Yo lo llamaba Charles y creo que sostuvimos una intensa y sincera amistad mientras las circunstancias se lo permitieron. Venía de una familia de comunistas —los Escalante— pero su pedigrí no le resultó de mucha ayuda para ascender en la jerarquía revolucionaria porque los Escalante eran unos racistas solapados y Charles era mulato. Yo mismo lo vi firmar sus mensajes cifrados a Fidel desde Angola con el seudónimo de «El Jabao». Pese a todo, y con el embeleso que Raúl cogió con él cuando lo vio desarrollarse como comisario político a mediado de los 60 durante la construcción del Partido en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Aldana logró llegar a la cumbre dentro de la nomenclatura y hasta ser considerado como el tercer hombre del país. Las verdaderas causas de su defenestración en 1992 es motivo de múltiples interpretaciones en la prensa extranjera. Yo solo sé que los oficiales encargados de expulsarlo de su oficina le dijeron que no podía mover ni un solo alfiler de las gavetas y que Fidel le mandaba el recado de que no quería verlo en la Plaza de la Revolución ni como público. Pero este no es lugar para dilucidar las interioridades del episodio. Este es, sencillamente, el último refugio de una amistad que, incluso en contra suya, yo me dispuse a mantener.
Carlos Aldana, José Abrantes y Norberto Fuentes. Durante la Octava Conferencia Cumbre de los Países No Alineados. Parqueo del Harare Sheraton, Harare, Zimbabwe, 2 de septiembre de 1986.