jueves, 4 de julio de 2013

Coda con Fidel


La siguiente entrevista tuvo lugar en el Palacio de la Revolución, en La Habana, la noche del 6 de febrero de 1984.


Fidel Castro: Los libros de Hemingway han sido habitualmente una buena compañía para mí. Parece ser verdad que uno se identifica con ciertos libros. Mi experiencia es que yo me identifico casi instantáneamente con las obras de Hemingway.

Norberto Fuentes: ¿Lo lee a menudo?

FC: Debo haber leído Por quién doblan las campanas más de tres veces. Y conozco la película. He hecho también varias lecturas de Adiós a las armas y de El viejo y el mar. Las cacerías de Hemingway por África —me refiero a sus cuentos y crónicas— las he leído todas. Y todos sus escritos de aventuras en el Caribe.

NF: ¿Es cierto que Hemingway es su autor favorito?

FC: Sí, sí lo es. Y la primera razón por la que me atrae, es por su realismo. Porque me lo hace ver todo con suma limpieza y claridad. No hay partes blandas en sus textos. Todo es convincente y todo es realista. Tiene la virtud de trasladarlo a uno a las llanuras africanas o al ruedo, y a uno se le hace difícil olvidar lo que ha leído porque es como si lo hubiera vivido. Pero tengo otra razón para apreciarlo. Y esto entraña una confesión. La razón es que Hemingway escribe sobre el mar. Y la confesión es que yo me paso mucho tiempo en el mar. Es decir, trato de irme al mar todo el tiempo que pueda.

NF: Tiene unas crónicas admirables sobre la corriente del Golfo.

FC: Sí... la corriente del Golfo moviéndose como el la describe, eterna y poderosa... Yo también conozco ese paisaje silencioso que se desplaza inexorablemente frente a las costas de la isla. Lo conozco y lo admiro. Creo comprender los sentimientos de Hemingway cuando navegaba sobre estas aguas. . .

NF: En cierta ocasión concibió el proyecto de escribir un libro sobre lo que él llamaba «los misterios ancestrales de la corriente del Golfo». Pero nunca pasó del proyecto.

FC: ¿Quieres que te diga otra razón para apreciar a Hemingway? Porque ya te he hablado del realismo y del mar. . . Esta otra razón es que Hemingway es un aventurero. Un aventurero en el sentido genuino de la palabra. Un sentido que, en mi opinión, es hermoso. Es decir, del hombre inconforme con el mundo que lo rodea y que asume el deber de cambiarlo. Necesita romper con los convencionalismos, y para hacerlo se lanza a la aventura. Y aprende algo muy pronto, si no lo sabe ya. Aprende que el mundo lo va a cambiar también a él. No podrá permanecer incólume. La mutación es inevitable. Y es parte del riesgo que siempre se acepta al iniciar una empresa.

NF: Usted me habló el otro día de la audacia de Hemingway.

FC: Siguiendo este orden, la otra razón por la que aprecio a Hemingway tiene que ver con lo que yo llamaría su audacia. Pero es algo que no solo admiro en Hemingway, sino en todos los escritores. La audacia de decir las cosas, de descubrir y exponer el sentimiento y el paisaje humano, y la audacia de hablarles a miles o a millones de hombres de diferentes generaciones, c incluso de diferentes épocas. Te confieso algo: yo siento miedo escénico cuando hablo en la Plaza de la Revolución. No me es nada fácil. Así que debo entender de alguna manera lo que pasa por la cabeza de un escritor que va a exponer su palabra ante miles de lectores y por tiempo impreciso. . . ¿Sabes una cosa? A nosotros nos gustaría que todos en Cuba fueran escritores. No es una utopía, desde luego. Estaríamos tratando simplemente de hacer verdad el proverbio del hijo, el árbol y el libro. Y lo cierto es que la revolución ha sido una fuente de intensas vivencias para millones de cubanos.

NF: Usted se ha referido en otras ocasiones a Por quien doblan las campanas. ¿Cómo explicaría su predilección por esta novela?

FC: Lo he dicho, ¿no? Porque trata de una lucha en la retaguardia de un ejército convencional. Y el libro nos ilustra sobre la vida en la retaguardia, sobre la existencia de una guerrilla, y cómo puede actuar con entera libertad en un territorio supuestamente controlado por el enemigo. Me refiero a las descripciones tan vividas que hay en esa novela. Nosotros ya intuíamos -cuando leímos la novela por primera vez, en la época de estudiante- cómo podía ser una lucha irregular, desde el punto de vista político y militar. Pero la novela nos hacía ver esa experiencia. Y luego conocimos esa vida por nuestra propia actividad. De manera que el libro se convirtió en algo familiar. Y regresamos a él siempre, incluso cuando ya éramos guerrilleros, porque es como regresar a los viejos tiempos, cuando la lucha era solo un proyecto.

NF: ¿Conoce usted las opiniones negativas sobre la Revolución Cubana que se quieren acreditar a Hemingway?

FC: Creo haber leído algo al respecto: unos comentarios sobre declaraciones de Hemingway en círculos privados y sus expresiones desfavorables hacia nuestro proceso. Es cierto que las fuentes de donde proceden son poco confiables. Y es cierto también que la actitud pública asumida por Hemingway fue de defensa de nuestra revolución. Y esto es algo que siempre hemos apreciado, por la manera en que nos honra. No obstante, hay que comprender que para Hemingway era una situación sumamente difícil. Su país se hallaba en conflicto con el nuestro. Y no podía ser fácil para él. En realidad no era fácil para nadie. Pero ahí están sus declaraciones, el apoyo que nos brindó. Ahora bien -y esto me interesa aclararlo mucho-: si él hubiese criticado con más o menos aspereza nuestro proceso, eso no lo hubiera desmeritado ante nosotros en absoluto. En primer lugar, porque nuestra obra es humana, y, por lo tanto, perfectamente criticable. Y lo hubiéramos aceptado, porque nunca hubiéramos dudado de la lealtad de Hemingway a los valores humanos. No hubiéramos dudado de su lealtad a nuestro país, una lealtad probada durante muchos años. Ni de su lealtad como artista, su lealtad consigo mismo. Y nosotros lo seguiríamos apreciando igual. No hubiese cambiado en nada el aprecio que sentimos por su obra. Además, él era un hombre muy inteligente y su competencia como observador de la política internacional estaba ampliamente reconocida. Así que sus apreciaciones hubieran sido de una utilidad indudable.

NF: ¿No tuvieron oportunidad de ampliar los contactos personales?

FC: Bueno, si tú supieras, no tuve el privilegio ese, porque en realidad aquellos días iniciales de la revolución eran muy atareados y nadie pensaba que Hemingway se fuera a enfermar y hasta a morir tan pronto, y se creía que había tiempo para conocerlo mejor.

NF: Es evidente y comprensible que Por quién doblan las campanas sea de su preferencia. Pero me interesa conocer su opinión de El viejo y el mar.

FC: Considero que es una obra maestra. Porque es algo extraordinario que alguien sea capaz de escribir una novela tan absorbente con un solo personaje en un bote durante varios días. Ese hombre hablando consigo mismo... Te digo que lo que más me gusta de Hemingway son los monólogos. No conozco ningún otro escritor capaz de lograr esto. Incluso, cuando yo la leí por primera vez... Quizá en aquella época me habría gustado un poco más de acción, fui menos capaz de apreciar todo el valor que tenía esa obra. Pero después, mientras más leo El viejo y el mar, más la admiro, realmente. Y cómo él puede captar la atención del lector, simplemente con el diálogo de un hombre consigo mismo. Y, luego, la frustración final...

NF: Pero Hemingway saca una moraleja de esa frustración. No deja que su personaje se le desmorone por una eventualidad, por muy terrible que esta pueda serle.

FC: Te voy a decir algo. Es precisamente esa una de las cosas por las que Hemingway ha estado presente entre nosotros en estos años. Ha estado presente porque realmente su obra no habla de hombres hechos con materiales tan duros que se hayan deshumanizado. El héroe de Hemingway nunca tuvo nada que ver con la perfección fascista. Y este puede haber sido uno de los puntos de vista erróneos de sus críticos. Y la confusión se establece por la voluntad férrea que los personajes de Hemingway son capaces de desplegar. El hombre puede enfrentar el medio adverso, debe hacerlo incluso. El final no estará escrito, el triunfo no se obtendrá siempre. Pero lo imperativo es buscarlo, luchar por él. Y este es el mensaje de Hemingway que hemos tenido presente aquí, en Cuba, en medio de una revolución. De verdad que Hemingway nos ha acompañado en momentos cruciales y muy difíciles por los que hemos atravesado. Nosotros también hemos sido vulnerables y hemos estado expuestos durante décadas a la destrucción. Pero los lemas revolucionarios han sido recurrentes y firmes: «convertir el revés en victoria», «podrán destruirnos mil veces, pero nunca vencernos». Esas han sido consignas sobre fondo rojo en mítines y desfiles y han sido gritos de combate en los últimos 20 años de la historia cubana. Hemingway tenía toda la razón: Un hombre puede ser destruido, pero jamás vencido. No fue otro el mensaje que captamos. No ha sido otro el reclamo de los hombres que han luchado en todas las épocas y de su literatura.

* * *

Finalmente, a solicitud de algunos amigos, incluyo la entrevista con Fidel, que él mismo me concedió con el deliberado propósito de que estuviera, con algo novedoso, en Hemingway en Cuba. (Y yo encantado, qué decirles.) La portada que aparece aquí como ilustración pertenece a De los recuerdos de Fidel Castro. El Bogotazo y Hemingway. Entrevistas. Pocas semanas después de la impresión de mi Hemingway, Fidel mandó a preparar un librito (96 páginas) con la entrevista que había tenido con el autor colombiano Arturo Alape para su texto sobre el llamado “Bogotazo” (en la edición cubana El Bogotazo: memorias del olvido, Ediciones Casa de las Américas, Ciudad de La Habana, 1983) y esta mía. De alguna manera Fidel se dio cuenta que parte de sus memorias estaban siendo escritas por otros, y la evidencia no lo sacó de paso, sino que lo llevó a concebir una idea: podía aprovecharse de esta forma de periodismo —siempre y cuando tuviera un control, al menos politico, de la contraparte— para ir conformando un cuerpo de reminiscencias. Además, era algo que podía hacer en el transcurso de una de sus actividades más placenteras: hablar. De los recuerdos de Fidel Castro. El bogotazo y Hemingway se terminó de imprimir en diciembre de 1984. Mi entrevista fue la primera que le concediera a un autor cubano en muchos años, y como pieza suelta periodística ha sido mi trabajo de mayor repercusión internacional. Casi todas las veces fue titulado con una variante de su confesión que apreciaba a Hemingway por ser un aventurero. Pocas redacciones se resistieron al poder conceptual de las tres palabras: Hemingway, Fidel, aventura.

La entrevista de Alape fue titulada para esta edición de "memorias al dictado" como “Fidel y el Bogotazo”, y la mía como “Fidel y sus recuerdos de Hemingway”.

Luego de presentar la entrevista de Alape, en el prefacio se lee lo siguiente:

La segunda entrevista fue realizada el día 6 de febrero de 1984 en el Palacio de la Revolución por el periodista y escritor cubano Norberto Fuentes.

En esta ocasión, Fidel valora, una vez más, la obra del gran escritor Hemingway: ya que en 1977 —como dijera Gabriel García Márquez— Fidel declaró ante un grupo de periodistas norteamericanos que Hemingway es su autor favorito. “Hay que conocer a Fidel Castro —expresa García Márquez— para saber que nunca diría una cosa así por simple cortesía. La realidad es que Fidel Castro ha sido desde hace muchos años un lector constante de Hemingway, que lo conoce a fondo, que le gusta hablar de él y lo sabe defender con argumentos convincentes…”

Editora Política con esta publicación contribuye a esclarecer la posición de la Revolución Cubana ante temas que, por su poca divulgación, han sido tergiversados por nuestros enemigos.

En ambos casos, la inclusión de nuestros textos en un libro mandado a publicar por Fidel Castro —y bajo semejante rúbrica: ¡sus recuerdos!—, sirvió como una sanción oficial de beneplácito. Nunca había pasado antes. Nos convertía, por así decirlo, en los guardianes de la leyenda. Aunque fuese por una temporada.

Años después, sin embargo, por lo menos en lo que a mi caso respecta, pasé a la clásica categoría comunista de la no existencia. La última mención a esta entrevista mía a Fidel puede localizarse en la edición del 2 de julio de 2006 de Granma Digital, en el artículo “Hemingway a su manera” de Lili Chi. En efecto, no pueden eludir la entrevista. ¿Pero su autor? No hombre, el autor es una entelequia difusa e inasible en el espacio infinito de la creación humana; ¿o qué se debe desprender de la siguiente nota al pie del artículo: “Las citas de Fidel son de una entrevista realizada, el 6 de febrero de 1985 [sic], a raíz de una investigación sobre la estancia del escritor en Cuba”? Debe desprenderse exactamente esto: que no importa nacionalidad —gringa o cubiche— ni institución —Fundación Finca Vigía o Museo Hemingway— si el objetivo es hacer desaparecer a Norbertico.