lunes, 20 de noviembre de 2017
Indomable
Si el empeño de Fidel era completar un curso de ictiología fluvial en beneficio de las capacidades operativas de su pastor alemán, ya sabemos el resultado. La preciosa criatura no aprendió nada. Solo lo que ya él sabe: que su amo muestra una determinación inagotable para lograr cualquiera de sus objetivos. Fidel —debemos entenderlo— pensará: si yo logré quebrar todos los códigos genéticos para tener una vaquita que produjera más de cien litros de leche por ordeño, aunque si bien es cierto que me duró poco —se deslechó, la pobre— ¿por qué no puedo convertir a Birán en un eficiente perro cobrador y reajustarle sus características de perro de trabajo? Por eso lo está enseñando: la trucha, probablemente ya muerta, que flota sobre la quietud del remanso, es la pieza a cobrar. Su obstinado empeño, sin embargo, la hace pasar por alto la maravilla de lo que ocurre a su lado y descifrar lo que cruza por el sistema de entendimiento de su amigo. Birán está alerta. En alerta máxima. Observen esas orejas en punta y el rabo oscilando hacia la izquierda. Sabe que algo pasa y que hay excitación en la voz del líder de esa manada de ellos dos solos y que es una demanda. Pero lo que consume toda su atención es detectar cualquier peligro que aceche a su amo. Para defender a su amo. A como de lugar. Birán no acaba de descifrar pero Fidel tampoco sabe lo que se está perdiendo. Que es la lección de la lealtad.
Me perdonan ahora la auto indulgencia, pero yo, que sí tengo un perro cobrador legítimo —¡el esplendor de un cocker spaniel inglés!—, no pierdo mi tiempo en intentar retorcerle su conducta. Jerry Lee Fuentes. Más ñoño y más vago no lo van a encontrar. Lo suyo es pasear en el Toyota o colarse entre la madre y yo en la cama a ver televisión. (La madre es mi mujer, Niurka, por supuesto.) Le encantan las comedias —los sitcom— me imagino porque nos oye reír. Si acaso, el ejercicio más agotador que se permite, es atrapar una infeliz lagartija que insiste en vivir en nuestro patio y que Jerry Lee mordisquea un rato y luego la libera. Niurka dice que eso muestra el buen corazón de Jerry Lee, porque no se la come. Yo, por mi parte, creo que no la “libera” sino que la escupe. ¿Por qué quién rayos se traga una lagartija que además ya está media coja, tullida de tanta trituración? Obstinado lacértido. ¿O tonto? Si sé que no es una reencarnación de Fidel porque ése de tonto no tenía nada. Menos mal que Jerry Lee es americano. No me lo imagino en una finca de Fidel adiestrándose para, póngase por caso, pastorear vacas lecheras de alto rendimiento. Coño, que empeño ese de Fidel en cambiarle el destino a todo el mundo, gente, vacas, perros. Lo que fuera.
¿Quieren ahora dos selfies de Jerry Lee mientras pasea? Cierto, ñoño y vago, pero muy atento al tráfico.