lunes, 19 de agosto de 2019

Camino de la abadía


Empecemos como solía presentarse Norman Mailer: con el extracto de algún periódico o revista. Este es de The New York Times, mayo 4, 1988.

4 POWERS MEET TO EXPLORE WAYS TO END ANGOLA WAR

Representantes de Estados Unidos, Sur África, Cuba y Angola se encontraron aquí hoy para lo que ha sido descrito como conversaciones exploratorias para terminar la guerra en Angola.

Pero incluso antes de que las discusiones comenzaran esta mañana en un hotel de Londres, diplomáticos occidentales y funcionarios sudafricanos advirtieron que no se esperaran cambios súbitos basados en las fórmulas de paz propuestas por el representante americano en las conversaciones, Chester A. Crocker, secretario asistente de Estado para los asuntos africanos.

Durante siete años, el señor Crocker ha estado promoviendo un plan que llama a las partes para retirar las tropas cubanas de Angola a cambio de la salida de las fuerzas de Sud África de Namibia.

En la sosegada penumbra del salón de reuniones del Durrants Hotel, en George Street, London, W1 (telephone 01-935 8131) con sus cajitas verdes de cerillos y su nombre en círculo dorado, su emblema y escudo, cuando se iba quedando solo (el escritor fue el último en desalojar el salón), luego de las despedidas y los abrazos de los participantes, uno tuvo la comprensión de que había un libro en mente. Había estado en el frente sur de Angola, había comprado armas para el gobierno angolano, y ahora participaba en la primera ronda de conversaciones con los sudafricanos y teniendo a los yanquis como mediadores, un material que regularmente queda vedado para la presencia en carne y hueso de los cronistas y que es de uso privilegiado de los grandes políticos que, me imagino, se servirán de las notas de sus solícitos secretarios para las eventuales memorias; y de las tres aventuras, la única que regularmente se abre a los de mi estirpe, es la del frente. Es lo nuestro, caballeros. Fango y morterazos. Negociaciones de armamento, cero, y delegaciones de altísimo nivel, doble cero.

Así que cuando Chester Crocker, el principal negociador de la administración Reagan para el conflicto africano, invitó en la reunión inaugural a que cada uno se presentara con su nombre y ocupación, yo me encontré ante un difícil problema de solución práctica. ¿Qué decir? ¿Que en el año 1961 yo comencé como guionista de historietas en la revista Mella, para luego continuar con esa parte de mi historia, y a las 2 horas ya habría hecho un flashback y estaría diciendo que a los 12 años me había enamorado de mi maestra de 6to. Grado y que mi padre me llevaba de muchachón a jugar gallos con Santos Traficante, y podía imaginarme a los sudafricanos y a los yanquis y a los angolanos con la barbilla recostada al puño mientras yo contaba mi vida y trataba de llegar al punto en que por fin se aclaraba qué diablos yo hacía allí? Fue entonces que Alcibíades Hidalgo, el portavoz de la delegación cubana, sentado a unos tres asientos a mi izquierda, recibió mi mirada inquisitiva y escribió un papelito que yo me levanté a recoger y que decía: “Dí funcionario del Comité Central”, que fue la síntesis escueta que escucharon los presentes me imagino que de todas maneras con incredulidad porque me vieron levantarme hacia donde estaba Alcibíades y seguro habrán pensado, ese individuo de los espejuelos oscuros estaba pidiendo instrucciones, y el de la barbita es el comisario político.

Pero, aún no me acababa de sentar, cuando atiné a ver la irónica mirada que Carlos Aldana, secretario ideológico del Partido y el hombre de Raúl Castro en las negociaciones, me dedicaba. También estaba sentado a mi izquierda. Y negó con la cabeza, sonriendo. Era, sin dudarlo, un reproche.

Una nota suya me llegó en medio de la reunión. Leí.

Perdiste la oportunidad de tu vida.
Debiste decir:
"Norberto Fuentes,
Dirección General de Inteligencia,
República de Cuba.
Especialista en interrogatorios."

Tenía toda la razón del mundo. Me hubiera robado el show. Una extraordinario oportunidad perdida para siempre. No se repite dos veces.

* * *

Pero la oportunidad que sí no iba a perderme, ya que estaba en Londres, era cruzar la cebra de Abbey Road por la cual los cuatro Beatles habían transitado 18 años, ocho meses y 23 días antes para la portada de su último álbum y que es el verdadero motivo de este texto. (No, sabichosos, no se manden a correr, Let It Be se grabó antes, pero se publicó después.) Así que me agencié una vez más la complicidad de mi socio Alc y convencimos a un chofer de la embajada cubana para que nos llevara a Abbey Road, todo más o menos en el sigilo de la clandestinidad y a espaldas del resto de nuestra nutrida delegación de generales y altos dirigentes, excepto Aldana, por supuesto, que también se las daba de “amplio” y que se detuvo un instante antes de abordar el coche de chapa diplomática no fuera ser cosa que la CIA lo retratara en esas poses de pepillo británico y decidió abstenerse de la incursión. El chofer nos tomó las fotos. Pero las del cruce sobre la cebra nunca salieron. ¿Impericia de fotógrafo improvisado, película vencida, famosa cámara costosísima adquirida por Alcibíades en el Líbano que era un bagre? Rumbo al carro, de regreso, con la satisfacción de los comandos que han arrasado dentro de un búnker enemigo y desconocedores de que solo había sobrevivido una imagen, el chofer nos dijo que teníamos cola. Un taxi negro. Unos bultos negros tras los cristales negros. Todavía hoy yo me pregunto qué habrán pensado los encargados de nuestro seguimiento al ver tan retozones y excitados en aquella esquina y muertos de la risa a las 11 de la noche a dos enviados del sanguinario, despótico, cruel régimen castro comunista.

En la mañana del 11 de Agosto de 1969, un fotógrafo escocés, Iain Macmillan, tomó las cinco instantáneas de George Harrison, Paul McCartney, Ringo Starr y John Lennon y escogió la única en que los cuatro avanzaban con las piernas en v invertida. La policía cerró el área por 10 minutos. Fue el tiempo que dieron al equipo beatleriano para no crear un tranque apocalíptico del tránsito en Londres. De modo que, cuando Alcibíades me llamó el pasado lunes para recordarme que era el 50 Aniversario de la veloz sesión fotográfica para la cubierta del disco, yo le pregunté, del modo más convincente posible: “¿Tú no crees que esos policías los traíamos en la cola para evitar que tú y yo también armáramos un tranque?”