domingo, 10 de febrero de 2013

Aquí la del G-2 soy yo

Traigo la frase a colación para hablarles de Yoani Sánchez, de lo que me parece una enorme invectiva en contra de la muchacha. La expresión original es de la autoría de una ahora legendaria topa (femenino de topo ¿no?) de la incipiente Seguridad cubana infiltrada en una de las tantas organizaciones contrarrevolucionarias que actuaban entonces en el país. Entonces es entre 1961 y 1962. Había una reunión, creo que en el edificio FOCSA, edificación emblemática del capitalismo en Cuba, y ya habían caído algunos de los integrantes de aquella célula —que tuvo la mala idea de ajustarle un atentado a Fidel, y en el mismo edificio FOCSA, porque allí era donde se encontraban los estudios de televisión que él utilizaba con mayor frecuencia—, y estos conspiradores comenzaron a preguntarse quién podía ser el maldito que les estaba dando camino cuando la compañera Diana Valdés, tal el nombre de la heroína de los servicios cubanos, abrió su bolso, que tenía delante de ella, sobre la mesa de comedor, alrededor de la cual se hallaba una docena de complotados. “Sí. Aquí hay alguien que es del G-2”, dijo uno de ellos. Un avispado, que siempre existe en esos grupos. G-2 eran las siglas que designaban las primeras versiones del aparato de seguridad de la Revolución Cubana y que había sido tomado de la nomenclatura del ejército batistiano que a su vez lo había tomado del ejército americano. Entonces Diana dio cumplimiento a la orden que tenía de terminar “con aquello”, y —en vez del estuche de cosméticos que todos los presentes esperaban a continuación del coqueto y femenino gesto de meter su nacarada manito en la cartera para supuestamente extraer la motera—, sacó un revólver bulldog calibre 38 y le apuntó a lo que ella después describió como “el güiro de ese individuo” y apretó el gatillo y la cabeza del individuo reventó. Sin soltar el revólver, se levantó de la silla, que cayó a sus espaldas, y con el arma aún humeante y moviéndola como en el barrido horizontal de un radar, ante las narices y ojos espantados de los concurrentes, pronunció la célebre frase: “¡Aquí la del G-2 soy yo!”. Momento éste en que un aluvión de oficiales de la Seguridad entraba por todas las puertas y ventanas que diera acceso al recinto. Me imagino que alguien habrá recogido el desparrame de sesos de encima de la mesa y del piso y hasta de las impregnaciones del techo. Pero —malas noticias para los cazadores de brujas del Heraldo—no hay manera de dar con ella, y ni se ocupen de rastrearla, porque luego de un apacible y abúlico retiro en La Habana, de donde no salió en los últimos años de su vida, un infarto se les adelantó. Está muerta y las cuentas pendientes quedan para la eternidad.

Era una mujer guapa, de estatura, y que abdicaba ante una sola pasión: escanciarse sobre el cuerpo todo el Chanel número 5 que pudiera conseguir. De ahí se ganó su sobrenombre de Diana Chanel. Desconozco cómo se lo agenciaba en la Cuba del bloqueo y además de la tacañería de Fidel para suministrar las quincallas criollas con el producto, porque en definitiva no era americano. Noches de Moscú. ¿Las señoras quieren perfumarse? Pues Noches de Moscú, que el Presidium del Soviet Supremo nos lo cambia por azúcar. Sé que sus compañeros del “aparato” sabían a la distancia cuando se acercaba. La fragancia invadía los pasillos antes que ella.Así pues, era una época en que las cosas resultaban mucho más llanas que la presente, cuando todo era claridad. Declaras que eres del G-2 y levantas una tapa de los sesos. Y al carajo. No es lo mismo en la actualidad. Es en ese sentido que retomo mis primeras líneas. Algo a lo que debemos salirle al paso. Y es contra ese sector empecinado y de pocas luces —habitual del exilio cubano—que considera a Yoani Sánchez como agente de la Seguridad del Estado. Unos envidiosos, me imagino yo por el éxito internacional que la chica tiene con su blog. Primero, hace años, apostaron a que la iban a sentar como diputada en la Asamblea Nacional. Después, que iba a aparecer en un programa de televisión, ataviada con uniforme del Ministerio de Interior, rutilantes grados al menos de teniente coronel en sus hombros, y denunciando a la SINA, al movimiento disidente, a la mafia de Miami y hasta a Joe García (para que no se haga). Ignoro el papel que le endilgarán ahora para el periplo internacional que anuncia a partir de la obtención de su pasaporte. ¿Yoani agente? De verdad que no lo creo. Aunque lo que crea uno, o lo que especule, está fuera de lugar a la hora del análisis. No obstante —y como suele ocurrir, siempre en favor del gobierno cubano— las acusaciones cambian el sentido de su viaje. Está escrito en los libros. El viejo manual. Ya la pregunta no debe faltar a donde quiera que vaya. De resultas que, los verdaderos agentes no deben ser otros que los acusadores de Yoani. Por lo menos le hacen el favor al gobierno. Pero les quiero decir algo: es una pena que no lo sea. Lo que tenemos por lo pronto es una muchachita dejándose arrastrar por los inofensivos vientos de la contrarrevolución. ¿Se la imaginan como agente de los servicios cubanos? Eso sí sería interesante, caballeros. Que Richard Sorge ni un comino. Yoani. Yoani Sánchez. Nuestra Jamita Bond. Y entonces sí habría motivo para envidiarla. Porque, la triste verdad, es que yo no sé si la reclutaron o no, lo que sí les puedo asegurar es que enemiga del gobierno cubano no es.

PS: Si alguien va al aeropuerto, que de nariz. Y reporte. ¿Reconoce el Chanel número 5? Si tienen un positivo, corran. Porque lo próximo es el bulldog calibre 38.

Una versión ampliada del presente texto está en inventario para Peligros de la memoria.