sábado, 5 de mayo de 2012
Duro, Fidel. Duro
La
pieza de Fidel “El Premio Nobel de la Paz” (Cubadebate 4/05/12)
es una apreciable página de redención marxista. Acaba con Obama.
Tiene inspiradas frases de orgullosa militancia desde el bando de los
buenos: “Marx y Engels nunca hablaron de asesinar a los burgueses”.
Queda, sin embargo, como un lamento del hombre que ya no puede
encajonar a Obama en una derrota al estilo de Bahía de Cochinos, tal
y como logró con Kennedy. Es la nostalgia subyacente en el
silencio de su página. Agridulces días postreros. No habrá más
planes inminentes de operaciones militares, de riesgosas aventuras,
del deslizarse sobre el filo de la navaja. Solo el placer relativo de
aconsejar a los nietos con la vieja sabiduría desde la comodidad de
un sillón seguramente mandado a hacer a su medida. Mecerse y
pontificar. Sacúdase, carajo, de ese ridículo mueble de color beige
y sentaderas de mimbre en el que se mece. Escuche. ¿Por qué no
escribe de verdad? Mi observación —carente de todo propósito
político, y dada la hipotética autoridad que me otorga ser el autor
de La
autobiografía de Fidel Castro,
publicada en Estados Unidos como novela, pero en España como ensayo,
es decir, como un competente estudioso de su personalidad—, consiste
en preguntar, cuándo Fidel va a escribir y
legarnos
la verdadera autobiografía de su espíritu, no los largos mamotretos
edulcorados de sus hazañas, ni las autoapologías sobre tantas
maniobras políticas exitosas, que nos ha contado hasta la saciedad y
nos sabemos de memoria. La historia vista desde adentro del hombre
que dirigió una revolución de 50 años de duración frente a las
costas de los Estados Unidos de América es el libro que realmente
nos debe. Ese es el que nunca ha existido. Dale, coño.