domingo, 2 de febrero de 2020

Ojalá pase algo


En un principio creo que es una nueva versión, muy dulce por cierto y cantada por una muchacha y con una cierto aire elegíaco, de mi canción favorita de Silvio. Entonces el encanto se interrumpe con una especie de charanguita, algo que me suena solariego pero donde no hay tumbadoras sino el punteo de una guitarra, y escucho menciones al Che Guevara y al sistema de educación y a la salud pública y me digo, coño, la propaganda del Gobierno cubano cada día es peor. Joden esta joyita de Silvio y seguro que en el próximo estribillo aluden a la campaña de vacunación contra la polio. Si el gancho es la canción de Silvio, el pretendido mensaje se les escapa como agua entre las manos. Yo lo que quiero es seguir oyendo a esa niña con su respaldo de violines y no que me la interrumpan con una arenga. Yo, presto a arremeter de inmediato contra Díaz Canel y todo su Consejo de Ministros, cuando me doy cuenta de que sí, de que se trata a todas luces de un acto de propaganda, mondo y lirondo, pero no del Gobierno cubano sino del grupo de rap y hip-hop llamado Orishas. Sí, caramba, pero si yo he visto sus conciertos. Los ponen en Netflix. Conciertos en La Habana de un grupo que reside en Europa. Vaya caramba, cómo hemos avanzado. Todo ha sido perdonado, y al parecer, de ambas partes. Pero de pronto, hete aquí que —es lo que pienso— algo debe estar yéndoles mal a los músicos y entonces recurren al manido recurso de los tantos y tantos artistas mediocres que arriban a estas tierras —Miami o Madrid, da lo mismo. Sustituir su falta de talento por la narrativa de las heridas del exilio. Siempre da resultado, aunque la experiencia enseña que es un episodio de poca duración. Porque atrás vienen los nuevos inquilinos del exilio y estos sí que traen la última. Y esta es “la última” que trajo Orishas. Apoyarse en “Ojalá” de Silvio y en todo su poder emblemático de una época, para demoler una Revolución. Así que era eso. Un sutil acto de contrición: Ahora sí que hemos quemado las naves. Ya no regresaremos más a Cuba. Hernán Cortés era un niño de tetas comparado con Orishas, ¿saben? Y les digo que usar en beneficio propio —sobre todo cuando el talento se te agota—, los sentimientos legítimos de una parte considerable de nuestra población, y procurar convertir un robo en un acto de patriotismo, es una burla. Y apuesto a que los volveremos a ver regresando a La Habana. (Otra nueva contrición en el futuro.) En el espacio mínimo de los 3 minutos 16 segundos de la grabación, se produjo el choque de lo que es un producto político de ocasión y la obra de un artista. Que es lo que te sigue grabado en la memoria. Si tú los oyes, es por las porciones de “Ojalá”, no por los estribillos de reciente inclusión. Yo creo que en un evidente afán de competir en un mercado muy duro y muy difícil, en un evidente afán de llamar la atención, emplearon el recurso más gastado de los advenedizos del exilio: los golpes de efecto. Y por otro lado, el asunto, chicos, no es que se hayan metido con Silvio, sino con una generación. No olviden el poder de evocación que tiene la música. Atesora la memoria de momentos, gentes, lugares de los que en muchos casos ya no existen ni los edificios. Además de la injusticia galopante que significa arremeter desde la seguridad de una casa en Madrid, o donde quiera que residan, contra uno de los artistas más rebeldes que conoció el proceso cubano. Silvio, con su guitarra y su camisita blanca de la libreta de abastecimientos y el mínimo tatuaje en el dorso de su mano izquierda expulsado del Instituto Cubano de Radiodifusión por defender a los Beatles ¡en el año 1968! Déjenme contarles algo, para cerrar: Yo recuerdo al general de División Fabián Escalante, nombre de guerra “Roberto”, jefe de la Dirección Política Central del Ministerio del Interior, en el comedor de Tropas Especiales un día de principios de 1989. Estaba preocupado por Silvio. Ya “el muchacho” estaba dando conciertos a teatro lleno en el Carlos Marx y a Ciudad Deportiva llena y a Plaza de la Revolución como solo Fidel lo lograba y aquello era preocupante. “Ese muchacho se puede convertir en un flautista de Hamelín. Y no tenemos control sobre él.” Mas nadie se acuerda de este general aunque fuese uno de los sospechosos sobrevivientes del Ministerio del Interior en la purga de la Causa número Uno de julio de 1989. En ese sentido Orishas y el generalato del Ministerio se dan hoy la mano.

En la foto, desde la izquierda: El poeta Guillermo Rodríguez Rivera, el escritor Norberto Fuentes, el cantautor Silvio Rodríguez, el fotógrafo Alberto Díaz Gutiérrez (Korda). Artistas de primera línea. Todos. Ninguna moneda falsa. 30 de diciembre de 1989. En la casa de Norberto. Se ha casado otra vez el hombre. (Sobre la fotografía: Copyright © 1989, 2020 by Ernesto Fernández. Prohibida la reproducción.)