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El 8 de febrero de 1968 Norberto Fuentes recibió la noticia de que el jurado compuesto por el argentino Rodolfo Walsh, el chileno Jorge Edwards, el francés Claude Couffon, el peruano Emilio Adolfo Westphalen y el hispano-mexicano Federico Álvarez, había elegido a Condenados de Condado como la obra ganadora en el certamen de cuento de ese año de la Casa de las Américas.
Así fue como Norberto vio su primer libro publicado pero también quedó en la mira y el enojo del “mayimbón de los mayimbones”, del mismísimo Fidel Castro, y si su situación era precaria hasta ese momento, por una capacidad innata de Fuentes para caminar por el borde de la cornisa, se mantendrá en el filo del abismo por los siguientes años, en los cuales se atrevió a publicar sin autorización oficial un libro en el extranjero (Cazabandido, 1970) y fue la nota discordante y el protagonista inesperado de la llamada autocrítica del poeta Heberto Padilla (1971).
Por todo eso y pese a todo eso, Condenados de Condado se transformó en un clásico de la literatura de la Revolución Cubana. Por años solo ha podido ser encontrado en librerías de viejo —con la excepción de aquella edición de 2000 (Seix/Barral)— razón de sobra para haberlo vuelto a publicar y mantener al alcance de todos los lectores, especialmente aquellos que llegamos tarde a la Revolución. Y a través de estas páginas podemos sentir con una inexplicable nostalgia la humedad del Escambray, el polvo que se incrusta en nuestra piel tras días de operaciones, el eco de los disparos y ser testigos del humor o mal humor de los milicianos y sus comandantes.
—Pedro Schwarze
(en el prólogo de esta edición)