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MOSCÚ, 16 Abr 2012 (AFP) -
El fabricante de automóviles ruso Avtovaz va a cesar de producir el Lada 2107.
"La demanda del 'clásico' ha caído fuertemente. Ya es hora de decirle adiós", dijo a la AFP Igor Burenkov, portavoz de Avtovaz, sin precisar la fecha exacta en que se suspenderá la producción.
El Lada 2017 era un modelo mejorado del Lada 2101 que fue una copia con licencia del Fiat 124 de 1966, producido a partir de 1970 en la fábrica de Avtovaz, en Togliatti (1.200 km de Moscú).
Con un diseño rudimentario, el último modelo alcanza una velocidad máxima de 150 km/h, y cuenta con una radio y un ventilador como únicos accesorios y ningún respeto de la legislación ambiental.
"La demanda del 'clásico' ha caído fuertemente. Ya es hora de decirle adiós", dijo a la AFP Igor Burenkov, portavoz de Avtovaz, sin precisar la fecha exacta en que se suspenderá la producción.
El Lada 2017 era un modelo mejorado del Lada 2101 que fue una copia con licencia del Fiat 124 de 1966, producido a partir de 1970 en la fábrica de Avtovaz, en Togliatti (1.200 km de Moscú).
Con un diseño rudimentario, el último modelo alcanza una velocidad máxima de 150 km/h, y cuenta con una radio y un ventilador como únicos accesorios y ningún respeto de la legislación ambiental.
¿Y qué es eso de que la velocidad de 150 kilómetros por ahora era la
máxima? Mi 2107 yo lo clavaba a 170 por la Autopista Nacional y también por la
recta de Júcaro a Morón, velocidad sostenida, aunque bien es cierto que le
rebajaron el bloque del motor en el taller de Emilito Turtos, en Nazareno —no
donde Cristo sino donde Emilito, en sus funciones de administrador y amigo de
cheque en blanco como sólo se daban en Cuba, alistaban los cargamentos de Ladas
recién importados. Y la compresión que lograba aquello era la de un Ford Thunderbird
del 58, un cohete. Que se lo digan Alcibíades Hidalgo, el exvicecanciller
primero del Gobierno, ahora por estas regiones geográficas, y el mismo Raúl Rivero,
que manejaron aquel bolidito mío. Aclaro que Nazareno era una encrucijada de la
carretera Managua-Santiago de las Vegas, más o menos al centro de la provincia
de La Habana, como quien va para Batabanó, y donde los pobladores de la zona
aseguraban que era anterior al del pesebre de Cristo en el Medio Oriente. Y aquel
Lada invicto mío tenía un timoncito de los llamados “cómicos”, que era la forma
entre los bandidos habaneros de clasificar
los productos occidentales que nunca aparecían en las tiendas del Ministerio
del Comercio Interior, y una caja quinta francesa que también me había
agenciado el compañero Turtos, y una grabadora cuadrofónica Pioneer, y amortiguadores
Pirelli de doble acción que aquello era una alfombra mágica, más el juego de
gomas radiales Michelin. Julio Pulido, el director del Instituto Cubano de
Radio y Televisión, me decía con su sonrisa llena de picardía: ”Niña que caiga
aquí, niña que no sobrevive”. Claro, esa era la función primordial del
artilugio. Qué utilidad laboral ni un carijo. Si la entrañable amistad de los
pueblos de Cuba y la URSS te proveen de un Lada 2107, con aquel rutilante,
precioso color rojo amaranto, con el que yo sustituí el glamour del poder de
los Ladas de color azul ministro, gracias también a Emilito Turtos, qué importancia
tiene leer después en uno de los mamotretos de James A. Michener sobre la experiencia
de un viaje suyo a La Habana, que montar en un Lada era como embutirse en una
caja de zapatos. Mi Ladita, Dios mío. Hasta lo convertí en uno de los
personajes centrales de Dulces guerreros
cubanos. Se lo merecía, la verdad.
¿Y en el aire espléndido y límpido de Cuba, a quién le molestaba una
polucioncita más?
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Arriba: Un amigo, una novia y un 2107. En Cienfuegos, a principios de 1989: el
fotógrafo Ernesto Fernández, mi viejo compañero de dos guerras, la ingeniera
agrónoma Ana María
Benítez, la muchachita que entonces me tenía loco, y el Lada más veloz, más
leal y más noble de toda la producción soviética. (Fotos: Alcibíades Hidalgo). Abajo: Roger Hornsby, el bateador, y William Carlos Williams, el
poeta.