domingo, 1 de marzo de 2020

¿Alguna vez existí?

 

Mensaje a la redacción de Granma:

Estimados colegas, ¿existe alguna razón editorial o de origen político que los obligue a eludir mi nombre como autor de la entrevista a Anastas Mikoyán (Granma, viernes 28 de febrero de 2020)? La historia nunca gana cuando los cronistas escriben con la punta equivocada del lápiz: con la goma de borrar. De cualquier manera contribuyo a continuación con los créditos olvidados por ustedes y la respuesta íntegra del dirigente soviético que se encuentra al final de mi entrevista.

MÁS VALE VER UNA VEZ QUE ESCUCHAR CIEN

ENTREVISTA CON ANASTAS MIKOYÁN

Por Norberto Fuentes

* Revolución y Cultura, mayo 1978.

Norberto Fuentes: ¿Qué puede decir de su amistad con el compañero Fidel Castro?

Anastas Mikoyán: Considero que el compañero Fidel Castro es una de las personas más brillantes de las que el destino me ha llevado a conocer en muchas décadas.

Desde el primer momento de nuestro encuentro comprendía que este era un hombre excepcional, a quien no le ajustaban los patrones que conocía de los estadistas extranjeros. Y soy una persona que ha conocido a muchos de ellos... En poco tiempo comprendí que el compañero Fidel poseía la voluntad indoblegable del revolucionario, singular integridad y honestidad personal, gran inteligencia y una concepción del mundo genuina y muy personal. Desde las primeras charlas en torno a las vías de la revolución, la situación internacional, el marxismo, comprendía que era un hombre de juicio profundo, con una instrucción formidable y que pensaba de una manera clara y lógica, pero que al mismo tiempo era capaz de escuchar con atención y aceptar los argumentos y consideraciones de los demás. Como es natural, todo esto me predispuso a su favor.

Durante mi primera visita a Cuba nos veíamos casi diariamente por espacio de muchas horas y en las más diversas situaciones: en la mesa de conversaciones en La Habana, en la playa de un pequeño islote en el mar Caribe, con una arena blanca como la nieve; en el mitin de un molino arrocero en Camagüey; en la laguna del Tesoro y con las varas de pescar en las manos; en las nuevas obras en construcción en Santiago de Cuba, entre los tabaqueros de Pinar del Río, en la cúspide del Pico Turquino y en una granja ganadera en Isla de Pinos... Convenga conmigo, que, en circunstancias como estas, sólo nueve días son suficientes para valorar a una persona y comprenderla cabalmente, para sentirse con desenvoltura y experimentar por ella confianza, simpatía y respeto.

Y claro, después nos volvimos a encontrar muchas veces: de nuevo en La Habana en noviembre de 1962, luego en Moscú, en la primera visita de Fidel entre abril y mayo de 1963. Entonces estuvo de visita en mi casa. Recuerdo cómo mis hijos y nietos se maravillaban por haber visto de cerca al legendario héroe revolucionario y haber hablado con él. Ellos guardan celosamente las fotografías tomadas en aquella ocasión.

Todos estos encuentros y los que les sucedieron no hicieron más que acentuar mi respeto, mi disposición y mis sentimientos de amistad hacia el líder de la Revolución cubana.
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Fotos agregadas en este blog: De 1925 a 1960. Un político para todas las circunstancias.