Por J.J. Armas Marcelo
Me pasé gran parte del verano leyendo Plaza sitiada, un libro reivindicativo de sí mismo, de su actuación en Cuba en el caso Padilla, escrito por Norberto Fuentes. Casi 600 páginas vibrantes en defensa de sí mismo. Memoria, también documentada, escrita a la manera de Hemingway y, sobre todo, de la novela negra de siempre. El resultado estético, que es parte del mismo cantar, es muy brillante. El lector informado va reconociendo figuras, figurones y figuritas en las páginas del texto y se va informando de la visión de Fuentes sobre el asunto Padilla que él, el propio Fuentes, hace su caso en este libro. Su historia es la siguiente, grosso modo: gana el Casa de las Américas con un gran libro de cuentos, Condenados de Condado. Un libro que a Fidel Castro no le gusta y lo sentencia a sufrir. Castro, como dicen los cubanos, va a darle candela al autor, lo va a someter, en definitiva, “a descojonar”. De ahí en adelante, todo es G2, Seguridad del Estado y policías tras las huellas del “rebelde”. Luego viene el caso Padilla, la dichosa autocrítica del poeta, remedando los juicios estalinistas de Moscú, y la teatral actuación del poeta. Todo como ha previsto la cabeza de la serpiente, Fidel Castro. Pero Fuentes, uno de los citados por Padilla en su autocrítica habanera como cómplice suyo en las conspiraciones contrarrevolucionarias, se levanta en el acto y rechaza las acusaciones. La fiesta se termina y el “rebelde”, que no ha querido entender o no ha entendido lo que sucede y tenía que suceder, pasa a ser una pieza de cuidado, otro caso, al que hay que quebrar, partir, destruir.
El texto de Plaza sitiada explica, desde el punto de vista del autor, toda la intrahistoria de aquella época en Cuba, la guerra de Castro contra los intelectuales cubanos y los del mundo entero. Los más perjudicados en el libro, como me parece que no podía ser menos, son el poeta Heberto Padilla y el escritor chileno Jorge Edwards, encargado también en esos días por el gobierno de Allende de abrir la embajada de Chile en La Habana. Según Fuentes, ninguno de los dos se dio cuenta de lo que sucedía e iba a suceder, Edwards sería expulsado de La Habana por Fidel Castro y con Padilla se habría pactado la autocrítica, palabra por palabra, y después de un tiempo la salida de La Habana.
Norberto Fuentes los tilda a los dos de desmemoriados: memorialistas desmemoriados, escribe. Aquí me toca de cerca, porque en el caso de Edwards yo estaba en el despacho de Carlos Barral, en la calle Balmes de Barcelona, cuando llegaron los primeros ejemplares de Persona non grata (y lo leí de un tirón esa noche en mi hotel de la calle Santaló 8), y en el segundo caso porque fui yo quien contrató y publicó, como director editorial de Argos Vergara en la época de la que hablamos, La mala memoria de Heberto Padilla. Los dos, Edwards y Padilla, son objeto de análisis profundo por parte de Norberto Fuentes, que fue amigo de ellos, dentro y fuera de Cuba, porque él también terminó exiliado, tras haber sido el cronista de la guerra de Angola, el cronista de las hazañas de las tropas aliadas soviéticas y cubanas con Arnaldo Ochoa de comandante en jefe de las tropas del frente.
Valía la pena entretenerse y aprender leyendo este libro, que da una versión nueva de aquellos episodios que rompieron el idilio de los intelectuales europeos y Fidel Castro. Sólo que en el libro de Fuentes aparecen intenciones de Fidel Castro que hasta ahora no habían sido analizadas. Digo que no son juicios de valor por parte del autor, ni suposiciones que podrían construir su versión de una manera torticera: hay documentación suficiente para tener en cuenta la tesis de Fuentes y, además, su prosa es suya, una especie de cabalgada sobre un tigre desde la primera de las páginas del libro hasta la última. Profusión de documentos oficiales, cables, cartas, testimonios; multitud de documentos gráficos, fotografías, detalles olvidados, atenciones nuevas, diría yo que fotos casi inéditas que apabullan al lector y lo meten dentro de la historia que cuenta el texto con la misma pasión reflexiva con el que ha sido escrito, sin duda.
Norberto Fuentes: resulta que está vivo como persona y como escritor, y con una memoria y una prosa excelentes, y con un pensamiento fresco y profundo, y con una sensibilidad literaria extraordinaria. Resulta que, junto a Cabrera Infante, es el único escritor cubano que conozco que ha escrito más y mejor fuera de Cuba que cuando estaba en la isla. El resto se acabaron bastante cuando salieron a escribir a la libertad y lo hicieron mucho peor que cuando dentro de la isla eran protagonistas de su propia resistencia. Supongo que el libro de Norberto Fuentes será saludado por silencios clamorosos y pequeñas diatribas que tratarán de despreciar este nuevo texto sobre aquellos años grises de Cuba. Es igual lo que hagan unos y otros, el libro ya está escrito. Y leído. Y es excelente.
Publicado por J.J. Armas Marcelo el 29 de agosto de 2018 en El Cultural, el suplemento de El Mundo.