De rodillas
Auguro muy mala racha a los Marlins en esta
temporada con el que, hasta la semana pasada, era el flamante manager que se
habían agenciado: Oswaldo Guillén “Ozzie”. Pierde el juego antes de empezarlo.
El caso es que días atrás declaró a la revista Time su admiración por
Fidel Castro y ahora ha tenido que postrarse ante los medios de prensa y pedir
perdón, “con el corazón en la mano, de rodillas”. Las boutades a favor
del Comandante —el manager de los managers— se pagan muy caro en esta ciudad.
Parece que en Chicago, en ese otro país donde él vivía, y donde pilotaba con
buen éxito a los White Sox, el equipo local, nadie le advirtió que Miami es un
Estado al sur de la I-95 y que allí hay que someterse a otras leyes. Pobre
pelotero. ¿Pobre millonario? No es los cinco días de suspensión de sueldo que
le impone la dirección del equipo miamense, con los consiguientes 75.000
dólares que dejará de ganar, y —¡ojo!— sobre todo que en Miami estén dispuestos
a dejar las cosas ahí. Tampoco la humillación a que se ha prestado, tan
bravucón que parecía el mulato. Si no que la ha servido a la jauría con una de las
presas que con más gusto devora: la sacrosanta libertad de expresión sobre la
que se ha fundado los Estados Unidos. Y lo peor para él está por venir, lo que
le queda por saber: que no importa el ángulo de su genuflexión, ni sus lágrimas
de arrepentimiento ni todo lo que escupa al cielo. Porque en esa zona del
parqueo del restaurante Versailles y en los conciliábulos de los políticos
citadinos, lo que sí no te perdonan —jamás— es que te arrepientas.
Foto:
Liborio Noval, Santiago de Cuba, 1964.