jueves, 6 de agosto de 2020

Fama

Enséñale esto a todas las Rusias. Oh, Dios. ¡Qué feliz soy! Está en un reportaje del periódico español El País sobre la biblioteca de Gabo en su casa de Ciudad de México. Fíjense en los libritos que tenía. En el estante de abajo, el séptimo desde la derecha es un título conocido (al menos por mí), sin duda. Y arriba, hay otro, mejor dicho, otros, del mismo autor. (Al parecer, Gabo estimó que disponer de un solo ejemplar de este volumen en su estante era poco.) El reportaje se llama “Gabo, la biblioteca de un viajero” y en la versión electrónica del periódico se inserta un video sobre la estancia, y Gonzalo, uno de los dos hijos del escritor, aparece como narrador. El caso es que esto me recuerda uno de mis cuentos favoritos de Antón Chéjov en el que el protagonista, un joven, llega a su casa a medianoche, herido y con las ropas desgarradas, pero henchido de felicidad, porque, tras ser atropellado por un coche tirado por caballos, mientras estaba borracho en mitad de una plaza, ha sido conducido a un centro asistencial y el incidente ha sido considerado de algún mérito para incluirlo como uno de los sueltos en la columna de sucesos del periódico que ahora agita frente a sus atónitos padres. Creo que el cuentecito se llama “Fama” y lo estoy citando de memoria: "Pero ¿es que no os dais cuenta?", le grita a su familia, eufórico. "Mañana toda Rusia se habrá enterado. ¡Qué feliz soy!" ¡Todas las Rusias! Sí, señor. Bueno, desconozco si le edición electrónica de ayer —4 de agosto de 2020— de El País llegó tan lejos. Pero mis amigos del aérea de Miami y hasta uno de Santiago de Chile no cesan de llamarme y de bombardear mi Gmail con imágenes frizadas del video de la límpida biblioteca de Gabriel García Márquez en la que se da por sentado que el hombre me tenía en cuenta y hasta por partida doble. Oh, Dios.