82 libros y monografías y 275 artículos publicados
por Carmelo Mesa Lago según Haroldo Dilla
Alonso en su alabanza “Carmelo Mesa Lago, otra
vez…” a propósito de la publicación de Cuba en la era de Raúl Castro (Editorial Colibrí, Madrid, 2012). Estamos perdidos si todos son para repetir
joyitas como esta: “Raúl [Castro] había enviado a
[Humberto] Pérez a estudiar en Moscú y luego lo
apoyó como director de la Junta Central de
Planificación (JUCEPLAN); Fidel designó a Raúl
para presidir el tribunal que juzgó y despidió a
Pérez”. La Academia cubana está perdida. Los
seguidores del fenómeno cubano, perdidos. Porque
es el caso que Humberto Pérez nunca fue juzgado
y, por otra parte, los estudios que despertaron la
sospecha ante los ojos del terrible Fidel, los siguió
en Yugoslavia, no en Moscú, y fueron sobre la
autogestión económica de Tito. Moscú nunca le
preocupó a Fidel. Sabía que no era el tipo de
peligro de allá del cuál debía preocuparse. Y a
Humberto lo tronaron —vocablo perfectamente
familiar para los residentes de la isla. Algunos
argumentan que proviene de destronar y otros de
trueno. Y los últimos me están confundiendo
trueno por relámpago, o rayo, que creo yo que
duele más. En la cabeza lo que te cae es un rayo,
un relámpago, una descarga eléctrica del coño de
su madre, pero no un trueno. En fin, que el truene
de Humberto fue el resultado de que Fidel le cogió
ojerizas al desempeño económico del país bajo la
tutela del susodicho y lo mandaron de contable de
una empresa textil de quinta categoría. Nada de
pena de muerte, ni de juicios sumarios, ni de
mazmorras con ratas paseándose entre tus pies.
Pero, además, Carmelo, si aquí todos los días
despiden gente de cualquier posición. Hasta a
Nixon se lo echaron. ¿Cuál es el big deal con que se fumen a alguien en la isla? Hay una
diferencia, cierto. Que a los tronados en Cuba le respetan el salario y la casa (cuando más te
mudan) y te dejan la mujer y el Lada. Y al final, pasan unos añitos, y alguien viene y te tira un
cabo y hasta te dan un puesto de viceministro. ¿Quién de nuestra generación no estuvo tronado
alguna vez, compañeros? Y el bienestar con que se experimentaba el regreso. Pero había que
estar allí para saberlo. Desde esta orilla nunca entienden nada. Y como decía Hemingway,
cuando tú escribes sobre algo que no conoces, lo que queda en la narración es un hueco.
Nota a los malditos, que pretendan servirme del mismo caldo. Cierto que la Real Academia acepta truene
como un cubanismo por “destituir o despedir a alguien de su cargo o empleo”. Pero esto ocurrió sólo
después que nos cansamos de usarlo en ese sentido. Gloriosa generación revolucionaria. También a la
Academia le dimos por saco.
Para conocer el sitio hacia donde mudaron a Humberto y el error logístico que cometieron en detrimento de las
brigadas de vigilancia del KJ y la relación que todo esto tuvo con mi intento de fuga del país en octubre de 1983, el
lector debe esperar a que yo termine el montaje de Peligros de la memoria.