Menos mal que tenemos El Nuevo Herald para recordarnos que los cubanos somos el ombligo del mundo. ¿Cómo que no? Mírenlo ahí: la referencia más seria, sólida, incuestionable que la dirección de ese diario toma en consideración para destacar como noticia principal de primera plana sobre el desarrollo de un conflicto que ha tenido al Medio Oriente a punto de estallar, con miles de torres de extracción de petróleo volando por los aires y poblaciones enteras de la región —Israel incluido— gaseadas con sarín y los americanos metiendo en el Mediterráneo buques portamisiles y portaaviones y los rusos del otro lado en el mismo espacio cabeceando con sus 10 buques más modernos de la flota del Mar Negro, es una crónica errática, mal escrita como carajo, llena de pastiches de él mismo, escrita por un hombre que quiere aún hacerse valer por sus mensajes de sabiduría al mundo. Menos mal, Fidel, que tienes El Nuevo Herald. Ni en Granma se han atrevido a destacar tu texto con tal grandiosidad (en realidad, con ninguna). Para lo que hemos quedado todos: El Nuevo Herald para ser tu portavoz. Tú para regocijarte con tus nuevos compañeros. Y, desde luego, los lectores de Miami, para aceptarte como la vara de medir. Ellos son los clientes. Todos chochos, pero fieles suscriptores. No está lejano el día en que la tirada del diario la descarguen completa en los cementerios de la Calle 8.
PS: Sigo de vacaciones. Pero no pude resistirlo.