sábado, 24 de diciembre de 2016

El último invierno


Las siglas “GP” tienen el significado de general purpose —para todo tipo de propósitos. Dos máquinas General Motors GP-7, de 900 caballos de fuerza —de las 37 que Cuba había adquirido en 1954—, con sus distintivos pasillos delanteros y las vistosas farolas de camino “duplex”, fueron asignadas para halar el convoy del Cuerpo de Ingenieros que arribó a Santa Clara el 24 de diciembre de 1958 bajo el nombre de Tren Blindado.

Salieron del taller Ciénaga, en La Habana, “bajo dominio” —que en lenguaje ferroviario significa a una velocidad que no comprometa la estabilidad estructural de las vías— porque hasta Almendares, donde se cruza la línea eléctrica de Guanajay con la línea sur, es un carril de 80 libras, poco aguante para un tren tan pesado. Ese es el kilómetro 9.214 de la línea sur y el 8.937 de la línea eléctrica de Guanajay. Línea sur tenía un carril de 100 libras —100 libras por yarda. De ahí se fueron por línea sur. Como conducen un tren militar a más de 80 kilómetros, se van por Navajas (estación principal de línea sur). Medina en el medio. Están trabajando con Orden de Vía que significa circular por órdenes semafóricas automáticas, todo controlado por el operador de cada estación. De Ciénaga fueron entonces a Almendares, circulación de unos 5 minutos a no más de 45-50 kilómetros, y seguimos bajo dominio, y con Orden de Vía. De Almendares al Rincón subimos un poco de velocidad, a 60 ó 70 kilómetros porque es un carril de 100 libras. Sigue por Orden de Vía hasta Bejucal. Viene Quivicán, viene San Felipe, viene Durán, viene Guara, viene Melena, viene Palenque, viene Güines, viene Río Seco, viene San Nicolás, viene Vega Bermeja, viene Unión de Reyes, viene Bolondrón, viene Güira de Macurije, viene Navajas, y salen al norte por el ramal Montalbo. En lo adelante, no bajo dominio, avanzan; tampoco a alta velocidad. Evitaron por todos los medios las interferencias. Había como siempre trenes delante y detrás y los trenes desviados a los apartaderos. Porque por ahí viene el Tren Blindado. Santa Clara está en el kilómetro 287.640, donde termina la compañía inglesa; del lado de allá comenzaba el kilómetro 0 de la compañía La Cuba. De Navajas a Jovellanos ganaron una buena velocidad, 80 kilómetros. A pesar de todas las restricciones entre Ciénaga y Almendares (un carril British Steel de 70 libras pero que ya estaba viejo, aunque ahí esté, todavía), como salieron al anochecer, pueden llegar a Santa Clara a las 02:00 AM (otras fuentes dicen que llegaron antes de la medianoche). Después de Jovellanos cogen Quintana, y de ahí a Perico, a Retamar, a Colón Agüica, a Los Arabos, a San Pedro de Mayabón, a Cascajal, a Mordazo, a Manacas, a Washington, a Santo Domingo, a La Esperanza, y por fin a Santa Clara. Es el final de la línea norte, el kilómetro 288. Una línea bien balastada, que soporta sin problemas a dos locomotoras de 120 toneladas a la cabeza.

Absorbida en la noche de la campiña cubana y el machacar del tren sobre los rieles la vieja estrofa, cantada por soldaditos, se apaga dentro de los vagones.

Si Adelita se fuera con otro,
la seguiría por tierra y por mar,
si por mar en un buque de guerra
si por tierra en un tren militar.

El comandante Ignacio Gómez Calderón, al mando de esta última fuerza organizada del ejército de Batista, recuerda a sus dos pequeñas hijas —las íntimas, desconocidas tragedias de cada hombre (dejó a Isela, la “menorcita”, con fiebre). Dentro de pocas horas —cuando en los arrabales de Santa Clara introduzca en el combate contra el Che Guevara a los 548 hombres del Cuerpo de Ingenieros (tuvieron 27 desertores) y pierda la guerra— descubrirá que esa excitación del combate es la experiencia máxima, la que de inmediato va a añorar y ya va a ser una nostalgia incorporada a sus huesos de por vida. Ahora ocupa la mente con sus hijas y en mirar hacia el interior de los vagones y en el repentino silencio de los soldados a su mando, y hay algo que no funciona en este engranaje, y adentro del tren el silencio y la oscuridad parecen ser el orden y el destino, y el comandante Gómez Calderón oye los golpes rítmicos sobre las traviesas y trata de adivinar allá a lo lejos en el fondo de la campiña qué son las luces que cree vislumbrar.

Tibio invierno de Cuba como hoy.

Esta noche la navidad.

Publicada originalmente en Hoy (Nueva York), el 24 de diciembre de 2001.