Anuncio, con todo orgullo, la salida de una nueva edición, totalmente restaurada de acuerdo con su original, de El último santuario: Una novela de campaña, mi libro sobre Angola.
Uno despega de una instalación muy cercana al cementerio de aviones del aeropuerto «José Martí», de La Habana, y recorre 11 000 kilómetros a través de la noche atlántica. Y después tienes tu buen año. De lo mejor que se podía tener entre el 10 de noviembre de 1981 y el 20 de diciembre de 1982. Imaginen. Uno compartió el funche con un guerrero chokwe. Anegó sus viejas botas de soldado en el Luassenha. Oyó cantar una ametralladora ligera RPK en un cimbreante maizal al norte de Matala. Vio un pelotón de gente de la floresta con las cintas de proyectiles de RPK en bandolera. Cruzó el Longa y el Cuando y el Cubango. Atravesó la Sierra de Candjival. Durmió sobre una piedra de las ruinas de Chitapua y aceptó, resignado, el indolente y cada vez más próximo relampagueo bajo la capa de un soldado quimbundo. Voló a la base sitiada de Baixo-Longa. Participó del asedio a la 19 Región UNITA. Estuvo a bordo de todos los hermanos soviéticos Antonov, los entrañables chipojos, que remontaban el cielo de la errepeá, y a bordo de todos los melones Mi-8 que se daban a respetar en el TOM Angola. Abrió trocha con un BTR-152 en las márgenes del Cubelai. Vació su cantimplora con los desarrapados defensores de Baixo-Longa y escuchó su alucinante narración y estuvo en el área de enfoque de sus amarillentas miradas cuando decían soportamos, camarada, una primera oleada de asalto compuesta por mujeres y niños, movidos como ganado por la UNITA, y gritamos, camaradas de la población civil, vamos a tirar de la cintura para arriba, todo lo que se encuentre de la cintura para arriba es kwacha.
El prominente periodista y cuentista cubano Norberto Fuentes describe desde Angola las vicisitudes del cuerpo de internacionalistas cubanos que marcharon a aquel país para defender —frente a sudafricanos y las avezadas tropas insurrectas de la UNITA— el endeble gobierno de un país acabado de independizar después de siglos de brutal colonialismo. Cálido reportaje de guerra que, en efecto, puede leerse como una novela. Pero cuya adquisición resultaba prácticamente imposible desde que se publicó su única edición, en México, en 1992. La presente edición, que ha sido restaurada de acuerdo con los originales del autor, debe ocupar desde ahora un sitio prominente en la bibliografía del proceso histórico más debatido, sino importante, del continente en los últimos 70 años.
El último santuario, la novela de campana de Fuentes, es, en mi opinión, su obra más cautivadora, y ciertamente la de más alto valor literario.
—Alfredo Cumerma
Estamos entonces ante una gran novela. Y es grande porque, en tiempos de mediocridad… hay alguien que —codeándose con Hemingway o Malraux— nos quiere hablar una vez más del heroísmo en una guerra como troquel del hombre.
—Ismael Carvallo Robledo
Es el último escritor romántico. Ya en el mundo no existen esos escritores. Norberto Fuentes es el último.
—Lisandro Otero
Fotografías de Ernesto Fernández
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