Muerto el americano, la propaganda revolucionaria podía desplegarse a su antojo sin el riesgo de ofender a Hemingway. Aunque, a decir verdad —y esto es fácilmente comprobable para cualquiera decidido a emprender una investigación exhaustiva en las hemerotecas— la explotación del nombre de Hemingway se mantuvo en un nivel más bien bajo durante unos 25 años. Que se sepa, la visita de Fidel Castro a la finca del domingo 23 de diciembre de 1962 cuando sirvió de guía a cuatro americanos que participaban en las negociaciones para pagar el rescate en alimentos y medicinas por los 1 113 prisioneros hechos por las fuerzas revolucionarias el año anterior en Bahía de Cochinos. La propaganda de este episodio resultó velada en extremo, si es que califica como propaganda el lamento de un primer ministro por el suicidio de un escritor. La otra es una referencia a Hemingway en una entrevista de 1975 con dos periodistas americanos, pero que no es particularmente enfática la manipulación porque el líder cubano se limita a recordar la utilidad de Por quién doblan las campanas para su futuro como guerrillero. Es decir, más bien memoria que pancartas.
FUE TITULAR DURANTE LA GUERRA FRÍA
Un gran acontecimiento… la aparición en La Habana del libro Hemingway en Cuba.
—TASS
Y MOTIVO DE ANGUSTIA PARA LA ACADEMIA
Debido a la enemistad entre Estados Unidos y Cuba desde 1959, los académicos americanos habían encontrado hasta hace muy poco que era difícil sino imposible la investigación en detalle de las dos décadas de la vida de Hemingway en la que él llamó «esa isla larga, hermosa y desdichada». No hasta la publicación en 1984 de Hemingway en Cuba de Norberto Fuentes, un periodista y escritor de ficción, hemos estado en posición de darnos cuenta de todo lo que nos estábamos perdiendo, pero los biógrafos continúan tratando con displicencia la vida cotidiana en la Finca Vigía.
—Keneth Kinnamon, The Hemingway Review
[Apunte a máquina grapado sobre el recorte anterior]
La academia americana siempre ha exhibido la angustia de Hemingway por la pérdida de Finca Vigía como un factor de condena del proyecto revolucionario cubano. La pretensión era que los cubanos detuvieran la Revolución para que Hemingway fuera feliz. Era una situación análoga a que Washington y los padres fundadores hubiesen arriado la bandera de la Revolución Americana porque había un escritor inglés que se hallaba muy angustiado por perder su propiedad en, digamos, Vermont. Pero en ese orden de cosas, no muestran ninguna solidaridad con los Bacardí o los Fanjul o los Lobo—para citar tres ejemplos notables—, que estaban perdiendo algo más que una vieja casona colonial comprada en su momento a precio de bagatela.
El recorte y la ampliación es de la edición de Vanity Fair de enero de 1985.