Dodge Brothers donde ametrallaron a Pancho Villa (el de la División del Norte, no el de Santos Trafficante jr.) de 13 balazos en 20 de julio de 1923.

Muchas historias. Todo es historia. Para mí, sin embargo, la que hoy quiero celebrar es la de mi hermano Luis Edmundo. Un tipo capaz de estar casado 54 años con la misma mujer y de hacerla parir dos chamas que luego también serán reconocidos en esos celajes de las investigaciones físicas, ser científico, trabajar con unos rarísimos aparatos llamados, creo, ciclotrón y que además lleva no sé cuánto tiempo tratando de explicarme qué coño había en este universo o el insondable vacío que ahora llamamos universo antes del dichoso Big Bang. Porque, veamos, caramba, si no había nada de nada cómo es que de pronto hay algo y cómo es que la nada existiera si, precisamente, no había nada, aunque de pronto vaya a haber algo y que esa mierda que de pronto aparece en donde no hay nada va a estallar como un ciquitraque y entonces donde no había nada de nada hay de pronto todo…

Complicado, mi hermanito, mucho. Mira, mejor dedico la jornada a decir que te quiero mucho y que celebro con toda tu familia mexicana la obra de tu vida. ¡Blepio!


Ah, por cierto, ¿tienes alguna idea de en qué restaurante de México el viejo nos tomó esta foto?