lunes, 11 de septiembre de 2017
Hora cero en el gueto
Sábado 3.23 PM. Anuncian el toque de queda. Palabras mayores. No solo las anunciadas ráfagas de un huracán. El carácter represivo de las autoridades surge en la cola del meteoro. Prohibido quejarse. Nosotros mismos los elegimos. Eximo a Irma. Yo no vote por ella. El ultimátum elude explicar si la policía va a disparar primero y preguntar después.
3.54 PM. Un joven de aspecto militar, fornido, pero militar cubano, es decir campechano, diríase que hasta simpático, ofrece sus declaraciones a la televisión local. Se llama Carlos Hernández y es el alcalde de Hialeah. Es el único alcalde que responde a una entrevista desde un céntrico expendio de cafecito cubano y pasteles de guayaba. Los coches en la avenida a su espalda no dejan de circular, no en la cantidad de un dia laboral pero sí de un domingo de paseo con la familia. Gente en la calle, con o sin capas. Carros pasando, arriba y abajo. Y pachanga detrás del alcalde. Buscan salir en cámara. Desde el estudio le mandan a preguntar al alcalde si va a implementar el toque de queda en su ciudad, la de mayor concentración de cubanos fuera de la isla. Por supuesto que no. El alcalde Hernández no está loco y aspira a la reelección.
4.00 PM El toque de queda ya está en vigor en Broward. Se advierte que en otros sectores de la cuidad se establecerá a partir de las 7.00 PM
4.06 PM. Palacio de los Jugos del South West. Una combinacion de mercado hispano con fonda cubana. Un chivatazo alerta a una reportera del canal 51. A falta de otro drama para captar en vivo, se presenta allí a bordo de su camión de control remoto. Las antenas parabólicas apuntan hacia los satélites desde un mostrador lleno de plátanos fritos. La llamó un empleado con la queja de que los estaban obligando a trabajar, sin considerar que ellos también debían retirarse a sus casas a esperar los embates del huracán. Ella pregunta en cámara al manager sobre la queja y él dice que no se preocupen, que pronto van a cerrar, y en menos de cinco minutos, con las cámaras aun trasmitiendo, el público le llena el Palacio de los Jugos. Una mujer, meticulosa, escoge de una cesta un par de robustos aguacates, mira a la cámara y sonríe. Un mulato inmenso, con camiseta de los Marlins, muestra el contenedor plástico, atiborrado de potaje de frijoles negros con arroz y carne de cerdo, que acaba de adquirir y dice: “Comida caliente”. El manager retoma el micrófono y, con la misma convicción que lo hubiese hecho Fidel Castro, declara: “El problema es que aquí estamos para servir al pueblo”.
4.21 PM. El tiempo —¡al fin!— se deteriora con rapidez. El techo de nubes grises comienza a bajar y el mar se inquieta desde el horizonte. La calma chicha emprende su retirada.
5.14 PM. Vientos huracanados de más de 70 kilómetros por hora ya señorean en la costa al norte de Miami. Una ciudad en vertiginoso desarrollo agrega la espeluznante visión de las gigantescas grúas de edificación de rascacielos que se bambolean.
11.00 PM. Hay como una decepción, un desencanto, cuando se anuncia que, a su paso por Cuba, el huracán Irma se ha debilitado de forma substancial y que se ha degradado de un sistema de categoría 5 a categoría 3.
11.10 PM. Otra información indica que la errática Irma se dirige hacia la costa oeste y directamente a un poblado llamado Naples y luego a Tampa, de modo que libera de las mayores inclemencias de su castigo a Miami, en la costa este, al otro lado de la península de la Florida. Las largas colas, casi estacionarias en las atestadas supercarreteras, de los que huían de Miami, tienen que virar en redondo.
Domingo 00.50 AM. Evidente que las condiciones han mejorado para Miami pero la media no cesa en su carga de terror. Ahora son los avisos de tornado y de las lluvias torrenciales y de las inundaciones y de las bandas exteriores. ¿Qué diablos serán esas bandas exteriores?
11.25 AM. Se desploma la primera grúa de rascacielos de la lujosa avenida de Brickell. Previsible que pronto caigan otras como fichas de dominó. Me he quedado sin patio. Bueno, mi mujer, Niurka. (Los hombres duros, además de no bailar, desprecian los patios.) Jerry Lee no sale de abajo de la cama. Ya no saca ni el hocico. Los escombros, los gajos quebrados de los árboles, las pencas de las palmas, en vuelo libre, se adueñan de la calle. Volátiles como confeti, pero recuerden que los tales confetis al antojo del viento son ladrillos, bloques de cemento, trozos de cabilla. Los partes meteorológicos advierten vientos huracanados en Miami de hasta 75 millas. Serán ocasionales. Pero lo que se promete, al menos, es acción.
Publicado en La Repubblica, Roma, el lunes 11 de septiembre de 2017.