lunes, 17 de octubre de 2016

Jerry Lee en las vísperas


¿Ven esa expresión, digamos, angelical? Pues no se la crean. No le crean nada a acá, el compañero can. La foto la hizo Niurka, mi mujer, el día anterior a que esta criatura celebrara su primer cumpleaños —el pasado viernes 14 de octubre. Ese es el tiempo que él ha empleado en trozar siete controles remotos de televisor, masticar sin contemplaciones una docena de cidís (menos mal que ninguno de Elvis), dos libros de Scott Fitzgerald, la cubierta de una edición especial de Moby Dick y las portadas de las tres ediciones de la libertad de la revista Bohemia, desenrollar hasta el tubito de cartón (que luego es macerado) incontables rollos de papel higiénico, tres pares de sandalias de Niurka, dos pulóveres míos de dormir, un cartucho doble de tinta del printer (no se envenenó), un pomo extragrande de PepCid (todos las pastillas a salvo en el piso; él de lo que se encargó fue del pomo. Sonaba crack crack crosh chup), y, sin que lo olvide, todos los bordes de la alfombra que cubre la escalera y que vale una fortuna cada vez que el guatemalteco viene a repararla. En fin, qué contarles. Dicen los manuales que los cocker son perros de trabajo, y que si no les das trabajo, ellos mismos se los agencian. Se convierten en self-employers, como dicen los textos especializados de los gringos, tan graciosos ellos. Self-employers ni un carajo. Crack. Crack. Crosh. Chup Cracarapuchún. Chump. Chump. ¿Jerry Lee, coño, que te estás comiendo ahora? ¡¡Jerry Leeeee!!