De acuerdo a la lectura que nos permite El Nuevo Herald, Barack Obama acaba de dar las últimas paletadas de tierra sobre la tumba de los mercaderes de la contrarrevolución cubana. Formidable muestra la suya de skill político: coge a dos infelices representantes de la disidencia cubana, Berta Soler y Guillermo Fariñas (por lo demás, negros), y los utiliza como plataforma de la nueva política americana hacia Cuba. Cero embargo. Cero invasiones. Cero arrancaderas de cabezas cuando triunfen. En verdad, no sé qué se van a hacer ahora los paladines de la blogósfera cubana, que no hay forma que te acepten ni un solo logro de Raúl Castro. ¡Si hasta Obama nota los cambios! Lo acaba de decir, queridos amiguitos, aquí, en Miami. Y sus lineamientos son tan claros como el agua.
• Se han “empezado a ver cambios en la isla".
• Estados Unidos necesita ser "creativo" e imaginativo en sus relaciones bilaterales con la Isla.
• El "partidismo" que se vive en Washington en relación con Cuba, bloquea la posibilidad de avances en esta materia.
Llamo la atención sobre algo que me resulta interesante, y que puede parecer ajeno pero no lo es: que haya eludido de manera reiterada el encuentro con Yoani Sánchez y su príncipe consorte Reinaldo Escobar. ¿Solo porque ella es blanquita, aunque el marido sea mulatón? Ná, debe haber algo más. ¿La estridencia? ¿El afán de protagonismo? Debe haber algo más, insisto. Quizá sus patrocinadores. Yo me iría por esa. Por los patrocinadores. El caso es que se la han estado empujando por los ojos a Obama desde hace meses, y cuando el presidente estuvo en Miami el 29 de marzo pasado, la trajeron a toda carrera desde Europa y creo que llegaron hasta colársela en el recorrido presidencial por las obras del puerto. Pero igualito que en Bienvenido, Mister Marshal. Si le pasaron por al lado, nadie se enteró. Ahora volvieron a arañar las paredes de la Casa Blanca, en un viaje a no sé qué extravagante congreso de la SIP, pero a quien recibieron, y no Obama sino Biden, fue a la jefa de las Damas de Blanco, Berta Soler, la señora que a mí siempre me recuerda a la cocinera de las cajas de jotqueis, pero sin el mantel de cuadros escocés. Regresando a nuestros victoriosos disidentes de la jornada del viernes —la ya mencionada Berta Soler y Guillermo Fariñas—, está por ver lo que Fariñas calificó como “un triunfo de la oposición cubana” en relación al encuentro de él y Berta con el presidente. ¿Debo explicarme que la veintena de huelgas de hambre le hayan afectado el cerebro, además de los otros sistemas vitales? Si Fariñas dijo en declaraciones previas al encuentro que le pediría a Obama que no negociara con la dictadura castrista “bajo ningún concepto”, nadie ha aclarado después que se tragó la lengüita y se cuidó mucho de dictarle política a un señor tan poderoso. Hay algo que de ningún modo cuadra en esta situación. Pero es evidente que aquí todo el mundo está hablando de algo diferente. Me falta, por cierto, un tercero en este diálogo de sordos: Jorge Mas Santos, que se apea con la descarga de calificar “de 'privilegio' el hecho de que el presidente de Estados Unidos pueda conocer de primera mano el trabajo de la oposición cubana”. Por Dios, Jorgito, ¿qué trabajo? ¿Qué disidencia? Muy triste, desalentador y trágico que estas personas —probablemente firmes creyentes de sus ideas— se expongan de manera tan absurda a la burla. A lo mejor algún día se darán cuenta que las autoridades cubanas gobiernan ese país pensando en Cuba, no en Miami. Por eso la ventaja larga que los asiste, yo diría que inalcanzable.